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Filosofema 6. 'Sostenerse las narices para escuchar'. (Semántica de los gestos)

Parece una burla, pero yo sostengo que en determinados simposios en torno a una mesa puede dar seguridad e incluso sensación de respeto atento el taparse la boca y sostribar las narices en la horquilla de índice y medio para escuchar al ponente. Luego diré qué recuerdo docto me ha llevado hasta esa evidencia, pero antes necesito ordenarme los recuerdos para comprobar que primero fue el regalo que me hicieron en Invierno: una horquilla de tirachinas hecha de rama de árbol sin desbastar, y con brotes cortados por doquier menos en la horcajadura propiamente dicha. Tenía el tamaño justo para que cupiese cómodamente un mentón humano y asomase la cara entre los dos ramales; el todo era sostenido con la mano por la empuñadura del «tirachinas», lógicamente. Ensayé varias veces, hasta que me di cuenta de que más interesante que el mentón eran las narices para apoyar ahí. Y se respiraba bien. Estaba probando la misma función pero con los dedos de la mano en vez de horquilla, y, viéndome así en el espejo, de pronto volvió a mi memoria, como fruta madura, una escena de documental italiano en que Moravia se sostenía las narices para escuchar con atención a Pasolini: Moravia ponía la barbilla en la base de la mano y hacía asomar las narices entre índice y medio. Qué comodidad. Y escuchaba atentamente a Pasolini.

¡No, no es un delirio! ¿Pues no dibujó Durero a unos judíos en disputa con Jesús niño, y que uno de ellos numeraba argumentos con la izquierda sobre los dedos de la derecha, y otro se sostenía las narices para escuchar al jovencito? ¡En los dibujos preparatorios para el cuadro están las dichosas manos!: que si hojeando un libro gordo; que si asomando las narices entre índice y medio; ¡que si haciendo la higa!, lo juro. (Y ya se ve que quiero evitar adrede todo chiste desgraciado sobre el volumen del apéndice del susodicho. Narices derribadas, que se llaman.)