Hno. BECAIRE ANDRÉ
Adrien André Malige
1855 + 31- VIII – 1922
No se escribió la biografía del Hermano Becaire André. Se acudió a los Archivos de la Casa Madre de Roma y a los del Distrito de Francia en Lyon y la respuesta fue la misma.
Frères ayant été au Mexique et leur grande fiche
Fils de Jean-André et de MOULNI Marie, né le 10/12/1855 au hameau d’Estivareilles, commune d’Estables, canton de Saint-Amans (Lozère).
Hijo de Juan Andrés y de Molin María, nació el 10 de diciembre de 1855 en la aldea de Estivareilles, comuna de Estables, en el cantón de Saint-Amans (Lozère)
Formation. Entré au noviciat de Paris le 22/09/1873, il y reçoit l’habit le 08/12/1873. Vœux. Annuels le 24/09/1875 à Paris, de 3 ans 20/09/1880 à Paris, perpétuels le 18/09/1884 à Athis-Mons. Diplôme. Brevet le 12/09/1882 à Paris.
Formación. Entró al Noviciado de París el 22 de septiembre de 1873 y recibió el hábito el 8 de diciembre de 1873, Sus votos anuales los emitió el 24 de septiembre de 1875, en París, y 3 años después, el 20 de septiembre de 1880 hizo su profesión perpetua. Obtuvo en 1884 su Brévet de estudios.
Mutations et emplois :
Paris [8e] Saint-Philippe-du-Roule, petite classe, le 29/09/1874 Paris [6e] Saint-Nicolas Orphelinat, le 01/04/1880 Caluire [Rhône], Noviciat apostolique [préparation : Mexique], le 18/09/1909 Toluca, classe, le 28/02/1910 Saltillo, Directeur intérimaire, le 25/06/1910 Zacatecas, économe, le 11/01/1911 Zacatecas, sous-Directeur, obédience du 29/01/1913
Paris [4e] Saint-Louis-en-l’Ile, Directeur en 1920 Mort le 25/03/1923
Empleos
París, en Saint Phiuippe du Roule, en clases elementales, el 29/09/1874 en París, Saint-Nicolas Orphelinat, el 01/04/1880 Caluire, Rhone, Noviciado apostólica, preparación para ir a México. El 18/09/1909 imparte clase en Toluca en 28/02/1910 y en Saltillo, como Director provisional el 25/06/1910. En Zacatecas ecónomo el 11/01/1911 y tiene obediencia de Sub Director el 29/01/1913
Es Director en París, en Saint Louis en l'Ile en 1920.
Llamado por Dios el 28/03/1923
Escribió una carta al Hermano Adrien, entonces Asistente, con todo el relato del viaje de Zacatecas a los Estados Unidos. La mañana del 24 de junio de 1914,
“Estoy muy triste por la noticia que le voy a anunciar: el 23 de junio último, martes, después de tres días de violentas acciones de los revolucionarios. Tomaron por fin Zacatecas por la mañana de ese día 24 se dedicaron a hacer catetos en las casas de la ciudad, bajo el pretexto de encontrar armas u oficiales escondidos.
En la tarde a eso de las 2, un oficial seguido de algunos soldados, se presenta en el Colegio y nos obligan a seguirlos. No estando todos reunidos en la sala de comunidad, se contenta en llevarse al Hermano Director y el Hermano Adolphe François, para llevarlos a presentar ante el general de nombre Tomás Urbina.
Desde ese momento no tuvimos noticias de ellos, hasta el día 28. Los 14 restantes después de 4 horas en el patio de honor en espera, fuimos conducidos ante el General Manuel Chao, y encerrados en un cuarto donde todo faltaba. Diez minutos después el General los hizo el siguiente interrogatorio:
¿Quiénes son ustedes? Nosotros somos franceses.
¿Son ustedes sacerdotes? No, nosotros somos profesores.
¿Están ustedes imbuidos de las ideas constitucionalista? No, nosotros somos indiferentes a toda política y no lo somos.
Ahora, reflexionen y determinen entre ustedes la suma que ustedes pueden dar, y sobre todo que no sea una suma insignificante, de lo contrario emplearemos otros medios... Estamos separados de nuestro Director, y no tenemos dinero...
