LVI.

La Aprendiza de Divina, de monjas demandadera; boceto y burla de auto sacramental

Hay mujeres que pasan por el arco triunfal de su peinado, y ésta es una de ellas. ¡Por fin hemos llegado a averiguar quién es La mujer del quesero! Es esa tipa alta, delgada y afligida ─o tal parece─ que se apresura por la calle abajo con las manos recogidas en el regazo. Tiene la ventaja de que puede dar lecciones (eso cree ella) a creyentes e incrédulos, y con semejante bula lleva el cuento de las maldades (eso cree ella) y bondades que hacen los del pueblo. Qué lástima que en castellano no exista como en catalán Fes bondat. «Que seas bueno», dice el castellano de Hoyoquesero, y parece más primitivo que fer bondat.

Comoquiera que sea, la demandadera de las monjas de abajo toma nota visual de lo que van haciendo los de las pellas del Instituto, y hace propósito de contárselo al capellán, porque da la coincidencia de que es el profe de Religión en el Instituto. Así se teje la red del Maniqueísmo dominante en Hoyoquesero, y ya podemos volver tranquilos a lo que pasa mientras tanto con Leoncio, la Rarra y su bella hija.

Ello es, como decía, que no tienen hacienda, el padre está loco y la madre tonta y zocata: ha de ser esa prenda la que vaya a espigar todos los días desde temprano.

Por cierto que todavía no la he llamado por su nombre: Jacinta, se llama. Jacinta la Marigüeña, y ésta es la hora en que vuelve a su casa tan contenta y sin haber comido. Pero no le da importancia: da un beso a su madre, hace una caricia a su padre, se pone el delantal y se prepara unas sopas de ajo con tropezones de chicharras. Pero demostraré que esto no es una novela costumbrista. Ni siquiera es novela.

En efecto, porque, a estas alturas del siglo XXI ¿hay quien se vaya a espigar a lo recién segado? ¡Pues será detrás de la máquina cosechadora, que por lo demás parece un Auto Sacramental! No: ahí lo que hubo es que otra vez le dieron un metido a la cámara, y se atrasó sesenta o setenta años, pero «veisme aquí que no como», según dice un personaje-niño de Lope de Rueda, veisme aquí que no como con tal de coger el hilo (y eso que son unas tres de la tarde y yo en ayunas). Lo del posible chivatazo del capellán del Instituto sí vale.

Me gustaría quedarme con la hebra de la cosechadora «que parece un Auto Sacramental», porque ahí hay un buen asunto para mi sermón: quién me diera sacar del rastrojo esa máquina insigne y llevarla a la plaza de Hoyoquesero para una representación teatral, con portillas que se abriesen y diesen paso a actorcillos del Instituto dirigidos por su Profe de Lengua, libreto en mano.