UD 15 ¿Somos libres?

1.- Introducción

Muchas veces nos hemos encontrado en una situación similar a la siguiente: el profesor, o profesora, nos hace una pregunta en clase y sabemos, perfectamente, a qué hace referencia, pero comprobamos que nos faltan las palabras para articular una respuesta: lo sabemos, pero no encontramos el modo de decirlo; lo sabemos, pero no conseguimos explicarlo. La pregunta «¿qué es la libertad?» nos puede conducir, en su posible respuesta, a la situación que acabamos de describir. Sabemos lo que es porque la hemos experimentado o porque hemos vivido las trabas que nos impiden ejercerla. Sin embargo, nos resultará difícil ofrecer una respuesta.

Definir qué es la libertad constituye un asunto complejo, pues se trata de un término, o concepto, que encierra paradojas aparentes que deben ser resueltas de forma adecuada. Así, por ejemplo, podemos pensar que libertad es sinónimo de elección. Sin embargo, no siempre nos es dado elegir. Algunas veces, debido a que esa elección no es posible y otras a que, aun siendo factible, no es conveniente. Otras debido a que, siendo viable y conveniente, esa elección puede que impida otras que deseamos también. O, complicando la cuestión, debido a que, en ocasiones, elegimos lo que no queríamos elegir.

La filosofía se presenta como una disciplina sumamente útil para dilucidar este tipo de interrogantes, esenciales en la existencia humana, pero no fácilmente explicables en una definición concluyente. Por tal motivo, procederemos a un análisis que nos ayude a discernir qué debe entenderse por libertad.

No siempre podemos elegir sentir lo que sentimos y, en ocasiones, hacemos lo incorrecto. Si elijo ir al cine, habré de renunciar a acudir a esa fiesta. Elegí estudiar esa carrera, cuando realmente quería estudiar otra bien distinta.

Actividad 1. Responde en tu cuaderno:

¿Por qué la posible definición de libertad encierra una gran complejidad conceptual? Enumera algunos motivos que no hayan sido reseñados en el epígrafe.

Actividad 2. Actividad grupal. Debate.

Desarrollad una lluvia de ideas que posibilite una aproximación conceptual del término libertad.

2.- La libertad fundamental

Viktor E. Frankl sobrevivió a los campos de concentración. En su obra El hombre en busca de sentido nos relata dicha experiencia. Proponemos, para su reflexión, el siguiente fragmento extraído de dicha obra.

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.

Como hemos dicho la libertad puede entenderse como sinónimo de elección. Esta posibilidad es enunciada, en ocasiones y de manera coloquial, como poder hacer lo que a uno le venga en gana. Sin embargo, el texto propuesto afirma lo contrario, es decir, es posible ser libre, aunque uno no pueda hacer nada porque las circunstancias –terribles en este caso– lo impidan. ¿Se puede ser libre en un campo de concentración? Viktor E. Frankl afirma que sí.

La última de las libertades humanas es la primera y más genuina del ser humano. Esta libertad, que Frankl define como la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, es la denominada libertad fundamental. Esta última hace referencia a esa interioridad del ser humano gracias a la cual podemos decidir qué sentido damos a todo aquello que nos pueda suceder. Quizá no podamos actuar, o que nos obliguen a actuar de una determinada manera, pero, difícilmente conseguirán coaccionar nuestra actitud interior ante lo nos que acontezca.

Gracias a la libertad fundamental, uno puede poseerse a sí mismo y, pese a las circunstancias, saberse libre. Cuando experimentamos este tipo de libertad, vivimos nuestra dignidad, la que todo ser humano posee por el mero hecho de serlo. La libertad no sería tanto una ausencia de restricciones –aunque, en cierto sentido, sí lo es– como el saber asumirlas e integrarlas en nuestras vidas para darles un sentido.

Actividad 3. Responde en tu cuaderno:


¿Es libre un preso? ¿Y una persona gravemente enferma? ¿Es posible anular la libertad fundamental de un ser humano? Justifica la respuesta.

