12.- Hno. ALBÉRIC-MARTE
Marius Greize
1891 + 11-III-1914
Marius nació en Chanac, diócesis de Mende. Verdaderamente bendecida del cielo fue su familia, porque de cuatro hermanos que la Componían, tres se consagraron a Dios en nuestro Instituto.
Los niños de la familia Greize frecuentaron nuestra escuela de Meyrueis, donde Marius se distinguió por su docilidad y, sobre todo, por su tierna devoción a la Santísima Virgen, devoción de contacto filial habitual, que venía del techo paterno. Hacia la edad de trece años manifestó su deseo de unirse a su hermano mayor; fue entonces encargado a un Hermano que lo orientó y lo llevó en 1905 al noviciado menor de Lembeqc, en Bélgica. Dos años más tarde el adolescente fue a Bettange, para hacer su noviciado. Sus cohermanos se gozaban de alabar su piedad sencilla y ardiente hacia Jesús Hostia y a la Inmaculada Concepción, a quien gustaba llamarle 'mi buena Madre'.
Terminado su Escolasticado fue destinado por la obediencia a nuestros colegios de México y enviado a la comunidad de Zacatecas. Hasta su muerte fue un religioso entregado, piadoso, obediente, caritativo, de un gran candor y sencillez. Se le confió la clase de los pequeños en la escuela gratuita. Con entrega, gran celo y docilidad se consagró a la educación de 80 niños pobres, que él quiso y fue muy querido, aunque le faltaba un poco de ascendiente sobre ellos. Se las ingeniaba para captar su atención durante el catecismo y las reflexiones que preparaba cuidadosamente y que daba con gran celo y una sencillez hermosa.
En comunidad, nuestro Hermano era generoso, sacrificado, afable, reservado, lleno de delicadezas y caridad para todos, evitando todo 1 aquello que pudiera molestar; con singular gusto y placer prestaba los servicios que le pedían los Hermanos. Encargado de la campana para llamar a los ejercicios, se mostró siempre puntual para este servicio. Entre todos los ejercicios regulares amaba particularmente la oración.
Saliendo de su clase, pasaba todos los días, sin faltar, a la capilla para adorar al Divino Maestro y suplicarle que hiciera fecunda la semilla que venía de arenen el corazón de los pequeños. Su estudio predilecto era el de la Religión y había pasado ya los dos exámenes de la primera serie y preparaba con gran empeño el tercero, para obtener su diploma de Catequista.
La salud del Hermano Alberic fue débil y quebrantada muchas veces por sus labores como maestro. Hacia el fin del año de 1914, un malestar general le obligó a guardar un reposo absoluto. Pronto el médico detecto los síntomas de un tifo. Advertido del peligro pidió los últimos sacramentos, que recibió con las mayores disposiciones de fervor y generosidad. Durante su corta enfermedad, el Capellán le renovó varias veces la absolución. Igualmente, en los momentos de crisis agudas.
El 11 de marzo de 1914, primer día de la novena preparatoria a la fiesta de San José, por el cual nuestro hermano había tenido siempre una particular devoción, exhaló, casi sin agonía, su último suspiro, entre los brazos de su confesor, que generosamente había pasado dos noches al lado del enfermo, a su cabecera. Su muerte fue dulce y tranquila como había sido su vida, y se le pueden aplicar las palabras de la Escritura: "La muerte de los santos es preciosa a los ojos del Señor". En poco tiempo recorrió una larga carrera.