Como hemos visto en las dos partes anteriores de nuestro curso, la fonología estructuralista europea se basa en la distinción entre lengua y habla propuesta por Saussure. Para Trubetzkoy, el sistema fonológico de una lengua es un objeto social abstracto, compuesto por fonemas que se definen por las relaciones de oposición que existen entre ellos. Los fonemas no se identifican con los sonidos del habla; estos son realizaciones de aquellos. Los sonidos siempre incluyen, junto con las propiedades o particularidades acústico-articulatorias fonológicamente pertinentes, particularidades concomitantes o redundantes. Los fonemas, que se realizan como sonidos, pero no se identifican con ellos, están conformados solo por las propiedades o particularidades acústico-articulatorias fonológicamente pertinentes. Son estos elementos invariantes los que comparten los hablantes de una lengua y los que permiten que la lengua funcione a pesar de las diferencias individuales e irrepetibles del habla.
Jakobson y sus colaboradores, continuadores de esta tradición, proponen que las unidades fundamentales de los sistemas fonológicos no son los fonemas sino los rasgos distintivos. Más aún, proponen una teoría que pretende dar cuenta de todas las oposiciones distintivas que utilizan las lenguas del mundo a partir de solo doce rasgos distintivos. Dada la enorme variedad fónica que presentan las lenguas del mundo, los rasgos propuestos por esta teoría son extremadamente abstractos y pueden realizarse o implementarse fonéticamente de maneras muy variadas. La descripción del sistema fonológico de una lengua consiste en la identificación de los diferentes fonemas que se usan en ella y en su definición basada en la escala dicotómica o jerarquía de rasgos, que los ordena en clases y subclases practicando distinciones fónicas cada vez más finas: “[l]a escala dicotómica es superpuesta por la lengua a la materia sonora” (Jakobson, Fant y Halle 1952: 12).
Dos son las diferencias fundamentales entre esta concepción de los sistemas fonológicos y la que propone la fonología generativa como parte de la gramática generativa, corriente de pensamiento que se desarrolla en Estados Unidos a partir de la década de 1950. La primera es el cambio del objeto de estudio: para el estructuralismo el sistema fonológico, como parte de la lengua, es un objeto social; para el generativismo el sistema fonológico es un componente del conocimiento lingüístico del individuo, de su “competencia lingüística”. La segunda diferencia es la concepción de lo que es dar cuenta de un sistema fonológico: para el estructuralismo es definir en términos de sus rasgos distintivos el conjunto de fonemas que conforman la lengua; para el generativismo es proponer, también en términos de rasgos, las unidades que usan los hablantes para codificar su léxico ―las “representaciones subyacentes” de los morfemas― pero, además, dar cuenta de cómo las realizan ―las “representaciones superficiales” de los morfemas― utilizando un sistema de principios, restricciones y reglas que forma parte de su conocimiento lingüístico y es, por lo tanto, un sistema cognitivo.
Dado que la fonología generativa apunta a dar cuenta de la manera en que los hablantes realizamos como representaciones superficiales las representaciones subyacentes de los morfemas, es necesario ampliar el inventario de rasgos que propone la teoría para incluir no solo lo rasgos distintivos, que sirven para contrastar unos fonemas de otros, sino también los rasgos redundantes que caracterizan las realizaciones superficiales. Anderson (1990) expone la transición de la teoría de rasgos distintivos de Jakobson a la teoría de rasgos del generativismo recordando que J. McCawley (1967) “señala que una descripción completa de cualquier lengua (...) requeriría no sólo un conjunto de representaciones fonológicas para las formas, sino también un conjunto de principios que: a) proporcionen los valores de los rasgos redundantes, y b) interpreten los rasgos distintivos en función de su realización articulatoria y acústica concreta. Esto es, una vez que un determinado segmento se caracteriza como, por ejemplo, [+ bemolizado], es preciso aún especificar si esto significa que es labializado, faringalizado, retroflejo o velarizado” (pp. 148-149).
En otras palabras, lo que McCawley reclama, según Anderson, es un sistema fonológico con reglas que deriven las representaciones léxicas abstractas, que constan exclusivamente de los rasgos que sirven para distinguir un signo de otro, en representaciones más “superficiales” o “concretas”, que incluyan los rasgos redundantes así como la información sobre la realización de todos los rasgos. Esto es precisamente lo que intentan hacer Chomsky y Halle (1968) en The Sound Pattern of English (aunque Halle (1959), The Sound Pattern of Russian, ya es un importante antecedente).
Así pues, en la fonología generativa, los rasgos se consideran representaciones mentales (cf. Hayes (2009), Introductory Phonology, cap. 4) o, de manera más concreta, “controles en el sistema nervioso que están conectados de maneras específicas a los sistemas motor y auditivo del ser humano” (Halle (1983), “On distinctive features and their articulatory implementation”). En esta corriente lingüística, los rasgos cumplen una doble función: sirven para dar cuenta de cómo se codifican los morfemas en el léxico mental y también de cómo se realizan fonéticamente. Su realización depende de un sistema de reglas que vincula las representaciones subyacentes de los hablantes con su conocimiento de cómo estas se realizan, es decir, las representaciones superficiales.
De acuerdo con Kenstowicz y Kisseberth (1979: 1), la fonología generativa estudia “los sonidos empleados en las lenguas del mundo no como sonidos, sino como reflejos de un sistema o patrón subyacente (...) [L]os ruidos que las personas hacen cuando hablan una lengua son consecuencia de un complejo conjunto de reglas o principios abstractos”. Según Hayes (2009: 1), “[e]l objetivo de la fonología es comprender el sistema tácito de reglas que el hablante usa al aprehender y manipular los sonidos de su lengua”. De manera más explícita, afirma que la fonología estudia las “reglas, mayormente inconscientes, de organización del sonido que se encuentran en la mente/cerebro de una persona que habla una lengua particular” (p. 19).
Como se ve, estos autores coinciden en que la fonología generativa busca dar cuenta del sistema cognitivo que subyace a la actuación o comportamiento fonológico de los hablantes. Este sistema incluye el conocimiento de las unidades con las que se codifican los signos de la lengua en el léxico, así como el conocimiento de cómo producirlas en contextos diferentes mediante la aplicación de un sistema de principios, restricciones y reglas. Ahora bien, de acuerdo con la gramática generativa, el sistema fonológico es uno de los componentes de la competencia o conocimiento lingüístico de un hablante y tiene relación con los otros. En primer lugar, el sistema fonológico proporciona las unidades de construcción de las unidades del componente léxico: los morfemas son secuencias de unidades fonológicas —los fonemas—, cada una de las cuales está constituida por un conjunto de rasgos. El conocimiento lingüístico de un hablante consta también de un componente gramatical que incluye las reglas para combinar los morfemas, tanto morfológica como sintácticamente, y formar expresiones mayores o signos complejos. El output de este componente es una estructura léxico-gramatical que sirve de input al componente fonológico, el cual, mediante reglas, deriva una representación superficial para su exteriorización en forma de un continuo sonoro. Veremos este proceso con detalle a lo largo de nuestro curso.
En las siguientes secciones, expondremos la manera en que la fonología generativa da cuenta de los sistemas fonológicos de las lenguas. Básicamente, como hemos visto en esta sección, se trata de identificar las unidades fonológicas que conforman los signos lingüísticos que aprendemos al adquirir nuestra lengua (los morfemas) y las reglas fonológicas que derivan nuestras representaciones léxicas abstractas en representaciones superficiales, más cercanas a su pronunciación. En la siguiente sección, presentamos los rasgos que proponen Chomsky y Halle en su libro The Sound Pattern of English.