Wisława Szymborska

Sobre la muerte sin exagerar

No entiende de bromas,

de estrellas, de puentes,

de tejer, de minería, de cultivar la tierra,

de construir buques, de hacer pasteles.


En nuestras conversaciones

sobre los planes para mañana

mete su última palabra

que no viene al caso.


No sabe ni de aquello

directamente relacionado con su oficio:

ni cavar una tumba,

ni improvisar un ataúd,

ni recoger después de trabajar.


Ocupada en matar,

lo hace torpemente,

sin método, sin habilidad.

Como si con cada uno de nosotros

apenas empezara a aprender.


De acuerdo, tiene éxitos,

pero ¡cuántos fracasos,

cuántos golpes fallidos

y cuántos nuevos intentos!


A veces le faltan las fuerzas

para derribar una mosca en el aire.

Con más de una oruga

pierde la carrera de arrastrarse.


Todos estos tubérculos, vainas,

tentáculos, aletas, branquias,

plumajes nupciales y pelajes de invierno

dan fe de los atrasos

en su pesado trabajo.


No bastan las malas intenciones,

e incluso nuestra ayuda con guerras y revueltas

es, por ahora, insuficiente.


Los corazones golpean en los huevos.

Crecen los esqueletos de los bebés.

Las semillas consiguen sus dos primeras hojas,

y a menudo se convierten incluso en altos árboles en el horizonte.


El que afirma que es omnipotente

es una viva muestra

de que no es omnipotente.


No hay vida

que, aunque sólo por un instante,

no sea inmortal.


La muerte

siempre llega con ese instante de retraso.


En vano sacude la manija

de esa puerta invisible.

Lo vivido

ya no se lo puede llevar.


Wisława Szymborska de Gente sobre el puente [1986]

Trad. Abel A. Murcia