Quedamos prisioneros desde el 24, hasta el 27 por la tarde; Sufrimos físicamente, pero sobre todo moralmente. Los cadáveres que desde hacia tres días estaban en las calles, exhalaban un olor nauseabundo e insoportable. Las personas tenían piedad de nosotros, y como podían nos llevaban para nuestra subsistencia. Entre los Hermanos muchos estaban fatigados, pero a pesar de todo y de nuestras reiteradas peticiones no sabíamos nada sobre nuestros dos Hermanos, lo que nos tenía desconsolados.
El viernes 26, el agente consular francés pasó por la prisión y pudimos avisarle sobre nuestra situación. Él hizo todo lo que estaba de su parte para liberarnos, pero no obtuvo nada de los jefes, que no entendían otra razón que la fuerza y las armas. Esa misma tarde fuimos amenazados con ser fusilados si nos resistimos si no entregamos la suma considerable que ellos pedían. Nosotros respondimos que al estar separados de nuestro Superior no podemos resolver nada en su ausencia.
Poco de tiempo después, fuimos tranquilizados de que no teníamos nada que temer, nos lo dijo un coronel que había escuchado las suplicas de un grupo de nuestros amigos, pidiéndole que nos dejará en libertad. El General que se había portado muy duro con nosotros y no nos dirigía la palabra. El sábado a eso de las 7 de la noche, y después de haber escuchado a las personas que abogaron por nosotros; bajo nuestra palabra de honor, regresamos a casa.
¿Pero cómo estaba la casa? Todo estaba volteado de cabeza. Cateado, robado mucho por los revolucionarios, eso había pasado también a las familias ricas. Naturalmente ese domingo por la mañana, nuestra inquietud fue el buscar como saber sobre el paradero de nuestro Hermano Director y del Hermano Adolfo. Los alumnos nos dijeron que ellos vieron como los llevaban hasta la mitad del cerro de la Bufa, a 500m de nuestra casa y que ahí los habían fusilado,
Inmediatamente el doctor y otros grandes amigos de la casa, con las autorizaciones necesarias y acompañados de algunos trabajadores, llegaron al lugar indicado. Y reconocieron los cadáveres siguientes; el del Padre Capellán, un santo sacerdote, el del Hermano Director y el, del Hermano Adolfo. Los cuerpos estaban semi enterrados y ya en putrefacción. Piadosamente ellos los pusieron en los féretros y los trasportaron al cementerio bastante lejos de ahí, y fueron sepultados en un terreno reservado para el obispado, donde ya descansaban dos Hermanos de esa comunidad de Zacatecas. En el cementerio están en el orden siguiente: el Capellán en el centro, el Hermano director a su derecha y el Adolfo a su izquierda.
Los gastos de los entierros fueron pagados por los grandes amigos de los Hermanos de Zacatecas. Por prudencia, ellos no quisieron que nosotros asistiéramos, tan grande era el peligro que nosotros corríamos.
El domingo no tuvimos misa, pues desde el 24, todos los sacerdotes de la ciudad fueron encarcelados y obligados a dar un millón de pesos, si quería ser liberados y si no que se prepararan para el fusilamiento.
Pero sí bien nos encontrábamos bien en nuestra casa, no estábamos seguros, fuera reinaba el régimen de terror. Es un infierno decía la buena gente y toda persona que se oponía al régimen revolucionario era fusilado de inmediato,
El lunes 29, cuando rezábamos nuestras oraciones de la mañana, sonó la campana: y la orden dada era que regresáramos a la prisión. Se intercede por nosotros: inútil el llevar algunas cosas, tampoco los hábitos religiosos. Y esa tarde nos embarcaron para Torreón en un tren militar. Estuvimos de pie durante una hora en uno de los vagones, pero obtuvimos que fuéramos enviados a uno mejor, era un vagón que la mitad estaba lleno de maíz. ¡Dios sea bendito! Pues ahí estábamos satisfechos.
¿Pero cómo sobrevivir? Algunos soldados tenían piedad de nuestra suerte y calladamente nos ayudaban. El 1º de julio llegamos a Torreón hacia medio día, llevados a una prisión fuimos cambiados a otra. Nos resignábamos a la voluntad de Dios que vendría en nuestra ayuda. Una dama muy cristiana y muy influyente con los jefes revolucionarios. Ella se dio cuenta de que íbamos a la prisión cuando pasamos por la calle. Poco después de que fuimos encerrados en una sala, una especie de establo, de donde acaban de llevarse a los caballos, ella nos llevo, para nuestro asombro, una comida reconfortante. ¡O dulce y santa Providencia que sabes velar sobre tus creaturas, sé para siempre bendita!
