31. Cadáveres en el pantano

    Gaspar, sin descansar un solo día, desde Rieti fue por una docena de días en Cittaducale, e inmediatamente después a Bagnaia, donde, a pesar de estar postrado en cama con fiebre alta, a la hora de la predicación "sube al escenario y es tal su elocuencia y el celo con que habla, para aparecer como el más sano mundo". Desde Bagnaia se dirige a Porto d'Anzio. El cochero, quién sabe poco la ruta, se pierde en el enmarañado matorral de Nettuno, donde están obligados a pasar la noche.

    En Anzio se dedica con amor a los marineros y pescadores, que "olvidados por todos, en la torpeza y la ignorancia vivían sin el conocimiento de la fe y la virtud cristiana". Con tanto amor también pasa días enteros entre los condenados, quienes, "encerrados en esos terribles centros penitenciarios, nunca escuchan la palabra de Dios, se entregan a la desesperación y nuevos atroces crímenes, incluso en las cárceles".

    Estamos próximos a la Navidad y Gaspar, por la insistencia del cardenal Mario Mattei, se conduce a Velletri. Los habitantes de Velletri, que para la Navidad habrían preferido divertirse en lugar de escuchar predicación penitencial, recibieron de mal gusto a los Misioneros y se burlaban de ellos a regañadientes; y después, fascinados por el habla y la amabilidad de Gaspar, cambiando el parecer, le obligaron a permanecer hasta después de mediados de enero, ¡organizando también una procesión de penitencia en plena noche! En Velletri, en aquellos días, llegaban de forma continua grupos de ciudadanos de la cercana Cisterna, y lo convencieron para ir allí, porque la gente lo anhelaba tanto. Gaspar, que en su predicación no iba en busca de cotizados púlpitos, sino prefería los lugares donde mayor era la necesidad, se dirigió allí con mucho gusto.

    En aquellos días, Cisterna estaba en los límites de los “Pantanos Pontinos”, donde junto al agua estancada, dominaba la tristeza más oscura, la vida más tétrica, víctimas de malaria, el tifus y las malas costumbres. Aquí preferimos dar la pluma para las crónicas del tiempo: "Sólo faltaban veinte y cinco días al carnaval y hubo un gran regocijo del pueblo para escuchar hablar la venida de él, y un clamor de alegría despertó en cada persona. Y ya que llegó en la noche, las calles se encendieron y de inmediato abierta la iglesia, sonaron las campanas y la gente acudió en masa".

    Cisterna estaba compuesta, en la mayoría, de "bufaleros torpes y campesinos, que trabajaban principalmente en las pampas y entre pantanos; se consideraban comúnmente ignorantes y delictuosos. Robos, estafas, asesinatos estaban en el orden del día". Tan grande fue el bien obrado por los Misioneros en esos ánimos, solo porque encontraron finalmente alguien que se preocupaba por ellos.

    Gaspar, comprendiendo "el estado miserable de aquellas almas de aquellos cuerpos", comenzó a recorrer el pantano de palma a palma, entre tugurios y chozas esparcidas en aquellas aguas pestíferas y atroces, llevando a todos la bendición de Dios, una palabra de consuelo y algunos medicamentos, sin tener en cuenta los peligros de la malaria y el tifus.

    Se encontraba con frecuencia con carros pesados tirados por enormes búfalos, que encima cargado de pasto o estiércol, a menudo mostraban cadáveres desnudos y descompuestos, que eran llevados a la sepultura: sin un sacerdote, una cruz, una vela, ni siquiera un signo de piedad humana y cristiana, parecía barbarie, pero era ya un signo de piedad cristiana haber recogido los cuerpos del pantano infinito, para evitar que se convirtiera en comida de los halcones y chacales, o se descompusieran al aire libre, como carcasa de cualquier animal.

    Gaspar, sin saberlo, chocado y horrorizados, detenía los carros y en el llanto trataba de recomponer los cuerpos humanos; agarraba matas de pasto, algunas flores silvestres y las deponía encima de los cadáveres, y los bendecía; y entonces, siguiendo el carro hasta el cementerio, recitaba las oraciones de los difuntos.

    - ¿Por qué – preguntaba a los cocheros – tanta insensibilidad?

    - En estos vastos pantanos a menudo los pobres cristianos mueren abandonados por todos y permanecen al aire libre, presa de perros, cerdos y buitres.

    Así respondían esos hombres rudos, que parecían pertenecer a otro mundo. Don Gaspar apreció sus buenas intenciones, pero para dar una solución más estable y digna al problema, erigió en Cisterna la Cofradía de la Muerte, cuyos inscritos  se comprometían a hacer celebrar el funeral y a dar cristiana sepultura a los cadáveres del “Pantano Pontino”. ¡Así terminó aquel abominio!

    En el último día de la Misión llegaron desde Velletri, con pancartas y banderas diversas Cofradías para recoger a los Misioneros. En el momento de la salida se desencadenó una furiosa tormenta, pero el Santo "bendecido el horizonte con un estandarte y el agua la detuvo al instante". Al pasar el carruaje, que fue seguido a pie por las Cofradías, los campesinos encendían haces de juncos y ramas. Eran las dos de la mañana cuando llegaron a Velletri y encontraron el Domo rebosante de fieles. Gaspar se vio obligado a dar un sermón.

    Cuando el pueblo llegó todo al amparo “las nubes que desde Cisterna habían detenido las propias aguas, como un signo acordado, se descargaron en lluvia violenta”, que fue a alimentar el lejano pantano, entre las montañas y el mar.