─ ¿Podría dejar de llorar, su majestad? Las palabras de su excelencia podrían hacerla ver como una mala persona pero ese no es el caso. ¡Oh! ¿Por qué no le pide a su excelencia que le lea un cuento de hadas esta noche? Estoy seguro de que estará más que feliz de hacerlo.
Edmund, que estaba animando a Tita, le guiñó un ojo. Clette resopló.
─ Bueno, podría tener algo de tiempo libre.
─ ¿En serio?
Tita respiró y miró furtivamente a Clette. Ella, que estaba siendo vista por sus ojos llorosos, no tuvo el corazón para negarse.
« Demonios, ¿No es demasiado injusto tener tales ojos de cachorro? »
Edmund, quién de alguna forma se dio cuenta lo que estaba pensando como un psíquico, sonrió.
─ Ahora su alteza, adelante.
─ Bien, su excelencia, ¿podría- podría por favor leerme un cuento de hadas…?
─ S-seguro.
Las palabras dejaron sus labios como si tuvieran mente propia.
« ¿Por qué se siente como si acabara de caer en la trampa de Edmund? »
Mientras tales pensamientos cruzaban por su mente, Clette no pudo retractarse de aceptar la solicitud de Tita.
─ ¿Qué estás haciendo?
Tan pronto como Tita fue enviado a su habitación Clette empezó a cuestionar a Edmund.
─ ¡Cuento de hadas mi trasero! Ese niño me tiene mucho miedo. Ni siquiera dije nada e inmediatamente rompió en llanto a pesar de que incluso le sonreí.
─ Su excelencia, ¿Podría por favor mostrarme esa sonrisa?
Clette accedió, sonriendo brillantemente a Edmund, justo como lo había hecho más temprano frente a Tita. La cara de Edmund se tensó. Habló después de un corto momento de silencio.
─ Solo use su cara de póker, excelencia. Eso sería mucho mejor. He presenciado una vista que nunca debí ver.
─ …
« Él ha vivido por mucho tiempo ¿cierto? »
Clette seriamente se cuestionaba sobre su vida y muerte. Edmund, que no tenía idea de los pensamientos en su cabeza, la consoló.
─ En cualquier caso, deje de preocuparse tanto, su excelencia. A su alteza realmente le agradas.
─ Eso es imposible. Te lo digo Edmund, ese niño no me dice una sola palabra a pesar de lo hablador que es contigo.
Edmund le sonrió suavemente a la quejumbrosa Clette.
─ Hay veces donde uno no puede hablar mucho frente a una persona que le gusta, su excelencia. No desperdicie su tiempo preocupándose por eso y vaya con su alteza.
─ Hah, ya no sé qué hacer. Que sepas que si Tita llora de nuevo la culpa será tuya, y sólo tuya.
Ese día Clette terminó rápidamente su trabajo y se dirigió hacía a habitación de Tita para no llegar muy tarde. Ella llevaba un aburrido cuento de hadas en sus manos mientras se acercaba a su cuarto.
Knock knock knock
Después de tocar un poco, la puerta de abrió. Clette miró hacia abajo y ahí, en la puerta abierta, se paraba un Tita tambaleante.
─ ¿Puedo entrar?
─ Ah, ¡Sí!
Mientras Clette entraba a la habitación Tita regresó rápidamente a la cama. Ella se sentó al lado de su cama y abrió el libro. Clette no quería que la atmósfera empeorara más debido a su charla, y en su lugar decidió ir directo al punto. La cara de Clette se arrugó al mirar el título del cuento de hadas. De todos los libros que pudo haber tomado, tenía que ser uno llamado “La reina de nieve”.
« De todos los libros que hay ¿Por qué este? Si hubiese alguien más aquí, sería vista como una narcisista. »
─ Disculpe, su excelencia, pero ¿Podría ser que aún está muy enojada conmigo?
Tita le preguntó a Clette muy cuidadosamente después de que viera su cara fruncirse. Asustada de hacer llorar al niño otra vez, rápidamente suavizó su dura expresión.
─ Ese no es el caso.
Clette decidió leerle a Tita el cuento ya que lo había traído con ella. Colocó la lámpara de aceite cerca del libro.
─ Había una vez, en una tierra de hielo, vivía una reina de nieve. Era una malhumorada, mala y fría mujer.
« ¿Cómo dices? »
Aunque el contenido le parecía raro, Clette decidió continuar leyendo el cuento. Y como para imitar los efectos de sonido del cuento, una ventisca llegó justo a tiempo y retumbó fuera de la ventana.
Traducción: Leslie
Corrección: Smiley