28. Una cándida paloma.

    Inmediatamente después de abrir la primera Casa de los Misioneros en San Felice, Pío 

VII llamó a Gaspar y sus compañeros y les ordenó ir a predicar una misión a Benevento; los bendijo y sonriente recomendó a ellos: “Allí no tienen que decirle a la Virgen María “Señora mía”, sino más bien “Eñora mía”.

    El Delegado Apostólico - la más alta autoridad de gobierno del lugar – había descrito el miserable estado moral de esa ciudad, que pertenecía al Estado Pontificio a pesar de estar rodeado por todo el Reino de Nápoles, como una isla en el mar. La predicación de los Misioneros cambió su cara, de modo que el mismo Delegado, antes alarmado, sintió la necesidad de escribir al Santo Padre: "¡No hay más odio, ni asesinados; muchos son los sectarios convertidos, la ciudad ha cambiado la cara!".

    Diecisiete estudiantes, empapados en las escuelas públicas de doctrinas ateas, habían puesto panfletos en versos ridiculizando a Dios y la Misión. Quisieron, o por curiosidad, o por pifiar, o contestar, escuchar un sermón del Santo y se quedaron tan fascinados que se arrepintieron públicamente.

    Esa misión ha permanecido famosa hasta nuestros días, también porque en la terrible Segunda Guerra Mundial, mientras que el bombardeo de los Aliados Estadunidenses arrasaba por todas partes la ciudad y el antiguo Domo, dejaron del todo intacta la cruz de recuerdo erigida en aquella ocasión, propio en la plaza de la catedral reducida en escombros.  

    Desde Frosinone, en Ciociaria, donde llegó el eco resonante de la Misión de Benevento, a su vez, exigían la presencia de don Gaspar. La presencia el Santo se consideró "indispensable". La audacia de los bandidos en esa zona creció más atrevida: ¡Los crímenes no se podía contar, las luchas internas, negligencia y corrupción eran desenfrenadas!

    E1 Viaje desde Benevento hasta Frosinone, ¡en pleno invierno fue desastroso! Por la noche, sobre las montañas, bajo la lluvia y la nieve, el madero se vino abajo. Así informó la crónica del tiempo: "¡Gaspar y sus compañeros llegaron con tres días de retraso y en ruinas! Era de noche; en un momento se aprecian todas las calles y ventanas alumbradas y se escucha un grito general de conmoción: ¡Ya están aquí. Ya están aquí!".

    Las iglesias resultaron inadecuadas para contener a las multitudes, y aunque la temporada fuera pésima, en la plaza había una larga cola de gente, que no alcanzaron a entrar. Leemos en una crónica de la época: "Durante la Misión la cantidad de armas llevadas a los pies de la Virgen es infinita. A las confesiones concurren multitudes. Frosinone parece una ciudad santa. Es agradable ver a los fieles disciplinarse con los Misioneros”.  

    Es fácil entender por qué la población, en varias ocasiones, impidió que don Gaspar se fuera y porque en la plaza principal estaba colgado un pendón que decía con amorosa delicadeza: “Don Gaspar, nos has robado el corazón”.

    El celo del Santo, no tiene tregua y, después de la Misión de Frosinone, por deseo unánime del pueblo, se abre una casa de Misión, y después de algunas predicaciones en Roma, se va a Civitavecchia. E1 22  de mayo de 1816 se encuentra en Rieti, deseado durante mucho tiempo por el santo obispo, su querido amigo.

    Desde las primeras predicas la concurrencia del pueblo fue extraordinaria. Llegó gente del campo y de los pueblos cercanos. Gaspar y sus compañeros multiplicaban las propias energías: funciones, confesiones, visitas a los enfermos y encarcelados, sermones en la iglesia, predicas en las plazas. Y en la misma Plaza del Domo, en la presencia de una gran multitud, de todo el clero y el obispo, el pueblo de repente se agita, se conmueve, llora… ¿Qué pasaría?

    Una cándida paloma aparece de repente, como proveniente de la nada, y vuela alrededor de la cabeza del hombre de Dios, que está hablando con fervor. No es una paloma común, es algo realmente extraordinario. Esa paloma mana un vivísimo resplandor, no se turba por las aclamaciones de la multitud, permanece suspendida a unos cuantos centímetros de la cabeza del Santo, como símbolo del Espíritu Celestial que inspira sus palabras y lo inflama de ardor divino para que toque los corazones, y las almas regresen convertidas a Dios.

    Por supuesto, ese día no se habló de otras cosas en Rieti, y las palabras de Misionero recibieron una potencia suplementar. Los sermones siguientes fueron aún más frecuentados. Pronto la noticia se difundió hasta los pueblos cercanos. El nombre de Gaspar pasaba de boca en boca y la gente cada vez más acudía en masa para verlo, oírlo, tocar el borde de su manto, y confesarse.

    Parecía un pasaje del Evangelio: la que describe Jesús rodeado por una gran multitud, ansiosa por escuchar la palabra de salvación, y Él conmovido que desearía hacerse todo en todos.