1.2 Vivimos en sociedad

Las neuronas espejo se disparan de la misma forma cuando realizamos una acción que cuando observamos a alguien realizarla. El hecho de que nuestro cerebro reaccione igual, explica el aprendizaje por imitación, la emulación y también la empatía,  ya que vivimos la acción de otro como nuestra y nos ayuda a comprenderla.

1. LA NATURALEZA SOCIAL DEL SER HUMANO

El ser humano es social de manera innata, aunque es cierto que esta tendencia se ve modificada a lo largo del tiempo por cuestiones ambientales o culturales, siendo más acentuada en unas personas que en otras. Existen numerosas evidencias que provienen de la psicología del desarrollo, la biología evolutiva y las neurociencias, que avalan ampliamente la idea de que la cognición y neurofisiología de nuestra especie está compuesta de multitud de mecanismos y estructuras neuronales que nos conectan los unos con los otros. Una de las principales maneras de conseguir esa conexión es a través de las emociones. Éstas comunican una gran cantidad de información sobre el estado del emisor, pero también tienen la función de actuar como pegamento social entre los diferentes miembros de un grupo, vinculando a unos con otros por medio de relaciones afectivas.

Pero las importancias de estos contactos sociales van aún más allá ya que parecen ser necesarios para un correcto desarrollo mental. Uno de los experimentos más revelador -y antiético- fue el realizado por el psicólogo Harry Harlow, con macacos que habían sido retirados de sus madres biológicas nada más nacer.

Éstos eran colocados posteriormente en una jaula en la que podían elegir entre una madre de trapo acolchada o una madre de metal pero que poseía un biberón de leche. Los resultados mostraron cómo el pequeño primate prefería pasar más tiempo agarrado a la madre de trapo a pesar de que eso suponía alejarse del alimento. También se comparó la evolución de estos macacos, privados del contacto materno, con otros criados de manera normal. Los primeros sufrían de problemas de desarrollo y dificultades en el aprendizaje. De esta manera se probó la necesidad de la seguridad que produce la compañía en los primates humanos y no-humanos.

Otras pruebas provienen de la existencia de las neuronas espejo, descubiertas por Giacomo Rizzolati. Este neurobiólogo identificó unas células nerviosas que son la evidencia fisiológica de la empatía y de las complejas emociones sociales. Éstas se han encontrado en humanos, primates no-humanos y otros mamíferos de alto coeficiente cerebral, como los elefantes o las ballenas. Estas neuronas nos permiten comprender lo que le ocurre a otro individuo, imaginándonos a nosotros en la misma situación y proyectando lo que sentimos. Están relacionadas directamente con la empatía porque gracias a ellas podemos sentir los sentimientos de otros y entender sin necesidad del razonamiento, puesto que se produce una simulación directa en el cerebro.

Por último, investigaciones más recientes muestran algunos beneficios asombrosos de la vida en sociedad.

Por ejemplo, en un experimento se infringió dolor a propósito a un conjunto de personas para lo cual se les dividió en dos grupos con condiciones diferentes. En uno de ellos, los sujetos de estudios estaban acompañados de otras personas y en el otro debían hacer frente al dolor solos. Los resultados probaron que la percepción del dolor es menor cuando se produce en compañía de otros.

El experimento de Harry Harlow

Harry Frederick Harlow 

Fue un psicólogo estadounidense conocido por sus experimentos de separación materna, necesidades de dependencia y aislamiento social con monos, que manifestaron la importancia del cuidado y la compañía para el desarrollo social y cognitivo.

Relaciona el dibujo de arriba con el tema analizado.

El ser-con-otros es una dimensión humana que expresa que el hombre es un ser social.

Aunque el hombre se presenta como una individualidad, no puede llegar a desarrollarse como persona sino en la relación con los demás. El hombre no es una isla. El existir humano es una co-existencia. hombre es un con-vivir. Necesitamos de los demás para llegar a la vida, para sobrevivir, para educarnos, para progresar en todo sentido y para trascender por el amor.

Necesitamos de los demás para ser persona. El ser con otros no es, recordemos, una característica sobre-añadida, sino que el ser humano está necesariamente orientado hacia los otros. Solo con ellos puede cumplir con su destino de vivir humanamente.

