Otro aspecto fundamental de los sistemas fonológicos es lo que Cohn (2003: 198) llama “estructura subsegmental”. Existe evidencia que sugiere que los fonemas están constituidos por unidades menores conocidas como “rasgos”. Postular estas unidades permite entender de manera más satisfactoria cómo se organizan los sonidos que se pueden usar contrastivamente en las lenguas y de qué forma se realizan los fonemas como fonos diferentes. Así pues, para dar cuenta del sistema fonológico de las lenguas se debe también mostrar el papel que desempeñan los rasgos en el funcionamiento del sistema fonológico.
La fonética nos enseña que los sonidos del habla se articulan teniendo en cuenta distintos parámetros correspondientes a las fases de iniciación, fonación y articulación. La combinación de distintas operaciones articulatorias de cada una de estas fases da como resultado diferentes sonidos con diferentes características acústicas que determinan que podamos distinguirlos. Así, por ejemplo, la distinción entre las consonantes [p] y [pʼ] depende del tipo de iniciación: la primera se produce con una corriente de aire pulmónica egresiva y la segunda con una glotálica egresiva. En lo que respecta a las otras dos fases, los sonidos son idénticos: de fonación sorda y de articulación oclusiva, bilabial. Por su parte, los segmentos [p] y [b] son idénticos en lo que respecta a su iniciación y a su articulación, pero se diferencian porque el primero presenta fonación sorda y el segundo fonación sonora. Finalmente, los sonidos [b] y [β̞] se diferencian por su modo de articulación, pero su iniciación y su fonación son idénticas.
Con el fin de revisar los rasgos articulatorios de la fonética tradicional, se puede consultar la sección correspondiente del Curso de Fonética, a la que conduce el siguiente enlace:
Las diferentes operaciones articulatorias que controlamos para la producción de los sonidos y los efectos acústicos que tienen como consecuencia constituyen el conjunto de rasgos que utilizan las lenguas para la organización de los sonidos en sus sistemas fonológicos. Los fonólogos han intentado identificar cuáles son los rasgos que se usan en las lenguas y qué funciones cumplen. En algunos casos, coinciden con los rasgos identificados por la fonética, pero, en otros, se postulan rasgos más abstractos con el fin de dar cuenta, de la manera más económica posible, de la forma en que las lenguas organizan los sonidos en sus sistemas fonológicos. En nuestro curso, veremos la evolución que ha experimentado la Teoría de los Rasgos a lo largo del tiempo con la finalidad de ofrecer mejores descripciones y explicaciones del funcionamiento de los sistemas fonológicos.
Un ejemplo claro de cómo los rasgos son las unidades que permiten el uso contrastivo de los sonidos lo encontramos en el siguiente corpus del castellano:
La oposición contrastiva entre los sonidos [b] y [p], [d] y [t], [g] y [k] no corresponde a tres pares de sonidos cualesquiera, sino a fonos cuya única diferencia es que el primero es sonoro y el segundo es sordo. Esto muestra que la organización del inventario de sonidos del castellano depende de la estructura subsegmental, es decir, de los elementos o unidades que conforman los segmentos, vale decir, de los rasgos.
Lo mismo podemos observar en el siguiente corpus de quechua sureño:
En este caso, el contraste entre los segmentos [p] y [pʼ], [t] y [tʼ], [k] y [kʼ] depende de un solo rasgo: la diferencia entre consonantes simples y consonantes eyectivas. Lo mismo cabe decir del contraste entre los segmentos [p] y [pʰ], [t] y [tʰ], [k] y [kʰ]: los primeros miembros de cada par son simples y los segundos son aspirados. Finalmente, los sonidos [pʼ] y [pʰ], [tʼ] y [tʰ], [kʼ] y [kʰ] se diferencian porque los primeros miembros de cada par son consonantes eyectivas y los segundos son las consonantes aspiradas correspondientes. No son, pues, los segmentos como un todo inanalizable los que se oponen entre sí, sino que el contraste depende de alguno de sus componentes, es decir, de los rasgos. Es más, el resto de su estructura subsegmental es idéntica, es decir, los demás rasgos que componen los segmentos son los mismos: se trata de consonantes oclusivas sordas.
