Karl Marx 1818-1883

1.-Introducción

Durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX la filosofía de Hegel se extiende por toda Europa: es la época de apogeo del idealismo alemán. Éste propone un nuevo concepto de racionalidad, muy influido por el ideal romántico: un modelo de razón infinita, absoluta y creadora, frente al modelo de razón limitada de Kant.

La filosofía vuelve a ser concebida como un sistema metafísico de comprensión de toda la realidad y se apoya en un nuevo método: la dialéctica. La obra de Hegel era monumental porque, no sólo había integrado todos los acontecimientos históricos incluyendo los negativos como necesarios (dentro de su concepción dialéctica de la realidad), sino que también lo había hecho conectándolo con todas las disciplinas del saber. Pero un sistema tan completo o ambicioso era, a la vez, muy ambiguo y se prestaba a diversas interpretaciones. Así, se podía ver en su sistema la expresión de un orden social y político, que era justificado como la culminación necesaria de la marcha de la historia; o bien se podía ver en la dialéctica misma un instrumento para superar ese mismo estado de cosas, considerado ahora como un sistema injusto y arbitrario.

Así pues, los seguidores de Hegel se dividieron en dos bandos:

1. La derecha hegeliana. Hacen una interpretación conservadora del sistema filosófico de Hegel, centrándose en el carácter absoluto y estático de tal sistema.

2. La izquierda hegeliana. Tienen una actitud crítica ante la filosofía de Hegel y hacen una interpretación progresista de su sistema filosófico, centrándose en el uso de la dialéctica como método. Entre ellos, a su vez, aparecen dos tendencias:

Aquellos que se centran en la crítica de la religión y la teología hegelianas, así como en su idealismo. Destaca la figura de Feuerbach.

Karl Marx, el cual hace un análisis teórico más a fondo de la teoría hegeliana y se centrará más en la crítica política.

La obra de Marx es tanto la respuesta filosófica como social y política a la filosofía de Hegel. Pero Marx no se limitó a la mera labor teórica, concienciado ante las primeras y negativas consecuencias de la Revolución Industrial, su propuesta va más allá del terreno filosófico, elaborando una alternativa teórica y práctica al orden social y económico del siglo XIX, orden que salía reforzado por la expansión del capitalismo a nivel europeo.

2.-Contexto histórico

Carlos Marx nace en la ciudad de Tréveris el 5 de mayo de 1818 y muere en Londres el 14 de marzo de 1883. Pocos hombres han llegado a ejercer tanto peso como él en todas las dimensiones de la vida social. El pensamiento, la política, la economía y hasta el lenguaje de nuestros días es deudor de la obra intelectual de Marx.

La génesis de su pensamiento, especialmente en su período más fructífero desde el punto de vista teórico (desde 1840 a 1848), se enmarca en una época de transformaciones y cambios a distintos niveles.

En lo político destaca la posición conservadora sustentada por el rey Federico Guillermo de Prusia, que genera un acusado descontento entre los liberales prusianos y los intelectuales de Renania, territorio en el que habían proliferado y triunfado los ideales revolucionarios franceses. La difusión de las ideas progresistas francesas en la Alemania del sur provocó el aumento de la censura y de la dureza del régimen policial, como reacción de la Corte alemana. Como consecuencia de lo anterior, y ante la falta de una clase obrera con capacidad de movilización, la contestación frente al conservadurismo político se llevó a cabo sobre todo en el ámbito intelectual, en el que desempeña un destacado papel el propio Marx. Escritores, historiadores y periodistas defenderán abiertamente en periódicos, revistas y panfletos sus ideas de cambio revolucionario y de alternativa a la Alemania feudalizada, convirtiendo así a la actividad filosófica y crítica en sustituta, en cierta medida, de la acción revolucionaria en la calle.