3.- Libertad de acción y libertad de elección

Pese a lo expuesto en el punto anterior, es evidente que también experimentamos nuestra libertad cuando podemos elegir o cuando podemos actuar. Quizá seamos conscientes de nuestra libertad fundamental y, en esencia, podamos vivir sabiendo que somos seres libres, pero es también connatural a nuestra dignidad que podamos y queramos armonizar dicha libertad fundamental con la posibilidad de poder hacer algo (acción) o querer o no una cosa (elección).


Libertad de acción o libertad negativa.


Supongamos que nos encontramos en el patio, a la hora del recreo, y que queremos ir a la biblioteca. Si nada impide esa posibilidad, estamos ante un ejemplo de lo que se entiende por libertad de acción.

Hay libertad de acción cuando ninguna restricción exterior nos impide realizar la acción elegida. La libertad política y la libertad social constituirían una concreción de este tipo de libertad. La libertad de acción es la «libertad de», la libertad respecto a algo.


Libertad de elección o libertad positiva ( Libre albedrío).


Prosigamos con el ejemplo anterior. Supongamos que, finalmente, decidimos ir a la biblioteca. Somos dueños de nuestra voluntad y tomamos tal decisión. Estamos, en este caso, ante un ejemplo de lo que se entiende por libertad de elección. La libertad de elección sería la libertad de autodeterminación. Hay libertad de elección cuando el sujeto es dueño de sus actos. Uno mismo es la causa de ir a la biblioteca. La libertad de elección consistiría en la «libertad para», la libertad para algo. También suele denominarse a este tipo de libertad libre albedrío.

Actividad 4. Responde en tu cuaderno:

Distingue entre libertad negativa y libertad positiva.

Ejemplifica dichas diferencias.

¿Es posible una libertad negativa o positiva plena?

4.- Reflexiones en torno a la libertad negativa

En palabras del propio Isaiah Berlin, la libertad negativa remite al siguiente interrogante: ¿En qué área ha de considerarse que debe permitírsele a una persona —o grupo de personas— hacer, o ser lo que es capaz de ser o hacer, sin que nadie se interfiera? Antes de responder a la cuestión, es necesario señalar lo siguiente: hay metas que no podemos alcanzar, pero no por ello sufriremos una merma de este tipo de libertad. Como señala Berlin, nadie podría dar un salto de diez metros, o a muchos nos estaría vedado entender, en toda su complejidad, la obra filosófica de Hegel. Este tipo de impedimentos —derivados de nuestra propia incapacidad— no guarda ninguna relación con la libertad de acción.

Al mismo tiempo, no siempre se produce una merma de libertad negativa por el hecho de que ciertos individuos, las leyes vigentes o cualquier otro impedimento de la misma índole me prohíban, por ejemplo, invadir la propiedad privada ajena. Este ejemplo nos remite a la reflexión radical a la que nos conduce el interrogante planteado.

El espacio de la libertad negativa no puede ser ilimitado, pues, obviamente, esto haría imposible o sumamente ardua la convivencia y supondría, de hecho, la preeminencia de los más fuertes con respecto a los más desfavorecidos.


¿Cómo acotar ese espacio? ¿Qué tipos de impedimentos pueden ser legítimos? ¿Quién otorga o decide esa legitimidad?

Actividad 5. Responde en tu cuaderno:

¿Por qué los sistemas democráticos son los sistemas de gobierno legítimos para regular la libertad negativa? Razona la respuesta.

¿Qué relación guarda la libertad negativa con la igualdad de posibilidades?

5.- Reflexiones en torno a la libertad positiva.

Berlin propone la siguiente explicación de lo que ha de entenderse por libertad positiva: Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de mí mismo, y no de fuerzas exteriores, sean estas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento de mí mismo y no de los actos de voluntad de otros hombres. Quiero ser sujeto y no objeto, ser movido por razones y por propósitos conscientes que son míos, y no por causas que me afectan.

