37. Un plan satánico.

    Y ahora seguimos al Santo en un largo calvario, que comenzó desde la muerte de Pío VII. Ascendió al trono papal, León XII, un hombre de fuerte temple y carácter muy decidido. De cardenal había mostrado su amistad hacia Gaspar. Este último esperaba que lo secundara. En cambio, se opuso a él y no le quedó que confiar en Dios y continuar su apostolado en el martirio. Las penas tocaron el culmen cuando algunos 

bandidos, rendidos bajo promesa formal de inmunidad y perdón, fueron en cambio encadenados y sentenciados a cadena perpetua o asesinados brutalmente."Hemos sido traicionado" – gritaban tras las rejas, y antes de morir rechazaron los sacramentos de las manos de los "traidores".

Gaspar, entonces, comprendió que no sólo eran los empleados que jugaban chueco, sino también la podredumbre se encontraba en ambientes insospechables. Protestó con energía y no quiso volver a ocuparse de las negociaciones para la rendición. Los bandidos comprendieron y desde ese momento en adelante tuvieron la confianza sólo en los Misioneros y en su líder. En una famosa carta escrita a Merlini, le pidieron de encargar a don Gaspar de pedir misericordia al Santo Padre, y de su parte, se comprometían a cambiar vida. 

Quien no quería que terminara el bandidaje intentó hacer turbias las aguas. Don Gaspar fue acusado en Roma de tener sermones fríos y de no hablar nunca en contra del bandidaje, incumpliendo los compromisos que tenía con la apertura de las Casas de Misión en Ciociaria. Mediante escritos difamatorios, él y sus compañeros fueron incluso acusados de favorecer y tener amistad con los bandidos. También se dijo lo mismo de Jesús y él respondió que "el médico es para los enfermos".

En el campo de las calumnias, por cuanto absurdas e infames, se suele prestar casi siempre más fe al difamador que al difamado. En la Iglesia, luego, hay una gran variedad de santos que crecieron en la santidad por los sufrimientos adquiridos por los que paradójicamente deberían apoyarlos.

Gaspar, con el proyecto de reforma, había tocado teclas demasiado ardientes, irritado personalidades y socavado los intereses de demasiadas excelencias y algunos purpurados suscitando un avispero inédito y por lo tanto, tenía que pagar dolorosamente y a precio muy alto por ser audaz.

Fue llamado a defenderse y lo hizo con una carta muy eficaz y detallada, confundiendo a los enemigos y abriendo los ojos a León XII.

Cada carta del Búfalo es una obra maestra de equilibrio, aliena de la ofensa y venganza, pero sin ningún tipo de concesión, porque pone a plena luz la verdad. A veces, en ellas, no faltaba la ironía puramente romana: "¿Cómo pueden estos a dar juicios, si nunca estaban presentes, ni siquiera a una catequesis mía?". "¿Cómo puede el gobierno redimir a la gente del bandidaje, si lucha contra el crimen comportándose peor que los bandidos?".

Con la muerte en el corazón y físicamente postrado por el dolor y el trabajo, continúa sin cesar y con ardor apostólico en los mefíticos Pantanos Pontinos, donde contrae peligrosa una fiebre perniciosa, de la cual entre otras cosas, dice que fue inmediatamente sanado por intercesión del amadísimo san Francisco Javier.

Los enemigos, siempre más despiadados, no le dan respiro. Particularmente ardiente es su doloroso cuando ve quitarse el pequeño subsidio dado por el ya fallecido Pío VII a las Casas de Misión en Ciociaria. El Instituto está ya en la pobreza extrema; los Misioneros también sufren de hambre, les falta lo esencial para cubrirse, hasta tienen un solo paraguas en casa. Sin embargo, continúan llegando cartas al Papa que acusan al jefe de los Misioneras de haberse enriquecido con elevadas compensaciones y ofrendas; ¡él que se despoja de sus ropas, y con frecuencia vuelve a casa con la sola sotana en el desnudo cuerpo, sin calcetines y zapatos, en pleno invierno ya que ha donado todo a los pobres! Él, que una vez rechazó indignado una amplia oferta en monedas de oro, por parte de quién trató sobornarlo y atraer su complicidad, respondió: "¡No oro, sino almas!"; él que rechazaba, e igualmente lo imponía a los suyos, limosnas para la celebración de Misas y donaciones al Instituto. ¿Su Congregación rica? ¡Si de vez en cuando algunos de sus seguidores, a pesar de la agonía en el corazón, se iba porque se padecía hambre!

