El 23 de diciembre de 1913, el entonces presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson promulgó la Ley de la Reserva Federal, creando el banco central que celebra su centenario este mes.
Fundado en medio de las zozobras financieras de inicios del siglo XX y con una profunda desconfianza del poder central, el banco es hoy una de las instituciones financieras más poderosas del planeta.
La BBC tuvo un acceso privilegiado a la sede de la Reserva Federal o "la Fed" en Washington, a escasos metros de la Casa Blanca.
La Reserva Federal vive ahora un gran desafío con la inyección de dinero para reactivar la economía.
Es en ese edificio solemne que un grupo de economistas designados, no electos, se reúne para tomar decisiones que impactan tanto en los habitantes de este país como en millones de personas en el mundo.
La crisis financiera de 2008 contribuyó más que ninguna otra a mostrar públicamente el rol de la institución y de su presidente Ben Bernanke, pero fue sólo el último de los muchos desafíos enfrentados por la Fed en sus 100 años de historia.
Los inicios del siglo XX estuvieron marcados por una sucesión de pánicos financieros y el peor ocurrió luego del terremoto de San Francisco en 1906.
El desastre llevó a un grupo de políticos y economistas a reunirse en secreto en 1910 bajo el pretexto de una expedición de caza en la isla remota de Jekyll en el estado de Georgia. El objetivo era diseñar un sistema bancario central.
Se trató del tercer intento de crear una institución de ese tipo.
Image caption Los expresidentes Andrew Jackson y Thomas Jefferson se opusieron <br> a la existencia de un banco central.
El primer banco centralizado fue establecido por Alexander Hamilton durante la presidencia de George Washington en 1791, a pesar de la dura oposición de Thomas Jefferson. El banco sólo duró 20 años.
El segundo intento fue desmantelado por otro mandatario, Andrew Jackson, en 1836.
Estos esfuerzos fracasaron debido a la desconfianza a un poder centralizado arraigada profundamente en la cultura estadounidense y la estructura de la actual Fed refleja esa desconfianza.
El papel central corresponde al Comité Federal de Mercado Abierto, Federal Open Market Committee (FOMC), integrado por 12 presidentes de bancos regionales de diferentes puntos del país que corresponden a la realidad agrícola, industrial y financiera del país en 1913.
Esos 12 miembros, junto a otros siete gobernadores en Washington, forman parte del comité que decide la política monetaria y otorga préstamos de emergencia a instituciones financieras.
Bernanke tuvo en cuenta las lecciones del pasado en la crisis del 2008.
La Reserva Federal usó sus poderes en forma dramática en 2008, cuando el sistema financiero estuvo al borde del colapso.
Richard Fisher, presidente del banco central regional de Dallas, dijo que fue una época de tensión para todos los integrantes de la Fed.
"No recuerdo haber dormido una sola noche entera durante 18 meses", le dijo Fisher a la BBC.
"Fue un período de estrés extremo para todos los involucrados, especialmente para Bernanke, porque la situación era extremadamente compleja. Alguien tenía que actuar, ese era el papel del Banco Central. Somos prestamistas para casos extremos".
La crisis de 2008 no fue la primera de gravedad enfrentada por la institución.
La Fed fracasó durante la Gran Depresión, según analistas.
La Gran Depresión de 1930 fue una prueba en la que, para la mayoría de los economistas e historiadores, la Fed fracasó. La Reserva estranguló el crédito cuando debía haber hecho exactamente lo contrario, según muchos analistas.
De acuerdo a Neil Irwin, autor de "Los Alquimistas – Dentro del mundo secreto de los banqueros centrales", fue afortunado que durante la crisis de 2008 Bernanke tuvo muy presentes las lecciones del pasado.
"Fue una gran coincidencia del momento y la persona adecuada para enfrentarlo. Teníamos al frente de la Fed a alguien que conocía los peligros de un banquero central que no actúa en forma decisiva. Fue una coincidencia histórica".
Otro gran desafío fue contener la inflación de los años 70, que llevó al entonces presidente del Banco, Paul Volcker, a subir las tasas de interés para retirar dinero de la economía.
La medida fue criticada duramente y empresas de construcción llegaron a protestar depositando materiales fuera de la sede de la institución. Los agricultores rodearon el edificio con tractores.
Pero a inicios de los 80, la acción de Volcker ya había dado resultado. La inflación bajó de 13,3% en 1979 a 3,2% en 1983.
Janet Yellen presidirá a partir de febrero de 2014 una de las instituciones <br> financieras más poderosas del mundo.
Una de las fortalezas del sistema bancario central es su independencia de la política.
Contar con un presidente no electo que puede permanecer en su cargo durante muchos años protege a la institución de los avatares políticos.
