Hábitat 9340. Encinares de Quercus ilex y Quercus rotundifolia (Bupleuro-Quercetum rotundifoliae). Subitpo 45.31 (Encinares meso-mediterráneos).
El encinar manchego, según la teoría, es la climax sobre suelos yesosos y calizos en el piso mesomediterráneo. Casi todo su domino está ocupado por las etapas de sustitución: romerales, espartales, esplegueras, coscojares, jarales, jabunales y en menor medida chucarrales; cuando no ha sido transformado en olivares, viñedos o cultivos de cereales.
La especie dominante en estos bosques es la encina (Quercus ilex). Son plantas leñosas que permanecen verdes todo el año y decimos que sus hojas son coriáceas,esta es una adaptación a las duras condiciones en que vive y consiste en el gran desarrollo que alcanza el esclerénquima de sus hojas,
Hay dos subespecies, la Alsina, Quercus ilex ilex, solo vive en climas suavizados por el mar (Cataluña, Baleares y cornisa cantábrica) y con mayor disponibilidad de agua. La encina Q. ilex rotundifolia es la encina que encontramos en nuestra comarca.
Nuestros encinares, están adaptados a sufrir un enorme estrés climático, consistente en un gran frío invernal (pueden soportar sin sufrir lesiones temperaturas de hasta -25º) y precipitaciones muy irregulares, coincidiendo el período de máximas temperaturas con el de máxima sequía. Sus hojas, presentan cutículas gruesas, para reducir al máximo las pérdidas de agua, esto provoca que sean muy opacas y por lo tanto con una baja eficiencia fotosintética. Para compensarlo, suelen tener mucha más clorofila que los árboles caducifolios y mayor superficie foliar. Debemos tener en cuenta que, a diferencia de los caducifolios, los bosques esclerófilos tienen durante mucho menos tiempo las condiciones adecuadas de humedad y temperatura simultáneamente para realizar la fotosíntesis. Tienen los estomas protegidos por una espesa borra de pelo que, ayuda a mantener una atmósfera de aire saturada de humedad cerca de la superficie foliar evitando pérdidas de agua. Las hojas exteriores reciben el sol directo y se calientan mucho, por lo que mantienen cerrados los estomas para evitar perder agua en las épocas de mas calor, también son más pequeñas y tienen mayor recubrimiento que las hojas de sombra. En las épocas más calurosas, por la mañana hay un intensa absorción de CO2, a medida que sube la temperatura va cayendo, hasta parar prácticamente por completo en las horas de más calor con el cierre casi total de los estomas. Al atardecer, aunque sigue haciendo calor, vuelve a recuperarse la actividad fotosintética, con menos intensidad que en la mañana.
La característica ambiental diferenciadora de los encinares y del resto de los bosques y matorrales esclerófilos es que, a lo largo del año nunca tienen una época realmente favorable. Cuando llueve, puede hacer mucho frío, y cuando sube la temperatura, no hay disponibilidad de agua. Las especies que viven en estos ambientes no se pueden permitir el lujo de desprenderse todos los años de las hojas y tienen que aprovechar al máximo el tiempo en el que las condiciones ambientales le son favorables.
En un encinar maduro, hay encinas de todos los portes y edades, acompañadas de otras especies que varían en función de las condiciones edáficas, orográficas y de las pequeñas variaciones climáticas. Cuanto más maduro el encinar, al igual que todos los bosques, hay menos diversidad de especies.
Se puede decir que la pluviometría de nuestra comarca, está muy cerca del límite en que puede vivir la encina, por ello una pequeña diferencia en la cantidad de las precipitaciones, puede ser la diferencia entre un coscojar y un encinar. Una cantidad determinada de lluvia puede permitir la existencia de un encinar sobre calizas y no ser suficiente sobre yesos, al retener estos últimos el agua con más fuerza.