Los enemigos no se dan por vencido e, irritados por el heroísmo del Santo, buscan socavar los cimientos de su Instituto, ¡empezando desde en el nombre de la Preciosa Sangre! "¿Cómo se atreve este sacerdote soberbio y exaltado de exponer el noble y augusto precio de nuestra Redención a la profanación, uniéndolo con el nombre de su titubeante Congregación?". Por desgracia León XII los escucha y, en audiencia pública, con su propia mano borra el título "Preciosísima Sangre" en un libro que el Misionero don Betti le presentes en homenaje y lo sustituye por "Santísimo Salvador".

Mientras que se tratara de su persona, el Santo se quedó callado y sufriente; pero ahora que se trata de la denigración de sus compañeros y en especial de la Obra deseada con claridad por Dios, escribe a Cristaldi: "Usted está obligado a dar a conocer a su Santidad que las cosas requieren ser examinadas… Aquí se trata de una cuestión muy grave, para que no se nos hagan aparecer como impostores. El Santo Padre un día conocerá lo qué todavía no ve y llorará por haber utilizado en las audiencias un método no de acuerdo con Dios. No soy ni de hierro, ni de bronce… ¡Recibir continuos regaños, sin criterio, sin juicio, es una Copa muy amarga!".

E1 Cristaldi llama inmediatamente a Gaspar en Roma, que estaba en Misión y lo presenta al Papa, después de haberlo hecho reunir con Monseñor Giovanni Soglia, su secretario privado. Gaspar, al informar sobre la entrevista con el prelado, dice: "En un momento sentí sobre mí una fuerza superior y tal que Monseñor casi lloraba. Ay si tuviera escrito en una hoja lo que he dicho sobre tal punto!..." Siguió la audiencia papal y el pontífice informó a Gaspar de todos los cargos. Gaspar, durante una hora aproximadamente, lo explicó todo, en particular el título de la Preciosísima Sangre, basado en textos bíblicos y patrísticos. Dio a conocer que ya había sido aprobado por el Papa Pío VII, habló de su Compañeros, citando nombres de personajes famosos en la Iglesia por la doctrina y la santidad. El Papa quiso ver las Reglas y quedó complacido. Entonces le preguntó cómo se comportaban sus compañeros. Gaspar dijo: "Están todos listos para llegar a sus pies y estamos dispuestos a cerrar todas las Casas del Instituto si es este el deseo de Su Santidad".

E1 Pontífice no pudo resistir a la conmoción, levantándose abrazó a Gaspar y le dijo: "Entiendo, usted tiene muchos enemigos, pero el Papa León XII está contigo". Entonces el Papa, en pública audiencia, retractó su juicio sobre el Santo y exclamó: "El Canónigo del Búfalo es un ángel, es un santo". Los enemigos derrotados en el terreno de la calumnia, intentaron la vía la alabanza exagerada, aprovechando la alta estima que el Papa había mostrado. León XII no pensó en la maldad satánica detrás de aquella alabanza fuera de lo común y cayó en la trampa. De hecho, se dispuso a confiarle alguna posición importante: por ejemplo, la nunciatura en Brasil: ¡para alguien tan imbuido de espíritu misionero sería ideal! Brasil era tierra de misión.

La salida de Gaspar significaría el fin del Instituto. El Santo recurrió una vez más al Cristaldi rogándole de capacitar al Papa, haciéndole entender que su única aspiración era terminar la misión que le fue confiada. León XII, para no decepcionar a sus consejeros y al mismo tiempo evitar que el del Búfalo se alejase de Roma, ¡lo destinó como responsable de la Congregación de Propaganda Fide!

Poner detrás de un escritorio a un "terremoto espiritual" significaba enjaular un águila hecha para el vuelo. ¿Cuánto tiempo duraría el amarre?