HERMANO BAPTISTE–PAUL
Baptiste CHAZALET
1862 + 6 -V- 1927
Nació en Grazac, en la diócesis del Puy. Se puede decir que: este buen Hermano, pasó toda su vida entre París y México, siendo poseedor de un raro grado de gracias y de santidad otorgado por su vocación.
Él amaba a los niños, y no vivía más que para ellos, gozaba de su ruidosa compañía. Con quien convivía, ya sean los elegantes niños parisiense o bien los jóvenes mexicanos mal vestidos a quienes amó grandemente.
Dar clase, vigilar, hacer que hicieran composiciones y él corregirlas, como inspector realizar el control de los cuadernos, entrevistarse con los papás dando cuenta de la conducta y del progreso de los niños, esa fue su vida por más de medio siglo.
En Santa Elizabeth de Paris, el Hermano Baptiste Paul hacia el trabajo de Director y maestro de la clase de los mayores. Después en San Miguel, donde trabajó como inspector de las clases y era encargado del Patronato de esta floreciente escuela.
Luego, lo encontramos en la Escuela de San Ambrosio, con el título de director. Esta escuela contaba con ocho clases de enseñanza primaria y dos de enseñanza superior.
En esta, como en San Miguel, tenía un numeroso y próspero patronato, donde el Hermano Director asumía en gran parte la dirección junto con el Vicario de la Parroquia.
Nuestro Hermano vivía en ese medio popular lleno de alegría y espontaneidad, ahí regenteaba a más de 500 alumnos y muchos otros cientos de antiguos alumnos.
Él ahí fue, por decirlo, el alma de todo lo que ahí se realizaba: escuela Primaria, escuela comercial, conferencia de San Vicente de Paul, sección del Sindicato, la obra de San Benito José Labre, todo le interesaba, todo lo cautivaba y en todo él tomaba parte, sin bloquear las iniciativas de los Hermanos y de los mismos jóvenes. Ahí fue amado, respetado, escuchados sus consejos, y vivió corazón con corazón con ellos.
El Hermano Baptiste Paul tenía una serie de cualidades que lo hacían un apóstol, un educador del pueblo, era de una gran lealtad y franqueza que no admitía escusas o subterfugios. Era muy caritativo, siempre listo para prestar un servicio y ser útil.
En este medio compuesto de empleados y obreros, tenía muchas ocasiones de mostrarse generoso, y sacrificado; todos se sentían bien recibidos y atendidos por él.
El no entendía, que un director, un religioso asista a una obra de apostolado y no sea antes que todo generoso, bueno y sacrificado.
A ejemplo de San Vicente de Paul, el creía que la primera virtud es la caridad, la bondad, la misericordia, hacia todos los humildes, pobres o desdichados.
También cuando ayudaba a los jóvenes, o bien los colocaba en un trabajo los sostenía, cuantos otros encontraron en él al consejero, al psicólogo que con su palabra aclaraba sus dudas o problemas.
Las alegrías de estos jóvenes eran sus alegrías, sus duelos los hacía propios, de ahí su asistencia a los funerales; y su presencia era consuelo para las familias, era un consuelo para esos momentos de amargura.
De gran corazón, el Hermano Baptiste Paul fue un hombre de orden y de autoridad. No se imponía por su voz, sus gestos o sus amenazas, eso le era repugnante. Él se imponía por el su buen juicio y el acierto en sus observaciones y sobre todo en la lealtad de su obrar.
Cuando tenía que reprochar algo, o enfrentar alguna situación, lo hacía clara y directamente, pero sin ninguna amargura. Los jóvenes parisienses, muy observadores, lo sabían, ellos iban como él como a un padre que los atendía con su natural franqueza.
Después de treinta años de incansable trabajo con los niños y jóvenes de la capital, se tuvo que expatriar. El Hermano Baptiste Paul, ante las circunstancias tuvo que expatriarse e ir a México con un grupo de Hermanos, siendo la alegría en medio de ellos a lo largo de toda la travesía.
En el barco que llevaba a los Hermanos a México se encontraba también el Arzobispo de Puebla, su Excelencia Monseñor Ibarra y González, que tenía varias de nuestras escuelas en su arzobispado.
Entre la seriedad del prelado u la alegría de nuestro Hermano, se relacionaron muy bien y a lo largo del viaje se estableció una santa y grande amistad. El Señor Arzobispo manifestó a los superiores su deseo que el Hermano Baptiste Paul se quedara en Puebla. No se pudo hacer caso a su petición pues el Hermano Baptiste Paul estaba destinado a la comunidad de Toluca. Pero pronto su lugar en Puebla llegó; gracias a las bondades del Sr. Arzobispo se pudo abrir en Puebla la escuela gratuita de San Ignacio, cuya dirección fue confiada al Hermano Paul que el Señor Arzobispo estimaba con predilección.
Bajo el nombre de “Don Pablito” el activo y dinámico Director no tardó en ser igualmente popular como los fue en París. Sin duda nunca habló la lengua española correctamente, pero las madres de familia, los niños, y los miembros del clero pronto dejaron de darle importancia a este detalle que era ampliamente compensado con competencia y caridad, sobre todo con la abnegación del nuevo jefe.
Los alumnos, por voluntad de Monseñor, pertenecía a la clase popular; es decir a los indígenas. Un gran número de ellos eran muy pobres, y llegaba a la escuela descalzos y con vestidos insuficientes para el frio.
El Hermano Director secundado por cuatro Hermanos celosos como él, se ocupaban en la instrucción de los niños. En poco tiempo él obtiene resultados notables que llenaron de alegría el corazón del venerado prelado.