Los rasgos son también las unidades involucradas en la oposición no distintiva o no contrastiva de los sonidos, como muestra el siguiente corpus:
En este caso, la distinción entre los sonidos [b] y [β̞], [d] y [ð̞], [ɡ] y [ɣ̞] depende solo del modo de articulación: los primeros miembros de las parejas de sonidos son oclusivos y los segundos aproximantes. Los alófonos comparten la misma estructura subsegmental, excepto este rasgo de modo de articulación.
Estos ejemplos también nos muestran otro rol que desempeñan los rasgos en la organización de los sistemas fonológicos, a saber, la determinación de las clases de sonidos que conforman los inventarios de las lenguas o "clases naturales". En el corpus de castellano que aparece más arriba vemos que la oposición distintiva entre sonidos sordos y sonoros corresponde a la clase de los sonidos oclusivos. Esta clase se define, de manera precisa, por el rasgo [-continuo] (entre otros más) y se diferencia de la clase de los sonidos [+continuo], es decir, de los sonidos fricativos [f, s, x], que no contrastan con sonidos sonoros en nuestra lengua. Los segmentos que se comportan de manera similar en las lenguas conforman clases que comparten rasgos.
El corpus del quechua cuzqueño muestra también que los rasgos definen clases de sonidos que funcionan de la misma manera. Así, la oposición distintiva entre sonidos simples, eyectivos y aspirados no corresponde a cualesquiera segmentos de la lengua, sino a la clase de las consonantes oclusivas sordas. Por último, los fonemas del castellano que muestran alofonía entre sonidos oclusivos y aproximantes —[b ~ β̞], [d ~ ð̞] y [ɡ ~ ɣ̞]— también conforman una clase: la de los segmentos consonánticos sonoros.
El comportamiento fonológico que nos permite identificar una clase de sonidos también incluye su distribución. Así, por ejemplo, en castellano, los segmentos [l] y [ɾ] son los únicos fonos consonánticos que pueden aparecer en la segunda posición de un grupo consonántico que funciona como el ataque de una sílaba, como ilustran las palabras blanco, trago, clamor, crema, etc. Para caracterizar esta clase de sonidos como los que detentan esta propiedad, es necesario definirla mediante rasgos. Los fonos [l] y [ɾ] conforman la clase de los segmentos [+consonántico, +sonorante, +aproximante], de acuerdo con el modelo de Hayes (2008).
Las reglas y restricciones fonológicas que representan las generalizaciones o procesos fonológicos que se encuentran en las lenguas también se representan utilizando rasgos, pues son estos los elementos que se encuentran en la base de la organización de los sistemas fonológicos. A manera de ejemplo, presentamos a continuación la regla de asimilación en punto de articulación que afecta a las consonantes nasales preconsonánticas en castellano.
Por lo general, se ha entendido que la estructura subsegmental de un fono es el conjunto de rasgos que lo definen. La representación de un segmento como [i] es algo como [-consonántico (o [+vocoide]), +sonorante, +aproximante, -nasal, +sonoro, +continuo...], lo que se conoce como una "matriz de rasgos". Muchas veces las matrices de rasgos se representan verticalmente y, en muchos modelos, los rasgos son binarios.
Otras propuestas sostienen que los rasgos se ordenan en una estructura jerárquica y consideran que no todos los rasgos son binarios. El siguiente esquema representa la estructura jerárquica que caracteriza a cualquier vocal en el modelo conocido como Geometría de Rasgos.
La siguiente sección, que es la última de esta primera parte de nuestro Curso de Fonología, presenta brevemente el último tema del que se ocupa la fonología que menciona Cohn: la combinación de sonidos para la construcción de unidades fonológicas mayores o unidades suprasegmentales.