UD 10: La racionalidad

1. Introducción: El hombre como ser racional.

En unidades anteriores, hemos analizado al ser humano desde un punto de vista filosófico, psicológico, social y cultural. Al mismo tiempo, en la primera unidad, esbozamos las características principales de esta nueva materia de estudio que es la filosofía.

En todas ellas, su protagonista principal ha sido ese ser humano que, en definitiva, no solo se pregunta por el origen y por el porqué de todo aquello que le rodea o acontece, sino que también se interroga sobre sí mismo: quién soy, de dónde vengo, adónde voy. 

¿Por qué el ser humano es el único ser capaz de plantearse todas estas cuestiones? ¿Por qué no solo se conforma con formularse esos interrogantes, sino que busca respuestas? ¿Por qué, y al mismo tiempo, aspira a encontrar la verdad en dichas respuestas? ¿Qué aplicación práctica presenta todo esto?

Aristóteles, en su propuesta antropológica, definió al ser humano como una unidad sustancial de cuerpo y alma. En su análisis de lo que debamos entender por alma, Aristóteles afirmará que, en ella, podemos distinguir tres facultades: la facultad de nutrición, la facultad de sensación y la facultad de intelección. Estas tres facultades se relacionan con los distintos tipos de seres naturales que existen: plantas, animales y el ser humano. Las plantas solo poseen la facultad vegetativa; los animales, la vegetativa y la de sensación; el ser humano, por su parte, posee las tres facultades. La facultad intelectiva se presenta, así, como la genuina y distintiva del ser humano. La facultad intelectiva (racionalidad) es la que posibilita el conocimiento, es decir, que tengamos esa capacidad de formularnos todos esos interrogantes expuestos y que queramos alcanzar, para los mismos, la verdad.

Actividad 1. Actividad grupal. Debate.

¿Es posible solucionar un problema personal evitando la verdad?

2. Racionalidad teórica y racionalidad práctica

Racionalidad teórica 

Hace referencia al conocimiento de la realidad con el objeto de poder explicarla y comprenderla. Explicar y comprender exigen rigor y un acercamiento, lo mayor posible, a la verdad. Al mismo tiempo, para comprender el alcance de la racionalidad teórica, será necesario delimitar qué es conocer y cómo se produce el conocimiento.

Racionalidad práctica

Todos actuamos para conseguir unos fines u objetivos. Sin embargo, no siempre nuestra manera de actuar nos conduce a la consecución de los mismos. La racionalidad práctica tiene por objeto dilucidar qué se debería hacer para conseguirlos. Nuestros fines pueden ser individuales o colectivos. Por ello, en esta dimensión distinguiremos una vertiente individual (ética) y una vertiente social (política). Para comprender el alcance de la racionalidad práctica, será preciso discernir cuestiones como, por ejemplo, si existen unos fines más loables que otros (cuestiones propias de la ética) o cómo armonizar la coexistencia de fines diversos en una colectividad (cuestiones propias de la política).

Actividad 2. Responde

¿Puede un fin personal influir en un objetivo social? ¿Y al contrario? ¿Son separables, en nuestra existencia cotidiana, las dos dimensiones de la racionalidad?

3. Racionalidad teórica ¿Qué es conocer?

El conocimiento es un saber que posee dos características: tiene una justificación racional y es objetivo. La justificación racional hace referencia a cómo hemos alcanzado ese conocimiento; la objetividad, a su relación con la verdad. En este sentido, conocer se opone a la duda, a la opinión, a la creencia. La duda fluctúa entre la afirmación o la negación sobre una proposición. La opinión se decanta por una de las posibilidades sin desechar la otra. La creencia opta por una de las opciones, tomando como criterio de elección la credibilidad de quien enuncia dicha proposición.

Una vez aclarado qué debe entenderse por conocer, procederemos a explicar cómo se produce el conocimiento. En este sentido, distinguiremos entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual.

Conocimiento sensible

El conocimiento se inicia con los datos que nos aportan los sentidos. Gracias a estos, recibimos infinidad de estímulos: colores, sabores, sonidos, texturas, olores. Dichos estímulos reciben el nombre de sensaciones. Las sensaciones no se asimilan de manera caótica, sino que el  ser humano es capaz de organizar toda esa información para que la misma pueda ser interpretada. A esta integración de información se la denomina percepción. Por tanto, en realidad, no tenemos sensaciones, sino percepciones. La sensación pura no puede darse y, de serlo, no sería posible su interpretación.

