El modelo teórico de la fonología generativa con el que venimos trabajando propone que los morfemas se almacenan, en la memoria de largo plazo que constituye el léxico mental, como representaciones subyacentes a las que se les aplican reglas fonológicas para derivar sus representaciones superficiales. Los morfemas pueden realizarse como diversos alomorfos o variantes al aparecer en diferentes contextos, por lo que se requiere un conjunto de reglas que prediga las diferentes maneras en que se pronuncian. Las diferentes representaciones superficiales que pueden adoptar los morfemas están conformadas por secuencias de segmentos, cada uno de los cuales es una matriz o conjunto de rasgos que presentan toda la información necesaria para su pronunciación. Dicho de otra manera, las representaciones superficiales de un morfema especifican o explicitan plenamente todos los rasgos necesarios para su pronunciación.
El modelo, tal como lo hemos seguido hasta este punto de nuestro curso, también propone que las representaciones subyacentes de los morfemas coinciden con la representación superficial del alomorfo básico o prototípico. Así, la representación subyacente del morfema también está constituida por matrices de rasgos plenamente especificadas que corresponden, de acuerdo con los criterios de predictibilidad y simplicidad, a los segmentos que aparecen en los contextos más diversos. Además, de acuerdo con los criterios de universalidad y motivación fonética, los segmentos que conforman las representaciones subyacentes de los morfemas son, respectivamente, los no marcados en las lenguas del mundo y los que no parecen ser el producto de un proceso fonológico condicionado por el contexto.
Este ha sido el modelo con el que hemos venido estudiando los procesos o fenómenos fonológicos en el curso. Ahora vamos a asumir una segunda forma de concebir las representaciones subyacentes de los morfemas, a saber, como secuencias de unidades más abstractas que los fonos que aparecen superficialmente. De acuerdo con este modelo, conocido como "teoría de la subespecificación", la representación subyacente de los morfemas está constituida por secuencias de matrices de rasgos “subespecificadas”. Esto quiere decir que, subyacentemente, cada segmento de un morfema no presenta todos los rasgos que se requieren para su pronunciación, sino tan solo aquellos que son impredecibles dentro del sistema fonológico de cada lengua en particular.
Esta manera de entender las representaciones subyacentes de las unidades fonológicas que conforman los morfemas es, de alguna manera, similar a la idea de fonema que propone Trubetzkoy. Para este autor, un fonema está constituido solamente por los rasgos que lo distinguen de los otros fonemas de la lengua; crucialmente, un fonema no está constituido por los rasgos concomitantes o redundantes que aparecen en su realización como uno o más fonos. De manera similar, la teoría de la subespecificación propone que las representaciones subyacentes de los morfemas no contienen todos los rasgos que presentan sus representaciones superficiales, sino solo aquellos que no son predecibles. Las representaciones subyacentes de los morfemas solo requieren especificar los rasgos que permiten distinguir unos morfemas de otros —los rasgos distintivos—, pero no (1) los rasgos cuya aparición depende de la aplicación de una regla fonológica dependiente del contexto fonológico, (2) los rasgos que son redundantes o predecibles a partir de la especificación de algún otro rasgo que sí está presente en la representación subyacente o (3) los rasgos que son asignados a un segmento por alguna regla universal o “por defecto”.
Desarrollaremos estas ideas en esta parte de nuestro curso. Recordemos, para empezar, el siguiente ejemplo del alemán que ofrece Trubetzkoy:
Como se puede observar, los sonidos [ç] y [k̟] presentan distribución idéntica y, de hecho, en este corpus distinguen dos morfemas distintos del alemán. Esto mismo ocurre con los sonidos [x] y [k]. De acuerdo con la regla II para la determinación de fonemas de Trubetzkoy, podemos concluir que [ç] y [k̟] son realizaciones de fonemas distintos y lo mismo podemos concluir con respecto a [x] y [k]. Ahora bien, dado que [x] y [ç] se encuentran en distribución complementaria y son articulatoria y acústicamente muy similares, de acuerdo con la regla III de Trubetzkoy, podemos considerarlos variantes combinatorias de un mismo fonema y a esta misma conclusión podemos llegar con respecto a [k] y [k̟]. Así, pues, el alemán solo presenta dos fonemas dorsales, uno oclusivo y otro fricativo, representados en la ortografía, respectivamente, con las grafías <k> y <ch>. Cada uno de estos fonemas se pronuncia velar o palatal de acuerdo con el contexto en que aparecen: luego de una vocal posterior o de una vocal anterior. El siguiente corpus muestra la alomorfía del fonema fricativo.
De acuerdo con el modelo con el que hemos venido trabajando, uno de los alófonos [x] o [ç] debe ser elegido como la forma subyacente. Si consideramos los criterios de predictibilidad y simplicidad, no podemos postular ninguno de los dos alófonos como representación subyacente, pues la aparición de ambos es predecible: [x] aparece luego de vocales [+ posterior] y [ç] aparece luego de vocales [– posterior]. El criterio de motivación fonética tampoco nos ayuda a decidir cuál de las dos variantes combinatorias es más “básica” y cuál es derivada porque ambas se pronuncian de manera similar a su contexto de aparición. Quizá el criterio de universalidad podría inclinarnos a pensar que [x] es no marcado en comparación con [ç] si consideramos, por ejemplo, que el castellano presenta el primer segmento, pero no el segundo (aunque tendríamos que considerar que el castellano chileno presenta un fenómeno idéntico al del alemán).
