UD 6. La pregunta por el ser humano

La jirafa de Lamarck

1.- La naturaleza humana y el proceso de hominización

Hoy en día para la comunidad científica parece un hecho incuestionable que el ser humano es un producto más de la evolución biológica. Científicamente se admite que la vida ha ido evolucionando, a lo largo de millones de años, siguiendo unas pautas de organización y complejidad crecientes, desde los seres más sencillos, los unicelulares, hasta la aparición de los homínidos. Sin embargo, esta admisión generalizada es relativamente reciente, ya que durante siglos la teoría que prevaleció fue la teoría fijista basada en el Creacionismo bíblico, que afirmaba que todas las especies de seres vivos habían sido creadas de forma independiente unas de otras. 

Linneo, en el siglo XVIII afirmaba: “la razón invita a pensar que, al principio de todas las cosas, fue creada para cada especie, una sola pareja, que son los antepasados de todos los seres vivos actuales”. 

Todavía en el siglo XIX, Georges Cuvier interpretaba la sucesiva aparición y desaparición de fósiles como el resultado de diversas creaciones sucesivas, después de cada cataclismo universal (como ocurre en el diluvio universal que narra la Biblia). Con una sola creación, o admitiendo varias, la invariabilidad de las especies, era la opinión aceptada mayoritariamente. 

Las ideas evolucionistas parten de la constatación de que existen numerosos rasgos comunes que persisten a través de las diferentes especies, lo cual permite hablar de una unidad en la diversidad de los seres vivos. El problema sería, entonces, explicar las variaciones entre las especies y descubrir las causas que han ido modificando y separando gradualmente las líneas genealógicas para poder dar cuenta de la diversidad de las especies que tenemos hoy.

El primer científico que propuso una teoría de la evolución fue el naturalista francés Jean Baptiste Lamarck (1744-1829). Para explicar el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos leyes:

a) La función hace el órgano: si un órgano se usa con frecuencia tenderá a desarrollarse y a perfeccionarse; por el contrario, si no se utiliza, se debilitará y acabará por desaparecer. 

b) La transmisión de los caracteres adquiridos: los cambios adquiridos por una especie o individuo, se transmitirán como herencia a sus descendientes. Para ilustrar sus hipótesis, Lamarck recurrió a varios ejemplos: el cuello de la jirafa que se iría estirando progresivamente al tener que alimentarse de las hojas de los árboles; y la vista del topo que se debilitó por vivir en la oscuridad. La teoría de Lamarck no ha resistido la comprobación empírica, porque no es cierto que los caracteres adquiridos por un individuo se transmitan hereditariamente. 

2.- La Selección natural de Charles Darwin

El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) publicó en 1859 el origen de las especies y en 1871 el origen del hombre en donde formulaba su tesis fundamental: el conjunto de las especies animales y vegetales, incluido el hombre, proceden de otras especies anteriores. 

Para explicar este proceso evolutivo formuló la ley de la selección natural, basada en la lucha de las especies y de los individuos por la vida, y en la supervivencia de los más aptos. La lucha por la vida perpetúa las variaciones ventajosas, ya que los individuos débiles o menos aptos resultan eliminados, y solo los más aptos sobreviven y se reproducen. 

La suma de estas pequeñas variaciones ventajosas, producidas a lo largo de períodos muy largos de tiempo, es la que ha dado lugar a la variedad de especies. En el ejemplo de la jirafa, algún antepasado anterior, que había nacido con más estatura fue el que sobrevivió en la lucha por la vida, cuando empezó a escasear el alimento a ras de tierra. Ese antepasado ya había nacido así; no fueron los esfuerzos por alcanzar las hojas los que lo llevaron a desarrollar ese largo cuello. Darwin sabía que los caracteres adquiridos no se transmiten hereditariamente. 

Hoy sabemos que para explicar cómo puede surgir la diversidad de especies, es necesario contar con los cambios o mutaciones genéticas que son los que se heredan, como descubrió más tarde Hugo de Vries. Darwin reconoció la importancia de este problema aunque no supo darle solución, a pesar de que en su época, Gregor Mendel ya había descubierto las leyes de la herencia a partir de sus experimentos con los guisantes, pero el trabajo de este fraile solo se valorará en el siguiente siglo.

