Hno. CHARLEMAGNE DE JESUS
Jean Baptiste Lacour
1867 + 15 VI 1922
Jean Baptiste nació en d'Olliergues, diocésis de Clermont Ferrand. Miembro una numerosa familia de Auvergne.
Siendo niño fue uno de los primeros alumnos en la escuela que los Hermanos abrieron en d'Olliergues, su parroquia natal. Cuando cumplió 12 años no tenía más que una instrucción muy rudimentaria.
Pidió al Hermano Director ser puesto en la primera clase, prometiéndole estudiar mucho y trabajar para reparar el retraso; su aplicación fue grande, al grado de que en poco tiempo pudo presentar el examen oficial que certificaba sus estudios primarios.
Con mucho trabajo y una conducta irreprochable, que explica su adelanto, un día, el muchacho se presenta ante su maestro y le expresa el deseo que tiene de ser Hermano de las Escuelas Cristianas. La respuesta del Hermano fue: Reza y reflexiona... lo veremos después. Algunas semanas más tarde, un Hermano del Distrito de Nantes, pariente de su familia, se encontraba en su provincia. El Hermano vio al muchacho, su pariente y, conociendo sus deseos, lo lleva al Noviciado de Nantes, donde más tarde dos de sus hermanos llegaron también para ser Hermanos.
En el Noviciado recibió el nombre de Hermano Charlemagne de Jésus, teniendo la suerte de haber sido formado por el Hermano Dosithée Marie. Después de su ferviente año de noviciado pasó al Escolasticado, donde se distinguió por su entrega al estudio y al trabajo, así como por su piedad y su regularidad.
Terminando esta etapa fue enviado a iniciar su labor docente en Fontenay-le-Comte, donde fue maestro de varias clases del colegio, distinguiéndose por su carácter firme y una gran autoridad con los alumnos, de los que fácilmente obtenía el orden, la piedad y la aplicación en los estudios, así como excelentes resultados en los exámenes oficiales, que eran la corona de su esfuerzo.
En septiembre de 1893 fue enviado al Pensionado de la Magdalena, en Nantes, primero en las clases de los medianos y después de los mayores, obteniendo igualmente excelentes resultados, gracias a su espíritu metódico, su tenacidad y su perseverancia. La formación religiosa de los alumnos era para él su principal objetivo y preocupación. Él no dejaba su propio estudio y, así fue adquiriendo los distintos Diplomas de primaria, primaria superior, secundaria moderna y otros más, que le permitieron adquirir una gran experiencia en la enseñanza.
Uno de sus antiguos alumnos, que entró a nuestro Instituto, escribió: "Tuve la suerte de tener al hermano Charlemagne de Jésus como profesor durante tres años. En ese tiempo fue para mí el modelo del maestro entregado, preocupado por el progreso de los alumnos en las ciencias profanas, pero sobre todo en las ciencias religiosas, consiente, imparcial y juicioso, preocupado por el aprovechamiento de los alumnos. Nosotros le temíamos un poco, ya que siempre estaba serio, era un poco rígido, pero también lo estimábamos y amábamos, porque sabíamos que quena nuestro bien y nuestro perfeccionamiento intelectual y moral. Exigía que las lecciones fueran siempre perfectamente hechas y las tareas hechas con cuidado. El tiempo de las clases era escrupulosamente empleado. Faltando algunos minutos antes de la siguiente clase, un alumno era enviado al pizarrón, escribía algunos ejercicios de algebra o geometría como tarea. Los días de paseo, que había mal tiempo, los empleábamos en hacer ejercicios de matemáticas y problemas que aceptábamos con gusto y, algunas veces hasta los pedíamos; nos inspiró el gusto por las matemáticas. Su ejemplo nos invitaba a trabajar, sabíamos que él mismo estudiaba mucho por las noches, mientras nosotros descansábamos, empleando muchas horas en sus estudios preferidos.
El Hermano era muy enérgico, no toleraba la falta de esfuerzo y de hombría, en nuestra escuela. En la capilla se mantenía siempre derecho y no se apoyaba nunca.
Nos acostumbró a no quejarnos nunca de las inclemencias del tiempo, a soportar el frio del invierno y el calor en el verano. Era exigente consigo mismo. Un día, en el verano, en que debía tener una operación dolorosa en una mano, llegó al salón para, como de ordinario dar su clase, pero no lo hizo, porque recibió una orden formal del Hermano Director para que la suspendiera.
