Blas de Lezo y Olavarrieta (u Olabarrieta) (Pasajes, Guipúzcoa, España, 3 de febrero de 1689 – Cartagena de Indias, Nueva Granada, 7 de septiembre de 1741), primer marqués de Ovieco (a título póstumo), almirante español conocido como Patapalo, o más tarde como Mediohombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo de su vida militar, es considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española.
Biografía
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes (Guipúzcoa) el 3 de febrero de 1689. Pertenecía a una familia con ilustres marinos entre sus antepasados, en un pueblo dedicado, prácticamente en exclusiva, a la mar. Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701. En aquel entonces la armada francesa era aliada de España en la Guerra de Sucesión, que acaba de empezar al morir Carlos II sin descendencia. Dado que Luis XIV deseaba el mayor intercambio posible de oficiales entre los ejércitos y escuadras de España y Francia, Lezo se embarca, a sus 12 años, en la escuadra francesa, enrolándose como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV.
Teniente generalnota 1 de la Armada
Retrato conservado en el Museo Naval de Madrid.
Blas de Lezo y Olavarrieta
Participó en
Nacimiento
Mandos
Condecoraciones
Lealtad
Apodo
Años de servicio
(a título póstumo)
Almirante Patapalo oMediohombre
La guerra enfrenta a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el rey español, con el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada. Frente a Málaga se produjo el 24 de agosto de 1704 la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra franco-españolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres) y la flota anglo-holandesa, mandada por el almirante Rooke y compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas,pataches y brulotes con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres, dando como resultado al final de la contienda 1.500 y 2.700 bajas, respectivamente.
Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar, hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar, sin anestesia, por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación. Debido al valor demostrado tanto en aquel trance como en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV. Se le ofrece ser asistente de cámara de la Corte de Felipe V. Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo; en el ataque al navío inglés Resolution de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el apresamiento de dos navíos enemigos que fueron conducidos a Pasajes y Bayona. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la Corte, pues ambicionaba conocer las artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola.
Continúa patrullando el Mediterráneo, apresando numerosos barcos ingleses y realizando valientes maniobras con un arrojo inusitado. Tanto es así que se le premia permitiendo que lleve sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiados de Barcelona al mando de una pequeña flotilla. Sirviéndose de su aguda inteligencia, realiza brillantemente su cometido, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin de crear un densa nube de humo que ocultase los navíos españoles, pero además carga «sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados, prenden fuego a los buques británicos». Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en el ojo izquierdo, que explota en el acto, perdiendo así para siempre la vista del mismo.
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort, donde lo ascienden a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas. Por estas fechas tiene lugar el referido combate con el Stanhope (70) mandado por John Combs, que lo triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: «Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico».
El abordaje de los españoles era una temible maniobra ofensiva, que los ingleses temían particularmente: los navíos españoles cañoneaban de cerca, tras lo cual lanzaban garfios y abordaban el navío contrario, buscando el cuerpo a cuerpo, hasta la rendición del enemigo. De este modo, con tripulaciones muy inferiores en número, los navíos españoles lograban apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Blas de Lezo se cubrió de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, siendo ascendido a Capitán de Fragata.
En 1712 pasa a servir bajo las órdenes de Andrés de Pes. Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año más tarde. Posteriormente participó en el asedio de Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714, al acercarse con demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, navío de gran poder ofensivo.
En 1715, al mando de Nuestra Señora de Begoña (54), y ya repuesto de sus heridas, se dirige con una gran flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo disparo.
Fragata de Blas de Lezo remolcando el buque británicoStanhope
Fallecimiento
Escudo de Blas de Lezo, I marqués de Ovieco
Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando a una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado del servicio debido a su calamitoso estado, a su regreso a Cádiz.
Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62), conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y es integrado dentro de una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur, o lo que es lo mismo, las costas del Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra y una fragata, y por parte francesa por dos navíos de línea. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarle y tras hacer algunas capturas huyó a Asia, donde fue apresado y muerto.