Barranco del Horcajo, S. Martín (M)
Nuestros encinares, los encinares manchegos (Bupleuro rigidi-Quercetum rotundifoliae),se encuentran en la provincia castellano-maestrazgo-manchega. Como especies acompañantes encontramos Quercus coccifera (coscoja), Rhamnus lycioides (espino negro), Jasminun fruticans (jazmín silvestre), Crataegus monogyna (majuelo), Genista scorpius (aulaga), Teucrium chamaedrys, Retama sphaercarpa y Dorycnium pentaphyllum. Son numerosas las especies de trepadoras como Bryonia dioica (nueza), Lonicera etrusca (madreselva), Lonicera periclymenum hispanica (madreselva) y Asparagus acutifolius (espárrago silvestre). Estos encinares, alternan con los matorrales de sustitución, esplegeras, salviares y coscojares.
Los encinares manchegos madrileños, entran en contacto en los valles con las olmedas (Aro-Ulmetum subas. typicum) y en el piso superior con los quejigares (Cephalanthero-Quercetum valentinae)
En la primera etapa de regresión, el matorral denso lo componen coscojares, Quercus coccifera, Rhamnus lycioides, Jasminum fruticans y Retama sphaerocarpa. Cuando estos matorrales se degradan, en la siguiente etapa, aparece la Genista scorpius (aulaga), Teucrium capitatum y Salvia lavandulifolia. Si el proceso de degradación continúa, aparecerán los pastizales, fundamentalmente de Stipa tenacissima (espartales) y del género Brachypodium.
Los encinares maduros, dejan pasar poca luz, por lo que debajo de las encinas solo pueden vivir especies adaptadas a la penumbra y en ellos no encontramos especies heliófilas.
Barranco del Horcajo, S. Martín
Hoy nuestros encinares, por regla general, están muy degradados, desorganizados estructuralmente y con muchos claros, desapareciendo las especies adaptadas a la penumbra forestal y apareciendo las especies heliófilas entre encinas jóvenes. En muchos casos nos encontramos con pastizales o matorrales con encinas dispersas, espacios adehesados y en casos extremos, campos de cereales con alguna encina.
Alto de Vallequillas, Martín
En la imagen superior, tenemos un encinar adehesado, en esta caso se trata del Hábitat 6310 Dehesas perennifolias de Quercus spp. formado por un mosaico de cultivos, pastizales o matorrales mesomediterráneos, de quercíneas perennifolias (Quercus suber, Q.ilex, .rotundifolia, Q.coccifera). Se trata de un hábitat muy importante para diferentes rapaces y para multitud insectos y sus predadores.
Páramo calizo
Normalmente lo que encontramos son encinas dispersas. Con toda probabilidad, los mejores encinares estaban sobre las calizas del páramo, a ambos lados del Jarama. Todas estas tierras han sido cultivadas desde antiguo, transformándose en olivares, viñedos y cultivos de secano. Tan solo quedan alguna encina como testigo entre las tierras de labor o entre los matorrales de regeneración, una vez abandonado el laboreo de las tierras. (La primera de las dos imágenes anteriores está tomada entre La Poveda y Campo Real. La segunda, entre Campo Real y Valdilecha)
Dentro del territorio del herbario, distinguimos la subasociación Bupleuro rigidum-Quercetum rotundifoliae subas. typicum, de la que hemos hablado hasta ahora y que tiene como matorral de sustitución el coscojar (Rhamno-Cocciferetum).
En la actualidad no quedan encinares en los páramos pontienses, tan solo algunas encinas dispersas, excepto en la zona más oriental, en los municipios bañados por el Tajuña recién entrado en la Comunidad de Madrid. Siglos atrás, antes de la humanización de estas tierras, es muy probable que hubiese bosques de encinas con quejigos, o quejigares con encinas. Hoy los quejigos han quedado refugiados en los barrancos donde no era posible la explotación agraria por ser inaccesibles o tener fuertes pendientes. Estos encinares y quejigares, estuvieron salpicados de arces, majuelos, algún olmo, etc.