Nuestra formación moral y cristiana era una de sus preocupaciones principales y particulares. Era el vigilante modelo; nosotros no podíamos escapar de su mirada vigilante, tanto en clase, como en los recreos, en el comedor o en el dormitorio. En los paseos iba de adelante hada atrás, a fin de darse cuenta de lo que conversábamos y, a la vez, de tomar precauciones. Su presencia en si misma nos mantenía en el cumplimiento de nuestro deber.
Sus catecismos estaban bien fundamentados en la doctrina, pero sobre todo eran pacticos. Nos invitaba, sin cesar, a la frecuentación de los sacramentos de la penitencia y la Eucaristía e, igualmente, nos insistía en la manera de confesarnos. Nos había iniciado a la meditación de las grandes verdades de nuestra religión y nos congregó para hacer este ejercicio de oración durante algunos minutos, que teníamos por las mañanas. En la capilla teníamos la Santa Misa. Por las tardes, en la oración, hacia el examen de conciencia. Igualmente, por las tardes, nos infundió el hábito de rezar diariamente el rosario, antes de la cena, o bien ya en el dormitorio, e igualmente a esa hora nos hacía un examen de conciencia, pasando revista de las faltas que habíamos podido cometer durante el día. En resumen, puedo decir, que es en gran parte el ejemplo de este venerado profesor a quien debo el insigne favor de haber abrazado la vida religiosa".
Al inicio de 1898, el Hermano Charlemage fue electo subdirector y prefecto de disciplina; la autoridad que tenía sobre los alumnos le facilitó su labor para que reinara el orden y la regularidad. En enero de 1904, los Superiores, apreciando sus cualidades, nada ordinarias, le confiaron la dirección del Colegio y de la escuela gratuita que estaba anexa. Por su firme y sabia dirección, nuestro querido hermano conservó la reputación de la institución, de trabajo y piedad, adquirida por los anteriores directores.
El Hermano Director exige de sus inferiores la práctica de la Regla, era él, el primero en dar ejemplo, por su puntualidad en todos los ejercicios, al menos en los que sus funciones se lo permitían. Tenía una gran bondad para con los Hermanos y quería agradarlos. Si a causa de su carácter enérgico, se había mostrado muy severo, trataba de reconocerlo y decirles que lo había hecho por su bien. Pero pronto llegó el decreto en que mandaba clausurar esta casa y cerrar las puertas a maestros y alumnos.
En sus tristes conjeturas decidió irse al extranjero. En consecuencia, él, y la mayor parte de la comunidad partieron para el Escolasticado apostólico de Clermont Ferrand para estudiar español. A finales de junio de 1907, una caravana de 13 Hermanos se embarcó en Barcelona con destino a México.
La actividad del Hermano Visitador de este lejano país, pronto les encontró un empleo, antes de su llegada: Querétaro será el campo de acción del grupo liderado por el Hermano Charlemagne de Jésus.
El valiente obispo de la diócesis Monseñor Camacho, hizo para los Hermanos una gran recepción, de la cual los testigos se han acordado siempre. Su Coadjutor, Monseñor Don Manuel Rivera, no fue menos simpático y, más de alguna vez, convertido en el obispo titular, por la muerte de Monseñor Camacho, en 1908, su generosidad para con los Hermanos fue digna de los tiempos apostólicos.
Los Hermanos asumieron la dirección de un colegio: El Liceo Católico de Querétaro, hasta ese momento dirigido por sacerdotes de la diócesis; nuestro Hermano recibió la dirección. Los principios fueron difíciles, pero las pobres esperanzas de los dos obispos fueron sobrepasadas. "Si ustedes tienen diez internos y 20 externos para comenzar va a ser magnífico", le había dicho Monseñor Camacho al Hermano Director. Un mes después del inicio de clases en el Liceo, los alumnos fueron al obispado a presentar sus mejores deseos para el inicio de año, eran sesenta internos y ciento diez externos. Hay que ver la alegría del digno y viejo obispo, el cual, después de haberlos contado gritó con gran placer: iAhi, Camacho, tú puedes cantar ya tu Nunc Dimatis. El Liceo ha resucitado.
Gracias al talento organizador del Hermano Charlemagne, el programa de estudios de la Preparatoria, correspondiente al Bachillerato francés, fue implementado con éxito, cambiando las expectativas que se tenían sobre la nueva administración.
