Hno. NYMPHANSE EMILIE
Louis ROUX
1872 + 8 VIII - 1928
Luis nació en Bédrimes, diócesis de Saint Flour, Francia. Su biografía comienza diferente a las otras.
Nos conocimos en el Noviciado Menor de Vals, en 1886, escribió un Hermano, Aquel que más tarde llevaría el nombre de Hermano Nymphase Emile era piadoso, generoso, dedicado y tenaz en el estudio y alegre y animoso en los recreos.
Este ardor debe de exigir cierta paciencia de los formadores de Vals, pues leímos en las notas de uno de ellos el testimonio siguiente: “era siempre activo, algunas veces un poco inquieto, pero puntual al reglamento, entrón en los juegos, e iba a la cabeza en los paseos.
Durante el Noviciado controla esta exuberancia juvenil y nuestro Hermano se mostró como una persona muy abierta y sumisa. Sus progresos en el dominio de sí mismo fueron rápidos y notables; un profesor del Escolasticado resume sus recuerdos escribiendo del joven Hermano: “Pequeño de estatura, muy inteligente, el pasó en el escolasticado casi inadvertido en medio de 120 escolásticos de la Casa Madre, Su espíritu era muy claro, muy tranquilo, muy observador, una voluntad tenaz en el trabajo de clase se distinguía por su madurez precoz.
El Emile retomó el santo hábito y continuo con su trabajo de perfeccionamiento espiritual.
“Para él, nos asegura un antiguo Superior, la vida religiosa era una constante volver al camino de la perfección, hasta llegar a la abnegación total de sí mismo, no viendo más que a Dios y a las almas, sacrificándose para servirles.
En esta época, el Hermano Emilio tuvo que ir a la enfermería de la Casa Madre, pues sufrió una muy dolorosa operación y como consecuencia una fuerte inflamación que no le permitía abrir la boca ni alimentarse, tomó fuerzas para destrabar los dientes progresivamente tanto para atender el centro de su mal, como para evitar que el enfermo muera de hambre. El médico admiraba mucho el valor y el buen humor del paciente, y durante su convalecencia edificó mucho con su alegría y sobre todo con su espíritu religioso.
Durante el tiempo de la secularización la comunidad e Suagues, que poseía desde hace ocho años a esta persona de élite, lo dio para el nuevo Distrito de México.
He aquí al Hermano Emili en América. Comenzó su labor educativa el 8 de marzo de 1907, en el Asilo de la Inmaculada de Saltillo, cuidando a esos pequeños pobres, el gozaba en realizar perfectamente la palabra del Evangelio: “Los pobres son evangelizados”
Pero el nuevo misionero no conoce el vocabulario español tan completo. Comprendió la gran importancia este factor para su apostolado, y se entrega con gran empeño al estudio del castellano, y pronto se convierte en un excelente maestro de español, esos son los términos de uno de sus antiguos alumnos; “Yo admiro al venerado difunto por la claridad de sus lecciones, sobre todo por las de lengua castellana. Él lo hablaba muy bien y lo enseñaba con facilidad y claridad; podría un cuadro sinóptico en el pizarrón que iba completando e ilustrando con sus explicaciones. Dijo que venía a sembrar la alegría y que las caras sonrieran.
En agosto de 1908, nuestro Hermano colabora como fundador del nuevo colegio en Monterrey. Los principios fueron difíciles, asegura uno de los Hermanos compañeros: Un calor excesivo y tuvimos que sufrir muchas incomodidades en la casa que nos ofrecieron para nuestra residencia y la escuela.
La escuela gratuita estaba a más de un kilómetro de la comunidad y había que hacer el recorrido cuatro veces al día, bajo el sol tórrido, el mobiliario era insuficiente y el local muy reducido para los 230 alumnos que se presentaron... Pero el Hermano Emilio que estaba lleno de energía comunicaba la flama de su celo a los otros dos colaboradores en la escuela Guadalupe.
