En el Evangelio de hoy (Jn3, 14-21), Jesús nos invita a mirarlo, a centrar la mirada en El, a crecer en la confianza de que somos amados.
Y que ese amor es el que nos sana y transforma.
Cómo? Estando con El, orientados a El. Simplemente. Enteramente. Cómo podemos...
“Hay un silencio en el cual el recogimiento es médico y terapeuta. Hay un silencio ante Dios en el cual el recogimiento es el buscador de perlas: se sumerge en las profundidades del ser humano y asciende a la superficie con la herida que no había sido reconocida y que lo oprimía. Su descubrimiento duele, pero Dios puede hacerse cargo de la herida y sanarla, pues el recogimiento verdadero es Dios mismo. Puede traer a la conciencia las heridas ocultas y desconocidas y curarlas por completo. Sólo debe dejar que emerjan a la conciencia y padecerlas ante la mirada amante de Dios.
Esta mirada sanadora de Dios tiene una delicadeza que más de un terapeuta envidiaría. Trae a la conciencia las heridas en el orden en que se hallan en el interior del ser humano. Nunca expone una llaga más profunda que otras que deben sanar antes.
La persona no tiene que curar sus heridas por sí misma ni analizarlas. No tiene necesidad de desmenuzarlas. Basta con que las contemple y padezca en presencia de Dios. La mirada de Dios las disuelve.”
“Camino de contemplación”
Francisco Jalics
Ejercicios de oración guiado con el Nombre de Jesús