06. HUME

Caracteres generales del empirismo

"Empirismo" procede del griego empeiría (experiencia), y se llama así la postura filosófica que sostiene básicamente lo siguiente: todo conocimiento procede de y se justifica en la experien­cia.

La tesis empirista, por lo tanto, puede desglosarse en dos:

a) El único origen del conocimiento es la experiencia, esto es, el conjunto de datos que proceden de los sentidos tanto externos como internos[1].

b) Lo que hace válido o aceptable a un conocimiento, esto es, su fundamento de validez es su relación con la experiencia, de tal modo que cualquier pretendido conocimiento que no esté muy estrechamente relacio­nado con la experiencia será rechazado por los empiristas como un pseudo-conocimiento.

De esta tesis fundamental se derivan otras:

a) No hay ideas innatas, esto es, contenidos que la mente ha poseído "desde siempre"; la mente humana al nacer es una tabula rasa, como una hoja de papel en blanco.

b) Puesto que todo conocimiento procede de la experien­cia, y la experiencia sólo proporciona conocimien­tos particu­lares, hemos de construir el edificio conocimiento inductivamente es decir, desde lo particular a lo general. Todo conocimiento general o universal es un conocimiento mediato, obtenido a partir de otros (en último término hechos experi­mentables).

El empirismo es una constante en la historia de la filosofía, de modo que lo encontramos en todas las épocas. Sin embargo, se considera empirismo clásico al que se da en las Islas Británicas en los siglos XVII-XVIII, y representado fundamentalmente por tres autores: Locke, Berkeley y Hume.

La teoría del conocimiento de Hume

La teoría del conocimiento de Hume se construye a partir de dos principios:

a) Un principio psicológico, o referido al origen del conocimiento: toda idea procede, en último término, de una impresión.

b) Un principio lógico, o referido a la validez del conocimiento: para que un conocimiento sea válido, ha de expresar bien una relación de ideas, bien una cuestión de hecho.

Vamos a ver con un poco más de detalle estos dos principios (puntos 2.1 y 2.2) y a continuación las consecuencias a que da lugar su aplicación (puntos 2.3 y 2.4).

El origen del conocimiento: impresiones e ideas

Hume llama percepción a todo contenido de la mente, y distingue dentro de las percepciones:

-Impresiones: son las percepciones caracterizadas por su máxima vivacidad y fuerza, aquéllas que son senti­das (no pensadas) por el sujeto. Hume distingue entre impresiones de sensación (recibidas por los sentidos externos: colores, olores, sonidos, etc.) e impresiones de reflexión (recibidas por los sentidos internos: placeres, dolores, dudas, deseos, etc.).

-Ideas: son percepciones más débiles que las impresiones, una especie de huella que dejan éstas en la imagi­nación y en la memoria. Al contrario que las impresiones, las ideas son pensadas, no sentidas.

Toda idea es una copia, más o menos debilitada, de una o varias impresiones; las impresiones representan el contacto inmediato de la mente con la realidad, de modo que para juzgar acerca de la realidad de una idea basta preguntarse: ¿de qué impresión es copia? En el caso de que no sepamos contestar a esta pregunta, ello quiere decir que esa idea no tiene ninguna garantía de ser verdadera; es una mera ficción.

Las ideas se agrupan o asocian entre sí dentro de la mente, siguiendo unos principios o leyes (de un modo parecido a como la ley de la gravitación de Newton explica la atracción entre los cuerpos). Estos tres principios o leyes de asociación son:

-Ley de semejanza: una impresión o idea de algo hace aparecer en mi mente la idea de algo semejante. Por ejemplo: si veo el retrato de mi padre, es muy probable que me acuerde de mi padre; si pienso en una película de críme­nes, quizá me vengan a la memoria otras películas de tema parecido, etc.

-Ley de contigüidad: una impresión o idea de algo "despierta" en la mente la idea de algo próximo (en el espacio o en el tiempo). Por ejemplo: si pienso en un alumno, es probable que piense también en su compañero; si recuerdo una película que vi, puedo recordar también lo que hice antes o después de verla, etc.