La reputación del Liceo se extendió fuera del Estado de Querétaro, las autoridades civiles reconocían el mérito de la enseñanza impartida y le dieron valor académico. El año siguiente el número de alumnos aumentó mucho. Monseñor Rivera ordenó cambiar el Liceo al local del seminario, el cual iría a ocupar el lugar del Liceo. Las dates fueron adaptadas de acuerdo a las prescripciones de nuestra Regla; se construyeron nuevos dormitorios, patios de recreo más espaciosos, permitieron a los alumnos un mejor descanso y esparcimiento. La vasta capilla recibió ricos ornamentos que contribuian a realzar las ceremonias religiosas. El Hermano Director cuidaba que esas grandes fiestas fueran celebradas con la mayor solemnidad posible y se le veía supervisando la decoración del santo lugar, asistiendo al ensayo de canto, motivando y premiando.
Nuestro Señor bendecía los esfuerzos realizados, con la prosperidad del Liceo; en 1914 se contaba con ciento ochenta internos y cerca de doscientos externos y, esto, a pesar de las dificultades que representaba la revolución que ya tenía tres años; se continuaba adaptando el lugar para un número de jóvenes que esperaban poder entrar. He aqui que la muerte de los dos Hermanos fusilados en Zacatecas, por una nueva insurrección, vino a avivar el temor y las lágrimas.
En efecto, pronto las tropas armadas invadieron Querétaro. Se aconsejó a los Hermanos de que huyeran, pero ¿a dónde ir? La ciudad estaba sitiada, los alumnos internos habían sido enviados a sus casas; el Capellán había consumido las Sagradas especies. El valiente Hermano Director animaba a todos los Hermanos para que tuvieran confianza en la Divina Providencia, pero el IQ de agosto fue llamado a comparecer, junto con otros cuatro Hermanos ante el comandante de la plaza, esa fue la ocasión de vivir una gran angustia.
Una sentencia acusatoria estaba ya preparada para ellos: "Ningún cargo se ha hecho contra ustedes, les dijo, pero el carácter religioso de su enseñanza los pone fuera de la ley; en consecuencia, son invitados a dejar el país inmediatamente por Laredo. El Hermano Director le señaló que los Hermanos eran ciudadanos franceses, y que no podrían salir por Laredo ya que los puentes estaban destruidos y, además, que Laredo estaba a 900 kilómetros de distancia.
En atención a que eran franceses, se les trataría en forma especial a los Hermanos: les dieron 36 horas para preparar su viaje, con vehículos puestos a su disposición. De regreso a la comunidad, los Hermanos trabajaron activamente en la preparación para el viaje, pero después de treinta horas de una preparación seria, llegó el Cónsul francés, que había hecho muchas negociaciones, les advierte a los Hermanos que su viaje tenía que ser en dieciséis días solamente y durante este tiempo permanecerán prisioneros en su propia casa. Privados de la Santa Misa y de la Comunión, suplieron esto con múltiples oraciones, en la capillita del jardín.
La confianza en Dios y el buen humor nunca los abandonó.
El 14 de agosto se nombró un nuevo comandante de la plaza. Una delegación de cinco Hermanos, fueron a saludarlo, con el fin de conocer sus intenciones. La recepción fue cortés, pero se terminó con estas palabras: "En pocos días yo les haré conocer mi decisión". No habían pasado dos días y los Hermanos fueron avisados de que tenían que dejar el país en veinticuatro horas, en caso contrario los conducirían militarmente hasta la frontera. A pesar de las valerosas luchas emprendidas por un grupo de madres de familia, ante las autoridades de la población, en las que ellas pedían conservar a los educadores de sus hijos. La orden de expulsión fue renovada, un vagón destinado al trasporte de ganado, les fue asignado. Al día siguiente, por la mañana, fue la salida ante una multitud muy simpática. En San Luis Potosí se detuvieron dos días, durante los cuales los hermanos pudieron pasearse por la ciudad con cierta libertad, recibiendo muchas muestras de cariño y agradecimiento de parte de los padres de alumnos que fueron internos en Querétaro. Al tercer día el viaje continuó y al llegar a Saltillo el contingente aumentó con los Hermanos de Saltillo. Por fin llegaron a la frontera y continuaron su viaje hasta Nueva Orleans, para continuar después hasta la Habana, donde los habían precedido otros Hermanos salidos de México.
Después de unas semanas de descanso el Hermano Charlemagne de Jésus fue enviado, con buen número de Hermanos a Nueva York, para que se perfeccionara en la lengua inglesa. Se manifestó como un excelente alumno, siempre alegre a las horas de descanso y recreación y muy puntual a sus ejercicios religiosos. En el mes de noviembre fue nombrado subdirector del Noviciado de Pocantico Hills. Durante un año dio lecciones de francés, explicaba la liturgia, daba clases de catecismo y ayudaba en todos los servicios que podía y que el dictaba con gran amor al Instituto.