El ser humano está dotado por naturaleza de facultades y tendencias que lo llevan a vivir en sociedad y lo hacen apto para ello. Ejemplos son el lenguaje, como medio de intercambiar sentimientos y pensamientos; la diversidad de sexos y su atracción mutua, etc... Se realiza en su dimensión de ser-con-otros, en su característica de ser social no en la simple relación con los demás, no en las simples relaciones humanas, sino cuando a partir de éstas llega a construir e integrar "comunidad".

Realiza estos EJERCICIOS DE REFLEXIÓN:

Cita dos ejemplos en los cuales se vea claro qué necesitamos de los demás.

¿Cuándo se realiza el hombre en su dimensión de ser-con-otros?

2. LA MORALIDAD Y LA VIDA SOCIAL

1. El origen de la moral. ¿Por qué somos morales?

Los animales no tienen moral ni la necesitan: su vida está totalmente “programada” por el instinto. En cambio, el ser humano se ve obligado a elegir lo que va a hacer entre, normalmente, una amplia gama de posibilidades. Y al hacerlo manifiesta su libertad. Aquí está la gran diferencia con el animal y aquí es donde se encuentran las raíces de la moral, es decir, si somos morales es porque somos libres: no sólo es que el ser humano se vea en la necesidad de elegir, sino que, sobre todo, le conviene hacer una buena elección. 

Lo malo es que es difícil elegir y, sobre todo, hacer una buena elección. El individuo se volvería loco si tuviera que estar a cada paso haciendo elecciones es decir “inventando su vida”. Tampoco le iría bien a la sociedad, dado que posiblemente las elecciones individuales serían tan diversas que no habría manera de ponerse de acuerdo sobre algo, aunque lo más probable es que reinara la “ley de la selva” donde los más fuertes aplastarían a los débiles.

La sociedad en la que vivimos posee normas de conducta e ideales acerca de lo que se considera conveniente para los individuos y para la sociedad. Así, el niño, desde muy pequeño, aprende qué debe hacer y qué es bueno para él y para todos.

Llamaremos moral al conjunto de normas o reglas de acción y de valores (como “la lealtad”, “la justicia”, “la honradez”, etc.) que los individuos de una sociedad consideran como “buenos”. Todas las sociedades poseen normas, valores, ideales y modelos que consideran buenos, por eso si el hombre es un hacer una buena elección.

Si es ser humano es un ser social por naturaleza necesariamente es también un ser moral. Así, ciertos aspectos innatos (la capacidad de desear, sentir, hablar...) necesitan la acción de un medio social y cultural para desarrollarse, de tal modo que puede decirse que el medio social y cultural es necesario e imprescindible para que el ser humano se desarrolle de forma adecuada.

3. ¿QUÉ ES SER MORAL?

El filósofo y psicólogo alemán Erich Fromm afirmó en uno de sus libros lo siguiente: “En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente.” Dicho de otro modo, desde su libertad el hombre se hace a sí mismo: es constructor y construcción al mismo tiempo. Por ello, es responsable de sí mismo y de lo que hace y, por tanto, es un ser moral. Ya hemos visto que la acción animal aparece programada o determinada, y el comportamiento humano, en cambio, se caracteriza por ser abierto y libre. Precisamente este carácter libre y abierto de la acción humana es lo que hace al ser humano responsable de sus actos. Un ser humano que ante una determinada situación reflexiona, toma una decisión y actúa en concordancia con ella es el autor de esa acción y, por tanto, debe responder de ella.

Este carácter libre del actuar humano constituye también la base del carácter moral que posee en exclusividad. La libertad, es decir, la capacidad para decidir y elegir entre varias opciones, posibilita que las acciones concretas que alguien lleva a cabo se ajusten o no a las costumbres y normas de su comunidad. La libertad nos permite elegir entre esto y lo otro, pero no nos permite no elegir, o sea, no se puede elegir no ser libre o no ser moral: “El ser humano está condenado a ser libre”, escribió Jean Paul Sartre o, expresado de otra manera, “No somos libres de renunciar a nuestra libertad”, pues quien renuncia a su propia libertad (caso que alguien estuviese dispuesto a ello) ya está actuando libremente. Concebido de esta manera, el ser humano no puede ser amoral, pues se encuentra con una serie de normas concretas de acción y se encuentra obligado por su libertad a acatarlas o no.