La libertad positiva nos remite a la siguiente pregunta: ¿somos los dueños de nuestros actos? Prosiguiendo con el ejemplo propuesto: ¿vamos a la biblioteca porque queremos, realmente, ir? ¿Vamos a la biblioteca porque tenemos unos objetivos que queremos conseguir? ¿O vamos a la biblioteca por las circunstancias o por dejarnos llevar por otros?¿Qué o quién es la causa de ir a la biblioteca? Si voy a la biblioteca porque hace frío y no lo soporto, la causa no soy yo, sino el frío. ¿Es, por tanto, mi elección libre? Si voy a la biblioteca porque lo ha dicho tal compañero o compañera, la causa no soy yo, sino otro. ¿Es, por tanto, mi elección libre? Afirmemos, ahora, que vamos a la biblioteca porque queremos aprovechar ese tiempo de recreo para estudiar de cara a un examen. De esta forma, dispondremos de algo de tiempo libre por la tarde y, así, podremos realizar una visita que nos interesa hacer. En este caso, seríamos los dueños de tal elección. Solo las decisiones de este tipo nos predisponen para adueñarnos de nuestras vidas.

Actividad 6. Responde en tu cuaderno:

¿Quién es más libre?, ¿el que estudia porque quiere aprobar o el que estudia porque no quiere ser castigado?

Relaciona la respuesta con la libertad positiva.

¿Por qué queremos lo que queremos?

¿Es posible una libertad positiva plena?

Libertad negativa y libertad positiva interactúan entre sí, por lo que podemos afirmar que constituyen las dos caras de una misma moneda. Propongamos algunos ejemplos extremos para visualizar de forma comprensiva dicha interrelación. Supongamos que vivimos en un país que tiene recortados derechos esenciales como la libertad de expresión o el de libre asociación. El recorte de este tipo de libertades negativas contribuirá a que nuestra libertad positiva se vea seriamente dañada.


¿Cómo ser dueños de nuestras vidas si se nos prohíbe opinar o asociarnos con otros seres humanos para impulsar la consecución de objetivos comunes?


Igualmente, supongamos que vivimos, afortunadamente, en un país en el que no se nos ponen impedimentos para la realización de nuestros proyectos.¿De qué nos servirían todas esas libertades si fuéramos incapaces de decidir por nosotros mismos? Pensemos, por ejemplo, en personas que han caído en el mundo de las drogas. No obstante, y más allá de lo apuntado, la interacción entre estos dos tipos de libertades propicia un marco de reflexión sumamente atractivo para la actividad filosófica.

La tesis que niega la existencia de la libertad humana recibe el nombre de «determinismo».

Actividad 7. Responde en tu cuaderno:

¿Más libertad positiva tiene como consecuencia menos libertad negativa? Justifica la respuesta.

6.-Determinismo.

A lo largo de la historia del pensamiento, el determinismo ha adoptado diferentes modalidades en función de las propuestas filosóficas y científicas dominantes en su época. Por este motivo, realizaremos un sucinto desarrollo de las mismas.

Los mitos y el fatalismo.


¿Está escrito lo que va a ocurrir?


Si esto fuera así, nos veríamos obligados a afirmar que todo lo que nos acontece —y, por consiguiente, todas nuestras decisiones— está ya prefijado de antemano y, por tanto, no seríamos libres. Ante esta posibilidad, y si la damos por válida, podríamos señalar que, como en definitiva no conocemos lo que está escrito, aunque no fuéramos libres, tendríamos la sensación de serlo. Esto sería suficiente para abandonar esta clase de argumentaciones. Sin embargo, como posibilidad teórica, este tipo de tesis deterministas necesita de una reflexión más profunda para poder proceder a su crítica. En primer lugar, distinguiremos entre fatalismo y predestinación. Esencialmente, ambas posturas sostienen lo ya anunciado —si todo está escrito, no somos libres—, pero presentan una diferencia esencial. Empezaremos nuestro desarrollo argumentativo con el fatalismo. El fatalismo es propio de los discursos mitológicos. Para este tipo de discursos, tanto la vida de los seres humanos como la de los dioses está controlada por unas fuerzas inexorables que anulan toda posibilidad de poder ser dueños de nuestras vidas. La figura de Edipo, y lo que le acontece, sería un claro ejemplo de fatalismo.