La percepción está limitada por el espacio y por el tiempo. Percibimos aquello que esté al alcance de nuestros sentidos (coordenadas espaciales) y mientras nuestros sentidos sean estimulados (coordenadas temporales).

La percepción constituye la forma más sencilla de conocimiento. No obstante, está asociada a otras dos facultades cognoscitivas que propiciarán un mayor alcance a nuestro conocimiento. Estas facultades son la memoria y la imaginación. Gracias a la memoria, podemos reproducir en nuestra mente lo ya percibido con anterioridad. La memoria permite superar esas limitaciones espacio-temporales de la percepción. Sin memoria, no podríamos reconocer lo que percibimos y nos resultaría imposible la posterior formulación de conceptos. La imaginación actúa sobre los elementos que le proporciona la memoria. Cuando recordamos algo, este dato estará íntimamente relacionado con otras cuestiones o sucesos. Cuando imaginamos, podemos cambiar ese orden relacional que establece la memoria.

La suma de percepción, memoria e imaginación conforman el denominado conocimiento sensible. 

Conocimiento intelectual.

Si observamos con detenimiento el aula, descubriremos, con facilidad, que hay distintos tipos de bolígrafos. Sin embargo, a todos ellos los designamos de la misma manera: bolígrafo. Afirmar tal obviedad no sería posible si el ser humano no poseyera una facultad que le permitiera extraer lo común de varias cosas y pese a las diferencias que esas cosas puedan presentar. Muchos de los bolígrafos que hay en el aula son distintos en tamaño, forma, color, etcétera. Sin embargo, los reconocemos a todos como tales. La facultad humana que posibilita este proceso es la inteligencia. 

El resultado final de dicho proceso —ese extraer lo común— culmina en la formulación de un concepto.

La inteligencia hace posible el denominado conocimiento intelectual. Este se construye mediante la formulación de conceptos. Un concepto no es más que la representación mental de la esencia de una cosa. Bolígrafo sería un ejemplo de concepto. Si no poseyéramos inteligencia, es decir, si solo tuviéramos un conocimiento sensible, no podríamos conceptualizar la realidad. No sabríamos qué son las cosas y, por tanto, el mundo nos resultaría extraño e incomprensible.

Juicios y razonamientos

El conocimiento intelectual no solo procede formulando conceptos. Partiendo de los conceptos, nuestra capacidad intelectiva puede formalizar juicios y razonamientos.

Mediante los juicios, unimos conceptos al predicar algo sobre un sujeto.

Conocimiento y autoconciencia

El ser humano, cuando conoce intelectivamente, no solo es capaz de ese conocimiento, sino que, al mismo tiempo, se da cuenta de que está conociendo. Cuando conozco qué es un bolígrafo, me doy cuenta de que soy yo el que está conociendo ese objeto. Algo parecido nos ocurre cuando estamos sufriendo o somos felices. No solo sufrimos, sino que nos damos cuenta de que sufrimos. No solo somos felices, sino que tomamos conciencia de que lo somos. Nuestra capacidad intelectiva, la inteligencia, propicia la autoconciencia. El ser humano no solo conoce la realidad; al mismo tiempo, se adueña de ella y se percibe como algo distinto de esa realidad que se le pone delante para ser interpretada. El conocimiento sensible no posee semejante riqueza.

Actividad 3. Responde en tu cuaderno

Enuncia tres ejemplos relativos a conocimiento, duda, opinión y creencia. Justifica la idoneidad de los mismos. ¿Son demostrables todas las creencias? Si no fuera este el caso, ¿por qué el ser humano es capaz de profesar creencias no demostrables?


Actividad 4. Responde en tu cuaderno

¿Sería la realidad que conocemos la misma si en lugar de acceder a ella por medio de los cinco sentidos lo hiciéramos mediante diez? Imagina dicha posibilidad y justifica la respuesta. ¿Poseen los animales conocimiento sensible? ¿Qué ocurriría si tuviéramos una memoria infinita? ¿Podría actuar la inteligencia en esas circunstancias?

