EL HOMBRE Y LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES
Aunque Linneo (s. XVIII) defendía la invariabilidad de las especies, sus clasificaciones mostraban de forma ostentosa las similitudes entre algunas de ellas. El reto estaba lanzado. El siglo XIX fue el que conoció la obra de Darwin. No sólo las especies no estaban estáticas, sino que además algunas de ellas, que hoy vemos separadas, venían de un tronco común. Darwin explicó este proceso evolutivo a través de la selección natural, que consta de dos mecanismos fundamentales, la lucha por la vida y la supervivencia de los más aptos.
Las observaciones sobre los pinzones en las Islas Galápago y las teorías de Malthus aportan el marco a su obra. Una población en situación estable tiende a crecer y a saturar su hábitat con lo que escasean los recursos. Se produce así la lucha por vida, en la que los individuos más aptos logran sobrevivir. La escasez o la superpoblación no son más que unos de los muchos factores que pueden romper el equilibrio, pero podría haber muchas otras causas externas (catástrofes, cambios climáticos, epidemias...) o internas, como el neodarwinismo, asumiendo los estudios de la genética, reconoce (mutaciones al azar, producidas en la transmisión del código genético).
Si las especies han llegado a ser lo que son gracias a la selección natural, se aceptó, no sin problemas, que el hombre estaba sometido al mismo proceso, aunque se reconocía que en un momento determinado sobre la evolución biológica actuaba la evolución cultural, esto es, se producía una especie de proceso de retroalimentación en el que los productos de la acción del ser humano, volvían sobre él, de forma acumulativa, para despegarle de la inmediatez de lo biológico y lanzarle a un universo nuevo, la cultura.
En la búsqueda de ese elemento determinante del proceso de hominización, primero, y humanización a continuación, se ha vuelto insistentemente, durante los últimos 100 años, a considerar tres aspectos como centro de teorías, a veces, alternativas: el crecimiento del cerebro, el uso de la mano y la vida en grupo.
EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y EVOLUCIÓN SOCIAL; EL ANIMAL HOMBRE
Ubicación.
Ver al hombre es ver a un animal que se mueve, respira, crece... Su parecido con otros animales hizo que Linneo lo emparentase con los primates, orden de animales mamíferos en el que están incluidos todos aquellos que llamamos "monos". Hasta hace poco se le consideraba la única especie de la familia hominidae. Estudios recientes del ADN han marcado, aún más, el estrecho parentesco con algunos de estos "monos", especialmente los llamados antropomorfos del Viejo Mundo, sobre todo gorilas y chimpancés. Apenas, dicen, nos diferenciamos en un 2% de nuestro programa genético básico (1) y además hace tan sólo 7'5 millones de años, o menos, que nuestras ramas se separaron (2); y lo que es más llamativo, hay mayor afinidad hombre-chimpancé que chimpancé-gorila.
Anatomía.
Nuestra anatomía es por lo tanto parecida, pero no idéntica. Veamos algunas diferencias.
Desde luego la más llamativa es que carecemos de pelo. Somos un Mono desnudo (3). Desnudo y "cabezón", porque con relación al cuerpo nuestra cabeza es bastante grande. Pero no sólo eso nos diferencia, si nos fijamos un poco más veremos que el simio antropomorfo aunque se puede erguir, enseguida adopta una postura a cuatro patas; nosotros somos bípedos y de ahí muchas de nuestras diferencias.
Diferencias anatómicas
Dibujo a partir de las imágenes publicadas por Huxley en Mans Place in Nature.
Se pueden observar las principales diferencias entre el chimpancé y el hombre: cerebro, actitud erguida, diferente proporción entre brazos y piernas, pies, manos, inserción del húmero, pelvis...
Cabeza
Grande en relación al cuerpo, el peso es sostenido por el tronco y éste por los pies a través de las piernas, lo que permite un mayor desarrollo que en las especies cuadrúpedas, que se ven con el problema de tener que sostener el peso de la cabeza "a pulso", con la ayuda de unos grandes músculos en el cuello. El cráneo es bulboso y sin cresta sagital; el agujero occipital (foramen magnum), por donde se inserta la columna vertebral, está en el centro de la parte basal,
Foramen magnum
En los cuadrúpedos el foramen magnum, por donde se inserta la médula, está situado hacia atrás. En los bípedos en la misma base.
a diferencia de los cuadrúpedos que sale por la parte trasera. La cara es pequeña, sin hocico y plana. Los dientes son pequeños y se han perdido los grandes y aguzados caninos de los antropomorfos.
Dentición
Arriba: Herbívoro: dientes planos. A la izquierda: carnívoro. Dientes para desgarrar y molares en forma de sierra.
Abajo: Omnívoro: dientes con dientes para morder y molares para moler. Además molares, más o menos desarrollados, para desmenuzar.
Mandíbulas
Arriba a la izquierda, la mandíbula de un mamífero. Las otras dos pertenencen a especímenes del género Homo. En la medida en que la mandíbula tiene forma de V, la cara está proyectada al frente en forma de hocico. Cuando adquiere forma de U, el hocico desaparece y el ángulo facial se acerca al ángulo recto.
Mandíbula superior
De un perro, un australopithecus, un homo erectus, un neardentalthal y un sapiens. Se ve claramente el paso de una V a una U
Tronco.
Similar al de los antropoides, corto, ancho y poco profundo, es muy distinto al del resto de los mamíferos, que adopta forma de quilla. La columna tiene una curvatura característica. La pelvis es ancha y corta para aguantar el peso que ahora se distribuye en sólo dos puntos: las piernas. La apertura pélvica aparece como un compromiso entre las nuevas necesidades dinámicas del desplazamiento bípedo y el hecho de constituir el canal natural para el nacimiento de las crías. Solución intermedia que se acompaña del "fetalismo" del neonato, es decir, del nacimiento antes del total desarrollo del feto, que será ahora completado fuera del seno materno.
