“Luis Martínez: El Cuco, el discípulo de nadie”, este es el título de un artículo escrito por Juan A. Cabezas en El Carbayón (1) y publicado unos días después del entierro de Luis, cuando ya los acontecimientos están medianamente claros, en el que hace una aproximación humana a la persona y a la vida de Cuco, a través de una entrevista a su hermana Clara y a su padre Venancio, que repasa la obra y la actividad diaria de Luis. En este artículo, que por ser testimonio de primera mano vamos a seguir en muchos de los datos que aporta, Juan A. Cabezas, que entra en el estudio del artista y contempla gran cantidad de obras, cuenta que en el Cristo de talla “escribió a su respaldo con la misma gubia que sirviera para modelarla: “Cuco, el discípulo de nadie””(2). Esta afirmación, mezcla de orgullo, seguridad y rebeldía, nos va a servir como hilo conductor que alumbre los datos de su biografía.
Familia:
Luis nació en Luanco en 1901 (tenía 27 años cuando murió) en el seno de una humilde y muy numerosa familia (3). Su nacimiento en este lugar fue puramente accidental, fruto de una breve estancia de la familia en esa localidad por motivos laborales, y apenas cumplido 1 año abandonó esta villa para no volver a residir nunca en ella. Este dato es importante para poder interpretar acontecimientos posteriores ligados con su muerte y que nos pueden dar la clave de alguna de sus motivaciones.
El padre de Luis era Venancio Martínez Martínez, natural de Turcia (4), procedente de una familia de origen labrador, tenía 76 años en la muerte de Luis por lo que había nacido a finales de 1856 o en 1857. Participó muy joven en la tercera Guerra Carlista y hasta aproximadamente 1903, en que se jubiló del cuerpo, fue carabinero, llegando a obtener el grado de cabo. Una vez jubilado como carabinero pasó a pertenecer al cuerpo de barredores de Oviedo, por lo que la familia fija la residencia en las afueras de esta ciudad, frente al monumento de San Julián de los Prados (Santullano). De la profesión del padre también podemos sacar algunas claves para acercarnos a la personalidad de Luis. En primer lugar hay que considerar que en la segunda mitad del s. XIX entrar en los carabineros suponía que se sabía leer, lo cual indica que al menos Luis no se crió en un ambiente de total analfabetismo. Por otra parte la misma profesión del padre implicaba destinos en distintos lugares de España, lo que explica los sucesivos cambios de residencia y el nacimiento anecdótico en Luanco de Luis. Por último, los sueldos casi miserables que cobraban los carabineros, y que en el caso de una familia tan numerosa apenas daban para vivir, forzará a que Luis empiece muy temprano a ayudar a la familia. Respecto a la madre poco podemos decir, excepto que era natural de Asturias y que aquí tenía su familia, que originariamente eran también labradores (5).
La vivienda.
Cuando la familia llega a vivir a Oviedo se domicilian en la ya mencionada casita en las afueras, situada junto al monumento de San Julian de los Prados. Esta vivienda tendrá una importancia vital para la formación y las aficiones de Luis Martínez, porque en un pequeño desván de apenas metro y medio de alto instala el estudio-taller donde pasa gran parte de su tiempo estudiando, aprendiendo y trabajando en su obra plástica. Por otra parte en esa misma vivienda encuentra espacio donde poder practicar actividades físicas: gimnasia y boxeo. Esa misma vivienda en un barrio humilde sirve tanto para aislarse del medio, recluido en su taller, como para relacionarse con otros jóvenes a los que ayuda a practicar gimnasia y boxeo, como veremos más adelante.
Primeros años de vida
De los primeros años de la vida de Cuco no hay muchas noticias. Se puede suponer que realizó estudios primarios y que enseguida tuvo que trabajar para ayudar a su familia. Esto se deduce tanto por las necesidades que tendría la familia con una escasa paga del padre para una familia tan amplia, como por las declaraciones de sus allegados que dicen que desde el primer momento “protegía a los suyos con su exiguo jornal”. El hecho de que su profesión fuera peón de albañil indica que no tuvo muchos estudios y ni siquiera una especialización profesional. Su vida transcurrió durante estos años en el barrio de Santullano donde nacieron algunas de sus aficiones. Un hecho que fue muy importante en la vida de Luis fue su pertenencia al movimiento Scouts en Oviedo, los exploradores de Oviedo. No sabemos si la afición a la naturaleza fue antes que su integración en los Scouts o si nació por este hecho, el caso es que le va a dejar una huella profunda que podremos rastrear hasta el mismo día de su aventura y desventura en el Naranjo de Bulnes. Otro hecho importante en la vida de Luis se produce en torno a los 20 años de edad, fecha en la que queda libre de la mili en el sorteo y en la que empieza a mostrar su inclinación por el arte.