-Ley de relación causa-efecto: una impresión o idea de algo hace aparecer en la mente la idea de su causa o de su efecto. Por ejemplo: si veo una carta, pienso en la persona que la ha escrito; si veo humo, en mi mente aparece la idea de fuego, etc.

Los tipos de conocimiento: cuestiones de hecho y relaciones de ideas

Hume distingue dos tipos de conocimiento:

-El conocimiento acerca de relaciones de ideas, p. ej., "el todo es mayor que la parte", "dos y dos son cuatro", etc. Estos juicios simplemente expresan la relación en que se hallan las ideas de todo y parte, dos y cuatro, etc. A este tipo de conoci­miento pertenecen las matemáticas (geometría, aritmética y álgebra).

-El conocimiento acerca de cuestiones de hecho, p. ej., “hoy ha salido el sol", "esta tiza es blanca", "ayer ganó el Real Madrid", etc. Estos juicios no se limitan a explicar una relación de ideas, sino que nos informan acerca de una situación real o hecho.

Vamos a aclarar la distinción con algún ejemplo: Para saber que el juicio el todo es mayor que la parte es verdadero, yo simplemente necesito entender el significado de las palabras todo, mayor y parte; entendiendo estas ideas, es imposible que piense que el todo no es mayor que la parte. Sin embargo, por mucho que entienda las ideas de Real Madrid y ganar, no me basta eso para saber si el Real Madrid ha ganado o ha perdido; necesito salir fuera de mis ideas, obtener la información que me falta mediante una experiencia (p.ej., ver yo mismo el partido, o enterarme del resultado por la radio, o que me lo diga un amigo, etc.). Sin esa experiencia, podría pensar tanto que el Real Madrid ha ganado como que ha perdido.

Por lo tanto, ambos tipos de conocimiento se distinguen en dos características:

-Todo conocimiento de hechos es a posteriori (basado en la experiencia) y contingente (puedo pensar lo contrario sin caer en contradicción). Ambas carac­terísticas van unidas: la experiencia sólo me informa de que algo es así, no de que algo tiene que ser así; luego no es contradictorio pensar que no sea así.

-El conocimiento acerca de relaciones de ideas es, por el contrario, a priori (no se basa en la experien­cia, sino sólo en el pensamiento) y necesario (si lo niego caigo en contradicción).

A lo que Hume llama cuestiones de hecho, Kant lo llama juicios sintéticos, y a lo que Hume llama relaciones de ideas, Kant lo llama juicios analíticos. Por tanto, la tesis de Hume se podría caracterizar así: no hay juicios sintéticos a priori[2]; es impor­tan­te tener este punto muy claro, para entender en qué se diferen­cian las filosofías de Hume y de Kant.

Examen de la relacion causa-efecto

Hume procede a aplicar estos principios al examen de nuestros razonamientos cotidianos. Yo puedo conocer un hecho de estas dos maneras:

a) Por experiencia directa, esto es, porque, mediante los sentidos, he tenido una impresión de ese hecho.

b) Por un razonamiento o inferencia: tengo una impresión de otro hecho que o bien es causa, o bien es efecto, o bien tiene la misma causa, del hecho que infiero.

Vamos a ver un ejemplo de los tres casos citados:

a') Infiero la existencia de un hecho al tener una impresión de su causa: veo tirar un objeto por la ventana, infiero que chocará contra el suelo.

b') Infiero la existencia de un hecho al tener una impresión de su efecto: veo humo, infiero que hay fuego.

c') Infiero la existencia de un hecho al tener una impresión de otro hecho que tiene la misma causa (ejem­plo tomado de la película "Los pájaros", A. Hitchcock, 1963): encuentro unas tazas rotas en una casa; ya he comprobado antes que los pájaros, cuando invaden una casa, rompen las tazas y atacan a las personas; infiero que los pájaros han atacado al dueño de la casa.

Como se puede ver, nuestros razonamientos acerca de hechos se basan en la relación de causalidad. Se trata, por tanto, de examinar nuestro conocimiento de esta relación; nos serviremos para ello de este ejemplo: el calor dilata los cuerpos; en este juicio se expresa una relación entre dos hechos, uno que hace de causa (el calor) y otro que hace de efecto (la dilatación).

