24.- HERMANO PEDRO CELESTINO Karl Joseph Schneider.
1853 + 12 XI 1919
Primer Hermano que llegó a México el 26 de noviembre de 1905, proveniente de los Estados Unidos. Anteriormente había trabajado en Ecuador y en Colombia. En México trabajó en Puebla, en 1913 dejo el país y se trasladó a Chile donde murió.
Karl nace en Steinbach, Friburgo, Gran Ducado de Baden, Alemania. En 1877 entra al Noviciado de Paris, siendo ya un joven de veinticuatro años, después de haber realizado sus estudios de humanidades con especialización en grecolatinas y de haber servido en el ejército, renunciando a una muy buena posición económica de su familia, que era muy cristiana y muy honorable, de donde salieron dos representantes en el parlamento del gran ducado.
De lo que hizo en el noviciado este joven aspirante, no ha quedado ningún testimonio escrito ni oral. Pero el fervor demostrado a lo largo de toda su carrera religiosa deja conjeturar que su formación fue excelente. En todo caso la solidez de su vocación y su saber le hicieron que fuera escogido para formar un nuevo grupo de Hermanos que debían ir al Ecuador. Como guía del grupo iba el Hermano Tellium, habiéndose embarcado en Burdeos, pero al llegar a suelo americano supieron que una revolución acaba de estallar en la república del Ecuador.
El Hermano Pedro Celestino dirigió sus pasos a San Francisco, California, después a Oakland. Durante su estancia forzada en los Estados Unidos, estudio el inglés y lo aprendió tan bien como su lengua materna, el alemán; no solamente el inglés usual, sino que también el literario, hablándolo y escribiéndolo con gran facilidad y una perfección que provocaba la admiración de las personas competentes.
Después de diecinueve meses, nuestro querido Hermano recibió una obediencia del Hermano Superior General, Wide con la orden de dirigirse a su destino primitivo el Ecuador a donde llego en septiembre de 1870, destinado a la comunidad del orfanatorio de Quito y más tarde fue enviado a Guayaquil, donde trabajó en varias clases, pasando después a la comunidad de Riobamba, donde fue titular de la clase de los mayores con gran éxito. Mucho tiempo después de su partida, sus alumnos seguían elogiando a su querido profesor al que llamaban: "Un religioso irreprochable y un maestro capaz, metódico y laborioso que sabía comunicar los valores, la virtud y la dignidad de cristianos".
1891. El Hermano Pedro Celestino fue nombrado director de la comunidad de Ambato, pero a los tres años volvió a ser solo profesor en el colegio de enseñanza secundaria de Quito, creado por el presidente de la república, Luis Cordero y confiado a nuestro Instituto.
En 1895 una nueva revolución estalla acompañada de persecución religiosa, arruinando las obras lasallistas en el Ecuador.
Nuestro Hermano deja este país, donde dejó una fuerte impresión como un religioso de valor y un hombre instruido, un educador verdaderamente apóstol. Tenía la ventaja de llevarse los conocimientos de una nueva lengua, aprendida bajo la hábil dirección de su amigo, el Hermano Miguel Febres Cordero, con quien habia estudiado durante seis años el español, convirtiéndose en maestro de esta lengua.
Regresando a Francia tuvo la gracia de seguir los ejercicios del Segundo Noviciado, después de los cuales estuvo un tiempo en Madrid, regresando luego a América del Sur, destinado a Colombia, donde fue director de tres comunidades sucesivamente: San Bernardo en Bogotá, el Internado de la misma ciudad y el colegio de Chichiquirá.
Durante su estancia en Bogotá nuestro Hermano tuvo la oportunidad de relacionarse con gente muy ilustre, entre ellos el literato Miguel Antonio Caro, fundador de la Academia de la Lengua Española en Colombia y presidente de esa república y uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XIX, sincero admirador de nuestro Instituto. Este gran hombre le confía la educación de sus dos hijos quienes, aún después de haber salido del colegio continuaron siendo alumnos del Hermano, que les enseñó la lengua alemana, ejerciendo sobre ellos una benéfica influencia. Religiosos de distintas órdenes: Dominicos, Agustinos, etc.... que tenía necesidad de estudiar idiomas, sea inglés, alemán o francés acudían a su competencia, universalmente conocida. Las relaciones creadas por personajes importantes e influyentes, el Hermano Pedro no la usaba para provecho propio sino en bien de la Comunidad y del Distrito.
