Cara Sur del Pico Urriello (ver nota 1)
He pasado muy
mala noche a causa
del frío pero miran-
do las estrellas
Día 2 de septiembre, ha hecho una noche estrellada y fría. En lo alto de la Canal de la Celada la temperatura se ha aproximado a los cero grados(1). El día 1 mientras subía por la Canal había nubes que lo envolvieron, como dijeron algunos pastores, pero la noche ha sido fría y despejada, la brisa de N, aunque sin mucha fuerza, se ha llevado las nubes y ha producido una sensación térmica de cero grados. Luis, que se había protegido amontonando piedras en su improvisado refugio, ha sentido mucho frío dentro de su gabardina. Ha dormido poco y ha mirado las estrellas.. Para él tienen un significado especial que nos cuesta entender. Ha buscado la Polar y ha sentido que está en buen camino. Antes de partir a su destino final nos deja su peculiar parte meteorológico: He pasado muy mala noche a causa del frío, pero mirando las estrellas.
Si Luis en vez de dormir en lo alto de la canal hubiese dormido abajo, como decía Guillermina, poco hubieran variado las cosas: la piedra refugio está en una hondonada mirando al norte y da tan poco sol a lo largo del día, que la temperatura habría sido igual de fría..
Luis deja las cosas que no va a necesitar, se aproxima al Pico e inicia la escalada. Es todo lo que sabemos con certeza. A partir de aquí todo son suposiciones.
Hay un gran paréntesis de tiempo. Se debe esperar a que el día 9 Víctor Martínez suba con un cliente, el geólogo Eugenio Cueto, ingeniero de la Jefatura de Minas como señalará El Imparcial, para que se encuentre el cadáver. El mismo Cueto narrará cómo se produjo el hallazgo y la impresión que les causó, a ambos pero esta narración, a la que solamente he tenido acceso de forma indirecta y fragmentaria, se produce un mes después, cuando ya se ha hablado y escrito mucho sobre el asunto. Hay, sin embargo, otra narración de Cueto que ya he mencionado y que tiene la importancia de ser casi al tiempo que los mismos acontecimientos, aunque tiene el inconveniente de ser indirecta, a través de Aurelio de Llano, personaje al que, por fortuna, se le puede conceder toda la fiabilidad en la reproducción de lo que se le ha contado. Este artículo se publica en Región el día 15 de septiembre, por lo que fue escrito el día 14; en él dice que Cueto le llamó 3 días antes y le contó lo que a continuación publica el mismo Aurelio. Si las menciones temporales son exactas significa que hablaron el día 11, recién llegado Cueto de los Picos. Esta proximidad temporal da frescura a la narración y la libra de polémicas posteriores que, como veremos, han podido oscurecer los hechos; al mismo tiempo aporta unos elementos que en otras narraciones son olvidados y que pueden dar las claves de algunas de las incógnitas que todavía persisten.
Cueto es un hombre meticuloso, de hecho intenta subir al Naranjo para instalar en la cima un barómetro de máxima y mínima. La precisión en la descripción de los hechos no deja lugar a dudas: “el día 9 de este mes, a las diez de la mañana...” estaban al pie del Naranjo para escalarlo. “de pronto se encontraron con una gabardina y más adelante una mochila y un hacha, y en el fondo de un nevero vieron una especie de bandera encarnada”. Pensando que algo malo había pasado iniciaron la ascensión y, apenas habían subido 15 metros, cuando Víctor avisó de que veía el cadáver y había que bajar.. Merece la pena leer el relato textual del hallazgo:
“Bajaron, y en un pequeño rellano, tendido de cúbito supino, con los pies hacia el Este, hallaron el cadáver del infortunado “Cuco”. Tenía las piernas atadas con una cuerda corta, de unos quince milímetros de grueso. Esta cuerda, quizás la llevaría enrollada a la cintura, y al caer se le deslizó hasta las piernas. Estaba descalzo y la falda de la camisa le cubría la cabeza. A su lado había un carrete de hilo blanco, con el que, al parecer, quería medir la altura del Naranjo. Por la escarpa de la roca hay grandes manchas de sangre, como a diez y veinte metros de distancia unas de otras, las cuales señalan los botes que ha dado el cuerpo del desgraciado Luis
Según la opinión del Sr. Cueto y su guía, Luis no logró escalar el Naranjo: de haberlo hecho habría colocado en su cumbre la bandera encarnada que llevaba a tal objeto. El tener la camisa cubriendo la cabeza es indicio de que al llegar a un punto peligroso quiso descender resbalando sobre el vientre...”
Sigue el artículo contando la conversación de ambos bajando hacia Arenas, lo que les impresionó el hallazgo, en especial a Víctor, y cuenta Aurelio una confidencia que le hizo este cuando colocó la bandera por mandato suyo el 12 de agosto de 1923: “Al llegar a los cuatrocientos metros iba subiendo como sube una mosca por las paredes y noté que no tenía los nervios como cuando subí la primera vez. Entonces dije contra mí Es posible que no suba más por aquí, tengo seis hijos” Y apostilla a continuación Aurelio: “Y ahora tiene once” (2). En medio de estas reflexiones Cueto le menciona a Aurelio la equivocación en la fecha que tuvo Luis al firmar en el álbum del refugio, hecho ya comentado (3).