4. Conocimiento y verdad

Aristóteles afirmaba que todos los seres humanos desean saber y san Agustín señalaba que este deseo es inseparable de querer alcanzar la verdad. Puede que, en ocasiones, alguien mienta, pero difícilmente querrá ser engañado.

Aclarado qué deba entenderse por conocer y cómo se produce el conocimiento, podemos adentrarnos en una reflexión filosófica esencial con respecto al conocimiento: 

¿Es posible alcanzar la verdad?

La respuesta nos remite a una cuestión previa que debe ser dilucidada: ¿qué criterios utilizamos para afirmar que algo es verdad?

Criterio de verdad

Autoridad: Se presenta, inicialmente, como el más utilizado cuando una persona no posee la formación o edad suficiente para tener un juicio propio. Así, por ejemplo, tomamos como verdadero aquello que nos enseñan en la familia, en el colegio, en los entrenamientos.

Tradición: Este criterio no solo influye en nuestra aceptación sobre lo que sea verdadero, sino que también marca, en muchas ocasiones, nuestra propia manera de actuar. Así, por ejemplo, damos por válido visitar a un familiar los domingos, ir al colegio todos los días o vestirnos de una determinada manera.

Estos criterios, más allá de su posible conveniencia o inconveniencia, sitúan al ser humano en una actitud pasiva ante la verdad. Aceptamos la verdad de aquello que nos presentan como tal. No obstante, caben otras posibilidades en las que el sujeto tenga un papel más activo con respecto a la misma. Así, podemos afirmar que algo es verdadero porque se nos presenta ante los sentidos (criterio de evidencia empírica) o porque es la consecuencia de un proceso lógico o matemático (criterio de evidencia lógica): todos aceptamos la verdad de un teorema matemático.

Existen muchos más criterios que podrían explicitarse para una mejor comprensión de lo que deba entenderse por verdad. No obstante, lo importante es que todos ellos configuran las diversas teorías que acerca de la verdad se han ido elaborando a lo largo de la historia del pensamiento filosófico. Expondremos, a continuación, aquellas que han gozado, y gozan, de mayor predicamento.

La verdad ontológica en Habermas

Supongamos que cae un árbol al suelo en una selva en la que no habita ningún ser humano. Este árbol ¿hace ruido en su caída? El ejemplo propuesto nos ayudará a comprender qué debe entenderse por verdad ontológica y las implicaciones que se desprenden de la misma.

Las cosas, por el hecho de ser, son verdaderas, y esto con independencia de que estas sean conocidas. Forzando el ejemplo anterior, afirmaremos que el árbol hace ruido, aunque nadie esté allí para oírlo.

La verdad ontológica sería la verdad entendida como propiedad de las cosas. Tiene su origen en la Grecia clásica y el pensamiento escolástico de santo Tomás de Aquino la reformulará. Verdad y ser serían la misma cosa.

La verdad lógica: realismo e idealismo

¿De qué color es la pizarra de la clase? La pizarra es de color blanco (supongamos que es así). Al afirmar que la pizarra es de color blanco, establecemos una adecuación entre la cosa (esa pizarra) y nuestro pensamiento (decimos que la pizarra es de ese color). La verdad lógica sería la adecuación entre el intelecto y la cosa, entre lo que se dice y la realidad sobre la que se habla.

La filosofía griega y medieval, especialmente Aristóteles y santo Tomás de Aquino, concederán a la cosa —en el ejemplo, la pizarra— la primacía en el acto de conocer. Alcanzamos la verdad cuando el sujeto se adecua a la realidad. Por tanto, su papel en el conocimiento es pasivo. En este sentido, la verdad lógica se asemeja a lo que ocurre cuando reflejamos un objeto en un espejo. Hay una adecuación entre el objeto que es reflejado y su reflejo.

La filosofía moderna cuestionará las tesis aristotélicas y tomistas. Se afirmará, progresivamente, que el ser humano no es capaz de conocer la realidad tal cual. El motivo es el siguiente: la realidad está mediatizada por nuestra manera de conocer.

