Desde la Antigüedad la lengua griega ha proporcionado a otras lenguas una gran cantidad de palabras, sobre todo, para constituir la terminología científica. Términos tan usuales entre nosotros como autonomía, neumático, democracia o pediatra proceden etimológicamente del griego. La dificultad está en que la lengua griega tiene sonidos que no existen en otras lenguas; otra dificultad es que la lengua griega se anota con un alfabeto diferente.Todo esto obliga a establecer algunos criterios para escribir en latín o castellano palabras de origen griego.La forma más correcta de adaptar una palabra es la transcripción: una serie de normas mínimas que unifican las correspondencias entre los caracteres griegos y los latinos para adaptar la forma de las palabras griegas a la fonética y la morfología del castellano, de forma que se transforman en palabras plenamente correctas y de fácil pronunciación y uso.La transcripción propone, por ejemplo, que la ciudad Ἀθῆναι se transcribe por “Atenas”.