Los cereales

LOS CEREALES EN OCCIDENTE

ORIGEN DE LOS CEREALES: EL TRIGO.

 

La palabra cereal proviene de Ceres (Deméter en Grecia), una de las grandes divinidades de la mitología romana, diosa de la Agricultura, hija de Saturno y de Cibeles y madre de Proserpina (Perséfone en Grecia). En la mitología griega corresponde a Deméter, diosa de los granos y de las cosechas, con la que no tiene diferencia alguna.

 

Durante los días que en nuestro actual calendario corresponden del 12 al 18 de abril, los romanos celebraban la fiesta de la vuelta de Proserpina a la superficie de la tierra. Proserpina, hija de Ceres, fue raptada por Hades, dios de la muerte.  Después de una larga búsqueda su madre la halló como reina de los infiernos e imploró a Zeus que le fuese devuelta.  Tras la disputa entre Zeus y Hades, se permitió que Proserpina volviese con su madre a la tierra cada seis meses, ya que Proserpina había comido el grano de una granada en el Hades y no podía por eso volver permanentemente, estableciéndose así el advenimiento de la Primavera y de la fertilidad, inexistentes cuando Proserpina permanece en el Hades.

 

El pueblo, marchando en procesión, rodeaba los campos implorando el favor de la diosa para que la cosecha fuese abundante.  En los templos se le ofrecía incienso, miel y torta de cebadas y trigo.  La siega, posteriormente, se convertía en una saludable mezcla de mucho trabajo, alternando con la sana convivencia de las fiestas populares.

 

En agosto se ofrecían a los dioses las primicias de las cosechas.  A estas primicias o primeros granos de la cosecha se les llamaba cerealia y por ello, la cebada y el trigo que los romanos cultivaban tomaron el nombre de cerealia del que resulto el actual de cereales.

Hades y Perséfone

Estatua romana de Ceres, con sus atributos, la cornucopia de la abundancia y el arado.

 

 

En la imagen vemos las ruinas del santuario de Eleusis

 

Ceres (Deméter) como una alegoría de Agosto. Fresco de Cosimo Tura, Sala dei Mesi del Palacio Schifanoia, Ferrara, Italia. 1469-70.

 

Deméter y Triptolemo, relieve del período clásico griego, que narra cómo fue concedido el don de la agricultura a los mortales.

El mito lo narra así: "Un día que esta desafortunada madre cruzaba el Ática con el aspecto de una mujer corriente, se paró cerca de Eleusis y descansó encima de una piedra. En ese momento la hija de Celeo, rey de Eleusis, la observó y, sospechando por su aspecto abatido que algún dolor le carcomía, se aproximó a ella y le rogó que fuese a casa de su padre para descansar.

Ceres aceptó y se dirigió a la mansión real; Celeo le dispensó tan buena acogida, que la diosa, altamente reconocida a la sincera hospitalidad, devolvió la salud a su hijo Triptólemo que estaba aún en la cuna.

No se contentó con esto la diosa, su gratitud le exigía hacer algo más: tomó a su cargo la educación de Triptolemo y quiso hacerle inmortal. A este efecto, durante el día le alimentaba con su leche y por la noche le tendía sobre carbones encendidos para despojarle de su condición mortal.

El niño crecía visiblemente y de modo tan prodigioso que se apoderó de su madre la más viva curiosidad; por lo que quiso saber lo que pasaba durante la noche y qué mágicos procedimientos empleaba Ceres.

Con este fin se ocultó en un rincón de la estancia y, al ver que la diosa se disponía a someter a su hijo al fuego depurador, lanzó un grito de espanto y quedó destruido el encantamiento.

No pudiendo ya Ceres darle al joven Triptolemo la inmortalidad, quiso por lo menos, que fuera amado por todos los hombres: le enseñó el arte de sembrar el trigo y de hacer pan, y le dio después un carro tirado por dos dragones para que recorriera los diversos lugares de la tierra enseñando el arte de la agricultura.