Darwin fue blanco de muchas burlas y se le hicieron multitud de caricaturas. En todas ellas se destaca precisamente el aspecto verdaderamente revolucionario de su teoría: el hombre no es la culminación de la creación, sino que surgió por evolución como cualquier otro animal.

3.- La teoría sintética 

Esta es la teoría que se defiende hoy. Se llama teoría sintética porque unifica la teoría de Darwin de la selección natural con otras aportaciones como: las leyes de la herencia de Mendel y los trabajos de Hugo de Vries sobre las mutaciones, los estudios sobre el ADN de Watson y Crick, los de Severo Ochoa, sobre el ARN, y los trabajos sobre la genética de poblaciones. 

Hay acuerdo general en que la evolución se debe tanto a la selección natural darwiniana como a las mutaciones genéticas. Las mutaciones genéticas producidas al azar, son las causantes de las características ventajosas que harían a los individuos más aptos en la lucha por la vida permitiendo su supervivencia y la transmisión a sus descendientes. 

Lo que quedaría descartado es la herencia de los caracteres adquiridos de Lamarck.

4.- Consecuencias filosóficas del evolucionismo

1) Revisión del lugar del hombre en la naturaleza: En la teoría fijista la especie humana ocupaba un lugar especial con respecto a las demás especies de animales. Incluso en la tesis creacionista de tipo religioso, se decía que el ser humano estaba hecho a imagen y semejanza de Dios, porque está dotado de inteligencia y voluntad libre. Era el ser más perfecto de la Creación, con un alma espiritual inmortal, era el rey de la Creación. Sin embargo, desde la posición evolucionista, el hombre pasa de ser el rey de la creación, a ser un producto más – y tal vez no el último – de la evolución natural, que lucha por sobrevivir como las demás especies de los seres vivos. Ya no hay un corte radical entre el hombre y los demás seres vivos. Por eso, se ha dicho del darwinismo, que era una de las heridas al narcisismo humano, como lo fue también el heliocentrismo de Copérnico por hacer que la Tierra, el hogar del hombre, ya no fuera el centro del universo, sino un planeta más que giraba alrededor del sol. 

2) El problema mente – cuerpo: desde el darwinismo tampoco parece necesario hablar del alma, ¿es el hombre sólo materia altamente organizada? ¿Podemos seguir hablando de un principio espiritual – de un alma – distinta de esa materia? Frente al dualismo que distingue cuerpo y alma, el monismo materialista afirma que la materia es lo único existente. La conciencia sólo es una función del cerebro, y los procesos psíquicos se pueden reducir a su causa física, a fenómenos físicos. ¿En qué momento de todo el proceso que conduce desde los homínidos hasta nosotros, nos habría Dios distinguido con un alma? ¿el Australopithecus? ¿el homo habilis? ¿el Neandertal? ¿sólo el cromagnon, por ser nuestra especie? Pero, si no hay nada espiritual en nosotros ¿qué es más correcto afirmar: “tenemos un cuerpo” o “somos un cuerpo”? Desde la religión, en el momento actual, ya que en el siglo XIX se rechazó el darwinismo, se acepta como hipótesis esta teoría para explicar cómo pudo formarse nuestro cuerpo, por evolución a partir de los homínidos, pero se insiste en que el alma procede directamente de Dios. La teoría del diseño inteligente es la versión moderna del creacionismo religioso y sostiene que nuestra especie no existe por casualidad, sino que estaba prevista su aparición en el plan divino que está detrás de todo el proceso de la evolución natural. 