En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo. Habiendo surgido diferencias con la república de Génova, España estaba resentida por la conducta observada por aquel Estado, y no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió, como satisfacción, el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, además de un homenaje a la bandera real de España. Mostrando el reloj a los comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión del pago, fijó un plazo, transcurrido el cual la escuadra rompería el fuego contra la ciudad. Los dos millones de pesos recibidos fueron enviados, por orden del rey, medio millón para el infante don Carlos y el resto fue remitido a Alicante para sufragar los gastos de la expedición que se alistaba para la conquista de Orán.
En reconocimiento de sus servicios al Rey, éste le concede en 1731 como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.
En 1732, a bordo del Santiago mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres, y rindió la ciudad, si bien cuando se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla. Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres, logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán (hoy Mostaganem), baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 hombres. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses por aquellos mares, impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia lo forzó a regresar a la ciudad de Cádiz.
Sitio de Cartagena de Indias (1741).
El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Juan León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve.» A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como «Guerra de la oreja de Jenkins».
Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:
«Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»
La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.
Tan colosal fue la derrota de los ingleses, que aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español humillado por Vernon».
Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:
«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»
Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos (casi todos ingleses) ocasionados por los sucesivos combates.
Plano de la Bahía de Cartagena de Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, deJorge Juan y Antonio de Ulloa.
Plano de Cartagena de las Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, de Jorge Juan yAntonio de Ulloa.
El 5 de mayo de 1725 contrajo matrimonio en Lima con la dama criolla Josefa Pacheco Bustios, natural de Locumba (actual Tacna), e hija de los también criollos José Carlos Pacheco y Benavides, y María Nicolasa de Bustios y Palacios. De esta unión tuvo la siguiente descendencia:
Blas Fernando de Lezo y Pacheco, primer Marqués de Ovieco. Con sucesión.
Tomás de Lezo y Pacheco, gobernador de Santa Cruz de la Sierra.
Ignacia Antonia de Lezo, casada con el Marqués de Tabalosos. Con sucesión.
La estancia de los Lezo en El Puerto de Santa María tuvo varias fechas. El almirante ya había estado en 1719-20 y en 1730 en Cádiz. De allí partió, ya viviendo en El Puerto de Santa María, el 3 de febrero de 1737 hacia Cartagena dirigiendo la que sería la última carrera de Indias y donde encontraría, como ya se ha reflejado, su fatal destino.
Tras las investigaciones realizadas en los padrones de la época de la Iglesia Mayor Prioral portuense, se ha constatado que Blas de Lezo, su mujer, sus hijos y un criado afroamericano llamado Antonio Lezo, vivieron desde 1736 en una casa de la calle Larga, para ser más exactos en Larga, 70, hoy reconvertida en apartamentos de alquiler. Tras su muerte, su viuda -conocida en la localidad como 'La Gobernaora'- y sus hijos permanecieron en ella hasta la muerte de ésta el 31 de marzo de 1743.
La Excelentísima Señora Doña Josefa Pacheco fue enterrada en el Convento de Santo Domingo, sito en la calle del mismo nombre. A partir de esta fecha, los descendientes de Blas de Lezo desaparecen de los padrones portuenses.
Durante su residencia en la ciudad, el Cabildo Municipal, siendo conocedor del prestigio del almirante, hizo a su familia diferentes concesiones, entre las que destacó una toma de agua para la casa.
Hasta hace pocos años, la ciudadanía portuense siguió llamando a la mansión casa de «La Gobernaora».
La Real Armada Española honra la memoria de Blas de Lezo con el mayor honor que puede rendirse a un marino español: tiene por costumbre inveterada que uno de sus buques lleve su nombre. El último así bautizado es una fragata de la clase Álvaro de Bazán: la Blas de Lezo (F103). Otro barco de este nombre, el crucero Blas de Lezo, se perdió en 1932al tocar un bajío frente a las costas de Finisterre.
La Armada de Colombia también tuvo un buque con el nombre del almirante, el ARC Blas de Lezo (BT-62), un petrolero de clase Mettawee, antes llamado USS Kalamazoo (AOG-30), adquirido a la Armada de los Estados Unidos el 26 de noviembre de 1947 y dado de baja en enero de 1965.
Existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz), donde reposan otros héroes de la Armada Española. También existe una maqueta de la Batalla de Cartagena de Indias en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares (Madrid). Análogamente, en el Museo Naval de Cartagena de Indias se exhibe un conjunto de maquetas con detalle de las fortificaciones de aquella bahía y que describen el sitio de la ciudad por el almirante Vernon, la defensa organizada por Don Blas de Lezo, y su victoria sobre el inglés.
Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes marinos de la historia, es un personaje prácticamente olvidado. Actualmente, la empresa española DL-Multimedia está preparando un documental sobre su vida para los canales Historia y Odisea. Hay calles con su nombre en Valencia, Málaga, Fuengirola, Alicante,Las Palmas de Gran Canaria, Huelva, San Sebastián, Rentería, Pasajes —su localidad natal—, y finalmente, tras una recogida de firmas, el 28 de abril de 2010 se aprobó dedicarle una avenida en la capital de España, Madrid.
Blas de Lezo es, por supuesto, un reconocido héroe en Cartagena de Indias, que le rinde homenaje de varias maneras: barrios, avenidas y plazas le conmemoran en sus nombres; y su estatua frente al baluarte de San Felipe mantiene vivo entre los cartageneros el recuerdo del defensor de su ciudad.
El día 5 de noviembre de 2009, en Cartagena de Indias, se dio cumplimiento a un deseo de Blas de Lezo, que en su testamento pedía que un grupo de españoles pusiese una placa que conmemorase aquella victoria. En la inscripción se puede leer: «Homenaje al Almirante D. Blas de Lezo y Olavarrieta. Esta placa se colocó para homenajear al invicto almirante que con su ingenio, valor y tenacidad dirigió la defensa de Cartegena de Indias. Derrotó aquí, frente a estas mismas murallas, a una armada británica de 186 barcos y 23.600 hombres, más 4.000 reclutas de Virginia. Armada aún más grande que la Invencible Española que los británicos habían enviado al mando del Almirante Vernon para conquistar la ciudad llave y así imponer el idioma inglés en toda la América entonces española. Cumplimos hoy juntos, españoles y colombianos, con la última voluntad del Almirante, que quiso que se colorara una placa en las murallas de Cartagena de Indias que dijera: AQUÍ ESPAÑA DERROTÓ A INGLATERRA Y SUS COLONIAS. Cartagena de Indias, Marzo de 1741».
Asimismo, el 21 de noviembre de 2009 se descubrió para su memoria una placa en la calle Larga n.º 70 del Puerto de Santa María, ciudad donde residió Blas de Lezo antes de librar la Batalla de Cartagena y donde nacieron algunos de sus hijos. En dicho acto se estrenó la marcha militar Almirante Blas de Lezo, compuesta para la Real Armada por Joaquín Drake García, e interpretada por la Banda de Música del Tercio Sur (Infantería de Marina). Presidieron el acto el Almirante de la Flota, el Alcalde de la ciudad y la presidente del Club de Mar Puerto Sherry. La lápida reza: «En 1736 vivió en este lugar junto a su familia el Teniente General de la Armada D. Blas de Lezo y Olavarrieta, insigne e invencible marino, héroe de la Batalla de Cartagena de Indias en la que la flota inglesa sufrió una humillante derrota en el año 1741. La ciudad del Puerto de Santa María en homenaje a su memoria. 21 de noviembre de 2009».
La vida de Blas de Lezo y su defensa de Cartagena de Indias ha sido llevada a la novela histórica al menos por cuatro escritores en los últimos años:
El novogranadino Pablo Victoria Wilches, Senador que fue de la República de Colombia, inició la serie con El día que España derrotó a Inglaterra (Madrid, Áltera, 2005).
El militar español Ramiro Ribas Narváez, descediente de Blas de Lezo, publicó después La conjura de la mentira. La derrota de Inglaterra en Cartagena de Indias (Astorga, Akrón, 2008).
El también español Alber Vázquez, guipuzcoano como el biografiado, ha titulado la suya Mediohombre. La batalla que Inglaterra ocultó al mundo (Barcelona, Inédita, 2009).
Y otro escritor español, J. Pérez-Foncea (también guipuzcoano), ha publicado El Héroe del Caribe, la Última Batalla de Blas de Lezo (Libros Libres, 2012).