Formulemos un nuevo ejemplo para comprender esta cuestión. Supongamos que estamos pescando en alta mar. Lo hacemos arrojando al agua una red muy trenzada y con escasa separación entre sus cuerdas. Lógicamente, los peces capturados serán de un tamaño superior a la separación existente entre las cuerdas. Los de menor tamaño, sin embargo, escaparán.

¿Es blanca esa pizarra o la percibimos así porque nuestra configuración cognitiva nos la presenta de este modo? El blanco ¿está en la pizarra o lo ponemos nosotros?

Las dos tesis enunciadas nos remiten a dos modelos explicativos filosóficos que han reflexionado sobre estas cuestiones: realismo (propio de la filosofía antigua y medieval) e idealismo (característico de la filosofía moderna).

La verdad como pragmatismo

Supongamos que vamos de excursión a la montaña. Para ello, nos equiparemos de forma apropiada con ropa y zapatillas para la travesía y nos aprovisionaremos de agua en abundancia y de alimentos energéticos. Si lo hacemos así, afirmaremos que vamos de una manera adecuada (adecuación) a la excursión.

El pragmatismo —postura filosófica formulada inicialmente por el filósofo estadounidense William James— entiende la verdad como la adecuación entre una situación y el problema que se debe resolver. Para disfrutar de la excursión, nos prepararemos de la manera señalada.

El pragmatismo asocia la verdad con la utilidad, con el fin de evitarlas complejas discusiones filosóficas que se desprenden de considerar la verdad como algo objetivo.

La inteligencia humana no es una facultad destinada a alcanzar el conocimiento cierto, sino que su tarea consiste en la resolución práctica de los problemas cotidianos —o no tan cotidianos— que se presentan en nuestra existencia.

La eficaz resolución de los problemas proporciona dos resultados posibles, no excluyentes el uno con respecto al otro: la gratificación y el éxito. Si se consiguen, tenderemos a hacer lo mismo en parecidas circunstancias. Si disfrutamos de la excursión, obtendremos gratificación. Si los demás nos alaban nuestro acierto, conseguiremos el éxito.

La verdad como suma de perspectivas

La sierra de Guadarrama, localizada en la parte oriental del Sistema Central, se reparte entre la Comunidad de Madrid y la provincia castellano-leonesa de Segovia. Por tanto, la podemos observar desde distintas posiciones.

En este sentido, la visión que un madrileño tenga de la misma será distinta de la de un segoviano. Ocurriría lo mismo si dispusiéramos a un sinfín de observadores a lo largo de todo el paisaje descrito.

Esto es la perspectiva: la visión que cada uno de ellos tiene de una misma realidad. ¿Cuál posee un mejor conocimiento de la sierra de Guadarrama? ¿Todos? ¿Ninguno? ¿El que posea la mejor ubicación?

El ejemplo propuesto fue formulado por Ortega y Gasset, filósofo contemporáneo español defensor del denominado perspectivismo: la verdad es el resultado de la suma de todas las perspectivas posibles sobre una misma realidad.

El perspectivismo saldrá al paso, de este modo, de aquellas teorías objetivistas que defienden que la verdad es una y la misma para todos los seres humanos, para todas las culturas y en todas las épocas (realismo).

Al mismo tiempo, Ortega criticará aquellas tesis subjetivistas que sostienen la imposibilidad de conocer la realidad tal cual es (idealismo).

Verdad como Consenso

La verdad sería resultado del acuerdo, del consenso, de buscarla unos con otros mediante el diálogo. Jürgen Habermas, filósofo de origen alemán, defenderá esta postura. 

Cada cual estará convencido de la idoneidad de su idea y, por este motivo, intentará convencer al resto sobre sus intenciones. Surge así un debate que deberá estar regido por dos premisas. Cada uno podrá exponer su postura con total libertad y deberá fundamentar su propuesta. De ese debate surgirá el consenso. Y este último propiciará que todos estemos de acuerdo con la propuesta final.

Actividad 5. Responde en tu cuaderno


¿Qué características debe tener todo debate para ser válido? 

¿Por qué son necesarias esas premisas previas?

¿Es posible debatir sobre cualquier cosa? 

¿Hay límites en esa búsqueda de la verdad como consenso?

Ud 10 RACIONALIDAD TEÓRICA Y PRÁCTICA

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