3) ¿Finalismo determinista o puro azar? Podemos preguntarnos si la evolución responde a un plan inteligente y prefijado de antemano (tal vez a un plan divino) o si, por el contrario, se ha producido por azar, a partir de la acumulación de mutaciones favorables a la adaptación al medio, como causa de la diversificación de las especies. Esto fue lo que sostuvo Darwin, al afirmar que la selección natural no actúa de forma consciente, no persigue ningún fin, ya que la selección natural no es la causa, sino la consecuencia de las variaciones. (De las mutaciones genéticas producidas al azar). ¿Se puede afirmar que nuestra especie es la más perfecta? Sí tenemos un sistema nervioso más complejo que las demás especies, pero eso ¿nos convierte en los mejores? Las bacterias continúan predominando y constituyen la forma de vida con el mayor número de especies y la mayor distribución en todo el planeta. ¿Acaso se extinguieron los invertebrados, cuando aparecieron los vertebrados? ¿o los peces cuando lo hicieron los reptiles? Los invertebrados y los peces siguieron evolucionando y diversificándose. Hemos de representarnos la vida no como una línea unidireccional, sino como un árbol frondoso, donde tal vez no tiene ningún sentido suponer que una ramita terminal, como es el ser humano, tenga que ser la meta de toda la evolución. Los dinosaurios que sí se extinguieron, estaban adaptados a su medio, tan perfecta o imperfectamente como lo podamos estar nosotros. En cualquier caso, nos resulta imposible saber el final de todo el proceso, porque como en cualquier saber racional, sólo podemos conocer con certeza objetiva desde la experiencia y esta se da en el tiempo. 

4) Pruebas objetivas de la teoría evolucionista: aunque es imposible reproducir en un experimento controlado en un laboratorio todo el proceso evolutivo, ya que este ha durado millones de años, sí hay algunas pruebas a favor el evolucionismo: por ejemplo, las pruebas anatómicas. Las extremidades de los mamíferos son homólogas en distintas especies porque tienen la misma estructura, aunque han de servir para funciones tan 8 diversas como volar, correr o nadar. Esto es así porque son estructuras heredadas de antepasados comunes. O los órganos vestigiales (como el apéndice en el ser humano) algo que ha permanecido de nuestro pasado evolutivo. Órganos atrofiados y sin función alguna, homólogos de otros desarrollados normalmente en especies anteriores. O las fases de desarrollo embriológico comparando especies distintas, por ejemplo el corazón de un feto humano con una estructura exacta al corazón de un pez. Hay repeticiones inexplicables si no admitimos un origen común a los organismos. También hay pruebas biogeográficas: las observaciones de Darwin sobre la diversidad de especies de pinzones y de tortugas en las islas de los Galápagos. Los endemismos que no pueden hallarse sino en esas islas, que se explicarían por haber evolucionado de forma independiente en esos lugares a partir de especies antecesoras comunes. Asimismo hay pruebas paleontológicas de formas fósiles intermedias entre distintas especies y, finalmente pruebas de tipo genético que revelan el parentesco entre todos los seres vivos. Por ejemplo, compartimos el 99 por ciento de los genes con los chimpancés. 

5) Consecuencias de tipo ético: En la evolución se pueden distinguir tres etapas: la etapa prebiológica que estudia el paso de la materia inerte hasta que aparecen las primeras células; la etapa biológica que va desde los primeros organismos vivos unicelulares hasta la aparición del ser humano; y por último la etapa pos- biológica en la que asistimos a la posibilidad de la modificación artificial de la evolución por la intervención humana. Manipulación genética, clonación, ingeniería genética etc. Las agresiones contra el medio ambiente están modificando el proceso natural. Paradójicamente, el último producto de la evolución podría poner en peligro todo el futuro de la vida sobre la tierra. Desde el punto de vista ético tenemos una responsabilidad y debemos evitarlo. Otra consecuencia es el “darwinismo social”: la aplicación en el terreno social humano de las ideas de Darwin. Se ha afirmado que, igual que en la naturaleza se da la supervivencia del más apto, también en la sociedad debemos fomentar la competitividad entre nosotros para que sobresalgan los más fuertes, inteligentes etc. sin favorecer a los más débiles. Así la sociedad podrá avanzar más rápidamente... El fallo de esta teoría es que confunde lo que se da en la naturaleza con lo que debe ser en la sociedad humana y esto no se puede justificar desde el punto de vista moral. Es la falacia naturalista que ya descubrió Hume, que consiste el dar el paso ilegítimo del “es” al “deber ser”. A menudo, la mejor forma de luchar por la existencia entre nosotros es la colaboración y la ayuda mutua, en vez de la competencia salvaje. Otras consecuencias éticas han sido las prácticas de la eugenesia o las justificaciones racistas de la superioridad de la raza aria, en los nazis. Desde el pensamiento de Darwin no se puede decidir que hay unas razas superiores a otras, porque los cambios en el medio son impredecibles y por tanto, no se puede decidir antes de que ocurran quién va a ser el más apto. Desde un punto de vista puramente biológico, lo mejor es la diversidad genética para poder enfrentarnos a los cambios del futuro, lo cual es un inconveniente en la clonación. El más apto es el que sobrevive. Esto no se puede saber antes. Además, no existen razas puras hoy en día. 

