21.- HERMANO NICASE JOSEPH
Joseph Coupin
1893 + 10 VIII 1916
Nació en Saint Laurent diócesis de Rodee. José fue un buen estudiante en su pueblo, que pronto abandonó para ir a estudiar a Malzieu, Diócesis de Mende, donde uno de sus tíos, miembro de nuestro Instituto, era maestro. Ahi se distinguió por su buen carácter y la aplicación en los estudios. Dócil a las inspiraciones divinas y a los consejos de quien era el representante de sus padres, solicitó el favor de ser admitido en el Noviciado Menor, entrado en 1908 y, cinco meses después fue enviado a Premiá de Mar, España.
Después de los ejercicios del Noviciado y de los estudios del Escolasticado, hechos en Lembecq lez Hal, el Hermano Nicasio José fue elegido para ir a hacer su apostolado en México. Puebla lo recibe como maestro en el Colegio de San Pedro y San Pablo, donde le confiaron la clase de los más pequeños. Tenia un temperamento aparentemente un poco apático, por lo que se temía que no pudiera dominar fácilmente a sus chiquitos. La duda duró poco. Constante en su trabajo, con buena pedagogía, dócil a las directivas recibidas, pronto adquirió gran ascendiente y obtuvo en su clase orden perfecto y un notable progreso de los alumnos. Nuestro Hermano se preocupaba por sus niños, con gran celo y entrega; la limpieza, el progreso en los estudios, la formación en la piedad, nada escapaba de su control. Pronto fue muy querido por sus alumnos. Sus buenos resultados atrajeron nuevas solicitudes para la inscripción de niños en su clase y pronto se tuvo que reusar solicitudes de familias que pedían que sus hijos estuvieran con el Hermano. La principal preocupación del Hermano Nicasio José fue la formación cristiana de sus alumnos. No había hecho en vano el sacrificio de su familia y de su patria para ser un vulgar maestro de lectura o de cálculo. El catecismo era su lección preferida, preparada minuciosamente. Las comparaciones y los ejemplos que fueran interesantes, el empleo del pizarrón, todo se conjugaba para hacer de la lección de catecismo atrayente y que la aprovecharan. Era todo un espectáculo ver a sus cincuenta chiquitos atentos, con los ojos y odios fijos en el Hermano. Antes de la oración, el joven Hermano les sugería siempre algunas intenciones para estimular su fervor; permaneciendo en actitud orante y con gran piedad se recitaban las oraciones. En comunidad, nuestro Hermano, era amable y bueno, dispuesto siempre a prestar servicios. Modesto, hablaba poco y, atento escuchaba a los Hermanos de más edad y con más experiencia. Su piedad era poco manifiesta pero real. Cada mañana se acercaba a la Sagrada Comunión y varias veces al día hacía visitas al Tabernáculo y recordaba la santa presencia de Dios. La declaración de la "Gran Guerra" vino a cortar esta vida tranquila, entregada al apostolado. El Hermano Nicasio José regresa a Francia para incorporarse al ejército en Rodez, donde permaneció hasta 1915, con el uniforme de soldado; fue siempre edificante y fiel en sus prácticas religiosas. Tenía correspondencia continua con sus Superiores religiosos, dándoles cuenta de su disposición, así como de sus pequeñas dispensas. Algunos extractos de sus cartas nos pueden edificar. De Rodez, nuestro Hermano escribió: "Me puse la meto de poner en práctica los consejos que usted me ha dado. Voy cada tarde a lo comunidad de los Hermanos Ancianos, donde hago la Meditación, la oración vocal y la lectura espiritual". Poco tiempo después, en una carta fechada en Castres dice: "el tiempo me parece muy largo, felizmente la iglesia no está lejos del cuartel. Voy todos las tardes para ahí hacer mis ejercicios de piedad. Los días libres paso en la Iglesia el mayor tiempo del
día.
Poco antes de partir para el frente de batalla, el Hermano Nicasio José, escribió: "Es un gran sacrificio que ofrezco a Dios para la salvación de Francia y mi perseverancia final. Tengo una gran confianza en la protección de la Santísima Virgen y de San José." En la fiesta de la Santísima Trinidad agregó: "Esta mañana, después de la Sagrada Comunión, renové mis votos anuales, uniéndome a todos los Hermanos del Instituto. Espero que el Señor haya aceptado mi ofrenda". La campaña de invierno de 1915 hizo que nuestro Hermano sufriera una pleuresía que le trajo una larga convalecencia, poniéndose a dar clase durante dos meses, donde la obediencia le indicó; dejó a los Hermanos y a sus alumnos muy tristes cuando fue llamado nuevamente a filas. Regresó al frente de Verdún, de donde escribió el 7 de abril de 1916: "Los preparativos que se están haciendo demuestran que algo grave va a posar... Es por Dios y por la patria que vamos a luchar ya morir, si es necesario". Fueron las últimas palabras que escribió, como que tenía un presentimiento de su próximo fin trágico, pues el 10 de agosto, mientras descansaba en la trinchera un obús le destrozó la cabeza. Dios aceptó el sacrificio que nuestro valiente y joven Hermano le había ofrecido.