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El horror de Schleswig-Holstein
¡Vaya con Schleswig-Holstein! Un buen quebradero de cabeza a lo largo del siglo XIX con alarde y estrépito de peleas entre prusianos, daneses, austriacos, y los propios ducados de Schleswig-Holstein en medio de la refriega. Acabarían siendo una provincia prusiana pero para ello tendrían que pasar sucesivas guerras y vivir sobresaltos y zozobras de porte histórico. El escritor alemán Theodor Fontanetiene muchas páginas dedicadas a estos pasajes trepidantes, no olvidemos que fueron una parte sustancial de los que conducirían a la unidad alemana y a la fundación del Reich tras la guerra franco prusiana (1870).
Pues ha sido en ese territorio donde unos jueces han decidido que en España no se ha producido una rebelión en toda regla frente al Estado constitucional. Con el argumento de que no ha habido "violencia" cuando en Cataluña, si algo ha habido en los últimos tiempos, es justamente violencia: frente a quienes quieren hablar o aprender o rotular su negocio en español; frente a quienes se niegan a tragarse las ruedas de molino de un nacionalismo de boina y tractor y por ello sufren pintadas y escraches; frente a los historiadores que no han aceptado el relato nacionalista en sus textos y estudios; frente a los juristas que han rechazado la milonga de los hechos diferenciales que justifican himnos y procesiones por más que sea a base de tergiversarlo todo empleando una paranoia densa y viscosa.
Ha sido y es una violencia que debe llamarse de tracto continuado. ¿O es que piensan los jueces alemanes que violencia es sólo tripular un tanque y arremeter contra el edificio de Correos? ¿o quemar el registro de la propiedad del pueblo? ¿o colgar por los pies a un sacristán? ¿no saben estos magistrados a la violeta que en el siglo XXI las muestras de violencia se extienden también sigilosamente por las redes de comunicación con la finalidad de asediar edificios y hoteles, levantar murallas humanas o cortar carreteras?
Dinamitar el edificio político español aprobando leyes contrarias al orden constitucional en una sesión televisada es, señores jueces, violentar nuestra democracia. Por tanto, ejercer la violencia. De cuello blanco. Pero violencia.
Permítanme darles una pequeña lección de Derecho constitucional español, que ustedes desconocen, y después recordarles otra de Derecho constitucional alemán que ustedes deberían conocer pero, a lo que se ve, tienen sepultada entre los pliegues de sus polvorientas togas.
Les cuento que en España es posible cambiar en su integridad la Constitución aprobada en 1978. Toda ella, sin excepción alguna. Solo que se exigen determinados trámites. Nosotros distinguimos entre una reforma limitada que tiene un procedimiento regulado en el artículo 167 y otra que se llama revisión o reforma parcial que afecta al título preliminar y a los derechos fundamentales. En este caso, el procedimiento se complica y a los detalles de su tramitación contenidos en el artículo 168 me remito.
¿Saben ustedes que por esta vía se puede destronar a nuestro prudente monarcaDon Felipe, mandarle al exilio y proclamar la República?
Naturalmente que ni lo saben ni probablemente lo puedan comprender. Porque, allí, en Alemania, rige el artículo 79. 3 de la GG en el que se recoge algo que a ustedes les sonará de las clases en la Facultad: la cláusula de eternidad. En virtud de la misma, "una modificación de la Constitución que afecte a la organización en Länder de la Federación, a la participación de los Länder en la legislación de la Federación o a los artículos 1 a 20, es inadmisible". Y este artículo 20 instaura la República federal y el Estado democrático y social. Si alguien quisiera restaurar la monarquía de los Hohenzollern o cualquiera otra de las casas reinantes antiguas (por ejemplo la de los Wittelsbach bávaros) y decorar de nuevo palacios con entorchados y aparatosos bigotes sería inmediatamente encarcelado por alta traición, previo sometimiento probablemente a un tratamiento psiquiátrico puntilloso.
Es más: el párrafo 4 de ese artículo 20 obliga a todos ustedes, jueces, tenderos o cantantes de ópera, a ejercer "el derecho de resistencia contra cualquiera que intente eliminar el orden [constitucional]...".
En consecuencia, a ver si nos aclaramos. Este señor a quien ustedes han puesto en libertad por considerar que en modo alguno se ha rebelado contra la Constitución española tenía en su mano promover su cambio, de arriba a abajo, sin excepción alguna de sus preceptos siempre que se ajustara a lo previsto en el artículo 168 que antes he citado.
Allí, en Schleswig-Holstein o en Baviera o donde quiera que fuera del territorio de la República Federal -intangible- de Alemania, esa pretensión es no sólo inadmisible sino que obligaría a desempolvar el viejo derecho de resistencia que viene desde la Antigüedad clásica, pasando por todos los capítulos en que se divide el grueso libro de la Historia, provocando una polvareda de discusiones.
