"La energía divina es más poderosa cuanto menos la percibimos con nuestras facultades. Cuando nos sentamos
en oración contemplativa y establecemos nuestra intención, sabemos que la Presencia Divina ya está allí.
No la creamos. Todo lo que tenemos que hacer es consentir.
La energía divina fluye en nuestro interior y a
través de nosotros. En su forma más pura está disponible las veinticuatro horas del día en su máxima potencia. Al consentir nos abrimos a Dios tal como Dios es, sin tratar de comprender quién o qué es.
Dios se comunica con una única condición: nuestro consentimiento".