UD 4.Las grandes cuestiones de la metafísica

La pregunta filosófica que quiere responder esta unidad se formula de manera radical y general posible

¿Qué hay?

Quizá el ejemplo más claro de la importancia de responder a esta pregunta para el sentido de nuestra vida sea la cuestión de si hay un Dios, pues de haberlo todos nuestros valores, y por tanto nuestras decisiones dependerían de él. Pero podemos encontrar ejemplos más cotidianos como la cuestión de si hay personas que son necesariamente dañinas, si hay máquinas inteligentes o si hay una idea infalible para copiarse en los exámenes (ni lo soñéis…).

A la reflexión filosófica sobre lo que hay y sus características más importantes la llamamos en la actualidad ontología (onto=lo que es) o metafísica. El simple hecho de que haya algo en lugar de nada ya debería ser motivo de asombro. El término meta-física (más allá-naturaleza) se usó especialmente durante la Edad Media para referirse al libro de Aristóteles sin título donde el filósofo hablaba de una “ciencia de lo que es en tanto que algo que es”, es decir, de lo que es (=hay) en su carácter común, y no, por ejemplo, como un ser de carácter vivo, que sería estudiado por la biología.

Podemos distinguir tres etapas históricas de la ontología: en la primera se buscó lo que hay como algo independiente; a partir de Descartes en el siglo XVII se busca lo que hay partiendo de lo que podemos conocer; en la filosofía contemporánea se busca lo que hay a través de la reflexión sobre las posibilidades del lenguaje para configurar lo que hay.

Para intentar comprender de qué se ocupa la ontología vamos a hacer un experimento mental. Supongamos que un mundo fantástico como el del señor de los anillos fuera real. La pregunta ontológica sería ¿Qué hay en ese mundo y cómo es? Podríamos empezar enumerando al azar: hay valar (dioses creadores), envejecimiento, miedo, animales, alejarse, elfos, armas, orcos, ents (árboles inteligentes), reinos, maldad, escritura, gravedad, magia, culturas, paso del tiempo etc. Si intentamos explicar cómo es todo eso en ese mundo notaremos que no sólo podemos dar definiciones sino que todo eso tiene una relación. Los válar son los dioses que crearon ese mundo cantando, por lo que hay una conexión entre ellos, la magia, los elfos que vinieron de donde habitan los Válar, y los elementos naturales. La magia puede volverse oscura y malvada y así se explica el origen de los orcos, que son elfos degenerados por la magia que usa Sauron para forjar los anillos mágicos. Todo esto implica que la ontología de este mundo nos muestra tipos de realidades relacionadas que conforman un cierto orden en el que hay límites de lo que es posible. Aunque en ese mundo -los rayos mágicos y los dragones son posibles, no son posibles los lásers ni las jirafas. Como se puede entender, conocer la ontología de ese mundo nos sería indispensable para sobrevivir (peligros) y orientarnos (buenos/malos) si estuviéramos en él, como lo es conocer la ontología del nuestro.

Consideremos ahora como ejemplo una ontología sobre nuestro mundo como es el atomismo, según el cual todo lo que hay son átomos, es decir, elementos materiales indivisibles que se mueven en el vacío y forman todo lo demás cuando se combinan, ya sea hidrógeno, agua, bacterias, reptiles, ecosistemas, esperanzas, palabras, aviones, gobiernos o estrellas. Metodológicamente esto quiere decir que para entender algo sólo tenemos que analizar y aislar cada una de sus partes. Al margen de esta influencia en la ciencia resulta claro que la ontología atomista tiene claras implicaciones para el sentido de nuestra existencia, pues parece implicar que el ser humano es mortal y que el universo no está creado para él sino que ambos son azarosas combinaciones de átomos.

