XXXVIII.

El animalejo, lejo

Ayer y hoy (nevando) han salido unos jóvenes a ateclar y convencer a un gatito atigrado que se refugia debajo de los coches y no quiere salir. Llevan una toalla blanca, no se sabe para qué o por qué (a lo mejor es que atrae al bicho), y la extienden al lado del coche, y se pasan ahí las horas muertas, acuclillados, y no se entiende qué es lo que pasa debajo del coche. Calorcillo no debe de hacer, porque lleva horas aparcado ahí.

Pasan una mamá y sus niños, se paran a esa altura y dices: «Ah, claro, va a enseñar humanitarismo a los nenes, colaborando en la extracción del bichejo», pero quia, lo que van es a coger nieve de encima de los coches para que las criaturas se distraigan. La madre es la primera que colabora.

Lleva horas nevando. La toalla se ha quedado ahí, en medio de la calle, todas las puertas están cerradas y cada vez se emborrona más el paisaje.

(Los borrones también pueden ser blancos. De toda la vida. ¿Y por qué no?)