En lo económico la madurez intelectual de Marx coincide con la época de la Revolución industrial, que desembocará en la economía capitalista, y que tuvo su origen en Inglaterra debido, sobre todo, a la aparición de la máquina que usaba vapor como fuente de energía (1765, James WATT) y a los adelantos efectuados en la agricultura, en la industria textil, en la minería y en el terreno de las comunicaciones.

Poco a poco este nuevo sistema productivo (el capitalista) va pasando de Inglaterra al continente europeo y al norte de América, modificando a su paso la estructura de la sociedad y la vida de los ciudadanos. Con el incipiente sistema económico-social capitalista las ciudades van cobrando una preponderancia cada vez mayor frente al campo (centro económico y social del feudalismo medieval). Hacia ella van encaminándose grandes contingentes de población en busca de mejor fortuna que la que las calamidades del campo les aporta. Sin embargo, los trabajadores urbanos (proletarios) soportarán unas condiciones de vida y de trabajo infrahumanas. Engels describe esta situación en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra, de 1845, en donde constata que:

Los obreros (hombres, mujeres y niños) trabajan los siete días de la semana, con jornadas laborales de catorce horas, incluso más. Enfermos, accidentados y jubilados no perciben ningún dinero. El patrono, según su conveniencia, puede despedir libremente al trabajador sin ningún tipo de compensación...

Lo que media entre esto y la situación actual es el resultado de una continua lucha por la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, empresa en la que Marx pondrá todo su empeño.

En lo social, en íntima continuidad con la economía, en estos momentos nos encontramos una sociedad constituida por varios estratos. Por un lado está la burguesía, principal impulsora de la evolución de la sociedad feudal a la capitalista. Su creciente poder económico le va a proporcionar independencia frente a los señores, herederos del espíritu del antiguo régimen y poseedores de grandes extensiones de tierra. Ambos terminarán por aliarse frente al proletariado, formado por los campesinos que huyen del hambre y de la miseria de la vida agraria, y que son las “víctimas” de la fuerza atractiva de la fábrica. Estamos ya en presencia del germen de lo que va a ser la estructura actual de la sociedad de clases.

El pensamiento de Marx se va a gestar en dos contextos fundamentales. Por una parte, la revolución industrial que tiene lugar en Europa durante el siglo XIX. Y, por otra parte, un contexto filosófico, donde encontramos fundamentalmente a Hegel, Feuerbach, los socialistas utópicos y la economía política inglesa como punto de partida del pensamiento de Marx. En definitiva, podemos decir, pues, que los principales elementos del pensamiento de Marx, (materialismo, dialéctica, praxis, eliminación de las desigualdades, lucha de clases, revolución comunista, trabajo, capital), se generan a raíz de una relación crítica con las influencias que recibe a través de la filosofía alemana, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa.

3.-Antecedentes filosóficos

La economía política clásica

Los economistas ingleses más destacados son Adam Smith y David Ricardo, y de ellos asume que el trabajo es la fuente de la riqueza, es decir, el elemento decisivo en la creación del valor de una mercancía. Sin embargo, Marx les critica que pasaran por alto la contradicción que se da entre la teoría según la cual el trabajo es la fuente de la propiedad y el hecho histórico, concreto y objetivo de que el salario es el poder que tiene el capital (dinero) sobre el trabajo, para devaluarlo. Es decir, Marx va más allá de la economía clásica (que, según él, es ideología más que ciencia) considerando la relación directa que se establece entre el trabajador y la producción, relación no explicitada por los economistas ingleses. En esta crítica encontramos el origen y fundamento del concepto de alienación del trabajo humano.

El socialismo utópico

Marx muestra, respecto a los socialistas utópicos, la misma doble actitud que respecto a los economistas ingleses: reconoce parte de sus méritos teóricos y prácticos, pero lleva a cabo una crítica de sus presupuestos.

Comparte con los socialistas utópicos (Saint-Simón, Fourier y Owen, fundamentalmente) el juicio contrario a la sociedad capitalista e industrial en la que la clase trabajadora se encuentra en una precaria y deshumanizada situación. Sin embargo critica sus pretensiones de reformar la sociedad apelando a mecanismos insolventes e ingenuos, como actividades de beneficencia, protección de los débiles, sociedades de templanza,... Todos ellos basados en la voluntad y buenos sentimientos de los hombres.

