IX.

Filosofema 4, 'El afilador Simplón'

El colmo de las luchas sociales en caricatura es que en Madrid se junten varios descalzaperros y desgarramantas a abuchear a los que salen de la ópera. Ellos se colocan muy ordenados y dispuestos en ala y, en cuanto empiezan a aparecer hombres-pera-en-dulce y mujeres-rodeadas-de-un-halo, profieren ordenadamente sus abucheos, y lo más tierno es que muestran creer que abuchear es decir a-buuu, como así lo hacen.

Pero no hay que engañarse con las apariencias: a ninguno le va ni le viene lo de alrededor. Todo es insignificante y sin relieve. Los sagrados y sagradas se meten en el metro con la naricita de mazapán alzada al cielo de la noche: no se han enterado de nada. Los marginales y alternativos, al cabo de un rato, se abuuurren de su papel y también se levantan y se van a azotar esquinas hablando de sus cosas.

Si no fue la otra noche, que ponían esa ópera en que al principio insiste una flautita en un motivo infantil... Non so se rendo l’idea...

─Rende.

Bueno, pues esta vez los marginales iban adrede en bicicletas: de ésas de ruedas pequeñas para mejor cortar el paso y joder el plan al prójimo; y los sagrados y sagradas tenían demasiado frío y demasiada prisa por entrar al calorcillo del metro. De modo que la protesta esa noche consistió, por decreto improvisado de uno de los marginales, en poner encabritadas las bicicletas (llevándolas cogidas de la cuerna), de modo que bajasen prestamente y botando las escaleras, en paralelo burlón a los divinos de la ópera. ¡Pero no se esperaban que esta vez sí reaccionasen los reaccionarios! Un comendatore muy puesto que bajaba en paralelo a una de las bicicletitas solfeó:

─¿Sol-lasidorré? ¡Fa-sól!─ y desde el otro lado le completó otro divino, poniéndole texto al motivetto:

─¡El afilador? ¡Sim-plón!─ de que quedaron harto mohínos los bicicleteros, que esta vez habían perdido la partida competitiva.

Más amohinado quedo yo esta vez, porque el interlocutor que siempre lee por encima de mi hombro me salió al paso con esta befa:

─Pero oiga, jefe, ¿esto es siempre igual de aburrido? ¿Qué se supone que está usted tejiendo?─ menos mal que yo acudí a tiempo a sacudirme la befa:

─¡La hora de todos y Fortuna con sexo, no te giba?