Pues ustedes, señores de mohosas togas de Schleswig-Holstein, han considerado que un proyecto de secesión como el de Cataluña que implica violar el texto constitucional y además -¡una bagatela!- alterar las fronteras de un país europeo, es asunto menor y que desde luego no es motivo para mantener en prisión a su autor y entregarlo a los jueces y tribunales españoles. Y todo en virtud de una confusa argumentación, propia no de juristas sino de rábulas, sobre la inexistencia de violencia que ustedes por supuesto no aceptarían si de analizar una alta traición (Hochverrat) se tratara.
¿O es que no recuerdan ustedes la celeridad con la que el Tribunal Constitucional de Karlsruhe zanjó la pretensión de celebrar un referéndum en Baviera (2 BvR 349/16)? Lo hizo con estas escuetas palabras contra las que no creo que ninguno de ustedes se revolviera: "En la República Federal de Alemania, Estado nacional fundamentado en el poder constituyente del pueblo alemán, los Länder no son señores de la Constitución. En la Constitución no existe ningún espacio para las aspiraciones secesionistas de los Länder. Son contrarias al orden constitucional".
Tan clarito es lo que he tratado de contar que me inclino a pensar que su disparatada decisión -sea dicho con el máximo de los respetos- es el fruto, por un lado, de su ignorancia de lo que significan España y el orden establecido en los Tratados europeos; por otro, del hecho de que viven ustedes en una burbuja periodística y televisiva en la que prácticamente no han tenido cabida más que las tesis de los secesionistas catalanes. Expuestas además muy combativamente.
Mucho me temo que esta realidad, tan adversa a los intereses de España y de Europa, sea posiblemente fruto de la incuria del Gobierno español.
¿Qué tal si de este desastre respondiera alguien?
Mi pregunta al leer este excelente y definitivo artículo es ¿por qué no se publica en Alemania y en toda Europa aunque sea pagando con el dinero de nuestros impuestos? o ¿por qué no entrega una copia Rajoy a Merkel y a todos los dirigentes europeos en vez de andar con dimes y diretes? o ¿por qué no se entrega un mazo de fotocopias de este articulo a nuestro cuerpo diplomático incluyendo a Dastis? o ¿por qué no se paga su publicación en La Vanguardia? o voy más cerca ¿por qué ahora mismo no está en la portada de El Mundo? Y además, para los supremacistas alemanes, tan comprensivos con los supremacistas catalanes, eso de que lo firme alguien que se apellida Wagner es un plus de credibilidad.leer más
eso pasa cuando se tiene cero capacidad cognitiva y comprension de lectura. Lee el artículo 50 veces con cuidado
Los que estamos fuer de España no entendemos: ¿hacer a una votación es un acto violento y sedicioso? Eso se supone que se llama democracia.
Se quiere confundir, interesadamente, violencia con agresion física. Por eso el secesionismo siempre ha tenido mucho cuidado de no llegar a las manos, tan simple como eso, y se pensaban que con la táctica de ir sonriente podrías conseguir lo que quisieras en esta vida y si el otro se opone entonces se le llama represor. En cualquier caso da igual, no importa que un juez alemán o belga o suizo opine que los españoles no tenemos derechos, que sean partidarios de algo tan antiguo como ponerse del lado del agresor. No les necesitamos para defendernos.
Insisto en una idea, la de que estos jueces sean jutos y/o sajones y con su decision quieran apoyar la escision de Cataluña, como los=flamencos en Belgica o los frisones en Holanda. No podemos olvidar la Historia de esta parte de los Lander, cuyo origen como condados/ducados de Alemania o Dinamarca, cuando no independientes, Jutlandia meridional y Sajonia, no puedes extrañarnos exista un sentimiento soberanista que fuera compartido por algun juez. No es normal juridicamente, ante una eurorden tasada, la resolucion tomada. MUY SOSPECHOSO!!!
Debemos persistir, el gobierno y nosotros los ciudadanos no debemos rendirnos nunca ni ante Puidgemont, los jueces de alemania o quien sea el que no quierea entender la constitucion y leyes de nuestro pais.
Sr. Francisco Sosa, gracias que hay gente como Ud. que pueden decir las cosas tan claras y precisas. Su conocimiento de la Historia y de la Justicia me transportan a mis comentarios, que hay Juristas en España que son los mejores del Mundo. Ahora queda el traducir su artículo en buen alemán, y que sea enviado a los responsable de ese Condado de Schleswig-Holstein, a la Ministra de Justicia BARLEY, que hizo comentarios tan desgraciadas contra España, a la Presidenta Merkel y a los Ministros españoles; pues, muchos de ellos ni se enteran que, como RAJOY que se sacude las responsabilidades y se esconde detrás del periódico MARCA. Hace falta juristas como Ud. que nos defiendan en Bruselas, Suiza, Escocia, Alemania y sin complejos delante esos ignorantes Alemanes, que no conocen la jurisprudencia europea.
