HERMANO NÖEL ADRIEN
Jean Pierre Regis EXNRAYANT
1882 +3 IX 1931
Nació Jean Pierre Regis en Fay le Froid, Alto Loira. En su familia se vivía intensamente la fe cristiana, desde su infancia, a nuestro Hermano se le inspiró una sólida piedad alimentada con la frecuentación de los sacramentos que el hogar estaba en lugar de honor.
Mayor de diez hermanos, se esforzó por ayudar a sus padres, en la medida de sus posibilidades, y de estar atento a las necesidades de sus hermanos y hermanas menores. Entró a la escuela de los Hermanos como interno en Saint Front, a la edad de trece años, sobresaliendo por su docilidad y respeto hacia sus profesores y gran espíritu de caridad hacía sus compañeros y fervor en las prácticas religiosas.
El llamado de Dios a la vida religiosa no se hizo esperar. El joven se lo comunica a uno de sus profesores que lo motiva a perseverar en la escucha de la llamada recibida, a pesar, de la oposición de su papá que no quería privarse de su hijo mayor.
Dócil a la voluntad paternal, entra a trabajar con un hacendado, donde se integró muy bien y fue muy trabajador. Al regreso del cuartel, donde sus convicciones religiosas se fortificaron en su alma; nuestro futuro Hermano, regresó a la casa de su antiguo patrón; que, encantado por las cualidades de su antiguo trabajador, quería atraerlo a su familia por un honorable matrimonio con una de sus hijas, fue entonces cuando manifestó su intención de consagrarse a Dios, que sin retraso lo realizó.
El 22 de noviembre de 1905, a la edad de 23 años, entró al Noviciado de Bettange sur Mess, Luxemburgo. Por su naturaleza de rudo campesino tubo algunas dificultades de aceptar las exigencias del reglamento, sus facultades intelectuales se mostraron un poco rebeldes ante el estudio y la atención prolongada. Pero nada pudo desalentar a tan generoso novicio.
Al término de su Noviciado, el Hermano Noel Adrián fue destinado al taller de costura de la casa de formación, a la vez que ayudaba al Hermano enfermero. Dotado de un gran sentido práctico y de un espíritu observador, manifestó cualidades notables para esos dos trabajos, en los cuales se desempeñó, prestando muy buenos servicios en todos los lugares que lo fue llevando la Providencia.
Seis meses pasados en Caluire, para iniciarse en la lengua castellana, y el 26 de mayo de 1910, se embarca rumbo a México. La casa de formación de San Borja, lo recibió como sastre del naciente Distrito.
Muy rápido y bien hecho en su trabajo, voluntariamente ayudaba en la organización laboriosa de esta comunidad. La capilla fue el centro de sus cuidados, para el adorno de la misma cultivaba plantas y flores para su ornamentación.
De un carácter muy personal y de un humor sombrío, no inspiraba simpatía a primera vista; aún dejaba la duda que si se sometía totalmente a las órdenes de los Superiores.
En sus resoluciones del retiro de 20 días, que siguió en 1912, bajo la influyente dirección del Hermano Anthime Louis, resaltan su disposición y determinación de luchar enérgicamente contra los defectos que dificultan sus relaciones sociales. La palabra del Evangelio “Erat subditus ills” (estaba sujeto a ellos), que vino a ser su máxima y regla de vida hacia los representantes de Dios.
A causa de la revolución mexicana de 1914, nuestro Hermano va a San Diego de los Baños, en la isla de Cuba, a donde emigraron las casas de Formación. Se multiplicó haciendo trabajos de albañil, carpintero, plomero, sastre, enfermero, cocinero, dando pruebas de gran iniciativa, resistencia y espíritu de economía en los arreglos de las instalaciones de la comunidad.
Dos años después regresó a México, donde empleó su “Savoir faire”, habilidades, y su abnegación en los cuidados de sus Hermanos y de los novicios menores enfermos de tifus y de otras víctimas de un grave accidente. Una pobreza franciscana se agrega a las dificultades que se le presentaban, pero se las ingeniaba para ir resolviendo las necesidades que se presentaban.
El Hermano Noel Adrián estaba muy apegado, entregado y sacrificado al empleo que ejercía en San Borja, cuando recibe una obediencia para trasladarse a Santa Fe, donde se reorganizaba el nuevo Distrito de Nuevo México y necesitaban un sastre y a la vez un enfermero en el Colegio de San Miguel.