Nació en Pasajes, en el año de 1687 y murió en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741.
Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701, para embarcar en la escuadra francesa, como guardiamarina. Luis XIV había ordenado que hubiese el mayor intercambio posible, de oficiales, entre los ejércitos y las escuadras de España y Francia, así como que también fueran comunes las recompensas.
De este modo vemos al joven Lezo, a la temprana edad de 17 años, embarcado de guardiamarina en el año 1704, en la escuadra del conde de Toulouse, gran almirante de Francia, con ocasión en que cruzaba frente a Vélez-Málaga y reñía un combate contra otra anglo-holandesa. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada, única fuerza disponible. Se componía pues la escuadra franco-española de 51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres. La escuadra anglo-holandesa al mando del almirante Rooke estaba compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas, pataches y brulotes, con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres. Fue tan empeñada la lucha que los de uno y otro bando quedaron muy maltratados, atribuyéndose ambos la victoria. No hubo navíos rendidos ni echados a pique, pero sí muchos daños en cascos y aparejos. Tuvo la escuadra franco-española 3.048 bajas, entre ellos dos almirantes muertos y tres heridos, uno de éstos el general en jefe conde de Toulouse. Las de los anglo-holandeses fueron de 2.719 bajas, de ellos dos altos jefes muertos y cinco heridos.
Afortunadamente para los anglo-holandeses, no volvió a trabarse la batalla, pues estaban muy escasos de municiones. Distinguióse en la acción Lezo, por su intrepidez y serenidad; la tuvo en tal grado que habiéndosele llevado la pierna izquierda una bala de cañón, siguió con gran estoicismo en su puesto de combate, mereciendo el elogio del gran almirante francés. Por su comportamiento, fue ascendido a alférez de navío.
Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo, en el ataque al navío inglés Resolutionde 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el apresamiento de dos navíos enemigos, que fueron conducidos a Pasajes y Bayona.
Ascendido a teniente de navío fue destinado a Tolón y allí combatió en el ataque que a dicha plaza y puerto dio el duque de Saboya, en 1707. Lezo se batió con su acostumbrado denuedo en la defensa del castillo de Santa Catalina perdiendo en esta ocasión el ojo izquierdo.
Con ocasión de los aprovisionamientos al ejército con que Felipe V cercaba por tierra a Barcelona, se dio a Lezo el mando de alguno de los convoyes de municiones y pertrechos de guerra que se le enviaban desde Francia. Burló la vigilancia de los barcos anglo-holandeses, que apoyaban por mar al archiduque Carlos. En cierta ocasión, cercado por todos los lados, tuvo que recurrir para pasar, al heroico medio de pegar fuego a parte de sus buques, para penetrar a través del incendio abriéndose paso, al propio tiempo a cañonazos.
A los seis años de servicio (se refiere a que entró como guardiamarina embarcado en el año 4, aunque desde el 1 fuera guardiamarina en estado de estudiante, no embarcándose hasta el referido año, de ahí el referirse sólo a seis años), y 23 de edad, fue ascendido a capitán de fragata y mandando una (cuyo nombre desconocemos), en la escuadra de Andrés del Pez, llegó a hacer once presas, la menor de 20 cañones, y una de ellas la del navío Stanhope, recibiendo nuevas heridas en éste combate.
> Pintura del Museo Naval de Madrid. "La captura del Stanhope". Una de las múltiples pinturas que representa un hecho de armas poco conocido, aun cuando se trata del apresamiento de un navío por parte de una pequeña fragata. Seguramente se trata de un ataque de una pequeña división española de buques contra un convoy británico. Algunas fuentes señalan que ocurrió en 1710, otras varios años después. Incluso pudiera ser que la fragata fuera alquilada a los franceses, dada la escasez de buques de la Armada de entonces. El que el Stanhoppe fuera un buque de la Compañía de Indias, y no de la Royal Navy, no ayuda mucho a indagar, ya que en esta clase de buques es más difícil rastrearlos en los Archivos y listados. Lo que si es cierto es el valor de Blas de Lezo y de su tripulación, a bordo de una pequeña fragata, enfrentándose a un navío que le triplicaba en fuerza. [Todo a Babor]
Ascendió a capitán de navío en 1712, y al año siguiente tomó parte en las operaciones del segundo ataque a Barcelona, cercada por tierra por el duque de Berwick, teniendo varios encuentros con el enemigo, en uno de los cuales recibió otra herida que le dejó inútil del brazo derecho.