“Ser moral” es un quehacer, una tarea: ir adquiriendo unas costumbres, forjándose un carácter desde el que idear, construir o “inventar” la propia vida; pero ir forjándose un buen carácter. En esta tarea los seres humanos incorporamos principios, normas y valores de tal manera que puede decirse que “lo moral” constituye para el ser humano una segunda naturaleza. Esta “segunda naturaleza” que vamos adquiriendo surge de nuestro proyecto vital.

a) Carácter social de la moral

Toda sociedad cuenta con códigos de normas que regulan la forma en que sus miembros han de actuar y relacionarse. Esas normas pueden estar reconocidas en el derecho, por ejemplo, la prohibición de robar; o pueden estar reconocidas en los usos y costumbres de esa comunidad, por ejemplo, en caso de accidente, salvar primero a los niños. Lo que se considera bueno o malo varía de una sociedad a otra y depende del momento histórico en que nos encontremos. Probablemente hayas oído hablar de la antigua civilización griega. Los habitantes de la antigua Grecia (s. V a. C.) vivían en ciudades-estado independientes o polis. Las dos polis más importantes eran Atenas y Esparta. Esparta poseía el poder militar y Atenas poseía un mayor desarrollo cultural. Atenienses fueron los grandes filósofos Sócrates, Platón y Aristóteles.

Esparta era una ciudad cuyos ciudadanos vivían para la guerra y toda su educación se basaba en formar jóvenes para el combate. La educación se basaba en una férrea disciplina militar y era conocida en la antigüedad la costumbre espartana de arrojar a los niños débiles o con malformaciones por un acantilado que había en las afueras de la ciudad. Asimismo, tanto en Atenas como en Esparta se aceptaba la esclavitud como hecho natural. La sociedad se dividía en señores o aristócratas, hombres libres y esclavos. Al mismo tiempo ni los esclavos ni las mujeres podían participar de la vida política.

b) Carácter individual de la moral

Las normas y valores morales carecen de sentido si las personas no los aceptan y practican. Los individuos suelen verse presionados socialmente a actuar de un modo determinado y tanto más cuanto menos permisiva es una sociedad. Pero las normas morales no funcionan como leyes de la naturaleza: los individuos, por muy presionados que se vean, siempre conservan el poder de no aceptarlas. Recuerda lo que decíamos en el Tema primero: por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los seres humanos siempre podemos optar por algo que no esté en el programa. Podemos decir “sí” o “no”, quiero o no quiero.

La sociedad y la naturaleza nos condicionan, pero no nos determinan. Además, a diferencia de otro tipo de normas, las normas morales no sólo exigen su cumplimiento, sino una convicción interior del sujeto; es decir es necesario que el sujeto moral reconozca la norma como suya y no como impuesta socialmente. La conciencia moral es la instancia que asume y asimila estas normas, es la que, en último término, juzga la corrección e incorrección de la actuación de uno mismo. A todo esto, nos referimos cuando hablamos de dimensión individual de la moral.

El individuo goza normalmente de libertad para aceptar o no la norma moral existente que le dicta qué debe hacer. La no aceptación de la norma es exclusiva responsabilidad suya. Es decir, debe ser capaz de responder acerca de las razones que le han llevado a ello; además incluso la misma aceptación de la norma supone responsabilidad: la madurez moral de un individuo implica que las normas morales de la sociedad sean asumidas de un modo libre y racional.

La norma es siempre general. Dice, por ejemplo, “Hay que ayudar a los padres”. La aplicación a cada caso debe ser hecha por el individuo, quien necesita tener en cuenta la situación en la que se encuentra y las posibilidades de acción con que cuenta.

Por fin, pueden sobrevenir conflictos o dilemas morales. Tampoco la moral al uso suele poseer una receta en estos casos. Un dilema moral es un caso en el que el sujeto se encuentra ante una situación que debe resolver escogiendo entre dos alternativas de acción mutuamente excluyentes; la mayoría de los dilemas presentan conflictos entre normas o valores morales contrapuestos.