Al deforestar, el hombre realiza un proceso selectivo. Si lo hace por fuego, en los primeros ciclos de incendios, desaparecen las coníferas del territorio (el pino carrasco necesita entre 15 y 20 años para producir piñones). Las sabinas, enebros y pinos carrascos que presumiblemente habría dispersos en las zonas de suelos más rocosos y someros del páramo, desaparecen o se rarifican. Los majuelos y arces de las zonas de suelos profundos también. Quejigos y encinas rebrotan bien de cepa. Imaginemos que el fenómeno de los incendios se hace persistente. Tal vez eso suponga una oportunidad para que la zona empiece a ser colonizada por coscojas procedentes de las cuestas del páramo y que el quejigo, que rebrota peor de cepa que la encina vaya poco a poco desapareciendo. Al final quedan solo matas de encina y coscoja o si no llega a colonizar la coscoja, solo encina. Lógicamente, tras siglos de humanización, cuando se producen episodios de abandono, la recolonización la llevan a cabo las especies que tienen más ejemplares para diseminar en la zona. O sea, la encina.
Si el proceso de deforestación incluye el sobrepastoreo, se produce una situación parecida. Mientras los incendios favorecen a cistaceas (acidófilas por otro lado) el sobrepastoreo y pisoteo, la pérdida de los horizontes superficiales del suelo favorece a las labiadas, como el romero, la salvia, el cantueso, la lavanda, y el tomillo. En el páramo se formarán encinares abiertos con salvia y otras labiadas entre ellas o tomillo si el sobrepastoreo es muy intenso. El quejigo resiste el mordisqueo, pero precisa de más sombra para regenerar, sobre todo en páramos secos como los del sureste de Madrid. Luego igualmente, se rarifica y desaparece. En este caso, las formaciones abiertas favorecen a la encina.
Como la zona es llana y los suelos relativamente profundos, la coscoja tiene dificultades para entrar, pues la encina crece mucho mas rápido. Eso lo hemos podido comprobar en el alto de el Piul: la encina de repoblación, salvo en roca viva, crece sensiblemente mas rápido que la coscoja, que invierte todo en crecer de raiz, fiel a la estrategia de anclarse al terreno para resistir grandes sequías y ciclos de incendios repetidos (la encina además, arde muy fácil, tanto como el pino, mientras la coscoja es uno de los arbustos que peor quema del bosque mediterraneo, junto con el Madroño).
Si el proceso es por tala, también gana la encina, porque la encina da bellota grande, dulce y la vecería es poco acusada (alternancia de años con mucha bellota con otros de menos) mientras el quejigo da bellota menos grande, amarga. Resultado, el hombre, avido de leñas, cortaba antes quejigos que encinas, que tienen bellota que puede consumir el hombre y los animales. Se produce un proceso que se ha dado en llamar de frutalización del bosque mediterraneo, y que incluye la selección de los ejemplares con bellotas más grandes y dulces para su posterior siembra, algo que se hacía con cierta frecuencia. Parte de las actuales dehesas de encinas de nuestro país son potencialmente quejigares, melojares o alcornocales o bosques mixtos de todos ellos, en diferentes combinaciones y con varios árboles caducifolios (fresno, arce, cornicabra, serbal doméstico y torminalis, pyrus bourgueana) como especies acompañantes.
Si se produce la roturación para cultivar, todo se acaba por liar. ¿Como inferir la vegetación potencial, si de las especies del bosque apenas quedan algunos ejemplares y por tanto, sabemos las que han quedado, pero desconocemos las que desaparecieron? Solo se respetan algunos pies, que probablemente, serán de encina (las coscojas, enebros o cualquier otra especie serán descuajados) para dar sombra al ganado, para aprovechar su bellota, etc. Al cabo de mucho tiempo, hasta las encinas acaban por desaparecer.
La imagen anterior, ha sido tomada en los páramos calizos. Son campos de labor abandonados, sobre suelos básicos, todas las matas y pequeños arbustos son carrascas y no coscojas, como se supone en la provincia castellano-maestrazgo-manchega. Incluso en los taludes de la autovía de Valencia (relativamente recientes, donde se han decapitado los horizontes superiores), en el mismo tramo, vemos pequeñas carrascas y no coscojas.
