Wisława Szymborska
El arca

Empieza una lluvia prolongada.

¡Al arca!, porque ¿dónde, si no, se van a meter?:

poemas para una sola voz,

éxtasis privados,

innecesarios talentos,

curiosidad superflua,

tristezas y temores de corto alcance,

ganas de ver las cosas desde seis lados.


Los ríos crecen y se desbordan.

¡Al arca!: claroscuros y semitonos,

caprichos, ornamentos y detalles,

excepciones tontas,

signos olvidados,

innumerables variedades del gris,

juego para el juego,

y lágrimas de la sonrisa.


Hasta donde alcanza la vista, todo es agua y un horizonte borroso.

¡Al arca!: proyectos para un futuro lejano,

alegría de las diferencias,

admiración de los mejores,

elección no reducida a uno de los dos,

anticuados escrúpulos,

tiempo para pensarlo

y fe en que todo esto

pueda un día aún ser útil.


En consideración a los niños

que seguimos siendo,

los cuentos de hadas terminan bien.


Aquí tampoco puede haber ningún otro final.

Cesará la lluvia,

bajarán las olas,

sobre el despejado cielo

se descorrerán las nubes

y serán de nuevo

como deben ser las nubes sobre todo el mundo:

elevadas y frívolas,

semejantes

a felices islas,

borreguitos,

coliflores,

y pañales

secándose al sol.