El artículo no tiene desperdicio porque se trata de la narración hecha dos días después de encontrarse el cadáver y está hecha por una de las personas que lo ha encontrado. Pero, sin adelantar acontecimientos, hay que ver como transcurren los momentos posteriores y la visiones que otros tuvieron del macabro escenario.
Encontrado el cuerpo, bajaron a buscar ayuda; lo que a continuación sucedió es contado por la prensa, pero Odriozola, p. 57 y ss, da un relato de primera mano que le contó Manuel Martínez, primo de Víctor, y que es interesante repasar porque complementa el anterior, pero al mismo tiempo introduce nuevas cuestiones.
Una vez avisado del descubrimiento subió la autoridad con vecinos del pueblo, entre los que se encontraba Manuel Martínez. Fue este y un guardia civil los que se atrevieron a acercarse y tapar el cadáver con una sábana, por lo tanto Manuel pudo ver el cadáver de forma privilegiada y, seguramente, mejor que Víctor y Cueto que, impresionados, tal vez no repararon en algunos detalles. A su vez, el hecho de centrarse sobre el cadáver, seguramente le impide a Manuel fijarse en otros que no menciona, como es la bandera que estaba en el fondo del barranco: “Tenía enredado al cuerpo, de mala manera, un bramante muy largo, con un peso en la punta. Derecho arriba de donde estaba (y casi pegado a la base, y encajado en unas piedras) no hay ninguna vía de escalada. Por tanto tuvo que caer de arriba del todo, en donde estaría midiendo la altura, y un resbalón o una ráfaga que le cogió en mala postura...”, p. 58-9. En esta narración de Odriozola es interesante la ausencia de mención al estado de la cabeza, pero, tal vez, pueda ser sobreentendido en la expresión “Agregó algún macabro detalle”, y sin embargo, el tema de la ropa quemada, al encenderse las cerillas, no aparece en ninguna de las versiones que la prensa ofreció aquellos días, aunque Guillermina, sin antes mencionarlo yo, me lo describió de esta manera. Estas ausencias no son meras truculencias, y más allá del “macabro detalle” pueden contener claves del accidente. Sin embargo es necesario tener en cuenta las trágicas circunstancias que rodean al cadáver de Luis, terriblemente golpeado y con muchos días a la intemperie para entender el impacto causado sobre la percepción de los hechos que tienen las diferentes personas que se acercan y, por lo tanto, las distintas versiones de lo que han visto.
Aunque ambas versiones son coincidentes en muchos puntos, hay claras discordancias tanto en lo que uno y otro han observado como en las conclusiones que sacan. Si bien es verdad que Manuel Martínez pudo ver más detenidamente el cadáver, también es verdad que el relato está publicado en 1967 y, aunque no se cita la fecha exacta de la conversación, se puede deducir que, dado que Odriozola nació en 1925, tuvo que ser mucho tiempo después de los acontecimientos de 1928, con lo que es posible que la memoria jugara alguna de las suyas. Es necesario acercarse por lo tanto a la información del momento a través de la prensa; la ventaja es su cercanía a los hechos, su principal problema, los errores que se producen en la precipitación de servir las noticias. Conjugando sus datos con los que nos ofrecen las fuentes ya vistas se puede lograr una idea bastante aproximada, aunque siempre incompleta por la soledad de Luis en aquellos momentos. aquellos días.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Notas
(1) Todos los derechos de la imagen son propiedad de Fon Martín. No puede reproducirse de ningún modo sin su permiso explícito.
(2) Se sabe que los primeros días de septiembre de 1928 hizo un tiempo estable y seco. La fuente utilizada son los partes diarios del observatorio de Santa Catalina en Gijón, lo cual tiene dos problemas. 1º: Los datos son los tomados en el observatorio, por lo que son válidos para Gijón, y desde estos hemos de deducir el tiempo en Picos. 2º: El observatorio fue destruido en la Guerra Civil y los datos se perdieron, por lo que hemos de buscarlos en la prensa, y aquí surge la limitación de que desde la Real Orden de 24 de marzo de 1924 los lunes no se publica prensa, con lo que no tenemos los datos del día 2, día de la muerte de Luis, ni del día 9, día que lo encontraron, porque, aunque ambos días eran domingo, los partes meteorológicos contaban cómo había sido el tiempo el día anterior, por lo tanto los datos de los domingos debían salir el lunes, día sin prensa. Sin embargo, la estabilidad de esos días nos permite calcular aproximadamente cómo pudo hacer.. Datos ofrecidos sobre los días 1 y 3 de septiembre tomados a las 18h. (Fuente: Noroeste y La Prensa)
Podemos calcular 6,5º menos cada 1000 m y 1 mm de presión cada 10 m de altitud. Suponiendo que los valores del día 2 son los intermedios y sabiendo que durmió cerca de los 2000 m, Luis estuvo esa noche a 2º o 3º y con una ligera brisa de N, que le supondría una sensación térmica próxima a los 0 grados.
(3) En realidad, según enumeró y nombró uno a uno Guillermina, el número de hijos de Víctor fue diez.