Para Marx, la realidad no puede ser cambiada con buenos deseos; de ahí que, frente a las propuestas reformistas de los utopistas y su condena moralizante del capitalismo, defienda un análisis científico y objetivo del sistema capitalista (sus condiciones materiales) que conduzca a descubrir el proceso que de modo necesario lo llevará a su superación y, por ende, a la emancipación de la humanidad. Es decir, Marx aboga por el análisis materialista de la historia como modelo de un nuevo socialismo: el «socialismo científico».

La filosofía alemana.

Hegel representa, para Marx, la cumbre del pensamiento cristiano- burgués y la referencia ineludible con la que tiene que medirse cualquier pensamiento vivo. Aunque Marx asume la concepción dinámico-dialéctica de la realidad y el concepto de alienación hegelianos, sin embargo, invierte su significado porque, a su juicio, la filosofía hegeliana (el Idealismo) ofrece una visión invertida de la realidad. Para Hegel la historia, es decir, las diferentes formas sociales y políticas, cuya cúspide era ocupa por el Estado existente en su época, no son sino el fruto del desenvolvimiento de la Idea, del espíritu o conciencia humanos. Sin embargo, para Marx las cosas son más bien al contrario:

«no es la conciencia la que determina el ser social de los seres humanos, sino a la inversa, su ser social lo que determina su conciencia».

A la muerte de Hegel sus discípulos desarrollaron dos tendencias que, partiendo de él, se mostraron discrepantes entre sí en cuanto a la interpretación del fenómeno religioso. David Strauss denominó a estas dos corrientes con los nombres de «derecha hegeliana» e «izquierda hegeliana».

La «derecha hegeliana» la formaban aquellos discípulos de Hegel que utilizaron su obra de modo similar a como la escolástica utilizó a Aristóteles: a saber, para justificar los dogmas religiosos. La «izquierda hegeliana», cuyo autor más destacado e influyente en la filosofía de Marx es Feuerbach, por el contrario, reducirá la religión a antropología: es el ser humano el que crea a Dios, y no Dios el que crea al ser humano. Para Feuerbach, el espíritu, el «ser genérico», o lo divino, no son sino la proyección no consciente de la propia subjetividad del ser humano puesta fuera de sí. Es decir, en realidad, afirma Feuerbach, los seres humanos son los sujetos que proyectaron en la idea de un ser divino sus propios atributos, de tal manera que lo que terminaron percibiendo es lo divino como un sujeto del que nosotros somos el predicado. De ahí que Feuerbach afirme que la religión, al menos la religión cristiana, descansa sobre un supuesto básico: la inversión que hará de la idea un ser divino y del ser humano su creación.

Marx acepta esta crítica a la religión -de la que toma el paradigma de la inversión- pero le parece insuficiente: la economía (las condiciones materiales de producción de la existencia) están a la base de tal inversión, y esto no aparece en la crítica feuerbachiana, que sigue siendo de corte idealista, como se desprende de su «antropología». Feuerbach, aunque concibe al hombre como ser sensible y concreto, sin embargo, sigue dando prioridad a los aspectos contemplativos o teóricos sobre los prácticos: «el hombre se relaciona con el mundo básicamente a partir del conocimiento teórico», afirma. Marx, por el contrario, antepone el trabajo material a la mera contemplación o conocimiento teórico, porque, para él, el hombre es un ser que transforma el mundo y a sí mismo mediante la actividad productiva. En este sentido, y en contra de Feuerbach, afirma Marx:

«Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo»


MARX. Tesis sobre Feuerbach. Tesis 11.