1.-La interrogación sobre la naturaleza: apariencia y realidad

Aunque Aristóteles es quien primero la define en el siglo IV a C., la ontología comienza en occidente con los filósofos presocráticos. Como ya adelantamos en unidades anteriores éstos intentaron explicar lo que hay aparentemente, tal y como nos lo muestran los sentidos de manera increíblemente múltiple y cambiante, a partir de lo que realmente hay. Lo real se entendió que cumplía una serie de características, es decir, era unitario, permanente, común, y era el origen de todo lo aparente, por lo que lo llamaron “arjé”, que en griego significa principio en el doble sentido de comienzo y causa de las cosas. Lo real tiene un orden porque la naturaleza (“physis”= cambiante) sigue unas leyes o reglas permanentes en su cambio que la razón puede des-cubrir bajo lo aparente. Por ejemplo, Anaxímenes sostuvo que cosas tan dispares como las nubes, los gorilas y el fuego estaban formados de aire, que era el principio del que todo estaba hecho y que por las leyes de rarefacción y condensación producían todo lo demás. Así, las nubes son el resultado de la condensación del aire, los gorilas están compuestos de agua (condensación de las nubes), y de tierra (condenación del agua), y el fuego es resultado de un proceso inverso de rarefacción del aire. Aunque nadie sostiene hoy en día esta visión concreta de la naturaleza, la caracterización racional de lo real a la que responde sigue siendo importante en la discusión sobre la ciencia y la verdad. El atomismo, por ejemplo, y todas las teorías científicas derivadas, pueden entenderse de acuerdo a esta caracterización.

2.-La pregunta por el ser: permanencia y cambio.

Entre las distintas respuestas de los presocráticos a la pregunta por el “arjé” encontramos dos extremas, la de Parménides, para quien bajo la apariencia sólo hay ser o permanencia y la de Heráclito, para quien bajo la apariencia sólo hay devenir o cambio.

Parménides enunció el principio de identidad por primera vez: lo que es es (A=A), lo que no es no es. Es decir, lo que podemos pensar sin contradicción (coherencia) es real pero lo que intentamos pensar contradictoriamente no lo es y ni siquiera puede ser pensado (como un círculo cuadrado). Esto le llevó a negar que el cambio fuera posible, porque supone que algo que es oruga, por ejemplo, pase a no ser oruga y ser mariposa, lo que conlleva que lo que es no sea, y eso es imposible según hemos dicho. Heráclito, en el otro extremo, sostuvo que lo que nos muestran los sentidos es aparente, sí, pero no porque nos muestran cambo sino porque nos muestran las cosas más permanentes de lo que son. Una roca a la vista parece inmutable pero en realidad está, dice Heráclito, como todo lo demás, en continuo cambio, por eso “nunca te bañarás dos veces en el mismo río”.

El argumento de Parménides según el cual sólo lo que pensamos como permanente es real será utilizado durante la Edad Media para intentar demostrar la existencia de Dios y será fuertemente criticado desde el nacimiento del empirismo en la modernidad y la posterior crítica de Nietzsche a la teología. En la actualidad, la importancia de estas dos posiciones (Parménides y Heráclito) es que el resto de ontologías y teorías científicas se van a situar en algún punto intermedio entre las dos, aceptando cierta permanencia y cierto cambio. Según la teoría de la evolución natural, por ejemplo, hay unas leyes permanentes como son la ley de la mutación, la ley de la supervivencia de los más aptos y la ley de la herencia, que dan origen al cambio de la vida, en particular a la extinción y nacimiento de especies. De la misma manera la ontología del materialismo histórico de Marx sostiene que hay también unas leyes sociales permanentes como la determinación de la estructura política por la estructura económica y la lucha de clases, que van transformando las sociedades y al individuo como parte de ellas

3.- La pregunta por la estructura de lo real: Platón y Aristóteles

Entre la ontología estática de Parménides y la dinámica de Heráclito, la teoría de las Formas (o Ideas) de Platón se sitúa más cerca del primero. Pero para entender la ontología de Platón lo primero que hay que entender es su preocupación política, que lo llevó a plantearse no sólo qué hay sino qué sentido tiene lo que hay. Fue discípulo de Sócrates, quien abandonó el estudio de la naturaleza porque entendió que no respondía a las preguntas que más importan para vivir, que están relacionadas con finalidades y valores humanos (¿Qué es la felicidad? O ¿Qué es la justicia?).

