VERNON EN PORTOBELO
God damn you, Lezo! o una histórica celebración prematura
La historia de España y de América Latina hubiera sido muy diferente si las conmemoraciones de una medalla inglesa del siglo XVIII se hubiesen hecho realidad.
Es frecuente encontrar a lo largo de la historia cientos de ocasiones en las que se han utilizado las plumas de los cronistas para glorificar hechos concretos a favor de diferentes empresas. En el caso que hoy nos ocupa el rey Jorge II de Inglaterra usó la técnica contraria para intentar llevar al olvido la derrota más sonora sufrida por la Royal Navy.
En un país en el que la incipiente prensa estaba asumiendo un papel relevante en las decisiones de la cámara de los comunes, se prohibió toda publicación referente a la batalla de Cartagena de Indias. Esa misma presión mediática que había obligado a Robert Walpole, primer ministro británico, a declarar la guerra a España por el caso de la oreja de Jenkins se vio ahora amordazada. Aún así podemos encontrar vestigios de lo que fue una celebración prematura.
Gracias a un amigo, hace poco pude conocer una medalla en la que Mediohombre, como era conocido el gran marino de Pasajes, Blas de Lezo, se arrodilla entregando su espada ante Edward Vernon, oficial naval inglés, junto a la inscripción El orgullo de España humillado por el almirante Vernon. La historia posterior de España y los países de América Latina hubiera sido muy diferente si las conmemoraciones de esa medalla se hubiesen hecho realidad.
En 1739 se había producido la captura y destrucción de Portobelo, que los británicos celebraron por todo lo alto con una fiesta en honor al héroe Vernon, en la que en presencia del propio rey, se presentó por primera vez el que hoy es el himno nacional británico God save the King/Queen. En Marzo de 1741, navegando en el mar del Caribe, apareció la flota más grande que jamás surcara los mares; con el propósito claro de arrebatar a la corona española la ciudad estratégica de Cartagena de Indias. Según los cronistas 186 buques con 27.600 hombres y más de 2.000 cañones salieron desde Port Royal, en Jamaica; para fondear en la costa de la ciudad caribeña. Al otro lado Blas de Lezo con 3.600 hombres y una flota de seis buques.
A pesar de que la hegemonía española estaba decayendo en la zona, los servicios de espionaje de la corona habían conseguido infiltrar a sus hombres en las líneas enemigas, por lo que las precarias defensas estaban informadas de los movimientos del adversario.
Los primeros enfrentamientos se produjeron en el mar. Varios días pudieron aguantar el envite de los británicos los hombres de Lezo, pero al fin se vieron superados y se decidió hundir los barcos para intentar impedir la entrada de las naves enemigas a través de los dos únicos accesos a la ciudad.
Esta decisión retrasó el avance inglés, pero pronto los británicos consiguieron el retroceso de las tropas defensivas con bombardeos constantes sobre sus posiciones que se sucedieron con una frecuencia de 62 disparos de artillería pesada por hora.
En abril las tropas británicas se encontraban a las puertas de la ciudad sitiada, viendo que la victoria se encontraba cerca, Vernon envió una corbeta a Inglaterra con la misión de anunciar su gran victoria sobre los españoles. La noticia fue celebrada por todo lo alto llegándose a acuñar varias medallas con motivos referentes a la victoria, entre ellas se encuentra la que yo he conocido.
La noche del 19 los ingleses se prepararon para atacar el castillo de San Felipe, donde se encontraban agrupadas las tropas españolas, que sumaban unos 600 soldados. Debido a un primer intento infructuoso en el que los británicos perdieron unos 1.500 hombres en las puertas de la fortaleza, Vernon planeó el uso de escalas para atacar las murallas.
El segundo intento fue más sanguinario aún que el primero, cuando los soldados británicos llegaron hasta los muros se encontraron que la astucia de Blas de Lezo les había llevado a un nuevo fracaso. Habiendo previsto este ataque el almirante había ordenado cavar un foso alrededor de la fortaleza y las escalas no alcanzaban la parte alta de las murallas de los españoles que masacraron durante la noche a las fuerzas ofensivas.
La pérdida de tantos efectivos, y el hecho de que una batalla que se creía ganada se complicase, hizo que la moral de las tropas atacantes decayese. A la mañana siguiente los españoles salieron del castillo y consiguieron que los británicos se replegasen hasta sus embarcaciones.
A pesar de los bombardeos, las tropas españolas consiguieron que los ingleses no tocasen tierra de nuevo. Después de un mes abordo, las provisiones escaseaban y el día 9 de mayo con la infantería amenazada por el hambre y las enfermedades, Vernon levantó el asedio y volvió a Jamaica. La merma de efectivos ingleses fue tan abultada que se vieron obligados a hundir varios barcos por falta de tripulación para llevarlos de regreso. Según cuentan las leyendas al alejarse y lleno de odio hacia el almirante español, Vernon gritó God damn you, Lezo! (¡Qué Dios te maldiga, Lezo!)