Día 20

Mirar con el corazón

Ayer fue domingo. Desde casa, los días parecen iguales, pero los domingos nos dan la oportunidad de escuchar el Evangelio. De encontrarnos con nosotros, con los demás y con Dios. En estos tiempos en los que hay tanto abismo, hacen falta puentes que nos salven. Y hay muchos tipos de puentes.

En casa hallamos puentes de miradas que permiten que nos encontremos, nos conectan con los que más queremos. También tendemos puentes virtuales que, por la distancia, permiten romper muros de soledad.

El Evangelio nos invita a mirar con el corazón, a tender puentes hacia lo verdaderamente importante, que va más allá de las prisas del día a día a las que estábamos acostumbrados.



Para los más pequeños...

Dice El principito: Lo esencial es invisible a los ojos. ¿Cuántas cosas se nos pasan por alto porque le brindamos una gran importancia a lo que vemos? ¿Qué es lo que se nos escapa por tan solo ver con los ojos, en vez de con el corazón?

—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

—No sois nada, ni en nada se parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado ni habéis domesticado a nadie. Sois como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

—Sois muy bellas, pero estáis vacías y nadie daría la vida por vosotras. Cualquiera que os vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de vosotras. Pero ella es más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.


Para una oración guiada para niños, haz clic en este enlace que os proponemos.

Consejos al Tomás que todos llevamos dentro

Tocar para ver. Ver para creer.

Enrocarte en la sospecha,

en garantías y cautelas.

Pensar mal, y acertar.


¿De verdad quieres ese camino?


Tú, de la gente, piensa bien, y acertarás,

aunque te equivoques.


Tú elige creer para ver.

Creer en el amor, que es posible,

aunque a veces se haga el escurridizo.

Creer en el vecino, que es persona,

y siente, come, ríe y pelea,

como tú, con sus razones y sus errores.

Creer en el futuro, que será mejor

cuanto mejor lo hagamos.

Creer en la humanidad,

capaz de grandes desatinos,

pero también de enormes logros.

Creer en la belleza, individual,

única, que se sale de los cánones

y se encuentra en cada persona.

Creer en las heridas de Dios,

nacidas de su pasión por nosotros.


Entonces verás,

con el corazón desbocado

por la sorpresa y el júbilo,

al Señor nuestro

y Dios nuestro

que se planta en medio,

cuando menos te lo esperas.

José María R. Olaizola, sj