En 1905 fue designado a formar parte del grupo de fundadores, bajo la dirección del Hermano Jebert, Visitador del Distrito de México y del Colegio de San Pedro y San Pablo, de Puebla. Antes de la llegada del Hermano Visitador ya se encontraba en su nueva residencia, en espera de la apertura del colegio; fue hospedado en el Palacio episcopal por el venerado Monseñor Ramón Ibarra, a quien nuestro Instituto, le debe su implantación en México. Este prelado tuvo un particular apreso y amistad por este religioso, que le había parecido piadoso y de una conversación muy interesante y competente desde el punto de vista pedagógico.
Desde el inicio de las clases en el Colegio, nuestro Hermano fue encargado por el Hermano Visitador de la enseñanza de la Gramática y de la Literatura española, a los alumnos mayores del colegio.
Hábil y sabio profesor, el Hermano Pedro Celestino fue un ferviente religioso. Su regularidad era ejemplar. No conocía otra voz que la voz de la Regla. Su asiduidad a los ejercicios espirituales era ejemplar. Discreto y modesto evitaba las conversaciones inútiles y permanecía calmado y con sana alegría; los que tenían contacto con él sabían de su asnos a su vocación ya la regla.
Hombre cuidadoso de la virtud de la castidad, evitaba cualquier tentación y era sobre todo en las lecturas donde trataba de tener gran amor a la pureza. Mucho antes del decreto de su Santidad Pio X, ya tenía la sana práctica de la comunión diaria. Durante el día multiplicaba las visitas a Jesús Sacramentado, práctica que amaba y recomendaba.
En Puebla, encargado de la sacristía, la tenía escrupulosamente limpia y veía que todos los objetos de culto lo estuvieran, preparaba con cuidado las ceremonias religiosas y cuidaba los más mínimos detalles para las celebraciones litúrgicas. Su alma muy piadosa gustaba de las oraciones litúrgicas, de las cuales conocía muchas por amor.
También seguía la misa en su misal y cantaba los himnos, los salmos y otras oraciones de la Iglesia. Siguiendo el consejo de Nuestro Fundador, amaba preferentemente la osados de la Iglesia. Sobre su amor por la liturgia, estabaseamos por la ortodoxia doctrinal de la Iglesia y por la persona y la autoridad del Sumo Pontífice y el carácter sagrado de los Obispos y Sacerdotes.
En 1913, por petición suya, nuestro Hermano fue enviado a los Estados Unidos, primero a San Francisco y después a Martínez, como subdirector del Noviciado, pero no duró mucho tiempo.
De naturaleza un poco original y muy personal, de carácter franco, en momentos llegado a la rudeza, no le amedrentaban los cambios y las novedades, parece haber nacido para vivir numerosos cambios y situaciones extremas en su vida religiosa, eso parecía al menos. Tenía una larga y antigua amistad con el Hermano Visitador del Chile, quien le abre las puertas de su distrito y lo recibe con los brazos abiertos. Recibe con gusto la proposición desembarcando en las lejanas playas chilenas en 1914, donde vivió su última etapa antes de su viaje supremo hacia la eternidad.
Dejándole la palabra al Hermano Visitador de Chile que nos dice: "Como profesor, el Hermano Pedro Celestino dio a nuestro Distrito muy apreciados servicios, tanto en el Instituto comercial Zambrano como en Temuco. Pero habiendo sufrido un grave problema de corazón en 1916, tuvo que ser enviado a la enfermería del Distrito a Nuñoa. Fue un gran ejemplo para todos los habitantes de esa casa, Hermanos ancianos y novicios, donde concluye su santificación por medio de los sufrimientos y espera con serenidad la muerte.
En períodos en que la enfermedad le dejaba en paz, daba clases de idiomas a las personas que se lo pedían. Pudo enseñar un curso de Gramática Española a los Hermanos escolásticos; por su larga experiencia y la variedad de conocimientos que tenía hacía sus clases muy interesantes. A medio año de 1916 las crisis cardiacas se suceden, su robusta constitución se debilita y ve con calma llegar su hora suprema. El Hermano Pedro Celestino falleció en una gran paz el 12 de noviembre de 1919. Sus funerales fueron presididos por un Jesuita, compatriota del querido difunto.