Pues bien, es en este contexto que, a grandes rasgos hemos trazado, donde hay que insertar el pensamiento de Marx, como una filosofía fundamentalmente orientada a la práxis, es decir, a producir un cambio sustancial en la realidad, algo pretendido tanto por socialistas como por anarquistas. Sin embargo el pensamiento marxista desde su comienzo va a tener una clara diferencia con los demás tipos de pensamientos sociales. El marxismo no pretende ser un mero “panfleto” de incitación a la revolución, sino que pretende ser un pensamiento verdaderamente científico. Marx trata de dibujar con precisión los rasgos estructurales de la sociedad capitalista y mostrar de qué manera, la revolución es un presupuesto científico, algo inevitable, dado el estado de cosas existente. Su pensamiento no puede considerarse como una mera crítica a la sociedad capitalista, crítica que haga tambalearse el propio sistema; ocurre al contrario, porque el propio sistema se tambalea debido a sus propias contradicciones, Marx puede enarbolar la bandera de la revolución.

4. Alienación e ideología.

4.1. El concepto de alienación.

Entre el modelo ilustrado de hombre, dueño de sí mismo y eje de su propio destino, y el hombre real hay un abismo. El ser humano está, en terminología marxista, «alienado». Con este concepto (el de alienación) se pretende indicar esa distancia.

Alienación significa, en sentido estricto, tanto como desposesión, que puede ser entendida en dos sentidos:

1. Significa hacerse otro o extraño (no ser dueños de nosotros mismos).

2. También significa transferir a otro algo propio, de modo que, por virtud de esa transferencia lo que es propiedad y producto de uno es apropiado por otro que, así, disfruta de dicho producto.

Alienación significa, pues, el no estar en posesión de sí mismo ni de lo que es, en verdad, su propiedad. Es un concepto que se refiere fundamentalmente al trabajo y al orden económico de producción: alienación económica. Pero también se refiere a otros modos de alienación como la religiosa, social o política, todas ellas expresión de la alienación fundamental y originaria: la económica. Todas las demás alienaciones, así, desaparecerán cuando se elimine ésta, que es la raíz de las otras.

4.1.1. La alienación económica.

a) Antropología marxista: el hombre como «homo faber».

Para Marx el sujeto de la historia es el hombre concreto, de carne y hueso, que intenta realizarse en su trabajo. Por tanto, el hombre, fundamentalmente, no se define por la interioridad y la conciencia, sino por el trabajo productivo de bienes materiales: hombre como «homo faber», como ser productor (trabajador).

El trabajo es el hecho fundamental y fundante de la vida humana: trabajando nos humanizamos (nos hacemos humanos, nos perfeccionamos) a la vez que «humanizamos» la naturaleza, la perfeccionamos. Su verdadero ser consiste en sus relaciones con los demás hombres y con la naturaleza. Pero el hombre moderno, según Marx, es un trabajador alienado. Veamos por qué.

b) El trabajo como «enajenación».

El hombre en su trabajo o actividad transformadora enajena (pone fuera de sí «en algo ajeno») su energía, su imaginación, ... por lo que de alguna manera se desposee de algo de sí mismo. En esta actividad enajenadora (trabajo productivo) es en lo que consiste el ser humano: constituye su naturaleza, por lo que es ineliminable o insuperable. Tal enajenación no encierra en sí misma ninguna connotación negativa o «alienante».

El hombre, al trabajar, al realizar su actividad transformadora, se proyecta en los productos de su trabajo poniendo en cada producto algo de su ser. Podríamos decir que los productos del trabajador «tienen rostro humano». Al exteriorizarse el hombre en la naturaleza ésta queda como «humanizada». El objeto producido se convierte, así, en obra y propiedad suya, al ser resultado o producto de su acción transformadora.

c) El trabajo como «alienación».

Pues bien, la situación en que el resultado de la acción productiva y transformadora del ser humano no le pertenece (es decir, no es usado ni considerado como suyo) sino que deviene propiedad de otro, y al sujeto productor le resulta ajeno y extraño, esa situación es denominada alienación por Karl Marx. En esta situación lo alienado o extraño no es sólo el producto, sino también y más radicalmente, el productor, el ser humano. En efecto, dado que el ser humano consiste en su acción productiva, y dado que ésta se manifiesta y se plasma (se objetiva) en el producto, la desposesión de éste implica la desposesión, la pérdida y la negación de sí mismo.