Sin embargo, en ese punto reside precisamente según algunos el principal riesgo. Políticos como el excongresista republicano Ron Paul aseguran que la Reserva Federal tiene demasiado poder y que éste debe ser controlado.
En febrero de 2014 la presidencia del Banco pasa de Bernanke a la primer mujer en ocupar el cargo, Janet Yellen.
Ella deberá guiar a la institución en lo que algunos consideran el mayor "experimento económico" en sus 100 años de historia, la inyección de billones de dólares a la economía en un intento por reactivarla.
En determinado momento esa política deberá llegar a su fin y decidir cuándo será uno de los mayores desafíos de Yellen al inicio del segundo centenario de la institución.
La Reserva Federal de EEUU es la que decide cuánto dinero se crea
U.S. Bureau Of Engraving And Printing. Un operario supervisa los billetes.
"De aquí salen al día más de 500 millones de dólares en billetes recién creados", afirma con una amplia sonrisa Donovan Elliot, operador de una de las imprentas de la Oficina de Grabado e Impresión (BEP) de Estados Unidos.
"Cuidado, en ese carro, ahí van 50.000 dólares en billetes de uno", advierte Elliot desde una de las salas de impresión de la moneda más importante del mundo: el dólar.
La Reserva Federal (Fed), el banco central estadounidense, es el que decide cuánto dinero se crea, pero es en la BEP donde esta tarea se desarrolla con diligencia y sin un solo momento de interrupción.
La BEP se encuentra en pleno centro de Washington y, aunque no aparezca en las guías, es uno de los principales reclamos turísticos de la capital estadounidense. Elliot, como el resto de sus 800 trabajadores, trabaja rodeado de dinero. Planchas de billetes de uno, dos, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien dólares. Miles de millones de dólares en todas las denominaciones.
Las 24 horas del día, siete días a la semana, con turnos sucesivos y un continuado suceder de operarios. Solo en 2015 se emitieron billetes por valor de 560 millones de dólares al día, en total más de 7.000 millones de dólares.
De fondo, el constante ruido de los tornos que no cesan de imprimir. "Aunque parezca mentira, a la semana te has acostumbrado. Hay tanto dinero por todas partes que te olvidas", subraya Lydia Washington, de la oficina de prensa de la institución, durante el recorrido por su interior.
Solo dos instalaciones en todo EEUU producen dólares: la de Washington y la de Fort Worth, en Texas. Pese la impresionante cantidad de billetes que se realizan, el riesgo de la inflación no sobrevuela el edificio ya que más del 90 % de los que se emiten cada año son usados para reemplazar los que se retiran de circulación por sus malas condiciones tras un prolongado uso.
No todas los denominaciones, sin embargo, tienen la misma vida útil. El billete de un dólar, uno de los más populares, tiene una vida media de 5,8 años, comparado con el de 20 dólares que se mantiene en circulación una media de 7,9 años; y el más duradero es el de mayor valor, el de 100 dólares, que está operativo una media de 15 años.
Dentro del BEP también trabajan historiadores como Franklin Knoll, quien se encarga del departamento de archivos e investigación y para el que la fabricación de billetes es "una compleja mezcla de artesanía y arte con un gran componente tecnológico".
Knoll explica que las primeras planchas de dólares federales fueron creadas en Nueva York en 1862, en plena Guerra Civil, por una empresa privada y luego enviadas a un sótano del actual edificio del Departamento del Tesoro, en la capital estadounidense, para que "se le pusieran los sellos oficiales, se cortaran y separaran cada uno de ellos".
Antes de esa fecha, los billetes eran emitidos "bajo demanda" y respaldados por los diferentes bancos privados que existían en el país, lo que generaba complicaciones y problemas debido a la diversidad y variedad.
En la década de 1920, se realizó una primera revisión del diseño, y se crearon billetes más pequeños, que son la base de los actuales, y más delante se modernizó el proceso con nuevas máquinas más rápidas y eficaces.
A lo largo de los años se han llevado a cabo varios rediseños de los billetes de más alta denominación, especialmente por cuestiones de seguridad y para combatir la falsificación. "Obviamente, falsificar un billete de un dólar no es muy rentable, así que hay menos presión sobre estas denominaciones", subrayó Knoll. Todos los billetes deben ser revisados por el Servicio Secreto de EEUU, que es quien da finalmente la luz verde una vez se cumplen los estándares de seguridad.
Otro de los elementos que complican aún más labor de los impresores de dólares, es que el dólar, como moneda de reserva internacional, es usado ampliamente fuera de las fronteras estadounidenses. De acuerdo con las últimas estimaciones, se calcula que entre la mitad y dos tercios del valor total de la moneda estadounidense en circulación se encuentra fuera de EEUU. Sea donde sea que vayan a parar, no obstante, el acta de nacimiento se produce aquí, en la BEP.