Vida social
En cuanto a su vida social sabemos que participa en deportes de equipo, como el futbol y que, además, muy a menudo estába con amigos, casi siempre más jóvenes que él, “chiquillos”, a los que enseña a hacer deporte y que saca de la calle. Además tiene amigos de su edad; conocemos, gracias a “La Voz de Asturias”, a Manuel García Rodríguez y, citado por Ballesteros, a Arturo Morán, con los que intenta subir al Naranjo, pero que desisten por lo que se aventurará a hacerlo él solo. Sin embargo no se sabe que tuviera novia; su hermana Caridad, que se define como la más cercana a él y de hecho lo era por la edad, dice que nunca le conoció novia, que “no pensaba más que en hacerse artista”. “La Voz”, en el artículo citado en la entrada de la bandera, cuenta cómo solía hacer excursiones por el monte y cómo compartía largas charlas con los pastores, de los cuales aprendió a tallar con navaja la madera, germen de su afición artística. Fuera este el origen o no, es cierto que a esa sociabilidad, que afirman todos los que le conocieron, se añadía una necesidad de aislamiento que se manifestaba en sus recorridos solitarios y en las largas jornadas de reclusión en el desván, estudiando o trabajando en su obra. Este contraste no puede ser visto por los suyos de otra manera que como “raro”, aunque en el fondo respeten esta rareza y no se la impidan.
Los últimos años
En los últimos años de su vida todos aprecian un cambio. Naturaleza, estudio, deporte, reclusión... un combinado extraño que con el tiempo se manifiesta con sus primeras obras, las cuales su hermana Caridad dice haber sido la primera en conocerlas. Como apuntábamos arriba, no sabemos qué desencadena el proceso, pero hay un momento en que Luis tiene un hambre insaciable de autosuperación, de progreso personal, que le exige una gran disciplina y esfuerzo. Podemos decir que la rutina a la que Luis se somete tiene dos facetas: la formación interna y la preparación física.
La biblioteca.
Claro reflejo de sus intereses, es la colección de libros que Luis fue haciendo poco a poco. Del pequeño conjunto de libros llama la atención varias cosas: la amplitud de sus inquietudes, el claro contraste que supone este tipo de lecturas con lo que puede ser la vida de un peón albañil con escasa formación y pocos recursos económicos, y la conjugación de la formación intelectual, la artística y la física. Enumeramos las citadas por Cabezas: Ribera Gómez, Historia natural (6), E,. Weber, Deportes atléticos, M. Lecumber Estella, Ejercicios de traducción latina, a los que se sumaban libros de matemáticas y de viajes y varias revistas gráficas. Detrás de todos estos libros podemos ver un ansia de progreso individual que se refleja en su obra y en sus actividades.
La obra
Empieza tarde, según su hermana Caridad durante mucho tiempo lo ha mantenido en secreto, hasta que de pronto se manifiesta. Comienza a participar en los Certámenes Provinciales del Trabajo que tienen lugar en La Felguera con motivo de las fiestas de S. Pedro. Enseguida consigue premios. En la prensa no he podido encontrar más que la lista de premiados del Certamen de 1926, donde gana 100 pts y un diploma por sus obras: Dos viejas, Un busto y Un hórreo. El Certamen de 1927 no se celebra y en el de 1928 consigue, según La Voz de Asturias, un premio de 400 pts por una Arqueta tallada y un Crucifijo también tallado, junto a otras obras más, Precisamente la Arqueta y el Crucifijo son las únicas obras que se conservan localizadas, todavía en manos de la familia según informa Ballesteros (7). Señalemos para completar que las Dos viejas llevaba el título de “Tía Pepa” y eran dos cabezas de una misma persona, pero con expresiones totalmente distintas. Además de estas obras Cabezas enumera 2 medallas en altorrelieve, Fray Melchor y Jefe de Cábila, el ya citado Hórreo, que era un tintero, y un montón de obras más, sobre todo bustos de amigos en escayola, y hasta un autorretrato. A todas estas obras, algunas inacabadas o abandonadas, se suman una gran cantidad de bocetos y de dibujos Por otra parte hay que señalar, que esta obra a la que le ha dedicado tanto trabajo le empieza a dar fruto: si al principio fue una dedicación secreta y después paso a ser algo extraño, pero aceptado por la familia, a partir de un momento empieza a ser una fuente de ingresos y, lo que es más importante todavía, una posibilidad de convertirse en su profesión. Los premios ganados le suponen una pequeña ayuda, pero además empieza a tener encargos y reconocimiento, está a punto de hacer una exposición en el local de “Blanco y Negro” en Oviedo y se plantea instalar un taller para dedicarse en firme, según cuenta Caridad en El Carbayón. Todo ello repercute en una mayor capacidad adquisitiva (Luis se iba haciendo con equipamiento: los aparatos de gimnasia, la escopeta, la cámara fotográfica con la que sube a Urriello y que siempre le acompaña al monte...) y una mayor cantidad de tiempo: los largos periodos en el estudio y las excursiones de varios días (aunque no hay que descartar que la disponibilidad de tiempo se debiera a falta de trabajo como peón). Si se suma este dato a los que acabamos de ofrecer todo parece indicar que Luis empieza a gozar de un cierto desahogo (8), pero solamente hasta cierto punto: para su viaje al Naranjo tiene que pedir dinero a sus amigos y según El Eco de los Valles en el refugio de Camburero "se le surtió de provisiones, pues manifestó carecer de dinero".
