LA RANA Y EL CIEMPIES

Seguro que ya conocéis la historia del ciempiés.

Un ciempiés camina con cien patas. Una rana, que era un filósofo, vio al ciempiés, lo observó y empezó a preocuparse. Con lo difícil que ya resulta caminar con cuatro patas, y ese ciempiés lo hacía con cien: ¡es un milagro! ¿Cómo decidirá el ciempiés qué pata mover antes y cuál después, y cuál después de ésta? ¡Y así hasta cien! Así que la rana paró al ciempiés y le hizo una pregunta:

-Soy un filósofo y tú me dejas pasmado. Eso me ha provocado un problema que no puedo resolver. ¿Cómo caminas? ¿Cómo te las arreglas? ¡Parece algo imposible!

El ciempiés dijo:

-He andado toda mi vida pero nunca he pensado en ello. Ahora que lo dices, me lo pensaré y ya te contestaré.

El pensamiento entró por primera vez en la conciencia del ciempiés. En realidad, la rana tenía razón: ¿qué pierna tenía que moverse primero? El ciempiés se quedó allí durante unos cuantos minutos, sin poder moverse, trastabilló y cayó. Y le dijo a la rana:

-Por favor, no le hagas esa pregunta a ningún otro ciempiés. He caminado toda mi vida y nunca había sido un problema, y ahora me has matado. No puedo moverme. ¡Y tengo que mover cien patas! ¿Cómo me las arreglaré?

La vida se mueve realizando un círculo perfecto… la vida se mueve de forma perfecta, no hay ningún problema. Chuang Tzu dice que Chu’i puede trazar circunferencias más perfectas a pulso que con un compás. Necesitas un compás porque no tienes confianza en la vida; necesitas morales, preceptos, principios, biblias, coranes, gitas, para dirigirte porque no tienes confianza en la fuerza interior. Así es tu vida. Y todas esas biblias, coranes y gitas han provocado la misma situación en vosotros que la rana creó en el ciempiés.

Demasiados preceptos que seguir, demasiados principios por los que regirse, demasiados conceptos morales. Os habéis impuesto tantas cosas que vuestra vida interior no puede ser espontánea. Os habéis extraviado