En 1714, también en la escuadra de Andrés del Pez, pasó a Génova para traer a España a la reina doña Isabel de Farnesio; pero, al resolver venir por tierra la reina, regresó la escuadra y se preparó para la expedición de recobro de Mallorca, que tuvo lugar al siguiente año de 1715, tomando parte en ella el buque de Lezo y seis navíos más, con diez fragatas, dos saetías, seis galeras y dos galeotas; todas estas fuerzas al mando del gobernador general de la Armada Pedro Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez. Apenas desembarcaron los diez mil hombres, que llevaba la escuadra en los transportes, los mallorquines se sometieron a Felipe V.
En 1716, mandando el navío Lanfranco, se incorporó éste a la escuadra del general Chacón, destinada a recoger la plata y a auxiliar a los galeones perdidos en el canal de Bahama. Poco después, se agregó a dicho navío una escuadra destinada a los mares del Sur, a cargo de los generales Bartolomé de Urdinzu y Juan Nicolás Martínez. Con el Lanfranco iban elConquistador, Triunfante y la Peregrina. Tenían como objetivo la limpieza de corsarios, piratas y de buques extranjeros que, haciendo un comercio ilícito, perjudicaba grandemente a la hacienda española.
Después de siete años en este servicio, recayó, al fin en Lezo el mando de esas fuerzas navales del mar del Sur, el 16 de febrero de 1723, capturando seis navíos de guerra, por un valor, sólo de su carga, de 3.000.000 de pesos; tres de ellos se agregaron a la Armada Real. Durante este periodo realiza numerosas salidas en las que sostiene combates, limpiando las aguas de Chile y Perú, de corsarios enemigos. Permaneció en los mares del Sur hasta el año 1730, en que fue llamado a España por orden del Rey.
La corte estaba en Sevilla y allí se dirigió Lezo para informarle de todas las vicisitudes de su último mando. Obtuvo la aprobación real y, como recompensa a sus valiosos servicios, fue promovido a jefe de escuadra.
Permaneció en el departamento de Cádiz hasta el 3 de noviembre de 1731, en que embarcó en una escuadra de 18 navíos, cinco fragatas y dos avisos, al mando del marqués de Mari, destinada al Mediterráneo, para asistir al infante don Carlos en las dificultades que pudieran surgirle en su toma de posesión de los estados de Italia, a la muerte del duque de Parma, Antonio Farnesio sucedida el 20 de enero de 1731. Existen cartas firmadas por el conde de Santi-Esteban, en que por orden de S. A. Real, se expresa satisfacción que causaron los buenos servicios del general Lezo.
Habiendo surgido ciertas diferencias con la república de Génova, España estaba resentida por la conducta observada por aquel estado y no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió como satisfacción, que se hiciesen honores extraordinarios a la bandera real de España y que se restituyeses inmediatamente la plata que se retenía. Mostrando el reloj a los comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión, fijó un plazo, Transcurrido el cual la escuadra rompería el fuego contra la ciudad.
Ante esta decidida actitud se hizo el saludo pedido y se transportaron a bordo los dos millones de pesos fuertes, pertenecientes a España, que tenía guardados el banco de San Jorge. De tal cantidad se envió, por orden del Rey, medio millón para el infante don Carlos y el resto fue remitido a Alicante, para sufragar los gastos de la expedición que se alistaba para la conquista de Orán.
En esta jornada arbolaba su insignia, el general Lezo, en el navío Santiago, ejerciendo las funciones de segundo jefe de la escuadra, mandada por teniente general Francisco Cornejo. Estaba compuesta de doce navíos, dos bombardas, siete galeras de España, dos galeotas de Ibiza y cuatro bergantines guardacostas de Valencia.