Esta es la situación de alienación que aparece cuando los medios de producción están en régimen de propiedad privada (sociedad capitalista). En este caso, el producto de su trabajo (obra, resultado y propiedad de la actividad productiva) llega a ser independiente, queda desvinculado de su relación con el sujeto productor y se convierte en una cosa. Pero en esta situación, también el sujeto productor, el ser humano trabajador, es convertido en cosa y se somete al mismo trato y uso que éstas: «se vende y se compra», como una mercancía más, mediante el salario. En este sentido, en la clave económica de Marx, el hombre alienado es el trabajador asalariado, aquel que vende su trabajo (que es su ser) a otro, conviertiéndose en una herramienta más del sistema productivo.

4.1.2. Otras formas de alienación.

El análisis de la alienación que acabamos de ver se ha hecho desde la consideración del concepto básico de «actividad productiva» o trabajo. Y como el trabajo define la esencia o naturaleza del hombre (su ser), resulta que la alienación fundamental es, pues, la económica, la del trabajo alienado, alienación estructural de la sociedad capitalista o del modo de producción capitalista. Pero la alienación económica promueve o genera otras formas de alienación:

La alienación social, que se levanta sobre la división de la sociedad en clases. No hay una sociedad perfecta en la que los hombres son libres e iguales, sino una sociedad dividida en clases sociales antagónicas. Patronos y obreros (burguesía y proletariado en la sociedad capitalista) constituyen las dos clases fundamentales de la sociedad, medidas por el rasero de la propiedad y divididos en poseedores y poseídos. Y esto, de generación en generación, porque el obrero sólo crea obreros, y el burgués hace a sus hijos burgueses. Así, de la alienación económica surge la social.

La alienación política. La alienación social (en la que el hombre se convierte en individuo de clase) se transforma en alienación política mediante la división de la sociedad en «sociedad civil» y «Estado».

Estas tres formas de alienación (la económica, la social y la política) tienen sus últimas ramificaciones, que completan la situación alienada del ser humano, en la alienación religiosa y la alienación filosófica.

4.2. La crítica a las ideologías.

4.2.1. Concepto de ideología.

El término “ideología” encierra una doble significación y función:

1. Se llama ideología al conjunto de ideas y conocimientos vigentes en una sociedad o clase social determinada, sistema de ideas que esa sociedad o clase reconoce como verdaderas y que expresa su concepción de la realidad. En este sentido, la ideología es algo consustancial y necesario en la vida de los seres humanos y para la existencia de la sociedad.

2. Ahora bien, en la medida en que la ideología expresa la relación del ser humano con su mundo y su existencia social e histórica, las ideas que reflejan esta relación pueden hacerlo de un modo adecuado y verdadero o de un modo falso. A ese conjunto de ideas que dan una imagen o representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones en las que se desarrolla la vida de los seres humanos es a lo que Marx llama ideología o «falsa conciencia». Cabe decir, pues, que para el marxismo, el concepto de ideología tiene un sentido primaria y casi exclusivamente negativo, en cuanto que está formado por ideas falsas y falsificadoras.

4.2.2. La génesis de las ideologías.

Para Marx considera que el ser humano es primordialmente acción (producción, trabajo productivo) y no pensamiento. De ahí que la razón esté condicionada por los elementos sociales, que a su vez se determinan por las condiciones materiales.

Las ideologías propiamente dichas, como formas de conciencia deformadas o falsa conciencia, nacen con la división del trabajo en trabajo intelectual y trabajo manual; pero la división del trabajo está unida a la propiedad privada de los medios de producción. Ambos constituyen los fundamentos de la existencia de las ideologías. Por eso dice Marx que la ideología está especialmente unida a la sociedad clasista.