6) Por último, también ha habido consecuencias en el propio pensamiento filosófico a partir de la incorporación de la idea del tiempo frente a una visión fijista o esencialista de la realidad. Las filosofías vitalistas como las de Nietzsche o el raciovitalismo de Ortega son un ejemplo. En épocas anteriores se decía que el hombre era una substancia individual de naturaleza racional. Ortega, en cambio dirá que “el hombre no es, se hace”. Nos vamos haciendo a lo largo de nuestra existencia a partir de nuestros proyectos vitales. La comprensión de la evolución a nivel biológico, obligó a pensar que en la realidad nada permanece, sino que todo va cambiando. El pensamiento debe adecuarse a una realidad que deviene. La vida es devenir y continua superación. Ya Heráclito, un filósofo griego presocrático, había descubierto esta verdad, pero, hasta la asimilación del evolucionismo, el pensamiento filosófico se desarrolló ignorando esa aportación, que se redescubrirá en la filosofía contemporánea.

5.- La evolución del ser humano

La ciencia va explicando cómo a partir de los primeros organismos multicelulares se llega hasta el ser humano. Las clasificaciones que muestran los orígenes del ser humano a partir de la evolución de los primates están sujetas a frecuentes cambios, dada la rapidez con que avanzan las investigaciones en este campo. 

El ser humano está emparentado con especies como el chimpancé, el gorila o el orangután. Según los expertos, la bifurcación de la rama de los hominoideos en póngidos y homínidos se produjo hace unos 5 o 10 millones de años. Dentro de los homínidos, la evolución humana parece que se ha producido del siguiente modo. 

El homínido más antiguo conocido fue el Ardipithecus ramidus (4,4 millones de años). Posteriormente, apareció el género Australpithecus (2-4 millones de años), cuyo representante más antiguo fue el Australopithecus afarensis. Al parecer, este dio lugar a dos líneas evolutivas: una extinguida (Paranthropus aethiopicus) y otra que evolucionó hasta el ser humano actual. 

A partir de esta segunda línea apareció una especie considerada ya humana, el Homo habilis, con el que se produjo un aumento de la capacidad craneal y cambios culturales destacables. Al Homo habilis lo sucedió el Homo erectus, que evolucionó en África hace unos 1,8 millones de años. Siguiendo esta línea evolutiva llegamos hasta el Homo sapiens, nuestra especie, surgida aproximadamente hace unos 200.000 años. 

La antropología y la paleontología son ciencias que avanzan de modo incesante con cada nuevo descubrimiento. Pero los continuos hallazgos todavía no nos permiten desvelar definitivamente de dónde y cómo surgió nuestra especie. Existen dos teorías al respecto: la teoría del candelabro y la del arca de Noé. La primera afirma que el origen del ser humano es multirregional: se produjeron diferentes procesos evolutivos en distintos lugares del mundo, y hubo un intercambio genético entre las poblaciones existentes. Por ese motivo, el origen del ser humano podría haberse dado en cualquiera de estos lugares. Esta teoría se apoya en las importantes cantidades de fósiles encontradas en distintas partes del mundo. 

La otra teoría, la llamada “del arca de Noé”, afirma que el ser humano actual tiene un origen único situado en el continente africano: los actuales humanos habrían emigrado desde África y ocupado progresivamente otras partes del planeta. Estudios genéticos recientes sobre la herencia del ADN darían apoyo a esta teoría. 

Cambios morfológicos

Algunos de los cambios morfológicos más importantes que supusieron la aparición de los seres humanos son los siguientes: 

● Posición erguida (bipedestación). 

Los antepasados del ser humano se caracterizaban por la marcha bípeda, es decir, por caminar sobre los dos pies, sin utilizar como apoyo las manos. La marcha erguida provocó una serie de cambios anatómicos, entre los que se encuentran la pérdida de la prensión en los pies, cambios en la curvatura de la columna, fortalecimiento del cuello… Además, permitió la observación de mayores áreas de espacios naturales y la liberación de las extremidades superiores. 