La caliza pontiense se quiebra en los valles fluviales. Ello da lugar a una cornisa, mas o menos quebrada que es el frente de erosión del páramo. Donde esta cornisa aparece, diversos autores consideran que la clímax es el coscojar. En Perales de Tajuña se ve bien. En los vallejos que suben por las Peñas rubias, todo es roquedo. La roca aflora y aunque la vegetación lo cubre todo, alcanzando los ejemplares buenas tallas, domina de forma prácticamente completa la coscoja. La encina se queda arriba, sobre suelos calizos arcillosos. A la coscoja le acompañará el espino negro, aladierno, jazmín, enebro, como se ve en otros lugares próximos, tanto en Morata como en Perales de Tajuña, y en menor medida, la sabina, que es mas del piso supramediterraneo, pero que en orientaciones norte, sitios mas venteados o frios podría aparecer, de hecho lo hace, entre Morata y Valdelaguna, y en Rivas, puntualmente. Nos queda la duda, de si el olivo silvestre no sería también frecuente, de forma natural, en estos lugares en las solanas (en vista de la gran cantidad de acebuches que se ven dispersos, y en aumento). En Perales, junto a coscoja, hay cornicabra y mucho aladierno, que aparecen tanto en las orientaciones norte como sur junto al enebro. En orientaciones sur se sumarán al cortejo, Ephedra fragilis y nebrodensis, siendo el caracter más distintivo entre orientaciones sur y norte.
Conforme bajamos por las cuestas, la clímax ya no puede ser coscoja. Habrá un coscojar que se enriquece con encina y con los acompañantes más higrófilos del coscojar: jazmín y cornicabra, sobre todo si el terreno es rocoso. Hacia abajo comenzará a predominar el encinar. Si mas abajo empieza a aparecer el yeso o las margas yesíferas de nuevo la coscoja gana peso, pero la encina se encontrará en mezcla si se dan las condiciones adecuadas (habrá una masa mixta encina-coscoja). En caras norte, la coscoja será la que aparezca en menor proporción y en caras sur, la encina.
Frente de erosión del páramo. Al norte de Perales de Tajuña
En la franja media de las cuestas en caras norte, este, y donde el suelo sea profundo, probablemente domine el quejigo sobre la encina y la coscoja, además serán mucho mas frecuentes madreselvas (L. etrusca y L. implexa) Como secundarios pueden aparecer los majuelos y arce de montpellier, en especial en vaguadas, barrancos y arroyos.
En Carabaña, Orusco, Perales y Morata hay mucho aladierno y enebro, y son frecuentes en todos los matorrales de sustitución, tanto en los coscojares como en los espartales, romerales y otras formaciones. Probablemente esto se debe a la cornisa pontiense, que casi no existe en Martín o Rivas. Esos roquedos no son cultivables. En fisuras, repisas, entre las rocas, estas especies, que regeneran peor tras los incendios, han sido capaces de resistir a talas, incendios y rozas para cultivar. Luego, el hombre ha abandonado el terreno y dado que son especies heliofilas, cuyos frutos son dispersados por los carnivoros (zorros) y por las aves (zorzales, mirlos y estorninos), han colonizado rápido las zonas adyacentes, aun si no son roquedos, recuperándose más rápido que encinas, quejigos o coscojas, que tardan más en establecerse. Por esa razón hay enebral en la finca de el Bosque, en Perales de Tajuña (la climax en el alto, muy pedregoso, será un encinar con alguna coscoja, algún enebro y quejigos dispersos).
En la margen derecha del Jarama, donde predominan yesos y margas, apenas queda alguna encina, estando ocupados los cerros inmediatos a las vegas en algunos casos por coscojares (de los que hablamos en otro artículo) y en otros por sus matorrales de sustitución. A medida que nos alejamos hacia el oeste y nos adentramos en la campiña caliza sagrense, seguimos sin encontrar encinas (recuerdo en una excursión botánica por el municipio de Pinto, en que se visitaba la única encina natural que había en todo el término). Por un lado la orografía es mucho menos abrupta que al este del Jarama, con lomas suaves, con lo que han quedado muy pocos enclaves no aptos para la agricultura donde podrían haberse refugiado encinas y su cortejo. Además se sigue practicando una agricultura intensiva.
En la Marañosa se encuentran los únicos bosquetes de encina de la margen derecha del Jarama de suficiente entidad.