La propia filosofía, como disciplina superadora de la mentalidad mitológica, supone, en sí misma, una crítica de esta visión determinista de la realidad y de la existencia. No obstante, profundizaremos en esta crítica al fatalismo en el siguiente epígrafe dedicado a la predestinación.


¿Por qué el surgimiento de la filosofía supone, en sí mismo, una crítica del fatalismo?

Determinismo teológico y predestinación.

Si sustituimos esas fuerzas inexorables —que anulan nuestra libertad— propias de la mentalidad mitológica por la existencia de un Dios que conoce, en su omnisciencia, todo lo que va a ocurrir, estaríamos ante un tipo de determinismo similar, pero que origina la predestinación en vez de ese fatalismo que ya hemos comentado.

Pero ¿por qué no hablamos, en este caso, de fatalismo, sino de predestinación? Porque Dios no es una fuerza inexorable, sino el Bien en sentido pleno. Por eso, aunque estemos ante la misma ausencia de libertad, esta situación no adquiriría ese sentido negativo propio del fatalismo. Nos encontramos ante el determinismo teológico: todo está prefijado en el entendimiento divino, no solo nuestras acciones, sino también nuestro destino final: salvarse o condenarse.

San Agustín (354-430) se ocupó de esta cuestión para criticar los presupuestos de dicho determinismo. Que Dios conozca lo que va a ocurrir no significa que estemos obligados a hacerlo. Saber que algo va a ocurrir no implica la presencia de una intervención para que eso ocurra. Supongamos que, desde un puente en una carretera, observamos que, inevitablemente, dos coches van a chocar al llegar al cruce que une sus caminos. Nuestro conocimiento de lo que va a ocurrir no implica que seamos la causa de dicho accidente. Algo parecido a lo descrito en este ejemplo sería lo que ocurre con respecto a Dios y nuestras acciones.

El problema del determinismo teológico alcanzará, nuevamente, su apogeo argumentativo en el siglo XVI con el conflicto establecido entre la Reforma protestante y la Contrarreforma católica.

Determinismo físico.

A partir del Renacimiento y, posteriormente, en la Edad Moderna, se produce un avance de la ciencia que, con sus consiguientes progresos técnicos, se presentará, paulatinamente, como la única respuesta plausible a lo que sea el mundo y el ser humano. Esta ciencia será, básicamente, mecanicista. El universo solo será explicable mediante leyes, lo que implicará que todo cambio o transformación que se produzca en el mismo será predecible en función de dichas leyes. Si algo no es predecible, no lo será porque sea un hecho azaroso o incognoscible, sino porque aún no se habrá descubierto la ley que dé explicación del mismo. El universo, por tanto, está determinado.

El ser humano sería una parte más de ese todo que es el universo. Por tanto, cae bajo el poder explicativo de las leyes. Al igual que el universo, el ser humano está determinado. Si todo en la naturaleza sucede de manera necesaria y el ser humano es parte de esa naturaleza, entonces el propio ser humano actuará de manera necesaria y no será libre.


La formulación clásica de este determinismo fue enunciada por el físico francés P. S. Laplace en 1814. Sostiene que, si una inteligencia, en un momento determinado, fuera capaz de conocer todas las leyes que conforman la naturaleza y someterlas a su análisis, abarcaría –esa inteligencia– todo el universo. Nada para esa inteligencia sería dudoso y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.

El libre albedrío sería una ilusión. Este se encontraría al mismo nivel explicativo que un hecho físico, que cualquier hecho físico de la naturaleza. Sin embargo, estos supuestos deterministas serán refutados, en el siglo XX por las aportaciones científicas de Heisenberg y los postulados derivados de la física cuántica.