● Liberación de las extremidades superiores. 

Caminar erguido sin utilizar las extremidades superiores permitió que las manos se especializasen en funciones distintas de la marcha: manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo, posibilitando la utilización e invención de toda clase de instrumentos. Aunque para para manipular objetos es necesario poseer también una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo.

● Desarrollo cerebral. Entre el Australopithecus y nosotros, el cerebro triplica su tamaño y se hace más complejo. Aunque no se conocen con exactitud las causas que motivaron este aumento cerebral, muchos estudios coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en el manejo y fabricación de objetos, mayor será la capacidad para concebirlos. Y viceversa: a mayor capacidad cerebral, mayor destreza manual. El desarrollo cerebral del ser humano fue el elemento que posibilitó la aparición de las capacidades técnicas (de fabricar y utilizar instrumentos para modificar el entorno y satisfacer sus necesidades) como simbólicas (de crear y expresarse por medio de símbolos, signos que están en lugar de otra realidad a la que representan y substituyen).

●La aparición del lenguaje articulado Aunque el origen y la causa exacta de la aparición de la capacidad cognitiva más asombrosa del ser humano -a saber: el lenguaje- sigan siendo un misterio, sí sabemos que ha sido la responsable del apogeo de la cultura humana. Gracias al lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Los animales, aunque pueden emitir y entender signos que expresen emociones básicas, como dolor, alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar realidades más complejas, como instrucciones, teorías, reglas o valoraciones. El ser humano, en cambio, sí puede hacerlo mediante el lenguaje. Por eso, muchos pensadores consideran que el lenguaje supone una diferencia cualitativa; es decir, un rasgo específicamente humano. Existen diversas teorías acerca del origen del lenguaje tal y como lo conocemos hoy. Se supone que el lenguaje articulado ha derivado de un primer lenguaje gestual, en el que los homínidos se comunicarían a partir de gestos más o menos acompañados de sonidos. ¿Cómo, cuándo y por qué los gestos dieron lugar a la comunicación articulada? Existen diversas hipótesis: 

● Una mutación genética sería la causante de esa especialización. En cualquier caso, habría sido múltiple y comportaría un largo proceso, pues habría debido de producir cambios en la organización del cerebro, el conducto vocal y el sistema auditivo. 

● El aumento progresivo de la inteligencia general favorecería la aparición y el crecimiento de la capacidad simbólica y lingüística. 

● La generalización de señales gestuales de alarma y aviso provoca que estas se vayan combinando paulatinamente con señales vocales, cuya utilidad haría que fueran imponiéndose, originando finalmente un lenguaje exclusivamente vocal, el cual simbolizaría objetos y situaciones ("comida", "enemigo"...)

Es posible que las tres teorías anteriores sean complementarias y, lejos de excluirse mutuamente, compongan una explicación multicausal del origen del lenguaje. En cualquier caso, parece claro que para que apareciese el lenguaje en los homínidos tuvieron que darse varias condiciones: una predisposición para comunicarse, la capacidad de imitar sonidos, la inteligencia necesaria para aprender a poner nombre y relacionar entre sí clases de objetos y fenómenos, y la sensibilidad a las diferencias de orden en las secuencias de sonidos.

6.- La cultura y el proceso de humanización 

El proceso evolutivo va desde las formas más antiguas de primates hasta nuestros antepasados homínidos más próximos. En este proceso de millones de años no solo se produce la hominización (aparición del género Homo y de todas sus especies), sino que también se produce la humanización (el conjunto de características culturales que van desarrollando los seres humanos). 

La cultura como factor humanizador 

Si la determinación biológica y genética con la que venimos al mundo constituye lo que consideramos nuestra dimensión natural, nuestra dimensión cultural, en cambio, se compone de todo aquello que es adquirido socialmente: conocimientos, técnicas, hábitos, normas y formas de vida. Así pues, podemos decir que la cultura es el conjunto de informaciones que se adquieren a través del aprendizaje social, el cual puede darse por imitación, por enseñanza o por asimilación o costumbre en su uso. 