Visitar las clases para observar los cuadernos, darse cuenta del estado de salud y de la limpieza, así como ver el esfuerzo de los niños y alentar a los más atrasados, o menos dotados, así como dar las composiciones, vigilar los recreos o bien las confesiones... esto fue parte de la vida del Hermano Pablito en los años vividos en México.
No descuidaba nada, invitaba a los alumnos a la frecuentación de los sacramentos, en todo lo que emprendí obtenía buenos resultados. Los sacramentos recibidos con frecuencia, los catecismos bien explicado y la vigilancia ejercida conforme a la Guía, le ayudaban a asegurar una vida moral sana en su querida escuela gratuita.
El celo del Hermano Director supo atraer a la Institución una gran simpatía, tanto por las visitas realizadas por personajes importantes, como por las exposiciones escolares preparadas con habilidad.
Por doquier aparecían las cualidades y virtudes del hermano Paulito, el hizo el bien tanto material como espiritual y moral a centenares de niños mexicanos humildes, pero no por eso menos interesantes y menos queridos del corazón de Dios y de nuestra madre la Iglesia.
He aquí que la persecución llega; hay que decir adiós a esta querida escuela... a los niños con lágrimas. a las familias que quedaban desoladas... y regresar a la Patria, ahora sofocada por la gran guerra de 1914.
Regresó al Distrito de Paris, enseguida fue nombrado director; función que ejercerá hasta el momento de su muerte, en dos comunidades sucesivas.
Este último período de su vida, lo vivió con el mismo ardor y celo, con sus mismos métodos, pero con otra visión que le dio la edad y las experiencias de la vida, de las cosas y de las personas.
La escuela, el patronato, van a ser sus campos de trabajo del valiente y siempre joven director, jamás dio muestras de estar desilusionado.
La edad se hizo sentir... y algunas enfermedades y dolores disminuyeron su actividad, aunque no les prestaba atención y seguía en la lucha, acción que fue distintiva en su vida, siempre sostenido por la fe y su intenso celo aunado a su optimismo, y a su eficacia. Hacía participar a sus colaboradores y a los jóvenes, animando siempre las voluntades.
Uno de sus talentos al servicio de los jóvenes fue el de pacificar las querellas y restablecer la paz... esto no por discursos, que no sabía hacerlos, sino por palabras acertadas que eran como una gota de aceite sobre una herida o una gota de perfume en una mañana.
Muchas veces estalla en risa escuchando a dos jóvenes que le dicen el motivo de su querella, el tiene la paciencia de escucharlos y darles soluciones que restablece la paz entre ellos... muchas veces ¡con un no es así como lo dicen! Bastaba para que los contrincantes volvieran a la calma.
En una ocasión, nuestro hábil Hermano hizo una broma... que hizo que se cambiara la conversación y comprendieran que lo que hablaban era vano, ridículo, tonto y así evito el enfrentamiento entre camaradas.
En donde otros habían encallado, el Hermano Baptiste Paul había encontrado la forma de obtener de los jóvenes, maravillas de buenas acciones y de generosidad. Lo que el sabía ante todo era hacerse amar, y amar. Su arte estaba en saber encontrar jóvenes generosos y lanzarlos a que ayuden en las necesidades de los demás.
Bien que conocía las necesidades de su obra, él exigía a cada uno según las posibilidades que tenía. La alegría era un elemento, a tal punto que le tenía horror a la tristeza y al enojo y desinterés. De acuerdo a la Regla pedía a los Hermanos que se mostraran siempre con una cara de alegría y no de tristeza o algún otro tipo de sentimiento no bien ordenado,,, para este buen Hermano este artículo de la Regla era muy importante.
Su presencia estaba en todas partes: en la Comunidad, en las clases, y en el Patronato; el hacía cantar, jugar, ... organizaba momentos recreativos, o tardeadas literarias, manifestaciones exteriores de carácter piadoso... siempre yendo él por delante... cómo fue en los primeros años de su juventud
Él había conservado un corazón joven, que no le hacían ni la enfermedad ni los achaques. Siempre fue un alma joven, porque supo permanecer joven y participar en las los placeres inocentes y en las ocupaciones serias,
Se preguntaban ¿de dónde venía este humilde Hermano, poco hábil para los discursos que logró esta popularidad y este éxito?
En cuanto a él, no buscaba la gloria, era muy modesto, muy religiosos. Ante todo, y antes de todo él quería el bien de sus queridos jóvenes y hacer lo posible para conquistarlos para Dios. Ese fue su don, su abnegación y cariño lo que produjo ese bien.
A la visa de los Parisiense, que lo conocieron, él fue un Hermano que los conoció los comprendió y los quiso.
Los jóvenes obreros le debían el pertenece a la obra admirable del San Labre, que consideraba una obra de santidad. Muchos de los que él había conocido niños, llegaron a ser militantes del Sindicato Católico empleados, reconocido por el Gobierno, le facilitó a mucho la inscripción a este organismo y más tarde muchos de ellos vinieron agradecérselo.
Una palabra para describir al Hermano Baptiste Paul fue apóstol de la niñez y juventud parisiense, dejando entre ellos un recuerdo permanente.
El cura de la parroquia donde el ejerció su función de Director al fin de su vida, vino a la Rue de Sevres a visitarlo durante su enfermedad.
Después de su piadosa muerte, quiso celebrar su funeral con toda solemnidad acompañado de sus vicarios. Asistieron al mismo una muy numerosa participación de Hermanos, profesores de las escuelas libres, jóvenes del Sindicato de San Labre y miembros del sindicato cristiano, además de muchos antiguos alumnos.