15. El envío.

Gaspar, de regreso de la cautividad, al acercarse a Roma, divisó desde lejos la gran Cúpula de San Pedro y sintió su cara arañada por las lágrimas. Ahora que Dios,en su infinita misericordia, lo conducía de vuelta a ciudad, sabía que comenzaría una nueva vida, la de un apóstol de Cristo y que para él habría tenido que sufrir sin cesar hasta la muerte. El exilio fue sólo el prólogo. A su regreso lo esperaba la vacuidad de la casa. ¡Es tan triste volver donde se había vivido junto a un ser querido y no encontrarlo más! Inmediatamente se fue a orar y desahogar sus lágrimas sobre la tumba de la querida madre.E1 padre se había vuelto a casar. Gaspar, si bien no criticando su elección

y teniendo un gran respeto por la madrastra, no sintió poder vivir juntos con ellos. Tomó su residencia donde un sacerdote amigo y reanudó su apostolado en Roma, extendiéndolo también fuera de la ciudad para establecerse allí en algún momento futuro. Quién ya lo conocía, dijo: "He aquí una vez más es el motorperpetuo."

Reflorecieron las Obras muertas durante su ausencia: Santa María in Vincis, Santa Galla, San Nicola in Carcere y muchas otras. En San Nicola, donderegresó Albertini, predicó una gran Misión. La Providencia envió hacía él Monseñor Belisario Cristaldi, Tesorero de la Santa Romana Iglesia, un hombre de amplias miradas y gran corazón. Él será su más grande benefactor y protector, el verdadero amigo de los días difíciles toda su vida.

El caos reinaba en el Estado Pontificio y la misma Roma se había descristianizado. Era necesario reconstruir las conciencias. Gaspar se asoció con mucho gusto a Los Operarios Evangélicos, un grupo de sacerdotes fundado por su amigo Bonanni: ¡Las Misiones Populares eran su sueño! Pronto surgió el primer plande acción y fue capaz de convencer a los co-hermanos a ponerse bajo el amparo de San Francisco Javier y a propagar la devoción a la Preciosísima Sangre, que lehabía sido inculcada por su director Albertini.

La reputación de mártir, la predicación sencilla y clara, que expresaba fuego y sincera pasión, la dulzura paternal y la infalible fe, tuvieron eco hasta “arriba”; así que afloraron ofertas a cargos de gran prestigio, Obispados y Nunciaturas. ¡Siempre se negó! No había regresado a Roma pararodearse del aura del hombre de éxito! ¡No había sufrido de las cárceles para honras tan efímeras! Anhelaba iglesias y plazas llenas de multitudes para convertir a los pecadores, para apoyar a los honestos,pedir justicia para los desposeídos, los despreciados y perseguidos, y para erradicar los herejes y sectarios. ¡Quería, en definitiva, ganar las almas de los hermanos tan equivocados!

Pero el contacto con personajes tan “altos”, sin escrúpulos, codicioso solamente de privilegios y lujosas prebendas, lo remeció ytemió ser arrastrado hacia la perdición. Así que decidió, junto a su amigo Carlo Odescalchi, a entrar entre los Jesuitas. Pidió consejo alAlbertini y este, quién tenía sobre él proyectos diferente, no dijo que no, convencido de que el proyecto no habría ido a buen término. En cambio, los dos amigos fueron aceptados. Entonces Don Francescobuscó remedios, por medio de Monseñor Cristaldi.

Sucedió que Pío VII, a propuesta del monseñor su estrecho colaborador, llamó para a entrevista a los dos sacerdotes, y sin muchas palabras, ordenó a Odescalchi que tomara la carrera diplomática y aGaspar dedicarse por completo a las Misiones. E1 velo cayó de los ojos de Gaspar, que, en la voz del Papa, escuchó la voz de Cristo, e inmediatamente comenzó la obra.

La Congregación, como todas las obras de Dios, nació entre miles de dificultades. Para una fundación se necesita un "nido" y hombres adecuados, dispuestos a toda renuncia. ¡Carecían de la una y la otra! Finalmente el Cristaldi obtuvo del Papa un antiguo monasterio en la diócesis de Spoleto, después de varias dificultades.

Sin embargo, muchos Operarios Evangélicos, mientras se trataba de permanecer en Roma, eran Misiones entusiastas, pero cuando se enteraron de tener que ir lejos, no tuvieron el coraje. Gaspar no era precisamente el hombre que se rinde frente estas dificultades. Les hizo comprender que esa era la voluntad de Dios y logró convencerlos. El Cristaldi hizo saber que hasta el Santo Padre quería que la nueva Congregación fuera dedicada a la Preciosísima Sangre, y que desearíarecibirlos en audiencia.    

Con el mandato y la bendición del Papa Pío VII, el primer grupo comenzó desde Roma. La “cuna” del nuevo Instituto sería el antiguo monasterio de San Felice en Umbría, la tierra de San Francisco de Asís…  La profecía se estaba realizando.