Cuando Triptolemo regresó de sus viajes, instauró en Eleusis (ciudad del Ática), la veneración a Ceres, y al mismo tiempo estableció unas fiestas en honor de esta divinidad bienhechora.

Para ser iniciado en los misterios de Eleusis era preciso haber pasado por un noviciado que duraba por lo menos un año y de ordinario cinco, al cabo de los cuales quedaban admitidos a la autopsia, o sea, a la contemplación de la verdad. Aspirar a este último estado significaba aspirar a la perfección. La ceremonia de la admisión se realizaba por la noche. Los iniciados se reunían junto al templo, en un cercado suficientemente espacioso para que en él cupiera una gran muchedumbre. Se coronaban de mirto, se lavaban las manos, escuchaban la lectura de las leyes de Ceres, tomaban un refrigerio y entraban en el santuario donde reinaba la más profunda oscuridad. De repente la densa niebla era rasgada por una luz vivísima, apareciendo en medio de resplandores la estatua de Ceres magnificamente ataviada. Mientras la multitud llena de asombro se entregaba a transportes de admiración, la luz se extinguía, y las bóvedas del templo se poblaban de rayos deslumbradores que dejaban ver acá y allá espantosos espectros y monstruosas figuras. El estruendo de los truenos acababa por sembrar el espanto en el alma del iniciado.

Finalmente se restablecía la calma y se abrían dos grandes puertas que dejaban ver a la luz de las antorchas, un delicioso jardín dispuesto para la danza, las fiestas y el placer. En este Campo Elíseo, era donde el hierofante o gran pontífice revelaba a los iniciados las cosas santas y el secreto de los misterios (el hierofante tenía que ser ateniense y pertenecer a la familia sacerdotal de los Eumólpidas). El que divulgase lo que había visto y oído cometía un horrendo crimen, y era castigado con la pena de muerte. 

 

Ánfora con la representación del mito de Perséfone, s. V aC.

Demeter y Persefone. anfora de pinturas rojas. Data del año 480 a.C.

 

Deméter y Perséfones, relieve ático, s. VI aC

Entre las infinitas especies vegetales que existen, algunas plantas son capaces de conseguir -como alimento- un gran rendimiento calórico por unidad de superficie cultivada; así ocurre con los cereales, las patatas, la caña de azúcar, etc.  Todas las civilizaciones se han basado, en gran parte, en el cultivo, por lo menos, de uno de estos grandes productores de calorías, y han tenido siempre, como base agrícola, algún cereal. 

Las plantas cosechadas han evolucionado tan lentamente a partir de las silvestres que el "hombre" apenas ha sido consciente de sus logros como cultivador de plantas.  A lo largo de la historia, el "hombre" ha preferido ver las plantas cultivadas como obsequio de los dioses, más que como objeto de su propia creación.  No obstante, el aprendizaje del cultivo de cereales puede considerarse como uno de los hechos más decisivos en la historia de la humanidad.  Desde hace muchos siglos, han constituido más del 80% de los alimentos que han consumido nuestros antepasados. 

 

Estatua barroca de Ceres con las espigas y señalándose un pecho como Mater Nutricia.

 

No cabe duda que hay otras formas de ingerir cereales:

Monogràfico sobre la cerveza

 

No olvidemos, por ejemplo, a las famosas legiones romanas que recibían 750 gr. de trigo al día, los cuales transportaban en un pequeño saquito que colgaba de sus lanzas. Las legiones llevaban además molinos consigo, con lo que se molía diariamente la cantidad de cereales que iban a consumir. Una tercera parte del mismo se cocía y se comía en forma de papillas. Los dos tercios restantes se cocían al horno, consumiéndose en forma de tortas o panes. Y prácticamente sólo esto constituía la alimentación de una tropa que a pie, llegó a formar un imperio.

VÍDEO: TRIGO TECNOLOGÍA PARA SU CULTIVO Y CONSUMO