Así entendida, no puede afirmarse que la cultura sea algo exclusivamente humano: también los animales, incluso los que no son primates, tienen algún tipo de cultura, ya que son capaces de transmitirse conductas adquiridas socialmente. Por ejemplo, los chimpancés aprenden el uso de diversas herramientas mediante la observación de otros chimpancés, las orcas tienen una alta capacidad para imitar que aplican en sus técnicas de caza, algunos pájaros aprenden sus cantos por imitación, etc. 

Conforme las líneas evolutivas se van aproximando a nosotros, su dotación para lo cultural mejora extraordinariamente. Sin embargo, algo diferencia estas formas de cultura de la humana: en el ser humano, aunque la adquisición de nuevas costumbres puede darse, como en los animales, por imitación, existe una forma de transmisión cultural específica: la transmisión a través del lenguaje, el modo más evolucionado de comunicación. 

A partir del lenguaje, los sonidos se estructuran para dar lugar a sílabas, palabras, oraciones… el lenguaje articulado se considera una cualidad específicamente humana y una condición necesaria para el desarrollo de la cultura. El lenguaje permite el pensamiento y la comprensión de la realidad. Gracias a él, la especie humana puede transmitir la información sin que sea necesario el contacto directo entre los miembros del grupo. Mediante el lenguaje es posible la transmisión y asimilación de nuevas conductas, técnicas, conocimientos o información, a distancia. De este modo, los nuevos contenidos culturales se heredan de generación en generación, acumulándose e incrementándose con el paso del tiempo. Puede decirse, pues, que el lenguaje es la causa del carácter acumulativo de la información cultural y la principal diferencia entre el ser humano y el resto de animales. 

Si se compara la cultura que ha producido el ser humano con la creada por algunos grupos de animales, destaca de la cultura humana su dinamismo y su gran variedad y riqueza. Los organismos se adaptan al medio por selección natural, de manera que los cambios genéticos se mantienen según su eficacia en la supervivencia. El ser humano, en cambio, gracias a la cultura puede llegar a modificar su propio medio, por cual puede decirse que la cultura tiene un valor adaptativo. 

Diversidad cultural 

Más que la biología o la genética, como hemos visto, parece que lo que diferencia a los seres humanos de los demás animales es el hecho cultural. En este sentido, se habla de cultura en singular. Pero lo cierto es que hay que señalar que no existe una sola cultura, sino muchas. Hoy en día conviven en nuestro planeta multitud de culturas: rural, urbana, oriental, musulmana, cristiana, latina, protestante, norteamericana… Esta pluralidad se conoce con el nombre de diversidad cultural. Las grandes ciudades contemporáneas, como Nueva York, Hong Kong, por ejemplo, o Madrid y Barcelona, en España, son ejemplos de convivencia de etnias y culturas diferentes, así como de gente de diversas procedencias. La variedad de culturas es consecuencia de una característica propia del ser humano: no está programado para responder de una manera fija, sino que poseemos cierta libertad para determinar nuestra propia conducta. Así, mientras que los animales suelen reaccionar de un modo limitado ante los estímulos de la naturaleza, el ser humano posee libertad e inteligencia para elegir la respuesta que considera más adecuada en cada caso. Tal vez por este motivo los distintos pueblos han creado su propia forma de vida, la cual se ha adaptado a las condiciones ambientales en las que se ha desarrollado. Cuando nos encontramos ante formas de vida diferentes a las nuestras podemos reaccionar de diversas maneras. 

Pueden darse varias posturas frente a la diversidad cultural:

Etnocentrismo


El etnocentrismo siempre juzga que la propia cultura es la única válida y todo lo juzga desde los propios valores y creencias, por considerar que es “lo natural”. De ahí que las otras culturas sean consideradas como inferiores o propias de pueblos salvajes. El etnocentrismo supone una total falta de comprensión y de tolerancia con los que no comparten el propio modo de vida ni las mismas costumbres. Supone una radicalización del sentimiento de unidad del propio grupo.

Como consecuencias del etnocentrismo cabe destacar: el racismo (falsa creencia sobre la superioridad de la propia raza), la xenofobia (el rechazo de los extranjeros), el imperialismo y el colonialismo que impone la propia cultura sobre los demás.