Los adolescentes, que educaba, no tardaron de probar su feliz ascendiente de este religioso de una rara virtud; ellos lo estimaron y veneraron instintivamente, la prueba lo demuestra en el hecho siguiente. En 1910, los Superiores lo enviaron al Noviciado Menor de Glencoe, en los Estados Unidos para que perfeccionara en el la lengua inglesa. En ese tiempo se tomó una fotografía con los novicios menores y otros profesores. Uno de los novicios menores que recibió esta foto trazó con un lápiz una aureola sobre la cabeza del Hermano.
El muchacho tuvo una gran intuición.
En 1911, fue enviado al Segundo Noviciado, no fue para él un golpe destinado a reorientar su vida religiosa, pero si un nuevo impulso para activarse en camino ya excelente.
En 1912, el noviciado menor de México fue fundado por un acto de obediencia del Hermano Anthime Louis visitador del Distrito. Enviado a esta nueva comunidad la vida del Hermano Emilio estará íntimamente ligada a esta obra, de la cual va a ser arrojado por la persecución.
Dos veces, el noviciado menor será tragado por la tormenta y su personal dispersado; y cada vez resucitará rico en generosas esperanzas. Nuestro querido cohermano, tenía un corazón sensible y bueno, participó en esas largas agonías morales que acompañaron el regreso de los aspirantes a sus casas; pero después de cada uno de estos hechos, su optimismo fundamentado en la fe, descubre un hueco azul en el cielo cargado de tormentas, se esfuerza de acelerar, por medio de la oración, sus sacrificios y sus trabajos la aurora de la resurrección.
Cuando los poderes públicos obedeciendo a una secta del odio expulsaron a nuestros Hermanos de sus casas en Monterrey, Zacatecas y Querétaro los Superiores retiraron provisionalmente a los Hermanos de las obras mexicanas, por lo contrario, los Novicios Menores salieron del país y fueron recibidos en la propiedad cubana de San Diego de los Baños. El Hermano Emilio apoyó a esta valiente juventud.
Siguió a los jóvenes Hermanos para que terminaran su formación en el Escolasticado de Pocantico Hills y a la vez adquirieran un conocimiento suficiente de la lengua inglesa, con el fin de que pudieran trabajar en el medio de Norteamérica si la situación se volvía difícil.
En 1916, recibió la obediencia de Director del Noviciado Menor de San Diego, que se cambiaría en poco tiempo a Guatao, cerca de la Habana. Ocho años más tarde estará a la cabeza del Noviciado Menor que se reorganizó en México. En este puesto, parar motivar a los jóvenes a una virtud viril, lo enseñaba más con el ejemplo que con las palabras. De acuerdo a la máxima de San Juan Bautista de La Salle: “medio infalible de predicar la virtud es practicarla”-
Daba gran importancia al estudio de la lengua del Santo Fundador, como base de una formación completa para los Hermanos de las Escuelas Cristianas; una nota dice lo siguiente: “Nosotros sabíamos que le procurábamos una gran satisfacción por el progreso en el aprendizaje del francés, y como recompensa nos daba un paseo extraordinario”
Como animador poseía el talento para reafirmar las vocaciones tambaleantes. Muchos jóvenes Hermanos comentaban que una conversación con él, bastaba para despejar dudas. Por otra parte, el Hermano Emilio era un buen intermediario ante los padres de familia, poco capaces de apreciar la excelencia de la vocación religiosa; y muchas veces obtenía de los padres o de una madre difícil de convencer, el consentimiento legal para la expatriación del hijo.
Dotado de un juicio recto, y de un ardiente amor a las almas, se movía siempre por motivos sobrenaturales; nuestro querido Hermano ejercía una gran influencia acrecentada por su facilidad de adaptación a los distintos medios y costumbres. Fue como se entendió con el temperamento cubano, muy diferente al mexicano, se hizo querer de sus discípulos cubanos, como lo había logrado de sus novicios menores mexicanos.
En los paseos cercanos a la propiedad de Guatao, establecía con gusto relaciones con las personas del campo, algo desconfiadas por la presencia de la sotana, y en poco tiempo se ganaba su confianza, interesándose por sus trabajos y su familia.
