XXXIV.

Al tercero día. El señor de la historia

De hoy más, cojo yo las riendas del relato y aquí se acabaron las tonterías.

¿Quiéresme decir que un Fulanito, ya de una edad, se administró dos cafés en una tarde, y por la noche durmió como un doctrino? ¡Y que soñó tres sueños a cuál más dispar(ate), y por la mañana estaba tan descansado como fraile gordo que se propina un baño tibio! Lo que hay que leer… por tener ojos.

«Agora Dios me salve con este soñar que tengo…; y con la añagaza de hacer una cita literaria, he empalmado con mi jornada normal en la casa del pueblo y me he liberado de una férula que se me quería imponer desde fuera. ¡Pues yo no cierro las comillas, no sea el diablo que quede en manos ajenas!

Y mientras mecánicamente me preparo el desayuno, puede independizarse mi cabeza para asombrarse de haber soñado un sueño casi igual dos veces: en el coche de línea al lado de la Merce, y esta noche en mi cama, salvo que con una dirramación distinta cada vez. Pero qué cuadriculado podrá ser uno. Menos mal que sólo la de ayer fue más sabihonda, ¡que está uno muy harto de darse clase a sí mismo hasta en la jubilación!

Otra vez el reconfortante olor a café, salvo que aquí en la casa paterna el aroma tiende más a cebada tostada y molida, como lo hacía abuela, para ahorrar y por costumbre posguerrera. ¡Cebá tojtá! , dijo el hostelero sevillano, y el cliente murmuró en su cabeza: Ah, bueno, pues si se va a tostar el café, me espero un poco.

De todos modos, yo me maravillo de lo cuadriculado y ordenancista que puede uno llegar a ser hasta en sueños: hay que numerarlos, y con tan banal excusa, en vez de decir Primer sueño, ha de soñarlo de prestado de la Soror Juana Inés…

¡Eso, salte de la cita aunque sea cantando mentalmente una profanación!:

Sor Juana Inés,
sor Juana Inés:
¡todos los negros tomamos café!
,

dicho y hecho, revoltiyando bufa por el pico de la cafetera, meigas fuera, aunque rime hay que apagar el mei-gas, no sé, no sé, muy alborotado parece que tengo yo hoy el día.

Con esta nerviosidad añadida, no puedo presentarme en el cementerio, porque si lo que me voy a encontrar es un desaguisado como el que vio la paisana de Carbonero el Mayor…