En ese modelo de sociedad, la clase social que está separada de la práctica social de la producción se dedica a elaborar «teorías sobre la realidad» que crean formas de conciencia y hacen que el resto de hombres las tome como ideas verdaderas, aunque no son sino un fruto de su imaginación y, sobre todo, de su situación social. Las relaciones socioeconómicas, por tanto, son la raíz de toda realidad humana, también de su modo de pensar: lo que piensan los seres humanos es un producto de la sociedad en que viven, un producto social. Esto quiere decir que las ideologías, el sistema de ideas, no tienen una historia y desarrollo completamente independientes y propios, sino que están enraizados en la historia social, política y económica.

4.2.3. La función de las ideologías.

¿Qué papel desempeñan las ideologías? ¿Qué función tienen?

Hemos visto más arriba la pésima situación del ser humano que nos dibuja Marx: un hombre alienado por sus cuatro costados. Pero eso no es todo: la alienación «segrega» un conjunto de ideas cuya función fundamental es justificar la situación social. No basta con tener la fuerza y el poder económico y político, sino que se intenta también tener razón y convencer al otro -al que nada tiene: el proletario- de que las cosas tienen que ser así. En este sentido, el proletario alienado ideológicamente no lucha por superar la situación de injusticia social, sino por intentar llegar a ser un burgués. Esta manera de pensar (falsa conciencia) es tanto como decir las cosas tienen que ser así, por tanto éstas no se puede cambiar; si acaso, sólo cabe cambiar mi situación.

Según Marx, la ideología que predomina es la de la clase dominante. Ésta, que posee los medios de producción, refleja espontáneamente su situación social y elabora teorías jurídico-políticas, religiosas, filosóficas, ... para justificar sus intereses, para justificar el modo de producción existente y para justificar el dominio de la clase dominante. O sea, las formas ideológicas de la conciencia tienen como función ocultar, desfigurar, ... una situación de la existencia real, social e histórica de los seres humanos, que el marxismo caracteriza de alienación.

En este sentido, la religión aparece como ideología. La religión, según Marx, tiene un origen social: está en estrecha relación con la organización económica y sociopolítica a la que presta estabilidad y justificación ideológica. La ideología religiosa desempeña un doble papel:

1. Constituye la justificación de la clase dirigente. La religión justifica de manera trascendente la injusticia social: de ella se sirven los explotadores para justificar su explotación.

2. Es expresión de la miseria del pueblo. Marx, al igual que Feuerbach, cree que la religión es una proyección del ser humano, un producto suyo; pero a diferencia de Feuerbach Marx encuentra la raíz de la religión, no en un sentimiento religioso sino en la miseria y el desgarramiento de la vida social. La religión es efecto e indicativo de que la sociedad anda mal; es un producto y expresión de la miseria y la desilusión.

Cuanto mayor es la desgracia y el abatimiento, menos gusto tiene la visión de este mundo y más agrado la esperanza en un mundo venidero. Pero esta forma de conciencia es ideológica, en la medida en que la liberación que parece proponer no es de este mundo ni se lleva a cabo mediante la transformación de la estructura social; en este mundo solo cabe la resignación. En este sentido, dice Marx, que la religión actúa como narcótico que adormece las fuerzas que podrían erradicar el problema si se emplearan en la revolución social; «la religión es el opio del pueblo» que sufre y se conforma con su sufrimiento. Es ideología, falsa conciencia.

4.2.4. La desaparición de las ideologías.

Puesto que las ideologías, según Marx, tienen su origen y fundamento en una situación alienada del ser humano (fundamentalmente en el plano económico), aquellas desaparecerán cuando desaparezca ésta.