Su trabajo de Reclutador, lo llevó a recorrer los caminos de México, vivió a la mexicana, sin buscar ninguna preferencia por la comida o por la cama. Visitaba a los padres de familia de nuestros novicios menores y participaba como un miembro más de la familia, tomando parte en sus alegrías y en sus penas de todos. Era un rasgo entre otros muchos.
De paso en una población, supo que el abuelo de dos hermanos jóvenes estaba moribundo, él lo visita. En la imposibilidad de conseguir un sacerdote, a causa de la revolución cristera, nuestro caritativo Hermano, se arrodilló cerca del moribundo y le sugiere buenos pensamientos para prepararlo a morir. Presidió la recitación de las oraciones de los agonizantes y pasó la noche entera ayudándole a bien morir.
Los miembros de esta cristiana familia quedaron hondamente impresionados y no dejaban de repetir que el Hermano era un hombre de Dios
El Hermano Emilio era un hombre de Dios en todo el rigor del término. Para este valiente la séptima promesa de la toma de hábito no era una letra muerta, él la practicaba: “La Abnegación de sí mismo.” en grado heroico. Uno de los Hermanos subraya sobre el testimonio que el recibió del Hermano y escribió; “La gran lección su vida es que tenemos que rechazar nuestro egoísmo.”
Para adquirir una justa idea de su virtud, basta ver dos aspectos de esta abnegación: la práctica contante de la mortificación y su amor a la pobreza. Nuestro Hermano formaba parte de las almas de élite a quien el sacrificio era una cosa común. Todos sus apuntes que han quedado no son otra cosa que una variante sobre el tema: “El Carísimo Hermano Nymphans- Emile fue un hombre muy mortificado, y prácticamente, todos los escritos de personas ajenas al Instituto corroboran este aspecto”
Tuve la ocasión de entrar varias veces a su cuarto, escribió un novicio menor, y vi que su cama eran unas tablas cubiertas tan solo con una cobija, en un rincón, se veían instrumentos para darse la disciplina...
Muy seguido el Hermano dormía en una silla o bien en el suelo... Cada noche el pasaba por los dormitorios de los novicios menores, para ver que todo estuviera en orden, por lo cual se acostaba muy tarde y a las tres de la mañana ya estaba de pie para comenzar la oración.
En la capilla su postura recordaba la expresión de un Hermano Director: “La postura de un soldado velando las armas”
De regreso de los paseos, igualmente en la época de calores, no tomaba nada para refrescarse, a pesar que la fatiga y la sed le dificultaba el hablar.
Su ropa era la misma en todas las estaciones, no usaba abrigo en el invierno ni guantes así estuviera una temperatura muy baja.
En el comedor, el Hermano Emilio redoblaba su atención para mortificar el gusto, “nuestro querido cohermano, apunto un hermano, comía lo que había en la mesa, sin pedir nada especial y siempre en pequeñas cantidades y bebía agua clara.”
Durante algún tiempo que fue Director y Reclutador, ayunaba rigurosamente durante toda la cuaresma incluyendo los domingos, tomaba por la mañana café negro y algo por las noches.
Nuestro querido Hermano vivía la pobreza de Jesucristo, sus vestidos siempre limpios y los usaba hasta que ya no servían, reducía al mínimo los gastos de sus viajes; los Superiores constataron varias veces que él sólo usaba el dinero del transporte. De tiempo en tiempo, el Hermano Reclutador regresaba a casa con parte de los alimentos que le habían regalado y que había tenido que aceptarlos antes de regresar.
Por espíritu de pobreza escogía entre dos medios de locomoción la montura de un asno que la de un caballo. Viajaba de ordinario en la última clase en los trenes, y sólo Dios sabía que fatigas le causaban las cuatro noches por semana pasadas en esos trenes, donde el confort era rudimentario y el aire estaba viciado por la aglomeración de pasaje y de carga.