Platón intentó dar una base ontológica a las teorías éticas y políticas de su maestro al tiempo que intentaba resolver las cuestiones sobre la naturaleza. Aceptando que todo lo concreto es cambiante y por tanto no puede haber conocimiento por los sentidos, buscó lo real en lo que es común a diferentes ejemplos concretos. Por ejemplo, hay diferentes perros concretos pero de todos ellos decimos que son perros porque cumplen una definición. Y también hay varios ejemplos de acción justa que lo serán porque responden a una misma esencia o Forma, esto es, una misma definición de justicia. Como todos los perros y las acciones concretos son mortales e imperfectos, y dado que las Formas son modelos permanentes e inmutables para las cosas que podemos observar, Platón concluyó que las Formas son la verdadera realidad tras las apariencias, accesible sólo a la razón. Tanto si hablamos de un número, como del ser humano o la justicia, estas esencias tienen una realidad objetiva independiente incluso de nuestro pensamiento (el teorema de Pitágoras ya era verdad antes de que él lo descubriese).

De esta manera Platón pretendía explicar no sólo el orden en la naturaleza donde, por ejemplo, la Forma de perro hace que el cachorro llegue a su perfección como perro, sino el mundo social, donde el ser humano tiene una finalidad individual y colectiva conforme a la Forma del bien y la justicia.

Aristóteles

(Estagira, 384 a. C.- Calcis, 322 a. C.) fue un filósofo y científico nacido en la ciudad de Estagira, al norte de Antigua Grecia. Es considerado junto a Platón, el padre de la filosofía occidental. Sus ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.

Aristóteles corrigió la ontología de Platón haciéndola más dinámica pero mantuvo algunos de las nociones más importantes de su maestro. La ontología aristotélica parte de que “el ser se dice de muchas maneras” pero siempre en relación con las substancias (=cosas) concretas y perceptibles. Su interés por los seres vivos le llevó a considerar que lo real no sólo es permanente sino también cambiante, pero en diferente sentido. Aceptando, por ejemplo, que la definición de perro es lo que nos permite conocer realmente un perro, rechazó que pueda haber esencia sin perros concretos, ya que no puede haber especie canina sin ejemplares.

Distinguió así entre los elementos materiales que diferencian a cada individuo y la forma común a todos ellos que organiza su materia, de modo que en cada individuo el todo es más que la suma de las partes. Así, los pulmones introducen aire y el corazón bombea sangre, pero a diferencia de ellos el cuerpo humano en su conjunto puede desplazarse, regenerarse y autoorganizarse porque es más que la suma de sus órganos. Por otra parte, si un cachorro se convierte en perro, el cambio tiene que ser real de alguna manera. Para refutar el argumento de Parménides contra el cambio Aristóteles distingue dos maneras de no ser. El cachorro no es un caballo ni puede serlo según el principio de identidad, sin embargo, no es un perro pero puede llegar a serlo porque el cachorro ya es un perro en potencia y cuando adquiere la forma de perro lo es en acto.

El principio de identidad no se viola porque aunque primero hay un no ser perro y luego un no ser cachorro, se trata de un cambio de formas en el que la sub-stancia (=estar debajo) o ejemplar concreto no deja de ser, porque sigue siendo esencialmente la misma, mientras sus propiedades accidentales (tamaño, color, etc.) cambian. El cambio se explica entonces como paso de la potencia al acto porque hay una finalidad en la naturaleza, es decir, porque la forma de la flor es la causa final de que la semilla se transforme. De la misma manera el ser humano tiene una finalidad que viene dada por su forma o esencia de animal social y racional, y no es otra que la de alcanzar la felicidad en sociedad mediante la sabiduría.

El enfoque platónico de explicar los fenómenos mediante modelos no perceptibles ha tenido una larga influencia que llega hasta nuestros días. Cuando los físicos actuales utilizan modelos matemáticos que predicen fenómenos y de ellos deducen que la antimateria es real aunque no perceptible, están asumiendo este enfoque. El enfoque aristotélico también ha tenido una gran influencia. Los planteamientos tanto filosóficos como científicos que defienden que la realidad es compleja y diversa porque hay distintos niveles organizativos y no pueden reducirse a un solo tipo, el físico, son deudores de su enfoque, así como el empirismo moderno, cuando prima la observación para alcanzar el conocimiento.

4.- ¿Cuántos tipos de realidad fundamentales hay?

Esta es una de las preguntas decisivas que ha intentado responder la ontología a lo largo de la historia.