1) En primer lugar, el juicio el calor dilata los cuerpos, ¿expresa una relación de ideas o una cuestión de hecho? Es evidente que lo segundo, ya que las ideas de calor y dilata­ción son dos ideas distintas, y si nos limitáramos a examinar tales ideas únicamente con el pensamiento no hallaríamos ninguna relación entre ellas. Por tanto, la causalidad es una cuestión de hecho (los juicios que expresan esta relación son sintéticos, no analíticos).

2) Si la causalidad es una cuestión de hecho, nuestro conocimiento de ella es a posteriori, basado en la experien­cia (o, lo que es lo mismo, en las impresiones recibidas por los sentidos). Ahora bien, en el caso del juicio el calor dilata los cuerpos, ¿qué información he obtenido de la experiencia?

-Por una parte, la experiencia me informa de la contigüidad o proximidad en el espacio y el tiempo de dos hechos: el calor y la dilatación (ya que ambos ocurren en lugares y momentos próximos).

-Por otra parte, también sé por experiencia que, de estos dos hechos, el calor tiene prioridad temporal sobre la dilatación: el hecho que hace de causa siempre ocurre antes (aunque sea poco antes) que el que hace de efecto.

-Finalmente, si uno mi experiencia actual a mis recuerdos de experiencias anteriores, concluyo que, siempre que se ha producido una causa parecida (el calor), se ha producido también un efecto parecido (la dilatación); esto es, la experiencia me informa de una conjunción constante de causa y efecto.

3) Contigüidad en el espacio y el tiempo, prioridad temporal de la causa sobre el efecto, conjunción constante de ambos: ésa es toda la información que me ofrece la experiencia acerca de la causalidad. Sin embargo, la experiencia no me da ninguna información acerca de una unión o conexión necesaria entre causa y efecto. Sé que ahora el calor dilata este cuerpo y que así ha sucedido también en el pasado; pero no sé que esto tenga que ocurrir necesariamente; en realidad, ni siquiera si seguirá sucediendo así en el futuro: lo creo, y es la fuerza de la costumbre o hábito la que me empuja a tener esta creencia[3].

Dicho de otro modo: Por ser a posteriori, nuestro conocimiento de la causalidad es contingente (la expe­riencia no propor­ciona necesidad); sin embargo, la costumbre me hace esperar que la unión entre causa y efecto siga siendo en el futuro tal como ha sido en el pasado (pero esto es una creencia, no un conocimien­to).

Crítica de los razonamientos metafisicos

Los razonamientos metafísicos están también basados en la relación causa-efecto; pero se diferencian de los razonamientos cotidianos y científicos en que la causa a la que se llega no es ni puede ser conocida por la experiencia. De este tipo son los siguientes razonamientos:

a) El que concluye la existencia de un mundo exterior a nosotros como causa de nuestras impresiones.

b) El que afirma que, por debajo de nuestros diferentes y variables estados subjetivos (pensamientos, sentimien­tos, deseos, etc.), existe un ser permanente (alma, espíritu o yo).

c) El que concluye en la existencia de Dios como causa del mundo.

Hume es tajante al respecto: tales razonamientos no tienen ninguna validez, ya que los razonamientos causales, aunque nunca nos proporcionan un conocimiento seguro, sin embargo son justifica­bles cuando tanto las causas como los efectos se pueden conocer por la experiencia, nunca cuando van de un efecto experimentable a una causa que ni hemos experimentado ni podemos experimentar.

La existencia de tales objetos metafísicos (mundo, alma, Dios)[4] no puede ser conocida, en todo caso podría ser creída.

La actitud de Hume frente a la metafísica (una supuesta ciencia cuyas conclusiones no pueden ser confrontadas con la experiencia) está perfectamente expresada en este "incendiario" texto: "Si cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión"[5].