Al inicio de 1916 los Superiores decidieron agrupar en algunas casas de Nuevo México a los Hermanos que la revolución había echado de México. Nuestro Hermano fue destinado a Santa Fe, para preparar los diversos cambios. la prudencia que manifestó en esta labor fue por todos alabada. Al año siguiente se le nombra director del Internado y colegio de la ciudad de Santa Fe, donde ya se encontraba. Sus cualidades de buen administrador se manifestaron en los cambios realizados en las instalaciones de la escuela.
El avance espiritual de la comunidad lo tenía muy presente: todos los 11,1 meses les organizaba un pequeño retiro, asi mismo hacía leer las circulares del Hermano Visitador en el comedor, insiste con gran empeño en la observancia de la Regla, pero su mejor predicación era el ejemplo que daba. Era el primero en estar para los ejercicios espirituales regulares, y era admirado por los Hermanos por su energia.
De tiempo atrás sufría de sus riñones, e igualmente de una tuberculosis que se comenzó a manifestar en su garganta, pero él disimulaba sus sufrimientos diciendo siempre que estaba bien y que tenía una salud excelente; se negaba a recibir cualquier cuidado que lo distinguiera de los Hermanos y, más aún si era tomar un poco más de descanso por las mañanas. Nunca se ausentaba de la comunidad, excepto por orden de los Superiores; todos los asuntos eran tratados en el menor tiempo posible. Hombre del deber, era muy regular, no titubeaba en llamar a un Hermano cuando se ausentaba sin permiso, cuidaba que los Hermanos cumplieran con la vigilancia a la hora marcada; toda negligencia en la vigilancia le parecía una falta grave y decía: "Somos responsables de nuestros alumnos delante de Dios, sobre todo por las faltas, que por nuestra falta de vigilancia ellos cometan".
Excelente director, motivaba a los Hermanos, principalmente a los principiantes. Muchos de ellos reconocieron que le debían su perseverancia y gracias los cuidados paternales que les brindaba. Era muy estricto para si mismo, pero muy atento y cuidadoso con los Hermanos; cuando uno estaba fatigado o enfermo, él estaba listo para sustituirlo ya fuera en clase o en las vigilancias.
El Hermano Charlemagne de Jésus se distinguía por su gran amor al Instituto; ninguna cosa que no pudiera contribuir a su buena reputación le era desconocida; los métodos del Instituto fueron los suyos, los libros publicados por el Instituto siempre fueron sus preferidos, seguido era muy generoso con las casas de formación. A alguno un día le criticó, le dijo: "el dinero de la comunidad debe ser empleado en el mejoramiento de nuestro establecimiento" y, agregó en el momento: "En una casa hay cosas necesarias y otras que son solo comodidades, de las que usted habla son de estas últimas. Hay que hacer pasar los intereses importantes antes de los pequeños intereses.
Gran motivador de los Hermanos y también de los alumnos; con una palabra sabía levantar la moral de un joven abatido. Los Hermanos oyeron decir a los alumnos mayores: El Hermano Director es muy bueno y santo. Detestaba las visitas y no las hacía sin una necesidad, pero recibía a los padres de los alumnos con una amabilidad que se ganaba a todos. Cuántas veces se oyó decir, después de su muerte: "Yo lloro, porque él, en cierta forma fue mi padre, siempre fue bueno para conmigo". El capellán de los Hermanos en Querétaro dijo: "En las confidencias íntimas que tuve con él conocí su espíritu realmente religioso, su carácter recto, justo y sencillo como lo pide Jesús. Tenía gran gusto en conversar con él porque era muy edificante. Todo en él respiraba la virtud y santidad de un verdadero religioso que me motivaba grandemente. Todo él respiraba la virtud y la santidad de un verdadero religioso. Digno imitador de San Juan Bautista de la Salle.
Un accidente, causado por la torpeza de uno de los alumnos mayores se produjo en diciembre de 1921 y aumentó los sufrimientos de nuestro querido Hermano, poniendo de relieve su gran paciencia. Estando en el patio de recreo un alumno lanzó una bola de nieve endurecida, que vino a pegar en el ojo derecho del Hermano Director. El dolor fue muy fuerte que el herido se desmayó. El médico vio que el cristalino se había desprendido y que la operación era peligrosa y que no había seguridad de buenos resultados, además, podría traer una catarata en el otro ojo. El buen Hermano Director soportó su mal con gran paciencia, encontrando palabras para describir la pobre naturaleza humana con las que hacía reír a los Hermanos, ellos estaban entristecidos por el accidente que había sufrido su director.