La desaparición de las ideologías implica un conocimiento crítico de las mismas y de su origen. Esta crítica tiene que ser un análisis teórico, y el conocimiento que surja de este análisis crítico constituirá un cuerpo teórico sobre las estructuras y las leyes de la sociedad y la historia. El conocimiento crítico racional de la situación de conciencia ideologizada y de existencia alienada será un momento necesario para acabar con la ideología y la alienación. Fruto de esta crítica, el proletariado, tomará conciencia de la situación de injusticia social. Pero esto no es suficiente, pues la crítica ha de ser práctica; o más precisamente, si es verdadera teoría, verdadero conocimiento científico, y no ideología -teoría especulativa separada de la praxis- no puede dejar de ser práctica, porque en cuanto tal está promovida por la praxis y está destinada a realizarse, a consumarse y verificarse prácticamente. Tras la toma de conciencia hay que modificar o transformar la realidad, no basta con interpretarla.

5. El materialismo histórico.

El materialismo histórico es la interpretación de la historia que aporta el marxismo, y la podemos resumir en las siguientes tesis o afirmaciones:

1. Desde la antropología marxiana, que entiende la actividad productiva como la naturaleza del ser humano, la historia es concebida como el proceso de maduración (progreso) de la especie humana para producir bienes materiales con los que satisfacer sus necesidades (comida, vivienda, sanidad,...). A esto llama Marx, producción material de la vida.

2. La teoría marxiana de la historia es materialista porque afirma que lo que condiciona (aunque no determina absolutamente) toda la historia humana no son las ideas sino las relaciones económicas de producción. La producción, distribución, intercambio y consumo de bienes materiales, que tienen la función de satisfacer las necesidades humanas, son la raíz de que los hombres tengan y desarrollen esta o aquella mentalidad, elaboren estas o aquellas leyes, y se dé esta o aquella forma de gobernar. Por eso afirma Marx que «no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino a la inversa, su ser social es lo que determina su conciencia»; el hombre no es lo que piensa, sino que piensa según lo que es, según su situación social.

3. La historia se entiende como el desarrollo y sucesión de distintos modos de producción. Este concepto se refiere a la totalidad social global, es decir, tanto a la infraestructura económica, como a los otros niveles de la totalidad social: la superestructura jurídico-política e ideológica.

4. La infraestructura es la estructura económica de la sociedad, y está constituida por dos elementos:

a. Fuerzas productivas

Que están compuestas por: Fuerza de trabajo: que es la energía humana empleada en el proceso de trabajo.

Medios de producción: que están constituidos por:

Objeto de trabajo: la materia prima que será transformada en producto.

Medios de trabajo: las máquinas, herramientas, utensilios... que los trabajadores utilizan en el proceso de producción.

b. Relaciones de producción.

En la producción, los hombres no trabajan aisladamente, sino que actúan en común. Estas relaciones dependen de dos factores: los agentes de producción y los medios de producción, de los que hemos hablado más arriba. Por ello, es preciso determinar el significado de «agentes de producción». Se denomina agentes de producción al conjunto de individuos que de una forma u otra participan en el proceso de producción. Podemos distinguir dos tipos o categorías de relaciones de producción: relaciones técnicas de producción y relaciones sociales de producción.

Relaciones técnicas de producción

Son las distintas formas de control que los agentes de la producción ejercen sobre los medios de trabajo (herramientas) y sobre el proceso del trabajo en general. Los tipos de control según las diversas formas históricas de producir son:

PROCESO DE PRODUCCIÓN INDIVIDUAL: el agente controla los medios y el proceso general del trabajo (ej.: el trabajo artesanal).

PROCESO DE PRODUCCIÓN COOPERATIVO SIMPLE: todos los agentes realizan la misma tarea, controlando individualmente los medios y participando colectivamente en el control del proceso del trabajo (ejemplo: la caza en los pueblos primitivos).

PROCESO DE PRODUCCIÓN COOPERATIVO COMPLEJO: en tal proceso se da una separación entre el agente que controla el medio de trabajo y el agente que controla el proceso. De esta separación surge la división técnica del trabajo en agentes directos (trabajadores que están en contacto con la materia prima) y no directos (trabajadores que realizan funciones de control, vigilancia y organización del proceso del trabajo). La industria capitalista es un claro ejemplo de este proceso.