Como pobre de Jesucristo se muestra santamente ávaro de su tiempo. De regreso al noviciado menor después de un viaje fatigoso, los rasgos de su rostro denotan el cansancio y las dificultades del viaje. En vano insistirle que descanse al menos una mañana, reinicia al instante sus ocupaciones y se adapta al ritmo del horario.
A pesar de sus sufrimientos de una vida muy ocupada y continuamente sacrificada, el Hermano Emilio, poseía él, la forma de presentar la virtud bajo un aspecto amable. Sus relaciones son agradables: la delicadeza en su forma de actuar hace que se gane los corazones y su amable y agradable sonrisa reflejan la bondad y la claridad de su alma de santo.
Extremadamente paternal, recibía a los novicios menores, nuestro Hermano sabía distinguir bien entre malicia y alegría, entre mala voluntad e inconstancia.
“A mi llegada al noviciado menor, mi carácter era insoportable y estuve a punto de que me regresaran a mi familia. Pero gracias a los buenos consejos del Hermano Director Emilio, cambie rápidamente de conducta”. Yo también, me dijo él, estaba como tú, pero la Santísima Virgen a quien amo mucho, me obtuvo la gracia de poder modificar mi temperamento. Estas palabras fueron pronunciadas con un acento de la cardad de un santo, el cariño de una madre y el cuidado de un padre.
En una cuenta de conducta, agregó otro, él se informó con lujo de detalles sobre mi salud, ya que su principal cuidado era afirmar nuestra vocación. Se esforzaba en inculcarnos el horror al pecado y la devoción a la divina Madre... Nosotros esperábamos con impaciencia esos deliciosos momentos.
En la casa, en el paseo, en todas partes, su atrayente jovialidad, su humildad, su capacidad de animación, nos sentíamos felices de su compañía.
Cuando el Hermano Director regañaba, el manifestaba que obedecían a una dura necesidad de llamar la atención esto siempre con caridad y con gran respeto a la persona. Su voz se hacía más grave pero no dejaba su serenidad habitual.
Enteramente consagrado a la atención de los Novicios Menores y a la comunidad. el Hermano recibió con un gran dolor de corazón y abundantes lágrimas la orden de enviar a sus casas al personal de las casas de formación. es el 18 de febrero de 1926.
En una última reunión, resultó emocionante por los numerosos sollozos del Hermano Director, quien prometió a los novicios menores irlos a visitar a sus familias. Después de haber dado sus últimas recomendaciones, acompaño en el tren al grupo más numeroso; y durante el viaje, se mostró muy atento para disipar la tristeza de la separación.
Después de haberse reunido de nuevo y enviado a Cuba varios grupos de antiguos novicios menores, el comenzó a visitar poblaciones y seguir lanzando su anzuelo de pescador de almas. Aunque ese tiempo no ofrece ninguna garantía para ese trabajo: el episcopado estaba exiliado, el clero perseguido, las iglesias sin culto o habían pasado a manos del gobierno, las escuelas cristianas sometidas a una reglamentación que con cualquier manifestación religiosa la lleva a la clausura.
Otra insurrección, se sucia, la cristiada, con graves dificultades para el Hermano reclutador: la presencia de un extranjero en las localidades estrechamente vigiladas, llevaba a la sospecha. Muchas veces fue arrestado e interrogado: gracias a su documentación completa y toda en regla le puso al abrigo de la cárcel.
Pero nuestro Reclutador ¿Se excedía en los límites de la prudencia? El más célebre mártir de la persecución mexicana, el Padre Miguel Pro Juárez S.J. nos va a responder: “Entre la temeridad y el miedo, entre la prudencia excesiva y la audacia, ese es el medio” Nuestro Hermano lo encontró así y supo salir adelante.
Después de largos meses de esfuerzos, de oraciones y de penitencias. El Hermano Emilio pudo agrupar, el enero de 1928, a una generosa falange de futuros apóstoles de la juventud.
A la vez, reclutador y director, el incansable religioso se multiplica, durante cerca de ocho meses para hacer los dos servicios. Después los Superiores le darán un remplazante en la dirección de la obra. Convirtiéndose en ayuda de su sucesor, nuestro Hermanos se convirtió en el más dócil y más humilde de los inferiores.
