Filosofema 1.

'Empezaron ellos'

Filosofema. ¿Qué es filosofema, que no viene ni en el diccionario? Así, a simple son, suena como el chiflido de un afilador, en apacible mañana de domingo, que es cuando pasa el coche y se detiene, con el pastor evangélico en el lado del copiloto; mientras el afilador se baja a atender a una clienta, el pastor abre la Biblia y lee.

«¡Filosofeee-ma!», suena el chiflo del afilador, que se emite por un altavoz del coche desde una cinta ¡o como se llame ahora! en que está grabado. Mientras tanto, el pastor lee el siguiente salmo, ¡pero no en latín, que está muy castigado! Sólo que el Perséfono que lo oye todo desde su primer piso, todavía en pijama, encuentra en la estampa asunto para su sermón: Arcum suum tetendit et paravit illum!

Ya voy viendo que todos los maderos del naufragio, de mi naufragio, que salen a flote, tienen un corte eclesiástico que hace temblar. Me hace temblar, porque yo nunca fui religioso, sino que las fórmulas de la educación católica que me salían al paso o me venían a las mientes eran una especie de... cuadros de una exposición, de materiales folclóricos que tenían la virtud de calmarme la ansiedad. ¡Muy entretenido!: Venite, adoremus se convertía en ‘Adoremos a Benita’, y pasabas al cuadro siguiente. Cuadros disolventes. Disolventes de la ansiedad, como digo.

Siempre había sido así. Era refrescante ser un cantamañanas. Un cantamañanas evangélico, o litúrgico, o como pudiera llamarse. Y cantar todas las mañanas mentalmente el Oficio de Difuntos, cuyos versículos refrescaban los cabezones como una ducha vivificadora: Ecce partus ex iniustitia: concepit dolorem et peperit iniquitatem.

Cuando uno iba al colegio, no le atiborraron de beaterías (fui yo el que luego se metió a bodegonero de latín medieval, eclesiástico, litúrgico y otros desechos, por necesidades del reparto), pero le promovieron y perpetuaron esa hambre de decir insensateces que se injerta tan naturalmente en un chico. El mundo estaba bien hecho.

El mundo estaba bien hecho porque era una sociedad chalada, al menos por fuera, y eso es lo que necesita un niño para sentirse libre de decir insensateces impunemente.

Cuando esos niños llegaron a los veinte años, empezaron a escribir versos en los que querían volver a decir cosas y palabras insensatas y que nadie se lo afease.

A tales veinte años, el descubrimiento retrospectivo fue que si los adultos no habían protestado al oír necedades rimadas era porque ellos también las tenían a la orden del día: rimadas y sin rimar.

El reino de la insensatez impune era el colegio, en que el primer curso de Francés comenzaba con «No olvides que ese tunante nos ha robado todo nuestro dinero» y acababa con «El buen rey Dagoberto/se puso el pantalón por el reverso». Pero era la clase de Caligrafía y Dibujo la que más te dejaba con la miel en los labios y luego tiraba por la trocha del sinsentido: te asestaban en la pizarra la ristra «Madaura Mogón Umagan», ¡y tú tenías que comulgarla como un cordero! sin poder elegir la fruta dorada de madaura, que brillaba apagadamente, ni poder desechar el último elemento, que no se dejaba comprender ni leyéndolo de derecha a izquierda; de la pieza central ni se hablaba, por asquerosamente evocadora. ¡Pues nada!, que había que escribir la serie sin pensar en ella ni protestar, porque el profesor-pendolista tenía malas pulgas. Lo de pendolista fue él quien lo usó para una ironía contra otro chico de clase, ¡así que también en eso te quedaste sin saber si se trataba de alguien que trataba de hipnotizar con un péndulo! o de un hombre con pendientes, y eso sí que habría sido peor. ¡Empezaron ellos!

─Bueno, pero oiga, don Usté, ¿en este rrroyo no habla nadie más que esa voz que se me hace tan agonías, a ratos?

─Hombre, ¿no ha oído usted también a algunos vecinos del barrio, y casi hasta a sus perros?

─Ya, ya, pero la sustancia se la dice siempre la misma voz. ¡Y afisia, llega a afisiar! ¿No podría oírse a alguien más?

─Lo procuraré, pero es que aquí el que lleva la voz cantante, no sé si se ha fijado, es uno que se llama Perséfono. ¿Sabe usted lo que es un perséfono?

─No. Dígamelo Usté.

─Pues es que significa «El Que Habla Por Sí Mismo», ¿se aclara ahora?

─No. ¿«Por sí mismo», o «Para sí mismo»?

─Unas veces lo uno y otras veces lo otro.

─Vamos, como un teléfono largando al aire, ¿no?

─Sí, más o menos. Al aire o al oído de alguien que pase por allí haciendo fútin y lo coja. Y no se llama rrroyo, se llaman digresiones.

─Querrá decir usté disgresiones.

─No, quiero decir digresiones, ¿no te fútin?

─Pues ái se queda usté largando al aire, buen provecho,

éste que acaba de condescender a clarearse con Migo es un crudo del barrio este de gente tan particular: van a sus quehaceres y se paran a hablar en mitad del paso enormemente serios, y todo lo hacen por la calle con movimientos y actitudes y gestos rituales, como si la vida del barrio fuese una cosa gravísima, y no la paparrucha que en verdad es. Ves una población parecida a una gente que fuese montada en unas atracciones de feria, y todos muy planchados y mirando muy graves para los que se paran a mirar el tiovivo. ¡Tío muerto!, parece que lamentan y celebran. No se les pasa por las mientes siquiera que la vida en un barrio no es para tomada en serio.

Pero estaba yo en domingo, con el chiflo del afilador (grabado en una cinta) encañonándose por estas calles; el afilador propiamente dicho afilando lo que le ha traído una tía-mujer que presencia muy seria la operación, y el pastor evangélico leyendo su biblia en el lado del copiloto.

Y yo, como un evangelista, mirando al dictado; pero al mismo tiempo me vuelvo a la cavilación que llevaba entre sienes. La rueda y el ruido del afilador parece que me estimulan y empujan la andadura del pensamiento.

Conforme voy acercándome a la vejez, parece que se me agudizan las apuestas sobre cómo será la vida. Cómo resultará ser. Las antiguas chuflas toman cuerpo de Comendador Vengativo: Con la marmorea testa... Es decir: las viejas fábulas de la niñez parecen tornarse corpóreas, comienzan todas por «¿Y si...?»

¿Y si fuese verdad que a partir de determinado año los Cielos Graciosos te propinan sucedidos que ya viviste? Si puedes fecharlos, notarás que vas viviendo hacia atrás, y así sabrás cuántos años te quedan por vivir. O sea, que las vidas humanas se construyen desviviéndose, y cuando lleguemos a la otra punta, nuestra vida tendrá la apariencia de una regleta con muescas simétricas. La simetría se notará en el color de las muescas y su reparto.