14.- HERMANO ADOLPHE FRANCOIS
Jean François Théophile Gilles.
27 VIII 1869 + 24 VI 1914
14. HNO. ADOLPHE FRANCOIS
Jean Francois Théophile Gilles.
27 VIII 1869 + 14 VI 1914
El 27 de agosto de 1869 nació en Cubieres departamento de Lozere, de la diócesis de Mende, Francia y en la pila Bautismal recibió el nombre de Jean Francois Théophile, hijo de Jean Gilles y Francoise Raoalie Talagrand.
Pasó sus primeros años en Cubieres y ahí hizo su primera comunión del 1 de mayo de 1881 y la confirmación el 6 de mayo de manos del Señor Obispo Juien Costes.
Sus papás sostuvieron y animaron a su hijo en la piedad, haciéndolo un niño respetuoso y obediente.
El Señor Cura hacia promoción vocacional entre sus feligreses para las diversas congregaciones religiosas. Jean Francois estuvo algunos meses en la escuela que los Hermanos dirigían en Luc al fin de estudiar su vocación.
El adolescente tenía muy buenas disposiciones y una gran constancia en lo que deseaba, Con la anuencia de sus padres, el Hermano Director lo envía al Noviciado Menor de Paris a donde llegó el 4 de marzo de 1884 y ahí se relaciona con el Hermano Adrien Marie. En 1885 pasa al Noviciado y reviste el hábito con el nombre de Hermano Adolphe Francois; pasa al Escolasticado en donde trabaja con gran empeño en su formación religiosa y pedagógica, donde colma las esperanzas de aquellos que le dirigían.
En 1888 la obediencia lo envía como maestro principiante al Internado de Passy, en donde tuvo a su cargo diversas clases, haciendo su trabajo con sabiduría y abnegación, utilizaba un lenguaje expresivo y con palabras concisas. Amaba su comunidad y su internado con afecto casi filial. Profesaba un gran respeto a sus Superiores y su comunicación con ellos era de gran franqueza y de una gran comprensión.
El sueño que abrigaba esta alma apostólica era que los jóvenes de nuestros establecimientos fueran más tarde la élite de la sociedad. Él se preocupaba de su porvenir y se esforzaba en su formación rezando por ellos y dándoles consejos para que en las horas de lucha no desfallecieran y se desanimaran.
La piedad del Carísimo Hermano Adolfo Francisco era sincera, nada afectada, profunda y convencida, si no hubiera tenido una piedad bien fincada y profunda no había podido pasar por las pruebas que tuvo: el servicio militar en Argelia sin claudicar de su vida religiosa, fue después de dos años como maestro que afrontó esta prueba formando parte del batallón de zuavos de 1890 a 1893. Cuando regresa del cuartel, él feliz vuelve a revestir el hábito religioso y las labores de enseñanza, sin haber perdido nada de su fervor inicial y su deseo de apostolado.
De carácter amable y abierto, de nuestro Hermano, lo hacía muy simpático y le facilitaba el prestar servicio a todos; se ofrecía como voluntario a sustituir en las vigilancias y a otras labores. Con toda diligencia y entrega cuidaba su clase, donde era muy atento y cuidadoso en su enseñanza corrigiendo los trabajos y composiciones de los alumnos, este esfuerzo se veía plenamente recompensado por los resultados obtenidos por los alumnos en los exámenes. Su celo por la formación moral y religiosa era constante y no menguaba en nada ante los estudios profanos.
En 1905, el internado de Passy tiene que dejar París, para refugiarse en Bélgica e instalarse en Froyennes. A pesar de diferentes proposiciones de las cual él fue objeto, el Hermano Adolfo Francisco, no dudó un momento en seguir a los Hermanos que se expatriaban para guardar íntegramente su vida religiosa. Él respondió así a los deseos y votos de su virtuosa mamá recientemente fallecida que lo invitaba a darse totalmente a Dios.
En 1909, la obediencia lo llama a formar parte del personal de nuestro Instituto que sea enviado a México para fundar varios establecimientos pedidos por los obispos y la población católica de esta lejana tierra.