El 2 de julio, a medio día no habíamos comido nada, Dos Hermanos, obtuvieron el permiso para ir a visitar a la señora que les había ayudado en la ciudad. En la calle uno de los jefes los llama y les dice; váyanse lo más pronto posible porque están en grave peligro. De regresó a la prisión, nos encontramos con otro jefe que había llegado de Saltillo y era amigo íntimo del General que nos mantenía prisioneros, y nos trasmitió la siguiente orden: Vengo de asistir de un banquete de oficiales, y la decisión fue ya tomada, ustedes van a ser fusilados hoy a las 10 de la noche. Si desean salvar sus vidas, denme el dinero. Teníamos poco dinero y después de haber conferenciado con el General, sin la intervención de ningún cónsul, nos exigió la suma de 5000 pesos. Nosotros ofrecimos 2100 que teníamos, entonces dos Hermanos salieron para pedir ayuda para conseguir lo que nos faltaba.
El señor cura de Torreón nos dijo que diéramos la suma que nos pedía y él mismo nos prestó lo que faltaba.
Hacia las diez de la noche, fuimos al fin liberados, pero con una orden formal de salir del país en el primer tren. Pronto nos refugiamos en el local de nuestra antigua escuela que tuvimos en Torreón. El cónsul francés avisado, buscó entrevistarse con el General en jefe, pero imposible, pero imposible ya que estaba en Saltillo para arreglar las diferencias que tenía con Carranza.
Vivimos de limosna durante todo ese tiempo que permanecimos en Torreón. El 6, la hermana del ministro de finanzas de Carranza, sabiendo que estábamos ahí, y estando ella encantada de la educación que habían recibido sus hijos en nuestro Colegio de Monterrey, se ofreció para salvarnos. Como ese día a medio día, el jefe Villa iba a cenar con ellos, aprovechó la ocasión para pedirle nuestra pronta liberación y el transporte gratuito hasta la frontera. Escuchada su petición, pero sólo de palabra, ella nos avisó de inmediato. Para tener un salvoconducto nos dirigimos al Cónsul. Él pudo obtener del general Villa el pase que nos permitió que nos llevaran gratuitamente a la frontera en un vagón especial reservado y protegido por dos oficiales de su confianza.
Fue hasta el viernes 10, a medio día que pudimos partir, pues las vías férreas no estaban totalmente restablecidas. El viaje se efectuó en las mejores condiciones. Llegamos el 11 por la tarde a El Paso, pasamos la noche en un hotel cercano al mercado.
La mañana siguiente, domingo, nos presentamos a los Padres Jesuitas, que nos recibieron amablemente y nos dieron indicaciones muy útiles. Nos aconsejaron que fuéramos a la Comunidad de Santa Fe, distante solamente 14 horas, por tren del Paso; esta comunidad nos podría recibir sin muchas dificultades.
Por otro lado, el Agente Consular de Francia, en El Paso, hizo todas las negociaciones para obtenernos boletos a medio precio.
El 12 por la tarde, salimos para Santa Fe. Recepción fraterna de parte de los Hermanos de esta Comunidad.
PD: Los sacerdotes de Zacatecas que fueron hechos prisioneros al mismo tiempo que nosotros y que con las limosnas recogidas solo tuvieron 100 000 pesos fueron torturados y llevados a Torreón, después del maltrato fueron deportados. Abandonados en un nuevo país, sin ningún medio de subsistencia, ellos conservaron de nosotros un religioso recuerdo y oraban a Dios para que bendijera nuestras obras.
Mi querido Hermano Asistente:
Su telegrama nos ha consolado y nos a dado el valor para soportar la prueba hasta el fin,
Durante tres semanas de penas y dificultades de todas formas, los Hermanos han mostrado una gran resignación y un abandono completo a la voluntad de Dios. Es realmente hermoso, ver la disposición de los Hermanos para entregar su vida por nuestra santa religión. Hemos tocado con nuestras manos la protección de nuestros queridos fusilados, pues ellos han muerto como mártires de su deber,
Estamos profundamente conmovidos en haber encontrado tanta simpatía y ayuda de parte de los habitantes de Zacatecas.
A nombre de todos los Hermanos, me reitero como su muy humilde y obediente inferior. H, Bécaire André