El 15 de junio salió la expedición de Alicante para Orán, llegando el 28 ante la plaza; la escuadra escoltaba a una expedición de tropas mandadas por el conde de Montemar, eran veintiséis mil hombres, llevados en 535 buques de transporte, se verificó el desembarco en la cala de Mazalquivir, protegido por el fuego de los buques; José Navarro, entonces capitán de navío, comandante del Castilla, mandaba las embarcaciones menores (como más antiguo capitán); se atacó a Mazalquivir y cuando lo vieron tomado los defensores de Orán, abandonaron la plaza rodeada de murallas y guardada por cinco castillos; una vez ocupada Orán y convenientemente guarnecida, Lezo regresó a Alicante escoltando 120 embarcaciones de transporte.
Terminadas las operaciones sobre la costa africana, se dirigió la escuadra a Cádiz, donde entró el 2 de septiembre de 1732.
> Retrato de don Blas de Lezo
Las potencias berberiscas alarmadas con la toma de la plaza de Orán, se coaligaron para reconquistarla, atacándola por tierra y bloqueándola por mar; con este motivo salió Lezo, con los dos navíos que en Cádiz estaban preparados, el Princesa y el Real Familia, a los que se reunieron otros cinco; levantó el bloqueo y metió en la plaza los necesarios socorros, dedicándose después a dispersar a las fuerzas navales enemigas.
Determinó aniquilar a la capitana de Argel, un buque de 60 cañones; lo encontró y empezó a batirlo, pero los argelinos huyeron con fuerza de vela, perseguidos por Lezo, refugiándose en la ensenada de Mostagán, defendida por dos castillos a la entrada y por una fuerza de cuatro mil hombres, que acudió de las montañas vecinas al darse la alarma.
Entró Lezo tras el navío, a pesar de los disparos de los castillos y de los que se le hacían de todas partes y echando al agua lanchas armadas, prendió fuego a la tan bien protegida capitana de Argel.
Esta acción de la mayor intrepidez, que no podían esperar los argelinos, les alarmó de tal modo que les hizo pedir socorro a la Sublime Puerta (Constantinopla).
El general Lezo al saberlo, tras reparar ligeramente sus buques, en Alicante, pasó a cruzar desde Galita hasta el cabo Negro y Túnez, a la espera del socorro solicitado, para batirlo.
Permaneció en el mar cincuenta días, hasta que una epidemia infecciosa, ocasionada por la corrupción de los alimentos, le obligó a regresar a España, tocando antes en Cerdeña para hacer nuevos víveres, en la cantidad necesaria para poder llegar a Cádiz.
Tuvo no obstante, que entrar en Málaga donde dejó gran número de enfermos, entre ellos el guardiamarina Jorge Juan, que con tan buen maestro como era Lezo hacía sus primeras armas.
También llegó Lezo enfermo de gravedad a Cádiz.
El Rey le manifestó su aprecio y como recompensa a los distinguidos servicios prestados le promovió a teniente general el día 6 de junio de 1734.
Desempeñó la comandancia general del departamento de Cádiz; al año siguiente (1735) fue llamado a la corte y, en ella permaneció muy poco tiempo pues él mismo decía "que tan maltrecho cuerpo no era una buena figura para permanecer entre tanto lujo y que su lugar era la cubierta de un buque de guerra; pidió el consiguiente permiso al Rey y éste se lo concedió"ya de regreso en el Puerto de Santa María, el 23 de julio de 1736, fue nombrado comandante general de una flota de ocho galeones y dos registros, que escoltados por los navíosConquistador y Fuerte habían de despacharse para Tierra Firme.
Salió con su flota el 3 de febrero de 1737, llegando a Cartagena de Indias el 11 de marzo, quedando de comandante general de aquel apostadero, tan importante para la defensa del mar de las Antillas.
> Estandarte del Teniente General de la Armada don Blas de Lezo, 1738. Fuente: Ministerio de Defensa.
En noviembre de 1739, ya declarada la guerra con el Reino Unido, tuvo noticias (otra vez los servicios de información) que en Jamaica se estaba alistando una importante expedición con fuerzas de desembarco que llegaban de Europa. Jamaica fue el punto de partida en diferentes ocasiones, de ataques a los puertos españoles: La Habana, Portobelo y el castillo del río Chagres, entonces éste navegable, y constituyendo parte de la vía de comunicación del Atlántico con la ciudad de Panamá y el mar del Sur.