Extremidades.
Las superiores más cortas que las inferiores (el cociente húmero-femoral sirve para determinar el grado de bipedestación) tienen ahora una nueva función de balanceo que equilibra el cuerpo al andar. Largas y fuertes las inferiores acaban en unos pies que han perdido el pulgar oponible.
Todas estas características están relacionadas con el hecho de ser un animal bípedo. Respecto a la ausencia de pelo se han ensayado dos explicaciones que también terminan relacionando esta característica con el modo de locomoción:
-La primer hipótesis supone que es una característica sexual (4). Ya hemos señalado la indigencia (5) con que nacen las crías humanas, parte de su desarrollo lo realizan fuera del seno materno. Esto obliga a la hembra a depender de una ayuda externa en el cuidado de la cría y en el suministro de alimentos. El sexo, en nuestra especie, tendría una función de reforzar vínculos entre machos y hembras para el cuidado de la cría. De ahí alguna de sus peculiaridades: ausencia de pelo, frontalización de las señales sexuales (6) (somos el único animal que muestra el sexo al andar), receptividad en cualquier periodo, ocultación del estro... Medidas que hacen evidente el sexo y lo personalizan.
-La segunda hipótesis relaciona la piel desnuda con las glándulas sudoríferas, muy superior en número al de cualquier otra especie, para explicar una cualidad del hombre: si bien no es el depredador más veloz, sí que es el que más aguanta, es el único corredor de maratón (7) y la piel y el sudor asegurarían un sistema de refrigeración (en este caso no sería ese ser desvalido de Gehlen, ni el especialista de la no-especialización). Esta hipótesis explicaría, al mismo tiempo, una cuestión de vital importancia: el crecimiento del cerebro. Este crecería y multiplicaría el número de células, precisamente, para asegurarse ante la falta de oxígeno en una carrera larga
Cerebro.
Es el cerebro lo que más nos diferencia del resto de los animales. Es el más grande, con mucho, en relación al cuerpo. Pero no sólo eso, además su estructura es totalmente distinta. En el hombre predomina la parte más nueva en la evolución del cerebro, el córtex, el cual se vuelve sobre sí en unos pliegues, las circunvoluciones, para aprovechar mejor el espacio. Hemos desarrollado el lóbulo parietal y el temporal en detrimento del occipital, y el hemisferio izquierdo es mayor que el derecho (y esto último parece relacionado con la forma de utilizar las manos).
Cráneos
Comparación de un cráneo humano con el de un perro. El humano tiene la cabeza con la cara muy pequeña en comparación con el cráneo. El perro tiene la cara proyectada hacia delante (la boca le servirá para coger cosas haciendo la función de la mano en el hombre) además, el cráneo es muy pequeño en comparación con aquella
El animal antropomorfo
Hasta ahora hemos señalado las diferencias, por lo tanto los antropomorfos se diferencian en lo dicho, pero, dada nuestra proximidad, no tanto como para decir que somos absolutamente distintos. Según avanzan los estudios nos sorprendemos de lo cerca que estamos. Así, sabemos que los gorilas y chimpancés tienen, aunque menor que el hombre, un alto grado de inteligencia, que son capaces de comunicarse, aprender a hablar un rudimentario lenguaje de sordomudos, que utilizan algunas herramientas, que manifiestan emociones y que viven en complejas sociedades con complicadas relaciones y normas internas (8).
Que nos dice el pasado
Sabemos que en algún tiempo fuimos un animal que subió a los árboles, que para sobrevivir allí desarrolló la visión estereoscópica, con los dos ojos al frente y una mano prensil
Los animales que tienen garras no necesitan una gran precisión visual para la vida arbórea, pero la mano obligaba a determinar exactamente la posición de las ramas a las que iba a asirse (9). Después de muchos millones de años nuestra estirpe se separó de la del resto de antropomorfos, hace entre 8 y 5 millones de años, y muy lentamente nos fuimos alejando de la vida en los árboles y adaptándonos a la vida en tierra.
Antes de seguir con esta historia hemos de advertir que no es un cuento cuyo final feliz e inevitable sea el momento que ahora vivimos. Es la historia de la evolución y de la vida. Hubo adaptaciones, mutaciones, selección natural, circunstancias ambientales y ecológicas que fueron limando ensayos, muchas vías sin salida y otras con salida ya colmada. La nuestra es una más, aunque a partir de un momento determinado haya contado con una característica nueva: la aceleración histórica. Para hacernos una idea del volumen del proceso pondremos un ejemplo. La primer datación segura de un ser erguido la tenemos en Laetoli, África, donde unos homínidos caminando sobre cenizas húmedas de un volcán en erupción dejaron sus huellas marcadas, una posterior capa de lava rellenó los moldes de sus pies. Esto sucedió hace 3'6 millones de años. Pues bien, si desde aquel momento a nuestros días quisiéramos escribir un libro y dedicar 10 páginas a cada millón de años, que cada grupo de homínidos ha vivido, escribiríamos un libro de 50 páginas y de ellas dedicaríamos 25 a los australopitecos y 25 al género homo. A nuestra especie, el homo sapiens, sólo podríamos dedicarle 1 página y media de esas 25, y de nuestra Era, desde el año 0, nacimiento de Jesús, hasta el siglo XXI, escribiríamos una línea y media donde tendríamos que explicar desde el Imperio Romano hasta la Guerra de las Galaxias. La posibilidad de hacer Historia es, con toda seguridad lo que más nos distingue del resto de los seres naturales. La inmensa variedad de historias, sociedades y culturas sería para algunos lo que nos hace ser lo que somos (10)