Se denominan monistas (“monos”=uno) a aquellos pensadores, como Tales, Anaxímenes, Parménides o Spinoza, que han defendido que sólo hay una realidad básica. Son pluralistas aquellos que como Demócrito, Aristóteles, o Sartre, sostuvieron que hay distintos tipos de realidades relacionados entre sí. El primer pluralista fue Empédocles, quien, ante las dificultades de Parménides para explicar el cambio aparente a partir de un solo elemento, propuso explicarlo afirmando la existencia de varios principios, tierra, aire, agua y fuego, que siendo permanentes e inmodificables, se combinan continuamente de diferente manera y dan lugar a la diversidad de cosas del mundo. Pero ¿Por qué se unen y se separan los cuatro elementos? Aquí encontramos una gran innovación conceptual como es la idea de fuerza. Todo se une por la fuerza de “eros” (=amor) y se separa por la fuerza de “neikos” (=odio) dando lugar a ciclos cósmicos que acaban en la unión total de los elementos y otra vez hasta la separación total. Desde el siglo XX la teoría del big-bang afirma que el universo surge a partir de una concentración que se expande y genera así el universo actual , compuesto de partículas de energía que forman átomos de materia y que están regidas por cuatro fuerzas fundamentales, una de las cuales es la gravedad. La gravedad actúa al nivel macroscópico de lo que podemos ver (una piedra o un planeta) mientras que las otras fuerzas actúan a nivel microscópico o cuántico, donde las partículas se comportan de manera bastante aleatoria. Es claro entonces que la ontología de la física contemporánea es pluralista. Por otro lado, en el siglo XXI se está investigando la teoría de cuerdas, que propone una ontología unificada y por tanto, monista, de todos los tipos de realidad por las cuerdas de energía. Suponiendo, eso sí, ¡Que la realidad consta de 11 dimensiones de las que sólo percibimos 4 (las tres del espacio y el tiempo).!

Si después de estas extrañas ontologías volvemos a nuestro planeta y atendemos a fenómenos como la representación de un buen concierto de pop o un buen bailaor flamenco cabe preguntarse ¿Alguna de estas ontologías, incluida la de Empédocles, puede explicarlos? Parece que para hacerlo necesitamos introducir un tipo de realidad diferente a las materiales de las que estábamos hablando, pues es difícil entender cómo se puede dar una explicación sobre la calidad artística de un bailaor en términos de fórmulas matemáticas sobre quarks, gravedad o cuerdas. Esta realidad no es otra que la mente o las ideas del ser humano, sin la cual parece no tener sentido hablar ni de arte, ni de bailaor, ni de sentimiento, ni de significado etc. Descartes llegó a la conclusión, no sólo de que hay un tipo de realidad que son las ideas, sino que (a parte de Dios) éstas son la realidad más fundamental, ya que según el principio indudable del “pienso luego existo” son lo más cierto que podemos conocer.

Descartes concluyó que todo lo que percibimos, incluido nuestro propio cuerpo, pertenece al tipo de la realidad extensa o material, mientras que todo contenido de la consciencia (ideas, imaginación, sentimientos, decisión, razonamiento etc.) pertenece a otro tipo de realidad, la realidad pensante o mental. La ontología de Descartes, Kant o Popper se califica de idealista porque estos filósofos entendieron que la mente es un tipo de realidad radicalmente distinto de la materia y más accesible para la persona. La ontología de Empédocles, Marx o Bunge se caracteriza como materialista porque afirma que la materia es una realidad más fundamental y porque explica la mente e incluso la cultura como resultado de procesos materiales. Sin embargo, en la actualidad esta explicación de filósofos y científicos no suele ser tan simple como en épocas anteriores, cuando se afirmaba que el pensamiento era átomos en movimiento o un estado del cerebro.

Según el materialismo emergentista que defiende Bunge o Morin, si bien todo lo que hay está compuesto de algo físico o material, a lo largo de la evolución del universo y la tierra han ido organizándose nuevos sistemas con propiedades nuevas que no son reductibles a las de sus componentes. Por ejemplo, aunque el sistema nervioso está compuesto de neuronas (compuestas de genes) el pensamiento que es producido por él sigue reglas lógicas, emocionales, o sociales que no encontramos en los impulsos eléctricos de las neuronas, si bien dichas reglas no serían posibles sin la información comunicada entre ellas. Por tanto la ontología emergentista es monista en el sentido de que todo es material, pero es pluralista en el sentido de que distingue tipos o niveles de realidades según sus propiedades: el físico, químico, biológico, psicológico, y el social, cada uno con subdivisiones (social: económico, político, cultural). Además, afirma que la mejor manera de explicar algo es a partir de los niveles adyacentes.

