Hno. NOB FAUSTIN
Gilbeaud Jean François Regis
1872 + 20 – VIII- 1925
Jean François Regis nació en Saint Front en la diócesis del Puy.
Soldado los primeros años de su vida activa, nuestro Hermano salvaguardó su vocación gracias a la fidelidad a la oración, el amor al estudio, y su constancia de acudir cada tarde a la comunidad de la ciudad donde se encontraba su guarnición militar.
Terminado su servicio en el cuartel, el Carísimo Hermano Nob Faustin regresó a su antigua comunidad de Vaujours cercana a París. Incansable trabajado, siguió con gran constancia sus éxitos, estudios personales que le permiten conquistar el Brevet Superior, después el estudio de las ciencias naturales con especialización en química,
Dotado de una brillante inteligencia y una capacidad de trabajo superior al término medio, pronto adquirió una real competencia en sus asignaturas.
Era muy entregado y generoso, se daba por entero a sus alumnos, y ellos le apreciaban y querían. La piedad, el buen espíritu y la aplicación reinaba en su clase.
El celoso profesor se las ingeniaba para confeccionar el mismo los aparatos de química o de física que necesitaba para sus laboratorios. Si un aparato hacía falta para un experimente, él lo reemplazaba por otro teniendo los mismos resultados, a veces con un poco de dinero construía otro y el experimento tenía éxito; él era maestro de las clases teóricas y de las experimentales al manipular los instrumentos.
Cuando en 1908, la escuela fue, por decreto, un establecimiento laico, Vaujours debió ser abandonado por nuestro Instituto. El Hermano Nob no dudo para nada el atravesar el océano, para ir al lugar donde la obediencia lo destinara.
En otro escenario, México, reinició su labor de educador, hasta que una rara enfermedad le obligó a dejar la clase, sin dejar por eso de seguir estudiando.
Una sodera progresiva de la cual fue atendido, obligó a los Superiores a confiarle empleos del temporal: como la administración económica de las escuelas de Zacatecas, Puebla y San Borja; o bien el cuidado del jardín y del establo.
Sus actividades intelectuales se orientan ahora en el sentido de lo que le indicó la obediencia: cierra los libros de química y se dedica al estudio de la zoología y la agricultura. Esta ansia de saber no le impedía hacer sus obligaciones.
La revolución mexicana obligó a nuestro Hermano a trasladarse a los Estados Unidos y vivir en la comunidad de Ammendale, él aprovechó esta oportunidad para acrecentar sus conocimientos lingüísticos: en pocos meses entendió la lengua inglesa y se pudo comunicar en esta lengua perfectamente.
De regreso a México, en 1915, el Hermano Nob Faustino, se dedica a reconstruir materialmente San Borja, en un suburbio de la capital. Durante diez años él fue agrónomo, veterinario, panadero, albañil, carpintero, ecónomo y cocinero, muchas veces hacía varias cosas al mismo tiempo otras se las iba alternando. En cada uno daba lo mejor de sí, al grado que los Superiores admiraban su inteligente actividad.
Su robusta constitución le permitía realizar las múltiples actividades que llenaban su jornada. Se levantaba antes de las cuatro de la mañana, y era el último en acostarse, no sin antes asegurarse que todo estaba en su lugar. Durante su día, ningún ejercicio de Regla era omitido: Meditación, misa, comunión, rezo del rosario, si no lo hacía a la hora indicada lo suplía en el tiempo de descanso.
El hacía con su actividad el trabajo de dos hombres robustos, o al menos ingeniosos. No se quejaba de nada, era duro consigo mismo, mientras que con los otros era condescendiente por naturaleza. Con amabilidad recibía a los pedigüeños, y sin decir palabra trataba de tener contento a todo mundo.
¿Se podría pensar que siendo un hombre tan activo y con tantas tareas que realizar sería un hombre un poco negligente con su persona?
Este descuido le habría sido fatal.
En septiembre de 1925, el Hermano Faustino se hirió, la herida parecía cicatrizar, pero pronto volvía aparecer el mal, en realidad era un tumor canceroso que había ya invadido los tejidos. Su brazo se hinchó mucho y comenzó un dolor insoportable; nuestro Hermano quería acabar con el dolor gracias al trabajo manual.
La situación no mejora, hubo que llamar a los médicos, ´pero era ya muy tarde; el mal era sin remedio ya.
Ahora poco a poco, el paciente se familiariza con la idea de una muerte próxima e inevitable, conforme el mal fue aumentado fue dejando sus ocupaciones y su empleo, una tierna piedad ocupó el lugar de la actividad desbordante en la que había vivido. Esta piedad confiada en Dios, viene a ser, para el Hermano, el alimento y sostén de sus últimas semanas de vida.
Era una nueva faceta en esta alma valiente, después de su ejemplo de energía en el trabajo, el mostraba ahora el ejemplo de la energía en el dolo. Un Hermano le dijo: “Puede ser posible de obtener de Dios, por medio de la intersección del Hermano Exuperien una curación milagrosa.
El Hermano Exuperien, respondió el enfermo, era un amante apasionado de la cruz. Yo le pido ahora que me dejé sufrir mucho, sea antes de que me cure, o antes de que me toque morir; a fin de que mi purgatorio se disminuya.”
Sus palabras no eran efecto de un entusiasmo pasajero o de una orgullosa presunción. Nunca el cáncer que iba progresando arrancó, de nuestro valeroso enfermo, una queja.
Mientras tanto, las ramificaciones del mal invadía los pulmones y el corazón; el permanecía en silencio sentado en su sillón de agonizante, cuando sentía que no había nadie; exhalaba su dolor en ardientes suplicas a Jesús Crucificado y a María Santísima, Madre de los Dolores.
Esta crucifixión duró cerca de tres meses, el enfermo se alimentaba solamente de esperanza: El Hermano Superior General está en América, decía él, que el Buen Dios me conceda la gracia de tener vida para poder recibir de él su bendición antes de morir.
El Buen Dios le pidió este último sacrificio y el 20 de agosto el Hermano Nob Faustin compareció delante de Él. A quien había consagrados su intensa vida de trabajo y oscuro sacrificio.