HERMANO ALLYRE ANTOINE
Marcellin GRADOR
1884 + 13 VIII 1922
El Hermano Allyre nació en San Salvador, diócesis de Tulle, Francia.
La formación pedagógica de nuestro Hermano fue laboriosa, en sus inicios como maestro fueron un fracaso. El cierre de nuestras casas en Francia, en 1905, le permitió buscar de ocuparse en otros trabajos diferentes a la escuela para los que tenía mayores disposiciones y habilidades. Llegado a México, se le confió el empleo de cocinero en Puebla, después en Saltillo, la revolución de 1914 lo hizo refugiarse en Francia en la región del Aube, donde diferentes comunidades lo tuvieron de encargado de la ropería o de la cocina. En 1919 se declara la enfermedad que le llevaría a dejar este mundo. Sobre advertencia del médico, él regresa a México.
El recorrido de la vida del Hermano Allyre- Antoine fue oscura desde el punto de vista humano, pero muy meritoria a los ojos de Dios, pues ella estuvo plena con la práctica de las más sólidas virtudes religiosas. Era un hombre de gran generosidad, piadoso y regular. La campana encuentra en él a un obediente a toda prueba; era también un hombre silencioso y sabía retomar amablemente la conversación. Durante la recreación conversaba amablemente, después él tenía una amable conversación con Nuestro Señor, pues una de las características de su devoción era una dulce familiaridad con el buen Maestro.
Sacristán, encargado de la ropería, se daba tiempo, dentro de su empleo para ir con el Señor. Era muy ingenioso y de un gusto exquisito cuando se dedicaba a adornar el Altar. Con respecto a la Sagrada Eucaristía decía algunas veces: Yo desearía que los alumnos se dieran cuenta de la preparación que deben de tener para recibir a Nuestro Señor en el sacramento del amor. En cuanto a él mismo es en la recepción diaria de la Eucaristía y en el rezo del Rosario, casi continua donde encuentra la fuerza para soportar el sufrimiento causado por su enfermedad. Su devoción a la Santísima Virgen era de lo más conmovedora. Para no perder de vista a esta buena Madre, había levantado un pequeño altar a María en la cocina y muy a menudo delante del altar de María el entonaba cantos en su honor, o recitaba el rosario, mientras preparaba la comida de la comunidad.
Nuestro querido Hermano tenía un gran espíritu de mortificación. El uso de instrumentos de penitencia le eran familiares. Como su empleo de cocinero, no le permitía comer con la comunidad desde el inicio de la comida, él juntaba los restos de comida que sobraban y así fríos, era lo que comía diciendo que eran buenos para él.
Durante su estancia de un año en la enfermería de la Casa de Formación en México, continuó como buen religioso. Mientras sus fuerzas se lo permitieron, hacia los ejercicios con la comunidad, y a pesar de la sed que le torturaba[1] , el guardaba el ayuno Eucarístico con el fin de poder comulgar cada mañana. La paciencia y la resignación frene al sufrimiento, no eran desmentidos; a pesar de que cada día se presentaban nuevos dolores, el los soportaba sin una queja. Cuando toda esperanza de curación se había nublado, él recibió en plena conciencia los últimos sacramentos, y después el querido enfermo habló sobre su muerta como un hecho que va a colmar sus deseos: “Pienso que mi buena Madre vendrá a buscarme antes de su fiesta”, se lo dijo a un amigo al inicio del mes de agosto. Su deseo fue escuchado. El 12 de ese mes, hacia las cuatro de la mañana, sin ningún estremecimiento el cuerpo de nuestro Hermano Allyre Antoine dejó volar su alma hacia el seno de Dios.
[1] El ayuno Eucarístico consistía en no comer ni tomar siquiera agua desde las 12 de la noche.