El deporte
Cuando se encuentra el cadáver y avisan a la familia, parece ser que con un “Luis, grave”, recoge la noticia la prensa sin saber todavía el alcance del accidente y aparece en El Carbayón: “Se trata de Luis Martínez “el Cuco”, el popular atleta de San Julián de los Prados”. Líneas después ya describe a Luis como joven de “aficiones artísticas, entre otras la escultura”. La primer definición ha sido “el atleta”. Toda la prensa del momento repite su afición al deporte: el fútbol, el boxeo, la gimnasia, la montaña y la caza, incluso El Carbayón en una de sus últimas referencias a Luis publica una fotografía suya vestido de cazador y el pie de foto dice: “El infortunado deportista Luis Martínez....” Está claro lo de su afición al deporte y que además era una afición notoria, más notoria que su actividad artística. La Voz de una manera muy lírica dice: “y toda la fogosidad aventurera del muchacho, privada de los medios adecuados a su temperamento, se desenvolvió en el ambiente deportista, el más fácil y asequible a sus posibilidades, escogiendo la que cuadraba mejor a sus gustos y aficiones. Y fue alpinista a su modo, como pudo hacerse futbolista o boxeador. Amaba con amor místico la Naturaleza, con arrobamiento gozaba en su contemplación y buscaba en ella las grandes emociones que él sabía, por curiosas lecturas, habían gustado las grandes figuras del alpinismo”. Enumera un conjunto de claves: fogosidad, privación de medios, deporte, fútbol, boxeo, alpinismo, emociones, lecturas... y como centro de todo “amor místico a la Naturaleza”.
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Notas
(1) Para realizar esta entrada manejamos la misma bibliografía que hemos señalado en Luis Martínez "El Cuco", el Naranjo de Bulnes y la bandera roja, a la que hemos añadido la búsqueda, con pocos frutos, en otros medios: La voz de Avilés, Noroeste y Progreso. El hecho de no encontrar en estos documentos nada importante no significa que no pueda existir, porque actúan las mismas limitaciones que señalamos en aquél momento.
(2) F. Ballesteros en Las Historias del Naranjo de Bulnes, p. 201, hace una reseña similar, pero no exacta: “al grabar en sus obras, junto con la referencia de su autoría con su nombre y apodo, el lema “El alumno de nadie””. Es decir, generaliza la inscripción a todas las obras, la inicia con el nombre completo y cambia discípulo por alumno. Esto causa un cierto estupor porque Ballesteros publica en el libro unas fotografías del Cristo y del Arca tallada tomadas por él mismo, lo cual implica que ha tenido las obras en su mano. No puedo más que señalar esta contradicción hasta que tenga ante los ojos los originales, aunque parece seguro que no todas las obras llevaban esa firma, porque Cabezas , que pudo ver varias obras, refiere el rótulo solamente al Cristo
(3) Ballesteros e Isidoro dan la fecha de 7 de agosto de 1901 y Ballesteros le sitúa como el noveno de los 15 hijos que tuvo el matrimonio, aunque no sobrevivieron todos.
(4) El artículo de Cabezas comete una errata y dice Jurcia en lugar de Turcia.
(5) Ballesteros nos da la siguiente información sobre la madre: su nombre era Valeriana González Alonso, y era natural de Oviedo.
(6) Seguramente se refiere a Elementos de Historia Natural
(7) La lista de premiados está en el Noroeste, también en este periódico está la suspensión del IV Certamen de 1927, posponiéndolo para el año siguiente. La Voz de Asturias afirma que había presentado al Certamen la Arqueta y el Cristo y, aunque Cabezas en El Carbayón cree que pueden ser anteriores a 1927, como este Certamen no se celebró. bien pudieron ser premiadas en el de 1928. En cuanto a Ballesteros ofrece fotografías propias de la Arqueta y del Cristo, todavía en manos de la familia, de forma que coincide la última con la del Cristo fotografiado por Castellanos en 1928 y publicada en El Carbayón.
(8) Para hacerse una idea de lo que suponen los premios hay que considerar que como peón albañil no llegaría a ganar 1pts al día y que seguramente una parte importante del año no trabajaría. En contraste con estos ingresos hay que señalar que una cámara fotográfica marca Kódaks constaba como mínimo 48 pesetas y una Brownies constaría desde 21 pesetas. Estos datos están sacados de un anuncio en la revista Peñalara en 1928, que además indican cómo la fotografía estaba en aquellos momentos ligada a la actividad montañera