Antes ya había tenido dos accidentes: uno en Francia y el otro en el trayecto del viaje de Laredo a Nueva Orleans. Estuvieron a punto de quitarle la vida. Sobre ello escribió: "La vida es a veces muy dura, es una tragedia cuyo último acto no deja de ser sangriento". Esto llegará para él.
El 15 de junio de 1922, algunos días después de la distribución de premios, el Hermano Director organizó un paseo en un autobús. Después de los ejercicios espirituales de la mañana, seguidos por la bendición con el Santísimo Sacramento, los miembros de la comunidad partieron gozosos, en compañía de cinco alumnos internos. Ya habían recorrido treinta kilómetros y pasado una parte del camino muy difícil, cuando de repente, el autobús se desvió del camino correcto y se desbarrancó, volteándose con las cuatro llantas al aire en un barranco de cinco metros de profundidad.
¡Minutos de angustia terrible!
Uno de los Hermanos sentado detrás del conductor, viendo el peligro se preparó y pudo saltar fuera del autobús ¿Pero, y los otros pasajeros qué? Todos bajo el pesado vehículo. Según las leyes ordinarias las victimas tendrían que haber sido numerosas pero, por un milagro las victimas no fueron como se esperaba: los cinco alumnos salieron sin ninguna contusión, algunos Hermanos aún aturdidos por el accidente, cooperaron para ayudar a los heridos, casi la totalidad de los heridos solo tenían moretones en la cabeza o en los brazos o bien en el pecho... Pero, no era la misma situación para el Hermano Director y para el Hermano Agathon André.
El Hermano director tenía una grande y profunda herida sobre el ojo derecho y otra más profunda detrás de la cabeza. Cuando algunos Hermanos se ocupaban de lavar las heridas, otros habían ido corriendo a llamar por teléfono para pedir ayuda... El Señor cura de una población vecina acudió acompañado de un médico, pero el Doctor después de examinar al Hermano Director dijo: "Él no tiene remedio". En consecuencia, el buen Señor Cura le administró los últimos sacramentos y recitó las oraciones de los moribundos y, una hora después, sin haber recobrado el conocimiento, falleció en los brazos de los Hermanos.
La noticia del terrible accidente y, sobre todo, la suerte trágica de los dos Hermanos, fue conocida en todo Santa Fe y produjo una gran tristeza. Pronto una ambulancia fue enviada al lugar del siniestro y recogió a los Hermanos más golpeados, automóviles particulares llegaron y recogieron a los demás Hermanos ya los alumnos.
Con el fin de transportar los despojos mortales del Hermano Charlemagne y de su compañero, el Hermano Agathon André enviaron un carro fúnebre. Cuando el Señor Arzobispo supo que el cuerpo había llegado, Monseñor se hizo presente en el Colegio.
Su excelencia oró por los difuntos, consoló a los heridos y a todos los animó. Después, espontáneamente ofreció la Catedral para los funerales y se ofreció para celebrar una misa pontifical. Su excelencia regresó tres veces por la tarde, para tener noticias de los heridos y animar a los Hermanos.
A la mañana siguiente el cuerpo del Hermano Director fue expuesto en la capilla del colegio y a su lado estaba también el cuerpo del Hermano Agathon Andrés, que acaba de morir a causa de sus graves heridas. En esta ocasión la ciudad manifestó a los Hermanos sus sentimientos de pésame. Todo el día fueron pasando amigos, padres de los alumnos y otras personas que venían a rezar por el eterno descanso de los queridos difuntos.
El sábado, las honras fúnebres fueron celebradas en la catedral, llena, como los días de grandes fiestas. Siendo fiel a su promesa el Señor Arzobispo ofició la misa pontifical, rodeado de muchos sacerdotes, a pesar de que al día siguiente era "Corpus Chisti".
Su Excelencia quiso rendir un final homenaje al Hermano Director y expresar su admiración y cariño por todos los Hermanos.
Al terminar la Misa pontifical, Monseñor el Vicario General, confesor de la comunidad, relata en grandes rasgos la vida de las víctimas y exalta el espirito de sacrificio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y cómo viven una relación muy estrecha con Dios, y la caridad que existe entre los miembros de esta familia religiosa. Una vez dada la bendición, su Excelencia quiso acompañar el cortejo fúnebre hasta el cementerio y presidir las oraciones que la Iglesia eleva al cielo por el reposo del alma de sus hijos.
Un gran número de antiguos alumnos y amigos de los dos queridos difuntos, así como muchos bienhechores de los Hermanos fueron a expresar sus condolencias, otro gran grupo de personas enviaron sus condolencias y su admiración por el querido Hermano desaparecido.