¿Por qué Estados Unidos emite dinero y no genera inflación?
Desde diciembre de 2008, la Reserva Federal de los Estados Unidos (el Banco Central), decidió implementar una serie de programas llamados de “flexibilización cuantitativa” (del inglés, Quantitative Easing o QE), que en términos simples consistían en emisiones enormes (maquinita) de billetes y monedas que eran introducidos al mercado de dos maneras: comprando bonos del tesoro del gobierno, con lo cual financiaban el exceso de gasto público de Estados Unidos y comprando activos respaldados en hipotecas a los bancos, lo que en buena cuenta significó introducir dinero a los bancos a cambio de papeles (activos) que no valían nada, pues contenían las hipotecas impagas, que nacieron como consecuencia del colapso de la burbuja inmobiliaria que estalló el setiembre de 2008. En la actualidad se encuentran en el QE3 y en una fase llamada “tapering”, que consiste en la reducción del ritmo al cual se inyectan dólares mensualmente. Este proceso comenzó en diciembre de 2013: la inyección de dólares era de 85 mil millones mensuales y ahora se ubica en 45 mil millones.
La pregunta es la siguiente: ¿Por qué la emisión en los Estados Unidos y a diferencia del resto de países, no genera inflación? Imaginemos que en Perú se emitiese sin límite; el resultado obvio sería inflación. Sin embargo, ello no ocurre en los Estados Unidos.
Recordemos que el dólar es una moneda internacionalmente aceptada para transacciones comerciales y financieras. Esa es la clave. Cuando Estados Unidos emite, cualquier “exceso” de dólares que de otro modo generaría inflación, “sale” del país y es aceptado por ciudadanos y habitantes de otros países. Entonces, como no todos los dólares emitidos se “quedan” en Estados Unidos, no se genera un problema interno de inflación. Desde luego, uno podría pensar que al haber más dólares en el mundo puede generarse una “inflación en dólares” a nivel mundial y estaría en lo cierto.
Ahora bien, ¿por qué se acepta el dólar fuera de los Estados Unidos, si este tiene problemas de deuda, dificultades fiscales, etc. No es una economía sana. Mi sensación es que “no hay suplente”, es decir, no existe, por el momento otra moneda que haga las veces del dólar. El euro pasa por una etapa crítica con la crisis europea, mientras que el yuan chino no es convertible. Entonces se mantiene el uso del dólar a pesar de las dificultades de la economía estadounidense.
¿Y esa situación le conviene a Estados Unidos? Sí y no. Sí porque su moneda se sigue usando en el mundo, pues a pesar de todo, los ciudadanos siguen confiando en ella. La moneda en última instancia es un tema de confianza. No, porque el exceso de dólares origina que el dólar como moneda cada vez valga menos. Las reducciones en el tipo de cambio, en especial luego de 2008 (cuando comenzó la emisión descontrolada de los Estados Unidos), fortalecieron las monedas nacionales y debilitaron al dólar. Recuerde el lector que cuando el tipo de cambio baja, se requieren menos soles para comprar un dólar por lo que el sol se aprecia, es decir, vale más. En el Perú, el tipo de cambio fue de 3.5 soles por dólar en 2002 y ahora gira en torno de 2.80 soles por dólar.
¿Y eso le conviene al Perú y otros países cuyo tipo de cambio tiene una trayectoria similar? No necesariamente, pues un tipo de cambio más bajo, desincentiva las exportaciones e incentiva las importaciones, generando así un problema en la balanza comercial. De ahí que en la opinión de varios analistas haya que subir el tipo de cambio para frenar importaciones, algo que podría ocurrir por razones de mercado si continúa la desaceleración china y la reserva federal continua con el “tapering”. Además, el BCR tendría que dejar de vender dólares para ello. ¿Apuestan al aumento o a la reducción?
La Fed se plantea dar créditos directamente a las pymes y familias más necesitadas. Wall Street no reacciona a la medida anunciada por Powell
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos.
La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha anunciado este lunes que comprará activos ilimitadamente y durante el tiempo que sea necesario hasta que se estabilicen los mercados financieros y se asegure la correcta transmisión de la política monetaria. La autoridad monetaria ha afirmado en un comunicado estar “comprometida” a usar todas las herramientas a su disposición para apoyar a hogares y negocios, y, en general, a toda la economía tras el grave daño causado por el coronavirus. Ni siquiera semejante anuncio logró detener la angustia en Wall Street. El Dow Jones y el S&P cerraron con pérdidas del 3% y el Nasdaq un 0,2%. El pasado viernes sellaron su peor semana desde octubre de 2008 y el Dow Jones acumuló pérdidas que borraron todo lo ganado desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca. El S&P hizo lo mismo esta mañana.