Va a Caluire para recibir una preparación; una semana antes de partir, el confesó a un cohermano que el poco de tiempo pasado en esta querida casa de retiro le había llenado su piedad y el silencio que ahí reinaba le había hecho más bien que un período de grandes ejercicios.
En estas palabras del Hermano Adolfo Francisco se ve la admirable acción de la gracia. El lenguaje de los hombres interiores le fue familiar: lo entendió muy bien y el sentido que tenían las siguientes palabras: Renuncia, cruz, sacrificio. Con la perspectiva de su apostolado lejano con sus imprevistos y su posible trabajo no le perturbaban antes bien él los había aceptado libremente y deliberadamente con todas sus consecuencias: el sacrificio de la familia y de la patria fue completo sin el mínimo pensamiento de volverse para atrás
Desde la llegada a México, nuestro Hermano fue destinado a Zacatecas. Donde sería el Inspector primer colaborador del Hermano Director Adrian- María, quien había sido su profesor en el noviciado menor de París. Joven aún, lleno de celo, emprendedor, entusiasta, idealista, pronto se gana el grupo de los internos, es el responsable de la disciplina. Sueña hacer del colegio donde se encuentra un mini Passy, en que reine la distinción, el espíritu de compañerismo, el mismo se entrega a esto.
La generosidad del Hermano Adolfo Francisco se manifestó principalmente en la ocasión de la enfermedad de varios hermanos, convirtiéndose en un inteligente enfermero, supliendo a los enfermos además en sus clases. El hecho de la vigilancia, el celo de preservar a los alumnos del mal y por cultivar una piedad sólida, franca, clara era una parte considerable de sus preocupaciones. Fue un intrépido organizador de juegos, como lo había sido en Froyennes. Para continuar su acción religiosa con sus alumnos, organizó fuera de la escuela una sociedad de perseverancia en ayuda de los ancianos.
Como todos los que buscan la gloria de Dios y el bien de las almas, nuestro Hermano encontró dificultades, que su naturaleza ardiente no supo siempre dominar, su corazón generoso sufría, pero lo soportaba sin desanimarse y continuaba con el mismo entusiasmo en el surco. Uno de sus colegas decía: Cada vez que sus maneras de actuar no parecían contrarias, le manifiesto mi sorpresa y mis sentimientos, pero esto me obligaba a apoyarlo y ser solidario con él, en lugar de criticarlo.
La obediencia del Hermano Adolfo Francisco estaba fundada en la convicción de que el Hermano Director es el legítimo representante de Dios. Practicaba con excelencia la obediencia. Los Hermanos encontraban siempre en él un amigo tierno y generoso. Por su caridad ardiente atraía a la juventud a la que amaba entrañablemente. Ninguna cosa le interesaba más que todo lo relacionado con la educación. Durante los paseos él hablaba sobre su tema favorito. De un carácter vivo, algunos podrían pensar que su compañía era desagradable, no era cierto; era un compañero franco, alegre, amable, generoso, de ideas brillantes, pero siempre rectas.
Los sufrimientos inherentes a la vida de un “Hermano misionero” no fueron para nuestro Hermano. Cuando llegamos aquí, decía, venía dispuesto al sufrimiento y a la prueba. En un grupo se permitía criticar las usanzas del país, él decía: respetemos esas usanzas, todas tienen una razón de ser y son la mayoría fruto de un apostolado de los padres franciscanos que han sembrado el espíritu y el sentido cristiano en estos pueblos.
Cordialmente unido al Instituto, es con una alegría filial que habla de las obras, de los hermanos que nos honran con su santidad o su ciencia.
La caridad el Hermano Adolfo Francisco fue siempre activa y desinteresada; ella fue la gran palanca de su vida, es sin duda la caridad la que le dio la fuerza y apoyo en las jornadas trágicas que marcaron la última etapa de su peregrinaje en la tierra. “tengo la firme confianza, escribió un Hermano, que él y su excelente director el Hermano Adrián María se encuentra colocados entre el número de los mártires