Supongo que los problemas relacionados con el periodismo de mala calidad existirán en muchos lugares del mundo y que un hecho político y social que se desarrolla en Florida será explicado de manera superficial a los habitantes de Oregón o California. La situación política catalana-española es compleja, pocas personas se interesan a los aspectos esenciales y se dan cuenta que el nacionalismo catalán se acerca mucho al fascismo, el verdadero, el que nació en Italia hace un siglo. Fuerza y animo a todos los españoles y catalanes que aspiran a la verdadera democracia y rechazan la violencia del nacionalismo catalán. Por mi parte seguiré sintiéndome italiano, francés, español, catalán, europeo y haré de todo para seguir viviendo en una Cataluña española, catalana, europea. Y todos mis cumplidos al autor de este articulo, verdadera clase magistral de derecho constitucional y comunitario.
Soy italiano, he vivido muchos años en Francia, ahora vivo en Barcelona, España. Os puedo asegurar que también la prensa y la opinión pública italiana y francesa tienen un conocimiento muy limitado, superficial y falseado de la situación política y social catalana. Ayer he escuchado las noticias sobre la puesta en libertad bajo fianza del Puigdemont en France Culture, radio francesa seria y bastante rigurosa. Las noticias eran superficiales, la periodista no había leído el auto del tribunal alemán, se limitaba a repetir algunas frases probablemente copiadas en otros periódicos y agencias de información. Es la situación del periodismo en Europa y probablemente en el mundo: superficial, poco riguroso. El actual periodismo se aparenta más a la comunicación y propaganda que a la difusión de verdaderos conocimientos.
La ministra de Justicia alemana ha hecho lo que nuestro ministro: respetar a sus tribunales.
Es comprensible que algunos alemanes no vean violencia. Para ellos violencia es meter los panzers en toda Europa, masacrar rusos o fumigar judíos. Eso sí es violencia para algunos de ellos, que para otros no, lo de España es anecdótico.
Stefan Zweig se adelantó con su agudeza sobre los nacionalismos, «la peor de todas las pestes» que envenenaría a Europa. Si viviera hoy, a buen seguro completaría el diagnóstico añadiendo la propaganda como gran enemiga para el continente. Desde luego, mucha posverdad hay tanto en la deriva del procés como en los últimos vericuetos del fugado Puigdemont en Alemania. Porque las declaraciones de la ministra de Justicia de este país respecto al caso no sólo demuestran su nulo respeto por el Estado de derecho en un socio como España. Sino que confirman hasta qué punto en determinados estratos políticos y de opinión pública en Europa han calado las falsedades del independentismo, gracias a una hábil campaña de propaganda desde hace años, ante la inoperancia de las autoridades españolas, incapaces de contrarrestar con el ahínco necesario tantas mentiras.
Cuando la ministra de Justicia alemana se atreve a advertir de que España tendrá que explicar bien las razones por las que Puigdemont debería ser juzgado por malversación de fondos -«no será fácil», subraya atrevida-, amén de abrir una preocupante crisis política con nuestro país, está poniendo en jaque uno de los cimientos de la Unión Europea:el judicial. Porque igual que los magistrados de Schleswig-Holstein se han extralimitado al entrar en el fondo de algo que no les compete, la política mencionada está cuestionando la naturaleza misma de la euroorden. Esta figura se creó para acabar con la politización en los procesos de extradición. Y se basa en la confianza plena de las instancias judiciales de los distintos estados miembros de la UE, en un espacio común de libertades. Declaraciones así quiebran este principio y atentan contra el proyecto europeo.
Nuestro Estado de derecho es suficientemente sólido para afrontar estos reveses. Sin embargo, queda al descubierto la pésima gestión en el exterior ante un desafío de la envergudura del golpe independentista. El ministro Dastis se limitaba ayer a tachar de «desafortunadas» las necedades de la ministra alemana. Pero mucho de lo que estamos viviendo se debe a la inoperancia para haber evitado que, por ejemplo, toda la prensa alemana -de izquierda a derecha- haya comprado el discurso del secesionismo. De nada sirve llorar por la pérdida de las batallas que no se dan.
Y, mientras, en Cataluña se mantiene el sainete. La decisión de Torrent de volver a proponer como candidato a presidir la Generalitat al encarcelado Jordi Sànchez agranda aún más la astracanada. El juez del Supremo ya le impidió salir de prisión para participar en una investidura farsa. Y, por mucho que los indepedentistas quieran enredar gracias al cable echado por Alemania, las circunstancias siguen siendo las mismas. El secesionismo deberá responder ante la ciudadanía catalana por su empecinamiento en querer que se mantenga sine die el 155.