Este eminente religioso, vivió su estado religioso, según el deseo de nuestro Bienaventurado Padre y Fundador: “una piedad poco común”. Durante las oraciones, parecía que estaba en conversación visible con Dios; pronunciaba las palabras muy discretamente y con una tal devoción que parecían fluir su corazón,
Con esta gran convicción este amante de la Cruz paralelamente de la Pasión de nuestro Salvador y de su divina Madre y de la economía del sufrimiento en la vida religiosa. Tenía una predilección sobre el himno Stabat Mater, que lo ponía en íntima comunión y ferviente con los dolores de María.
El padre capellán del Noviciado Menor le aconsejo muchas veces la prudencia y la circunspección en sus recorridos apostólicos: “No tema nada, respondía el intrépido religioso. Yo seré prudente; se los he prometido a mis Superiores. ¡Pero cual no será mi alegría el ofrecerme a Dios por una buena causa! Cómo envidio la suerte de esos valerosos cristianos que son sacrificados diariamente por su apego a su fe y a la Santa Iglesia romana.
Nuestro Señor, debió escuchar ese generoso deseo, y nuestro Hermano ira a consumar su holocausto, no de forma heroica y casi teatral, le hubiera gustado estar frente a un pelotón de ejecución, pero fue en la deplorable circunstancia de una agresión.
El Hermano Nymphans -Emile salió el 1º de agosto de 1929 en su recorrido de reclutar. El itinerario fue marcado de acuerdo al Hermano Director del Noviciado Menor, el 12 del actual debería regresar a la comunidad.
Algunas religiosas que colaboraban en el apostolado del reclutamiento, le aseguraron que encontraría muchas vocaciones en una escuela similar a la que visitaba, situada a unos 45 kilómetros de distancia. Su celo religioso creyó ver en esta indicación una orden de la Providencia e ir a ese lugar que no le desviaría mucho de su itinerario
Un cambio de tren le era imposible en la mitad del trayecto. No se sabe por que causa el Hermano Emilio perdió la correspondencia y se bajó en un lugar desierto. El tren siguiente pasaría hasta el día siguiente por la tarde, el Hermano Reclutador siempre economizando su tiempo, calculo que el resto de su recorrido lo había en cinco o seis horas de caminar para él era una etapa normal.
Él fue a la población vecina a buscar un guía. Un hombre ofreció sus servicios, pero a costa de un precio muy alto. Calculó que le quedaban 5 horas de camino y se puso en ruta a las cinco de la tarde.
... Cuatro días después el cuerpo del infortunado viajero fue encontrado en el fondo de una barranca, había sido asesinado por su guía, con la complicidad de otros cuatro malosos que se encontraron en el camino. Estos cuatro asesinos fueron encontrados y pagaron con su vida el asesinato.
La triste noticia se extendió rápidamente en las diversas poblaciones que visitaba nuestro celoso Reclutador. La primera impresión de estupor se pasó y nuestros amigos y bienhechores se hicieron el deber de manifestar su simpatía con cartas de condolencias que testimoniaban la virtud y santidad que dejó nuestro Hermano en sus viajes,
Muchas de ellas; provenía de las escuelas que contribuían a nuestro reclutamiento, así como la lista de sufragios ofrecidos. por el alma de nuestro querido difunto.
El Hermano Visitador General de América Latina nos da su testimonio sobre la hermosa carrera religiosa de nuestro Hermano: “Hombre de principios sólidos y de convicciones religiosas inquebrantables, el Carísimo Hermano Nymphas Emile cumplía todos sus deberes con una inquebrantable fidelidad y entrega sin límites”
Muy calmado, de una personalidad atrayente debido a su buen corazón y perfecto dominio de sí mismo, era universalmente querido de nuestros jóvenes en formación, sobre los cuales ejercía una feliz influencia.
Religioso ejemplar: por una regularidad impecable. Su piedad exenta de toda demostración de exageración era intensa y marcada por la mortificación.
Que Dios nos de religiosos así de santos y así de celosos.