Heisenberg enuncia el principio de incertidumbre en la mecánica cuántica. Según este principio, no es posible determinar el lugar que ocupa una partícula cuántica. A nivel cuántico, la realidad no posee unas características que sean independientes de nuestra manera de observarla. Esto supone que el universo, en su dimensión subatómica, es indeterminado. La indeterminación imposibilita cualquier determinismo.

Determinismo biológico.

Otros determinismos, más actuales, como el biológico y el psicológico encuentran en el determinismo físico su sustento teórico. Así, para los defensores del determinismo biológico, el ser humano está determinado por su herencia genética, es decir, nuestra conducta está predeterminada genéticamente. No obstante, los propios avances científicos de la genética vienen a confirmar que el alcance de la herencia genética es bastante limitado y que, en todo caso, parece que influye más el ambiente que la herencia asociada a los genes.


En este sentido, es sumamente útil para nuestra reflexión introducir el término «condicionado» como contrario del término «determinado». Lo determinado anula nuestra libertad, mientras que lo condicionado, lo que nos condiciona, no. Nadie es más o menos libre por ser genéticamente bajo, alto, listo o menos listo. Algunas características genéticas puede que nos condicionen, pero no impiden que podamos ser dueños de nuestras vidas. Lo apremiante, en este caso, no sería tanto defender esa supuesta falta de libertad como contribuir, con nuestro esfuerzo, para que las sociedades limiten el alcance de cualquier tipo de condicionamiento en las vidas de cualquier ser humano.


El determinismo psicológico posee una formulación más vivencial que el anterior. Supongamos que deseo beber agua y que, finalmente, bebo. Hasta aquí no habría ningún problema argumentativo. Ahora bien, ¿somos libres de tener o no tener ese deseo? O, por ejemplo, tenemos pánico a las alturas y las evitamos; pero ¿somos libres ante ese pánico?


El determinismo psicológico sostiene que estamos determinados por una serie de motivos que escapan a nuestro control porque somos incapaces de controlarlos (pánico a las alturas) o porque ni tan siquiera conocemos su origen (¿por qué deseo lo que deseo?).

La crítica a este tipo de determinismo sería la siguiente: soy yo el que siente ese pánico y soy yo el que desea beber agua o cualquier otra cosa que se quiera desear, por tanto, ese miedo y ese deseo forman parte de mi yo, de mi unidad como ser humano. Así pues, carece de validez argumental afirmar que ese miedo o ese pánico anulan mi libertad, ya que, en definitiva, son parte de mi yo y soy yo el que siente pánico o desea lo que desea. No obstante, la ciencia psicológica nos proyecta la imagen de un ser humano capaz de superar los miedos y discernir el porqué de sus deseos.

Determinismo social y determinismo educacional.

El determinismo social afirma que la influencia del grupo social al que se pertenece es determinante en el modo de actuar del ser humano. El determinismo educacional —variante del anterior— sostendrá que el ser humano es producto de la educación que ha recibido.


Nuestra propia experiencia cotidiana ofrece numerosos ejemplos que critican, en sus presupuestos, estos dos tipos de determinismo. Muchos pertenecemos a unos mismos grupos sociales y no por eso somos iguales. Al mismo tiempo, muchos recibimos una educación parecida —como ocurre entre hermanos— y no por eso somos iguales. Precisamente porque no somos iguales, vivimos nuestra libertad de arbitrio de distinta manera.

Actividad 8. Responde

Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así. ¿Es cierta esta sentencia? Relaciona la respuesta con el denominado determinismo social.

A más educación, más libertad. ¿O quizá menos? Justifica la respuesta en función de lo que entendemos por determinismo educacional.


Recursos didácticos

La Guerra Fría y las dos ideas de libertad: Libertad Negativa y Libertad Positiva (Isaiah Berlin).