Relativismo

 

Como una crítica al etnocentrismo surge la posición relativista que propone que no existen culturas superiores o inferiores, sino que todas las culturas son igual de válidas. El relativismo recomienda analizar cada cultura desde sus propios valores, en vez de criticarla desde afuera, desde la nuestra. 

Igualmente, recomienda mostrarse tolerante con las diferentes costumbres culturales. Aun siendo esta actitud mejor que la del etnocentrismo, todavía se pueden observar limitaciones ya que no promueve el diálogo entre culturas, sino que más bien aboga por la separación en guetos aislados que vivan de espaldas unos a otros, sin convivir realmente, como ha sucedido en el modelo anglosajón de integración de los inmigrantes: China Town, Little Italy etc. Incluso, algunos opinan que la mejor forma de preservar las culturas, es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y viva según su cultura.

Desde ahí se acaba justificando la prohibición de la entrada de inmigrantes. Además el afán por combatir el etnocentrismo puede llevar a hacer que se pierda el sentido crítico, y exagerando al considerar que todas las culturas son positivas, se puede llegar a mostrar indiferencia ante algunas costumbres que son contrarias a los Derechos Humanos, como el trato discriminatorio hacia la mujer.

Por último, también se puede criticar que esa defensa de las culturas produce un efecto de parálisis cultural, ya que consideran que lo único importante es conservar las tradiciones, pero la cultura siempre es algo vivo que va cambiando con el tiempo. Es un producto humano y como tal, mejorable. La cultura se debe adaptar a las circunstancias históricas, y además el contacto con otras culturas puede ser enriquecedor. Todos podemos aprender cosas unos de otros.


Universalismo Interculturalismo


Esta actitud parte del respeto a otras culturas, pero supera los problemas del relativismo cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. En primer lugar reconoce la naturaleza plural de nuestra sociedad multicultural y del mundo. Pretende el intercambio cultural y el diálogo entre gente de diversas culturas. 

Quiere colaborar en la búsqueda de soluciones a los problemas de la convivencia a nivel mundial. Apuesta por la integración, en vez de la separación y la marginación. 

El universalismo destaca por su propuesta de diálogo entre culturas a partir de su propuesta de compartir unos mínimos como el respeto por los Derechos Humanos y por los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad. Desde esos mínimos de ética en común, se pueden poner los cimientos para la construcción de una civilización mundial, en la que podrían participar todas las razas, todas las culturas y civilizaciones. 

La Declaración Universal de los Derechos Humanos podría servir para criticar todas las costumbres que no la respetan tanto en la propia cultura, como en las demás. 

El universalismo puede hacer posible una tolerancia activa y no solo pasiva: esta es la auténtica tolerancia de la persona que está realmente interesada en entenderse con todos los demás, aunque no sean de tu misma cultura. (El relativismo cultural, en cambio, no busca ese entendimiento).

Como es sabido, una de las causas de la diversidad cultural es la falta de contacto en que vivían los distintos pueblos del mundo. Sin embargo, en la actualidad, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación está borrando las distancias y reduciendo el aislamiento. Aunque todavía existen zonas profundamente aisladas, lo cierto es que el contacto cultural es cada vez mayor. Por eso se dice que estamos viviendo un proceso de convergencia cultural sin precedentes. Este contacto y proximidad entre los diversos pueblos produce un fenómeno que se ha llamado contagio cultural: el conocimiento de otros modos de vivir, de otras costumbres y creencias, posibilita que adoptemos algunos de estos nuevos elementos cuando los consideremos útiles. 

La asimilación de rasgos propios de otros pueblos hace que, cada vez, seamos más parecidos entre los humanos. Esto puede tener un lado negativo si implica la imposición del modo de vida de aquellos países más poderosos sobre aquellos más pobres. De hecho, algunos críticos consideran que este proceso de convergencia cultural es, en el fondo, una suerte de etnocentrismo camuflado de la cultura occidental, en el cual la globalización estaría escondiendo un proyecto homogeneizador, que haría que se perdieran las ricas peculiaridades culturales de los diversos pueblos de la Tierra. Por ello, desde esta óptica, algunos cuestionan que sea deseable este proceso globalizador-homogeneizador.