La empresa en que pusieron mayor empeño los británicos fue en la de Cartagena de Indias; en febrero de 1740 tuvo el general noticias, por diferentes conductos, de las formidables fuerzas que preparaban los británicos para atacar a Cartagena; estas noticias y las de varias presas que hicieron de algunos buques españoles ricamente cargados, le forzaron a tomar precauciones extraordinarias.
Situó dos navíos en Boca Chica, paso obligado para entrar en la rada, serró la entrada con dos cadenas tendidas por fuera de los buques, para impedir la llegada hasta ellos de los brulotes con que pudieran atacarlos, y puso en estado de defensa los castillos que guardaban aquélla.
El Gobernador de la plaza había muerto el 23 de febrero. Por lo que el general Lezo tomó todas las disposiciones conducentes a la defensa.
Esta plaza como todas las de América, estaban muy abandonadas; Dos condestables de la escuadra reconocieron la artillería de la plaza y hallaron los cañones incapaces de disparar diez tiros, sin repuesto de balas y tan sólo con 3.300 libras de pólvora.
El 13 de marzo de 1740 se presentaron ante Cartagena de Indias ocho navíos enemigos con dos brulotes, dos bombardas y un paquebote; fondearon a unas dos leguas al oesnoroeste de la ciudad; después de reconocer la costa y tomar las sondas convenientes y establecer el bloqueo, se acercaron las bombardas, situándose este-oeste del convento de la Merced, empezando la ejecución de un tiro con materias incendiarias, con lo que quemaron varias casas y edificios; los cañones de la defensa no llegaban a las bombardas con sus tiros y así continuaron éstos haciendo fuego durante los días 18 y 19; Lezo mandó desembarcar un cañón de 18 que puso en tierra, ahuyentó a las bombardas, con sus certeros disparos.
Toda la escuadra británica levó y se retiró a Jamaica, quedando dos navíos bloqueando a Cartagena; hicieron los británicos una segunda tentativa, avistándose desde Cartagena trece navíos y una bombarda, que reconocieron la ensenada de Barú; Lezo formó con otros dos navíos, otra segunda línea de defensa de Boca-Chica; viendo los británicos esta vigilancia y preparativos, regresaron a Jamaica sin atacar.
El 31 de octubre había llegado de España una escuadra de diez navíos, mandada por el general Rodrigo de Torres, que facilitó algunos auxilios y permaneció en Cartagena de Indias hasta el 8 de febrero de 1741, que salió con destino a La Habana, también amenazada por los británicos.
Se personó en Cartagena el virrey del Nuevo Reino de Granada, Sebastián de Eslava, general muy acreditado por su valor y por su inteligencia.
> Sello conmemorativo de la figura de Blas de Lezo. España. Fuente: todocolecciones.net.
Entre él y Lezo tomaron las medidas, de mar y tierra, conducentes a la defensa, si bien Eslava se encontraba reacio a ello, como acreditan las quejas de que Lezo expuso posteriormente para que, por el marqués de Villadarias fuesen elevadas al Rey. Acusa a Eslava entre otras cosas de poca previsión en el acopio de víveres, así como de que despreciaba los avisos del ataque, que se proyectaba, que a Lezo daban sus espías y que después la experiencia demostró tan oportunos. No obstante las diferencias de apreciaciones que pudiesen haber, obedientes ambos a las ordenes que tenían, de colaborar, en todo momento, una vez empezó el ataque, mantuvieron una buena coordinación de esfuerzos. Lezo puso su alma en la empresa e imbuyó el mayor entusiasmo a su gente, que fue la que llevó casi todo el peso en el combate. Cartagena de Indias la Gloria para la Eternidad.
Algunos años después se concedió a la familia de Lezo el marquesado de la Real Defensa, quedando perpetuada de este modo, sus hazañas en Cartagena de Indias.
> Monumento a don Blas de Lezo en Cartagena de Indias (Colombia). Aunque después se recordaría la memoria de Lezo, este fue enterrado en una fosa común, por lo que su cuerpo no pudo ser enterrado en las condiciones que merecía.