Su alma sencilla y piadosa se deleitaba en las ceremonias religiosas, todas las fiestas, escribió en sus apuntes personales, me anima a ser cada día más interior y a la vez desprenderme de las cosas del mundo.
Las tribulaciones tanto como las alegrías de la comunidad, de su Instituto y de su Patria encontraban eco en su corazón sensible, que ocultaba bajo apariencias de frialdad. La salida de algún miembro de la comunidad le afligía profundamente, rezaba, sufría para que Dios nos bendijera con buenas vocaciones y ofrecía la santa comunión, como visitas constantes al Santísimo por ellas.
Estaba muy contento en Santa Fe, pero se puso más feliz, cuando en 1919, fue escogido en el grupo de Hermanos que abrirían el Noviciado de las Vegas, N.M. fundada esta casa en la más grande pobreza, se benefició ampliamente col la habilidad y destreza del Hermano Noel Adrián que se entregó en tal forma al trabajo que tuvo problemas de salud.
Llamado a Santa Fe, en abril de 1921, se encargó principalmente de la enfermería y de la ropería.
Religioso convencido, era fiel a sus ejercicios espirituales cumpliendo exactamente con todo lo prescrito, complementando diariamente con el rezo del viacrucis y las visitas a Jesús Sacramentado. “No olvidemos de p poner a Dios a nuestro lado”, le gustaba decir, “nunca haremos mucho por Él, agregaba, en el cielo descansaremos, el tiempo se nos ha dado para amar y servir al Señor”.
El primer mandamiento del Instituto le inspiraba una visión sobrenatural de la obediencia y le liberaba de toda crítica a las órdenes de los Superiores; a menudo decía: “lo que el Hermano Director diga eso se hará” y cuando un joven Hermano le pedía algún objeto, él antes pedía permiso al Superior para otorgárselo.
Avaro de su tiempo no menos que de sus palabras, va con gran modestia de un lugar a otro escuchando el canto de los pájaros. El amor a la soledad, a la cual le condenaban la mayoría de los empleos que ejercía, incrementaba en él, el gusto por el silencio y el recogimiento.
Muy audaz para descartar alumnos que se hacían los enfermos, en cambio al que estaba realmente enfermo lo cuidaba con una dedicación maternal y cuando la enfermedad era de una cierta gravedad los exhortaba a ofrecer sus dolores a Dios.
Su reputación de buen enfermero, estaba muy bien ganada entre los internos y sus familias y los médicos que manifestaban su admiración por haber salvado algunos internos a fuerza de asiduos e inteligentes cuidados que tenía con algún enfermo del corazón para arrancarlo de la muerte, nunca acepto ayuda durante la noche para cuidar a los enfermos.
En 1927, fue nombrado Director General de la Casa de Formación de Lafayette. Sus grandes cualidades tuvieron rienda suelta para desarrollarse en este medio. La falta de recursos no le permitía siempre responder a las necesidades de los diversos grupos de formación; su paciencia y caridad fueron puestos a prueba rudamente, él soportaba pacientemente y buscaba mejorar la situación, siendo muy cuidadoso de no faltar a la caridad.
Muy atento y cuidadoso en la utilización de los productos de la granja, buscaba tener lo necesario, muchas veces imponiéndose un trabajo excesivo para suplir la falta de personal necesario. Cocinero eficaz era capaz de improvisar una comida apetitosa en poco tiempo.
Como enfermero tenía el mérito de ser exageradamente limpio, reservado y entregado a su labor. Sabía animar a los enfermos con palabras amables y algunos chistes de buen humor sugiriéndoles igualmente algunas jaculatorias. Les facilitaba la recepción de la Sagrada Eucaristía, arreglándoles convenientemente el cuarto para la visita del Señor Sacramentado.
Una filial devoción a la Santísima Virgen lo hacía desgranar a lo largo del día muchas Aves Marías, para obtener de la Mediadora de todas las gracias el aumento del amor a Dios y una intensa caridad. En sus apuntes de retiro se encuentra muy seguido el vivo deseo de progresar en la unión con Dios por los ejercicios bien hechos y por la unión con Dios.
Su programa espiritual se condensaba en dos palabras: “Rezar y Sacrificarse”.
En la primavera de 1929, sufrió una operación quirúrgica, el Hermano Noel Adrián apenas restablecido volvió a su ritmo de trabajo, y la salud se volvió a quebrantar hasta que el Señor lo llamó a su casa el 3 de septiembre de 1931.