Relaciones sociales de producción

Desde el punto de vista social podemos clasificar los agentes en: propietarios de los medios de producción y no propietarios. Por tanto, las relaciones sociales de producción se refieren a:

Las relaciones que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los no propietarios (productores directos o no directos) en un proceso de producción determinado (transformación de la materia prima en producto, esto es, objeto útil para satisfacer las necesidades vitales).

Según Marx, dos han sido las formas históricas de las relaciones sociales:

LA RELACIÓN DE EXPLOTADOR-EXPLOTADO, en la que los propietarios de los medios viven del trabajo de los no propietarios (agentes directos o no directos).

LA RELACIÓN DE COLABORACIÓN RECÍPROCA, en la cual ningún sector de la sociedad vive de la explotación del otro, puesto que la propiedad de los medios no es privada sino colectiva.

En la sociedad capitalista -que es la que nos interesa- estas relaciones son de explotación: el trabajador vende su fuerza de trabajo al precio y condiciones que establezca el dueño o propietario de los medios de producción. De esta manera, en el modo de producción capitalista, se produce la plusvalía, la ganancia: es decir, el capital que produce el trabajador y del que el patrono se apropia. El empresario o patrono mediante el capital compra la mercancía-fuerza de trabajo, cuyo valor está determinado por los productos estrictamente necesarios para que el obrero pueda diariamente recuperar las energías gastadas. De donde el valor de la fuerza de trabajo (salario) es igual al valor de todos los productos que son necesarios para la conservación y reproducción de dicha fuerza de trabajo. Pero como el obrero es capaz de producir más de lo que consume, aparece la plusvalía o ganancia que el empresario se apropia (aumento del capital) y que invierte en crear más puestos de trabajo que generan más plusvalía.

La conclusión marxista, es obvia: «la acumulación de riqueza, por un lado, significa acumulación igual de pobreza». Esta situación hace también que estas relaciones sean antagónicas, en tanto que unos (burgueses) defienden la propiedad privada de los medios de producción, mientras que los otros (proletarios) defienden la colectividad de estos medios como salida y superación del actual orden social.

5. La superestructura es el conjunto de ideas, creencias... que configuran la «conciencia» social: estructura ideológica. También se refiere a la estructura jurídico- política (conjunto de normas e instituciones) que reglamentan el conjunto de la sociedad.

6. El factor determinante de la historia es la relación que hay entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Es decir, el motor de la historia es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, o lo que es lo mismo, la lucha de clases.

7. En la historia (en la determinación y configuración de su desarrollo) se da una peculiar relación entre la infraestructura (el fundamento económico) y la superestructura.

Frente a la tesis economicista de algunos pensadores marxistas que afirma que el fundamento económico determina sin más el proceso histórico y la superestructura, Marx sostiene una relación dialéctica (influencia recíproca) entre la infraestructura y la superestructura, si bien, el fundamento económico constituye, en última instancia, el principio de explicación.

8. El fin al que se dirige la historia es la desaparición de las clases sociales y la instauración de la sociedad comunista. Esta marcha hacia la sociedad comunista será acelerada por la acción revolucionaria del proletariado en pro de la destrucción y transformación de las actuales relaciones de producción, con la consiguiente subversión de la superestructura. En este momento, según Marx, comienza la auténtica historia de la humanidad tras la larga y penosa «prehistoria» de la lucha de clases.

En resumen

El materialismo histórico es la interpretación de la historia desde la materia, es decir, desde la economía, o más en concreto, desde la producción de los bienes materiales. El sistema de producción condiciona (pero no determina) toda la historia humana, que camina, a través de la lucha de clases, hacia la sociedad futura sin clases: la sociedad comunista.

Unboxing Philosophy

Marx

Un profesor

El pensamiento de Karl Marx

Lluna Pineda

Filosofía de MARX