"Lo que más nos separa de Dios es pensar
que estamos separados de Él… No creemos que estamos siempre con Dios
y que Él es parte de toda realidad.
El momento presente, cada objeto que vemos, nuestra naturaleza más profunda,
todos ellos están arraigados en Él.
en creer esto hasta que la experiencia personal
nos da la confianza de creerlo.
Esto implica el desarrollo gradual
de la intimidad con Dios.
Dios constantemente nos habla,
por medio de los otros y desde nuestro interior.
La experiencia interior de la presencia de Dios
activa nuestra capacidad de percibirlo en todo lo demás—en las personas,
en lo que ocurre, en la naturaleza..."