Sobre yesos, en las caras norte de los cerros yesíferos (sobre margas), con el suelo bien desarrollado, la climax es un encinar-coscojar. En orientación sur o terrenos llanos, en especial hacia el valle del Tajo, es probable que un pinar de carrasco con subpiso de coscoja, al modo del Valle del Ebro, con litologías, clima y vegetación tan similar a la nuestra. Pinares naturales de estas características se ven en zonas de las Bárdenas, en Navarra, en los montes de Fraga, de Alcubierre, de la Serreta Negra, ya en Zaragoza y en el Pinar de la Encomienda de Castilla, en Madrid probablemente el último pinar natural sobre yesos de la zona que queda, orientado al SE, en la caida hacia el Valle del Tajo. Los pinares naturales son abiertos, con ejemplares tortuosos y dejan pasar mucha luz, no pareciendose en nada a las masas cerradas de repoblación. El matorral heliófilo crece por doquier: salsola vermiculata, coscoja, espino negro, romero, chucarro, ephedra fragilis, esparto. Los pinares del Valle del Ebro cuentan con una vegetación muy similar a la de nuestra comarca, pero con pinos y enebros (Juniperus phoenicea) y algunas plantas termófilas extra, como el lentisco y una mayor frecuencia de Globularia alypum.
En la foto vemos uno de los raros casos de restos de encinar sobre yesos. La naturaleza yesífera del terreno la delata el matorral de Lepidium subulatum y Helianthemum squamatum en flor
Los pinares, probablemente, salvo en la Encomienda, desaparecieron de los delicados terrenos yesíferos por los incendios, el sobrepastoreo y la presión para obtener leñas. En el valle del Ebro, sobre yesos, y en las zonas de valles donde aparece la inversión térmica, desaparece el pino y se puebla de sabina albar. Algo similar podría haber antiguamente en Madrid.
Cuando el encinar gana altura, a partir de los 750 m, entra en contacto con el quejigar (esto también sucede a partir de los 650 m, en las umbrías), tenemos una nueva subasociación Bupleuro rigidum-Quercetum rotundifoliae subas. quercetosum valentinae que es el encinar con quejigos (Quercus faginea) y cuya orla protectora es el zarzal eutrofo (Rosetum micrantho-agrestis , en la imagen de la izquierda vemos rosales dispersos, en las inmediaciones del quejigar de Chinchón). En ambas subasociaciones, la típica y la que tiene quejigo, encontramos Rubia peregrina, Rhamnus alaternus (aladierno), Pistacia terebinthus, Colutea hispánica (espantalobos), Daphne gnidium (torvisco), Bupleurum rigidum y Asparagus acutifolius. Las plantas que marcan la diferencia, son las propias del quejigar: el arce de Montpelier (Acer monspessulanum), y la cornicabra (Pistacia terebinthus) además del quejigo, todos ellos caducifolios a excepción del quejigo que tiene follaje marcescente. Buenos ejemplos de esta subasociación, los tenemos en el Carrascal de Arganda, donde hay quejigos pero falta el arce; en el Monte de Pajares en S .Martín, también hay encinares con quejigos, más al sur en los barrancos de las Amargas y el Horcajo, también en el municipio de S. Martín, tenemos buenos rodales de cornicabra en los encinares, e incluso algunos rodales de arce, pero falta el quejigo. Chinchón, Morata, Perales de Tajuña, Valdilecha, Campo Real y Valdelaguna son otros de los municipios en los que podemos ver buenos bosques de esta subasociación.
La imagen que tenemos debajo, ha sido tomada en Perales de Tajuña. Vemos un hermoso bosque mixto. La encina y la cosocoja son dominantes. En la vaguada, del centro hacia abajo, vemos un rodal de enebros de miera (Juniperus oxydecrus). Debajo del collado que tenemos en la linea del horizonte, hay un buen rodal de quejigos, tenemos uno muy bello a la derecha de los enebros y aunque no se aprecia, es abundante el aladierno.
Algunas de las pocas encinas, entre tierras de labor, que quedan en el sector sagreño. La imagen es de Torrejón de Velasco y nos la envía Julio Martín