Friedrich Wilhelm Nietzsche
(Röcken, 15 de octubre de 1844- Weimar, 25 de agosto del 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado uno de los filósofos más importantes de la filosofía occidental.

5.- La crítica a la metafísica de Nietzsche y el positivismo.

Realidad y lenguaje.

“-¿Metafísico estáis?

- Es que no como.”

En este breve diálogo entre Don Quijote y Sancho encontramos la intuición fundamental de la crítica de Nietzsche a la metafísica: la metafísica sería una huída de aquello que difícilmente soportamos hacía un mundo inventado, que supuestamente está más allá de nuestra experiencia. ¿Y qué es eso según Nietzsche que evitamos? Que sólo hay este mundo, el que percibimos por los sentidos y se caracteriza por el caos y el cambio del que cada uno también formamos parte como seres fugaces y efímeros. Aún más radicalmente que Heráclito, Nietzsche niega la validez de la distinción de la que parte la filosofía en occidente entre realidad y apariencia, porque niega que haya un mundo real tras la apariencia (ya sea Dios, un orden físico, la mente, las substancias etc.). Como ya hicieron los sofistas con su relativismo, niega también que haya unas leyes del pensamiento, es decir, la razón, y del mundo, es decir un orden. El lenguaje es siempre metafórico porque es la creación libre de esquemas conceptuales que ordenan nuestra experiencia y lo que se ha llamado razón es el uso de conceptos muy abstractos pero también inventados ¿Cómo podemos conocer este mundo, entonces? Influido por el romanticismo Nietzsche pensaba que el arte y las emociones (especialmente la música) nos permiten experimentar el mundo profundamente porque al con-movernos y jugar con los sentidos nos hacen participar del flujo de la vida.

Para Nietzsche no hay realidad, sólo hay interpretaciones diferentes y cambiantes del mundo y del sentido de la vida que sólo se distinguen por los valores desde las que se hacen. Los valores que han predominado desde que apareció la idea de razón en Grecia han sido valores decadentes que no reafirmaban la vida sino que la atacaban, porque devaluaban todo lo efímero, la diversidad, el placer, las emociones, lo sensual en favor de valores ligados a la permanencia y la inmortalidad. Estos valores, según Nietzsche han sido compartidos de una manera u otra por toda la cultura occidental, la filosofía y la ciencia incluidas, pero especialmente por la religión, cuyo concepto de pecado y Dios responden a una devaluación total de esta vida, sustituida por una vida en el más allá. Por eso la “muerte de Dios”, esto es, la pérdida de la vigencia de estos valores en la sociedad contemporánea abre la posibilidad de que el ser humano como ser creativo, invente un nuevo mundo desde nuevos valores vitales como el amor propio o la competitividad entre iguales.

Precisamente porque Nietzsche no confiaba en la razón, cualquier explicación de su filosofía como la que estoy haciendo tiende a traicionarla. En su escritura Nietzsche consigue transmitir su intuición del mundo como algo cambiante y por eso os propongo la lectura de algunos textos al final.

Como ya estudiamos en la unidad anterior, según el positivismo lógico, heredero del empirismo, el único conocimiento es el científico y éste se basa en el principio de verificación y en el método inductivo para encontrar leyes en los fenómenos observables. La misma filosofía positivista no sería más que un análisis del lenguaje que demostraría que todo conocimiento es una combinación de hechos según las reglas lógicas. La metafísica de toda la filosofía anterior sería entonces sólo un abuso del lenguaje, lo cual también Nietzsche habría suscrito. Sin embargo, mientras para los positivistas incluso las afirmaciones de Nietzsche sobre el devenir son no verificables y por tanto son frases metafísicas ni verdaderas ni falsas sino sin sentido, para Nietzsche la ciencia responde al mismo “egipticismo” que la religión y la metafísica, porque supone un orden estable de leyes para ocultar las contradicciones y el carácter efímero de este mundo.

Recursos didácticos

Platón

Teoría de las ideas y mito de la caverna

Aristóteles

Metafísica Aristóteles

Nietzsche

Nietzsche: el filósofo del martillo.