Asumiendo que la representación subyacente es el alófono velar, el segundo segmento de los morfemas acht ‘ocho’ e Ich ‘yo’ tendría la siguiente representación subyacente:
Así pues, podemos calificar el proceso como una asimilación de la consonante velar a la vocal anterior siguiente, un proceso que se conoce como "palatalización" debido a que la consonante subyacentemente velar se pronuncia palatal. La regla fonológica que deriva el alófono palatal sería la siguiente:
La teoría de la subespecificación nos ofrece una propuesta alternativa en la que la representación que subyace a los alófonos [x] y [ç] no especifica el punto de articulación ni como velar ni como palatal, puesto que esta alternancia es predecible a partir del contexto en el que aparece el segmento. De acuerdo con esta teoría, la representación subyacente del segundo segmento de los morfemas acht ‘ocho’ e Ich ‘yo’ sería la siguiente:
Esta representación subyacente, a diferencia de la representación subyacente que asume que el fonema /x/ es velar, no incluye ningún valor para el rasgo [+posterior / -posterior] porque los valores positivo o negativo de las representaciones superficiales dependen del contexto. Esto es lo que recoge la siguiente regla fonológica:
Ahora bien, la representación subyacente subespecificada que hemos propuesto arriba tampoco incluye ningún valor para el rasgo [± coronal] porque también el que las representaciones superficiales sean [+ coronal] o [– coronal] depende del contexto. Sin embargo, la regla de asimilación del rasgo [± posterior] que acabamos de proponer tampoco da cuenta de la alternancia de este rasgo. ¿Cómo adquieren, entonces, las representaciones superficiales [x] y [ç] su valor para el rasgo el rasgo [± coronal] si este no está especificado subyacentemente y la regla fonológica no lo otorga?
Para responder a esta pregunta, debemos postular otro tipo de reglas: las reglas de redundancia. Las consonantes palatales son [-posterior, +coronal] y las consonantes velares son [+posterior, -coronal], es decir que el valor del rasgo [± posterior] es siempre opuesto al del rasgo [± coronal]. De hecho, esta generalización no solo se cumple para los segmentos fricativos sordos, sino para todas las consonantes obstruyentes. Es más, también se cumple para las consonantes sonorantes y para los glides; de hecho, la clase de las vocales es la única para la cual no se cumple la generalización, puesto que una vocal anterior (es decir, [-posterior]) no es [+coronal]. De este modo, la generalización correspondiente a las consonantes puede ser recogida mediante la siguiente regla:
Así pues, de acuerdo con la teoría de la subespecificación, los segmentos fricativos de los morfemas acht ‘ocho’ e Ich ‘yo’ son idénticos subyacentemente, pero su representación mental no coincide con ninguna de las realizaciones [x] y [ç], sino que presenta subyacentemente solo los rasgos que lo distinguen de otros segmentos del alemán —por ejemplo, el rasgo [– continuo], que lo distingue de /k/—. El resto de rasgos que presentan sus representaciones superficiales son proporcionados por reglas fonológicas dependientes del contexto, como la de asimilación, o por reglas de redundancia, como la del rasgo [± coronal] respecto de [± posterior], que, crucialmente, se aplican luego de que se han aplicado las reglas fonológicas. De esta manera, se produce una derivación de una representación subyacente subespecificada a una representación completamente especificada gracias a la aplicación de un conjunto de reglas que “completan” la matriz subespecificada.
Resumiendo, el modelo teórico que seguimos, asume dos niveles de representación vinculados por reglas fonológicas y reglas de redundancia. Las representaciones subyacentes de los morfemas que aprendemos son secuencias de matrices o conjuntos de rasgos que contienen solo la información que debe memorizarse para distinguir un morfema de otro. A las representaciones subyacentes se les aplican (1) reglas fonológicas dependientes del contexto que cambian algunos de los rasgos que las caracterizan o les agregan otros y (2) reglas de redundancia que les agregan los rasgos que faltan para obtener una representación superficial que contenga toda la información necesaria para su pronunciación.
En palabras de Bromberger y Halle (1989):
Texto 1
“No toda la información que se requiere para producir una palabra fonéticamente es necesaria para que los hablantes la almacenen en la memoria y la recaben cuando la ocasión aparezca, ya que una fracción importante de esa información es predecible gracias a reglas generales y a principios que gobiernan la pronunciación del inglés [es decir, de una lengua particular; J.P.] y que también son parte del conocimiento que tiene el hablante de su lengua”.
S. BROMBERGER y M. HALLE, “Why phonology is different”. p. 56.
Las representaciones superficiales son ricas en rasgos, pero las subyacentes no tienen que serlo en la misma medida dado que, como hemos visto, el sistema fonológico está conformado por reglas fonológicas y reglas de redundancia que cambian y proporcionan rasgos de manera que las representaciones superficiales contengan toda la información necesaria para su pronunciación.
Así pues, a diferencia del modelo con el que hemos estado trabajando, en el cual las representaciones subyacentes eran idénticas a una representación superficial, la teoría de la subespecificación propone que las representaciones subyacentes están subespecificadas, es decir, que contienen menos rasgos que los necesarios para su pronunciación, mientras que las representaciones superficiales sí están completamente especificadas, es decir, contienen todos los rasgos necesarios para su pronunciación. Esta teoría propone que la información que debe memorizarse al aprender una lengua —es decir, la información arbitraria del léxico— es la menor posible y que toda información general que forma parte del sistema fonológico se conoce en forma de reglas. De esta manera, la representación subyacente de un morfema cualquiera solo contiene los rasgos que cumplen una función distintiva o son impredecibles, es decir que no se siguen de ninguna regla, y el resto de rasgos necesarios para la pronunciación de dicho morfema deben ser proporcionados por un conjunto de reglas en una derivación.
En la siguiente sección, continuaremos desarrollando la propuesta de la teoría de la subespecificación atendiendo, principalmente, a la cuestión de qué rasgos conforman las unidades subyacentes.
7.2 Rasgos subyacentes impredecibles y reglas de redundancia