Antes del anuncio del banco central, los futuros dejaban ver que la tendencia sería a la baja después de que senadores republicanos y demócratas no llegasen a un acuerdo durante el fin de semana para la implementación del plan de estímulo más cuantioso de la historia moderna presentado por la Casa Blanca. Aunque el golpe en la mesa del banco central no consiguió detener la sangría, sí redujo las pérdidas. Pasado el mediodía los demócratas volvieron a bloquear la ley de estímulo y las pérdidas aumentaron en Wall Street. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años, que influye en las tasas de interés de las hipotecas y otros préstamos de consumo, cayó a 0,695% desde el 0,932% del viernes.
Las previsiones ayudan a entender el pánico en los mercados. Morgan Stanley cree que el crecimiento del segundo trimestre caerá un 30%; Goldman Sachs un 24%; y JPMorgan Chase “solo” un 14%. Esto, sumado a los índices de desempleo, que ya están viendo sus primeros efectos. La semana pasada las solicitudes de beneficios estatales por empleados que perdieron su trabajo durante la segunda semana de marzo registró la cifra más alta en los últimos dos años y medio.
Los mercados han tenido durante la jornada los ojos puestos en Washington. Esperaban que el Senado sacara adelante este lunes el paquete de estímulos de más de un billón de dólares para proteger a empresas y ciudadanos de las consecuencias económicas de la pandemia. La última propuesta republicana elevó a 1,8 billones el dinero público que se movilizaría, pero nuevamente fracasó en su intento de convencenr a los demócratas, quienes consideran insuficiente la protección de los empleados de empresas rescatadas y la cobertura sanitaria de los más vulnerables. Las diferencias sobre los detalles tiene atascado el plan, que requiere de una amplia mayoría en el Senado, controlado por los republicanos, para su aprobación.
Solo esta semana, la Reserva Federal comprará bonos del Tesoro (deuda pública federal) por valor de hasta 75.000 millones de dólares (69.500 millones de euros) al día, a los que habrá que sumar otros 50.000 millones en titulizaciones hipotecarias —paquetes de hipotecas—. En total, entre las nuevas medidas y las ya anunciadas, entre el lunes y el viernes la Fed saldrá al mercado con la chequera llena: con hasta 625.000 millones de dólares. El objetivo de esas adquisiciones es reducir la deuda en circulación, rebajando los intereses, y enviar una señal de inequívoco compromiso con la estabilidad financiera en tiempos difíciles. Con el plan de estímulos fiscales mucho menos claro, el banco central estadounidense vuelve a tomar las riendas evitando un descalabro mayor.
En la última reunión de política monetaria, el domingo pasado, la Fed ya había dejado en cero los tipos de interés y aprobó la compra de 700.000 millones de dólares (650.000 millones de euros) en deuda de diversa clase. Poco más de una semana después va notablemente más allá, convirtiendo ese monto en ilimitado y mandando a los inversores un mensaje nítido sobre sus planes: hacer todo lo que esté en su mano —y eso es mucho— para que las aguas vuelvan a la calma en pleno zarpazo de la pandemia sobre EE UU y sobre la economía mundial en su conjunto. “Deben realizarse esfuerzos agresivos tanto en el sector público como el privado para limitar las pérdidas de empleo y de ingresos así como para promover una rápida recuperación una vez que disminuyan las perturbaciones”, agrega el organismo en tono duro.
Además, el instituto emisor reitera en su anuncio —emitido nuevamente de forma extraordinaria: no había ninguna reunión prevista este lunes— su preocupación por las “perturbaciones severas” en la economía por el coronavirus y anuncia otros 300.000 millones de dólares para “apoyar el flujo de crédito a empleadores, consumidores y empresas”. El organismo también deja caer que divulgará pronto un programa para dar créditos directos a las pequeñas y medianas empresas que se están llevando la peor parte por el hundimiento del consumo durante el confinamiento. Se trata de que lleguen con vida al momento en el que se levanten todas las restricciones de movimiento de personas y la economía pueda volver a operar con normalidad.
Estados Unidos registra más de 340 muertos y cerca de 27.000 contagiados por la Covid-19, según los datos publicados este domingo por el centro de investigación del coronavirus de la Universidad Johns Hopkins. El 40% de los estadounidenses tiene la orden de quedarse en casa para frenar la propagación del brote, una medida que se ha tomado en 13 Estados y varias ciudades.
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