Entre las figuras luminosas de sacerdotes que, encabezados por Gaspar, lo ayudaron en la fundación del nuevo Instituto y también fueron los cimientos, estuvo aquella “cándida alma” del joven don Vincenzo Tani, marqués, perteneciente a la noble familia de los Tani de Ferentino. A pesar de la fuerte oposición de su padre, renunció a su derecho primogenitura y acudió entre aquellos primeros que, conmovidos por la sabia elocuencia y virtudes de Gaspar, lo había seguido. Gaspar había recibido de Dios, entre otros dones, el de un poderoso atractivo para muchos, tanto sacerdotes como laicos, listos para abandonarlo todo, quienes pedían ser aceptados entre los suyos.
Sabemos como en Roma, cuando Gaspar hablaba del nuevo Instituto que habría tenido el nombre de la Preciosísima Sangre, muchos sacerdotes se declaraban dispuestos para unirse. Luego, cuando se trataba de poner sus manos al arado - como dice el Evangelio - casi todo el mundo se volvía atrás, abandonando todo propósito. No fue así para don Vincenzo, quien formó parte de Cofradía de la Preciosísima Sangre erigida por Albertini en la basílica San Nicola in Carcere. De hecho, fue la gran devoción a la Sangre de Jesús, que indujo al sacerdote marqués a preferir la nueva Congregación a otros Institutos quien debido a sus virtudes, se lo peleaban.
Así que fue uno de los cuatro presentes en el nacimiento de la Congregación, en el Convento de San Felice el 15 de agosto de 1815. De él escribe el Merlini: "De costumbres cándidas, para conservarse tal hacía grandes penitencias hasta el punto de causar graves daños a su delicado estado de salud. Hacía voto de dedicarse a los presos y los enfermos en los hospitales y hacer largas peregrinaciones a pie, aun cuando, por razón de su ministerio, tenía que ir a países lejanos, desafiando el calor de verano y el rígido clima invernal".
Cuentan testigos oculares dignos de confianza, que al Señor le agradaban mucho tales penitencias, ya que varias veces lo encontraban sin un paraguas bajo la furia de la tormenta, imperturbable, como si nada, capturado en la lectura del breviario. Notaron que un misterioso rayo de sol, incluso en la tormenta, precedía sus pasos. Bajo el pretexto de besarle la mano se acercaban y con asombro vieron que su ropa estaba perfectamente seca.
Con humildad prestaba los servicios más bajos; no tenía nunca un centavo de baiocco en el bolsillo, porque lo daba todo a los pobres, incluso ropa, zapatos, mantas, sábanas y colchones.
Otro don de Dios era el de leer las conciencias, hasta el punto de sentir el hedor del pecado.
Se dice, y no es una fábula, que acercándose a un joven lo exhortó a que se confesara. Habiéndole respondido que no tenía nada que confesar, don Vincenzo le reveló los crímenes de los que se había manchado. E1 joven airado comenzó a golpearlo con su bastón, y él, en lugar de reaccionar se arrodilló, y a los golpes respondía con las plegarias. Pero fue el joven en cansarse primero, recapacitó, y arrodillándose junto a él, se confesó.
Don Vincenzo abrió el listado de los muertos de la Congregación. "Fue el primero - dijo Gaspar - en comparecer ante Dios con las insignias de la Congregación. ¡Oh feliz augurio para todos nosotros, que un santo nos haya precedido!".
Devotísimo de la Virgen escribió también un libro conmovedor: el infierno cerrado a los verdaderos devotos de María, y murió con su nombre en los labios, ¡a la edad de 50 años!
Así está escrito en las crónicas del Instituto: "Don Vincenzo Tani fue el primero con el título glorioso de Misionero de la Preciosísima Sangre a entrar por las puertas benditas del Cielo. Los elegidos se deleitaron acogiendo esta primera flor de una planta nueva que Dios suscitó en su viña, repitiendo junto a él el canto sublime de Apocalipsis: "¡Nos has redimidos, oh Señor, con tu Sangre!".