La ética en Hume

El origen de los juicios morales

"Juicio moral" o "juicio de valor" es aquél que contiene algún predicado como justo/injusto, bueno/malo[6] o similares, es decir, el juicio que no se limita a describir, sino que valora algún hecho. Hume se plantea el problema del origen de estas valoraciones y proporciona esta respuesta: las valoraciones morales proceden del sentimiento, no de la razón (de ahí que a la postura de Hume se le llame emotivismo moral y se oponga a otra postura conocida como racionalismo moral).

He aquí una explicación del punto de vista de Hume:

-Imaginemos alguna acción comúnmente considerada como injusta o moralmente mala, p.ej., un asesinato, y veamos qué es lo que la razón descubre al examinar esta situa­ción.

-La razón sólo descubre en esa acción una serie de hechos (p.ej., las circunstancias de lugar y tiempo, los movimientos de los personajes, el tipo de arma utilizada, la cantidad de sangre vertida, etc.) y de relaciones entre estos hechos (el movimiento de la mano es causado por una intención de la volun­tad, hay intenciones contrarias en la mente del asesino y de la víctima, etc.); pero no podemos decir que la maldad de la acción consista en ninguno de estos hechos o relaciones.

-¿Qué es, entonces, lo que nos lleva a decir que esa acción es mala? Sencillamente, que hace surgir en nosotros un sentimiento de desaprobación. Por lo tanto, es este senti­miento, y no el examen que la razón reali­za, el fundamento de nuestro juicio moral.

-Lo mismo podría decirse respecto de la bondad moral o justicia de alguna otra acción (p.ej., arriesgar la propia vida para salvar la de otro): no es la razón la que nos hace decir que esa acción es buena o justa, sino el sentimiento de aprobación que despierta en nosotros.

El sentimiento de humanidad

Como hemos visto en el apartado anterior, Hume coloca en el sentimiento el origen de los juicios morales. Ahora bien, ¿qué sentimiento? Hume responde: no un sentimiento cualquiera, sino el que nos hace sentir placer por la felicidad de otros y pena por su desgracia, y da a este sentimiento peculiar el nombre de humanidad.

La naturaleza humana está hecha de tal modo, dice Hume, que cada uno de nosotros desea no sólo su propia felicidad, sino también la felicidad general, y teme no sólo a su propia desgracia, sino a la desgracia de los demás. Es esta condición (que podríamos no poseer, pero que de hecho poseemos) la que nos hace seres capaces de valoraciones morales.

Por tanto, la ética de Hume se puede considerar un utilitaris­mo[7]: son buenas o justas aquellas acciones que producen la felicidad general, ya que son las mismas que despiertan en los seres humanos un sentimiento de aprobación.

[1]Sentidos externos son aquéllos a través de los cuales conozco hechos o cosas del mundo físico, por ejemplo, las mesas, las sillas, los colores, los sonidos, etc.; al conjunto de datos procedentes de los sentidos externos lo llamamos experiencia externa. Sentidos internos son los que me comunican un estado o hecho de mi propia m ente, por ejemplo, una alegría, una pena, una duda, un recuerdo, etc.; al conjunto de datos que proceden de los sentidos internos lo llamamos experiencia interna.

[2]Probablemente, esta frase es el mejor resumen del empirismo, hasta el punto de que basta, para saber si un autor es empirista o no, con saber si está o no de acuerdo con la frase.

[3]Si nosotros percibiéramos la unión entre calor y dilatación como necesaria, no podríamos pensar ni imaginar que el calor, en vez de dilatar los cuerpos, los contrajera (como no podemos pensar ni imaginar que el todo sea menor que la parte: ésta sí es una relación de ideas necesaria); sin embargo, tal hecho, aunque no sea real, sí es perfectamente imaginable.

[4]Kant llama a estos mismos objetos ideas trascendentales.

[5]D. Hume: Investigación sobre el entendimiento humano, sec. 12.

[6]Entendiendo "bueno" no en el sentido de útil o conveniente ("bueno para otra cosa"), sino de bueno en sí mismo.

[7]"Utilitarismo" es la teoría ética que sostiene que una acción es moralmente buena cuando produce la mayor cantidad posible de placer al mayor número posible de personas.

Apuntes elaborados por Juan Antonio Vela León